Laura Escudero: “Los escritores debemos confiar en el lector.”
La
primera parte de la entrevista a Laura Escudero, realizada en La Nube el 28
de abril de 2014, que contó con la coordinación de Mario Méndez como parte del ya consagrado ciclo “Encuentros
con escritores de literatura Infantil y juvenil”, giró en torno del desarrollo de la literatura para niños durante las últimas décadas y del lugar que hoy
ocupa. Se habló del papel de las editoriales en función de un mercado en
expansión que aporta nuevos consumidores y formas de consumo pero que en
ocasiones se produce en detrimento de la calidad de los textos. No faltó en la
charla oportunidad para la reflexión acerca de si las adaptaciones sirven o no
para llegar al público joven como tampoco los planteos desde los que la propia
escritora parte para generar su propia escritura, como por ejemplo el valor
conferido al concepto de realidad, entre muchos otros detalles.
Mario Méndez: Buenas tardes a todos. Como saben, Laura vino para la Feria del Libro invitada por las editoriales, participó en las firmas, participó en encuentros… no vamos a jactarnos de que vino exclusivamente para esta reunión, pero sí de que se quedó un día más para participar. Así que muchas gracias por eso, Lau.
Laura Escudero: Muchas
gracias por invitarme.
MM: Por
favor. El otro día, a los que estaban presentes, que eran la mayoría, les leí
la parte seria de la biografía de Laura. Se las repito, brevemente. Laura nació
en la ciudad de Córdoba en el ’67. Durante su infancia vivó en algunos lugares
del interior del país, y luego en Buenos Aires. ¿En dónde, en Buenos Aires?
LE: En
el microcentro. Viví hasta los dieciocho años, iba al Normal 1, en Córdoba y
Riobamba. Dice el primer año en el CBC en la UBA, para Letras, y en el
transcurso me cambié a Psicología. Estuve todo el tiempo acá, hasta que me mudé
a Córdoba.
MM: Bien.
Las vivencias en el noroeste argentino dejaron intensas huellas que se verían
luego en su escritura. Decíamos el lunes pasado que probablemente en El rastro de la serpiente, se nota más…
LE: Sí,
y en una última que no está publicada también.
MM: Ah,
bueno, ya nos vas a contar, cuando lleguemos a los proyectos en marcha. También
se ve su necesidad de volver cada tanto. En el año ’87 regresó a Córdoba, donde
reside actualmente. Estudió arte, teatro, y se recibió de Profesora de
Educación Preescolar y licenciada en Psicología. Participó de movimiento de
teatro independiente y fue parte del Taller Literario del Hospital
Neuropsiquiátrico Provincial. Su interés por el campo de la literatura infantil
y juvenil se profundizó a partir de su inclusión en el CEDILIJ cordobés, en el
2000. Allí se formó y desde entonces desarrolla cada actividad de diseño y
ejecución de proyectos para promoción de la lectura y capacitación. Integra el
Consejo Directivo. Ha participado de Congresos, Seminarios y Talleres en Argentina,
Chile, Brasil… y ganó dos veces el Premio Barco de Vapor. En el 2005 con Encuentro con Flo, del que estuvimos
hablando bastante el lunes pasado, y en el 2011 con El rastro de la serpiente, sobre la que también charlamos. Tres de
sus libros fueron destacados de ALIJA. Hablamos el lunes pasado del premio de
destacados de ALIJA, que es importante porque es un premio que entregan los
colegas y los especialistas. Tiene un valor agregado por ese lado. Ha sido
traducida al portugués. ¿Los “Destacados” por cuáles fue?
LE: Encuentro con Flo,
El camino de la luna, y El rastro.
MM: El camino de la luna
no lo conseguimos para traerlo. Ese nos lo debemos. Está en Comunicarte.
Asistente: Lo
escuché en Paka Paka. Está grabado por Hilda Bernard.
LE: Sí,
es preciosa la lectura.
MM: Además
ha publicado El botín, Los parientes impostores, del que
hablamos mucho, y Heredé un fantasma.Esa es la parte biográfica de la presentación. Ahora vamos a empezar a charlar.
Si te parece, Laura, pensaba ir de lo general a lo particular. Empezando con el
marco, la situación actual de la literatura infantil, y unas cuantas cuestiones
que exceden tu obra, y después llegamos allí.
LE: Me
encantó, sí.
MM: Me
alegro. No te lo quise anticipar. El otro día, en una charla con varios
escritores amigos con los que nos juntamos, salió un tema que en estos
encuentros ha salido bastante. Y es el de la gran cantidad de publicación, que
a veces parece excesiva, a veces se plantea
si hay o no suficiente crítica previa, suficiente edición, en estas
publicaciones de literatura infantil y juvenil. También en el crecimiento
cualitativo de esta literatura. Esto surgió bastante, sobre todo cuando
hablábamos con las “nuevas voces”, como por ejemplo, Florencia Esses, que está
presente, que estuvo como entrevistada. O Paula Bombara, que también anda por
acá, que vino antes, y es una autora publicada hace no tantos años ¿Vos cómo
ves el panorama de la literatura infantil actual, en relación con esta suerte
de “boom” de publicaciones?
LE: Creo
que hay dos temas. Uno es la profusión de publicaciones. Ahí, creo que hay
muchas perspectivas para pensarlo. Una cosa es el mercado y otra cosa es la
literatura. Hay muchísimos libros destinados a la infancia, publicados. De
esos, un porcentaje menor, es de literatura. El resto, son objeto- libro para
los chicos. Hay libros para pintar, hay libros de entretenimiento, hay libros
informativos, y hay libros de literatura. El mercado de la infancia ha crecido.
Los niños son una excelente excusa para el consumo, los padres compran muchas
cosas para los niños, ese parece ser un dato sobre la buena parentalidad…
Funcionan así las cosas. Hay un mercado, hay consumidores, y el mercado
aprovecha lo que la sociedad plantea. Y en este caso, los libros parecen ser
algo interesante para que los niños tengan, los padres no son especialistas en
literatura, y les compran libros a los niños, sin saber muy bien, y no tienen
por qué saberlo, qué están comprando. Y a mí me parece que además el mercado
sabe usar algunos datos acerca de lo que va queriendo el consumidor, y
aprovecha aquello para seducir al que va a comprar el libro. Por ejemplo, si la
moda es el Diseño, va a haber un montón de libros, cuya presentación va a ser
el Diseño. Y van a intentar capturar a partir de ahí. Mucha ilustración… y
muchas veces se vende una cosa por otra. Los padres compran eso que creen que
les va a gustar a los chicos, y el gusto de los chicos, yo creo que se educa, y
lo educa el mercado con mucho más ímpetu que otros espacios de educación. El mercado
entra en la casa de los chicos todos los días un montón de horas por la tele,
por cantidad de lugares. La escuela está un rato con los chicos. Muchas veces
no advierte hasta qué punto es cómplice de esta situación. Sin embargo hay otro
aspecto que me parece interesante. Y es que la industria cultural, crece. Se
producen un montón de bienes culturales, de los cuales algunos marcan un
camino, un sendero de búsqueda, y otros se quedan. Produce una desazón a los
que trabajamos en promoción de la lectura, el efecto que tiene esto… esta
cantidad de libros destinados a los chicos que no son literatura, hace muy
difícil orientar una búsqueda. ¿Cómo hacemos los formadores para hacer un poco
más fácil el camino de la selección, a
las personas que tienen que seleccionar libros para chicos? Por ejemplo, en las
escuelas, a los mediadores, a los bibliotecarios que tienen que orientar a los
chicos… Se hace agua… porque uno puede perderse de algo en este mar de objetos.
Entonces hay que tener en cuenta una cantidad de variables. Yo extraño que se
valore el texto, porque soy escritora. Extraño mucho la valoración del texto en
el libro infantil. Incluso la valoración del texto escrito, no sólo del texto
visual. La valoración del trabajo con la letra. “Literatura” viene de
“littera”, “letra” ¿Cómo estamos incluyendo a los chicos en las letras?
MM: A
mí me parece que además de los padres que compran, la escuela que quizá
participa lateralmente en esa compra, de la manera como lo planteás vos me hace
pensar en la compra por impacto. Sin embargo, la escuela está siendo el canal
fundamental de compra de gran cantidad de libros. Muchísimas editoriales ni
siquiera distribuyen en librerías, porque saben que su lugar de venta es la
escuela. A través de las Ferias, a través de la maestra a la que se seduce.
¿Cuáles son los pros y los contras de la escuela como mediadora fundamental?
LE: Ahí
estoy en un lugar de compromiso, porque yo soy formadora de mediadores. Tengo
una postura bastante definida. Voy a repetir esto veinte mil veces. La escuela
es la gran ocasión, porque los padres no son profesionales, ni tienen por qué
tener una formación que los ayude a elegir. El espacio en el que hay
profesionales que se formaron para que los chicos tengan acceso a la
literatura, es la escuela. Nosotros no podemos garantizar que todos los padres
sean lectores, pero sí que todos los chicos tengan la oportunidad de ser
lectores. ¿Cuál es la institución democrática, por la que tienen que pasar
todos los chicos y adónde debiera haber libros de calidad que los chicos
encuentren, y que sean distintos de las estéticas a las que ya tienen acceso?
Porque lo que nosotros queremos es enseñar literatura. No dar más de lo mismo.
Hay cosas a las que los chicos ya tienen acceso. A los libros con ciertas estéticas
muy presentes en el mercado, los chicos ya tienen acceso. Nosotros tenemos que
abrir esas otras puertas que nadie abrió. Porque tenemos que darles la
oportunidad de pasar a otra cosa. Después, los chicos eligen si pasan a otra
cosa o no. Pero si nunca tuvieron la oportunidad porque nadie les mostró otra
cosa, ¿cómo podrían elegir? Uno elige lo que conoce. A mí me parece que la
responsabilidad de los mediadores es enorme. Somos los que tenemos la llave de
la puerta cerrada, y los que podemos hacer que los chicos entren,
conociéndolos, porque la literatura es un trabajo que tiene que ver con lo
particular, no con el montón, cada chico va a entrarle a la literatura por un
lugar distinto, y uno tiene que conocer al chico y conocer muchos libros para poder
acompañarlo. No todos los chicos van a buscar lo mismo y es interesante que
cada uno haga su búsqueda. ¿Cómo hacemos para que esos chicos logren entrar a
esa búsqueda personal, y tengan esa curiosidad que luego los va a dejar ser
lectores autónomos? Todas las personas que están acá, ya vinieron. Tienen un
interés, una motivación… ¿pero cómo hacemos para que todos tengan la
oportunidad de elegir? Creo que la escuela es el lugar en el que los chicos
debieran encontrarse con una literatura que captura lo mejor de todo: del texto
literario, del texto visual, de géneros. Tiene que ser muy diverso. “Yo elegí
cuentos de terror para mis alumnos porque les encantan. Tienen ocho, y a esa
edad les encantan”. ¿Pero vos les diste otra cosa? ¿Y los tres que no se engancharon
con los cuentos de terror? Se quedan afuera... La diversidad ayuda a abrir más
caminos, y todo esto es responsabilidad de la escuela. A mí a veces me apena,
me parece grande el agobio que sentimos los mediadores, porque nos cae todo el
peso. Pero es así.
MM: El
otro día, en este mismo encuentro salió una frase que si mal no recuerdo es de
María Teresa Andruetto, que dice que los que escribimos literatura infantil, no
escribimos para los chicos, sino para los mediadores. Que la literatura
infantil se produce para estos mediadores: maestros, bibliotecarios, los
padres… que es difícil que se produzca el acceso directo de los lectores
finales, de los chicos, a la lectura. Incluso yo mencionaba que Lola Rubio, una
de las invitadas, decía en una presentación que nosotros nos dirigimos a los
promotores que tienen que vender los libros, al gerente que tiene que
justificar que este libro que se produce va a ser exitoso, a los docentes,
directores, bibliotecarios, maestros que van a mediar con el libro, con los
chicos y con los padres, para que no rechacen al libro, y finalmente, tiene que
gustarle a los chicos. Vos recién te ponías en el lugar de mediadora. Lugar
importantísimo. Y cuando escribís, ¿para quién escribís vos?
LE: Creo que no sé para quién escribo. (Risas). Es un gran enigma, porque lo que motiva el deseo, es una cosa tan íntima y tan privada que es un misterio para mí, creo que no lo voy a terminar de desentrañar nunca. Es algo que pulsa a pesar de mí, que no sé bien adónde me lleva… lo que no quiere decir que no me importe. Estoy de acuerdo en que siempre hay adultos mediando entre los chicos y los libros. También estoy de acuerdo con que es deseable que haya una mediación, pero que tiene que tener en cuenta que el deseo es que los lectores sean autónomos. Me parece complicado pensar en que los chicos van a ser dependientes del mediador, esa idea entraña el peligro de pensar que los chicos siempre van a depender del puente del mediador. Y el mediador, tiende un puente entre los chicos y los libros para que los chicos lo atraviesen y se apropien. Los que compran los libros son los padres o los maestros. Si un chico tiene plata para comprar un libro, me parece interesante que no esté solo en el momento, que no está abandonado, que haya un diálogo, porque es un bien cultural muy interesante. Preguntarle por qué eligió ese libro. Y que esa pregunta lo ponga al chico a reflexionar y a tener que argumentar. Que es lo mismo que hacemos los adultos. Me parece muy interesante, y me parece que hay que darle confianza a ese chico acerca de sus posibilidades y de su inteligencia. Que sepa que elige un libro por una razón. O que diga que lo elige porque sí. Que los chicos vayan encontrando el argumento de su deseo. El de su gusto. Porque el “gusto porque sí”, nunca es “porque sí”. Siempre tiene una razón. Los chicos no te van a decir que les gusta porque le hace acordar a los dibujos animados que ven en la casa. O quizás sí. Poder preguntarle si elegiría otro. Por qué sí, o por qué no. Darles la palabra a los chicos. Que los mediadores tengamos la responsabilidad de enseñar literatura o abrir unos caminos, no significa que los chicos queden reducidos a cero. Significa que somos buenos para dialogar con los chicos, y que estamos ahí escuchándolos. No anulándolos. Me parece que es un trabajo humano intenso, que uno lo toma y no lo deja. Y tomo algo que le copio a Iris Rivera, que hace mucho que lo dice, y que es que si hay algo que tenemos que tener los mediadores es oreja.
MM: Lo
ideal es que se haga de a uno con la estructura de la escuela.
LE: Es
difícil, pero no imposible. Hay momentos en la escuela en los que se pueden
habitar espacios para el pensamiento de cada uno. La escritura es una forma.
MM: ¿Cuál
era tu conjetura del otro lunes?
Asistente: A
mí me desorienta cuando se habla de para quién escriben los escritores. Desde
el punto de vista del análisis, yo creo que los escritores escriben aquellas
cosas que les hubiera gustado leer de chicos.
LE: No
sé. Yo leía de todo, y a veces leía cada cosa… (Risas). Y las disfrutaba. Me
acuerdo de una colección de los Hermanos Hollister, que son cosas que yo no
escribiría ni loca pero que me encantó leer. Y creo que leyendo eso aprendí
cosas. Uno aprende de lugares insospechados. Yo no sé para quién escribo, pero
tengo que estar enamorada de lo que estoy escribiendo, de alguna manera. Eso sí
tiene que pasarme. Yo tengo que entrar en un pacto con lo que estoy
escribiendo, muy intenso. Porque si no, se me cae. No puedo sostenerlo. Y a
veces me traiciono a mí misma. Cuando escribí El Botín, creí escribir una novela de humor. Y nada que ver. Me
hice un plan pero no me obligo a respetar mi plan de trabajo porque si surge
otro plan, sigo ese otro.
Asistente: Cuando
leí El Botín, me encontré con una
escritora que sabe escribir. Y me pregunté, si esa escritora no esperaba que la
leyera alguien que sabe leer.
LE: Creo
que todos los escritores escribimos creyendo que sabemos escribir, tenemos la
ilusión (Risas) y tenemos una confianza, que es lo que nos permite llevar
adelante el asunto.
Asistente:
Porque vos hablás de enamorarte, pero también hay una intelectualidad, una
posibilidad de selección de palabras y de metáforas. Yo quedé maravillada con
la manera en la que describís distintas personalidades, por ejemplo. Es
asombroso, se abren mundos… y yo me pregunto si cuando escriben pensarán en que
hay que saber leer.
LE:
Los escritores tenemos que tener confianza en nuestra escritura y también en el
lector. Yo escribo asumiendo que hay un lector que se encuentra conmigo en ese
texto. Si no, escribo para mí, y no publico nada. También sé que el texto es
del lector, y que distintos lectores se encontrarán más con unos textos que con
otros. Mis libros son bien diversos. Algunos se van a preguntar por qué no
escribí todo como en Encuentro con Flo,
y otros con otra cosa. Y cada uno tendrá su favorito. Somos mi escritura y yo,
y los lectores que son todos ustedes y todos los lectores posibles. Yo confío
en que todos los lectores van a llegar lo más a fondo que se pueda.
Asistente: ¿Qué
te hizo virar, de ese pensamiento de hacer algo divertido, más humorístico, a
esto que es algo mucho más profundo?
LE: Son
registros. Me encanta el registro del humor. Después de El Botín escribí Los
parientes impostores, que tiene humor. No estoy de acuerdo con desdeñar el
trabajo con el lenguaje que hace el humor. Voy a volver a aquello de los
sentimientos y la razón. Yo no estoy tan de acuerdo en dividir tanto las cosas.
Uno puede hablar de los sentimientos porque los piensa. Es un acto de razón que
puede tener una empatía con un argumento híper racional, y la empatía tiene
mucho que ver con lo que uno siente. Hay
unos bordes que me parece que los borramos para entendernos. A veces trabajo
desde el humor, y la escritura va por un filo de levedad, que no va, por
ejemplo en El Botín, que es una
novela más oscura. A mí me cuesta mucho generar un diálogo de humor ágil. No es
nada fácil.
MM: No
es nada fácil. Dicen que es, incluso, más difícil.
LE: Es
difícil, sí. Y hay gente que no puede producir una escena de humor.
MM: Sí,
sale forzado. Ya que estamos con esto, una de las cosas que venimos charlando
desde el año pasado en estos encuentros, es la frontera difícil de encontrar
entre lo juvenil y la adulta. Acá, la compañera hablaba de un lector que sabe
leer, y entiendo que se trata de un lector formado, un lector adulto. No un
lector en formación. ¿Estás de acuerdo en que existe como categoría válida en
sí misma, la literatura juvenil? Porque hay autores que creen que no. Y si
existe, ¿qué la diferencia de la literatura de adultos?
LE: Existe
porque está…
MM: Hay
gente que dice, concretamente, que es una decisión editorial, pero que no
existe como cosa en sí misma. Que sí hay una diferencia entre lo infantil y lo
de adultos, pero con lo juvenil, no.
LE: Me
parece que las decisiones de mercado impactan en la literatura. Cuando Salinger
escribió El guardián entre el centeno,
lo escribió para adultos, los jóvenes se lo apropiaron, inauguró la literatura
juvenil, y a partir de ese momento se creó una frontera. Quedan cosas de un
lado y del otro porque se publican en un espacio o en el otro. El Botín
podría haber sido publicado para adultos. Stéfano
de María Teresa Andruetto, lo mandó para ser publicado para adultos y se lo
publicaron en una colección juvenil. Muchos libros que están publicados para
adultos, podrían ser libros juveniles. El
barón rampante, por ejemplo. Pasa
casi lo mismo con las sugerencias como: “Este libro es para doce años”.
Justamente me parece que los mediadores tenemos autoridad de decisión podemos
hacer una buena crítica y pensar que un libro es interesante o no, para el
grupo con el que uno trabaja. No importa la edad que tenga. No sé por qué
mandamos los textos ahí. Ni por qué los editores los publican ahí. Me parece
que creen que esos libros pueden hacer de puente entre grandes obras de la literatura
universal, o pueden seguir formando lectores. Estoy pensando mientras hablo. Y
en la literatura juvenil, y en la literatura general, hay muchos libros que
pueden ser olvidables. Y hay otros como La
noche del polizón, de Andrea Ferrari, los libros de Paula, están publicados
en colecciones juveniles, pero estoy segura de que hay cantidad de adultos que
los leen y se los apropian. Y los tienen en su biblioteca personal. Y lo mismo
pasa con muchos jóvenes y Cortázar, aunque está publicado en colecciones para
adultos. Y creo que tienen que tener acceso a esos universos de lectura
diversos. No te puedo decir si tiene que existir o no la literatura juvenil.
Existe. Y por eso, son campos de tensión. Es lo mismo que cuando hablan de
literatura infantil y dicen que hay algo que hasta lo puede leer un chico. Hay
muchos libros de adultos que quizá los jóvenes todavía no pueden leer y otros
libros que sí. Y hay libros de jóvenes que los pueden leer los adultos. Y los
chicos también.
MM: En
relación con eso, con Lidia Blanco charlábamos con respecto a las adaptaciones.
Qué cosas puede o no leer, no ya un chico, sino un lector con menos formación.
Ella, directamente, opinaba que adaptaciones no. Que si uno no está para leer
el Quijote tal cual es, no. Otros opinamos
que adaptación sí, o ni. ¿Vos qué opinás?
LE: Opino
que, adaptación, no. Creo que es otra obra. ¿Cuántas Odiseas hay? Infinitas Odiseas.
Muchísimas novelas con esa estructura. Y pueden ser más accesibles. Bueno,
escribí otra obra. Y jugá con eso. Creo que si hay una obra, está pidiendo un
lector. Y si ese lector todavía no llegó ahí tendrá que hacer su propio
recorrido para llegar. Que es el bien cultural que existe.
MM: ¿No
es una preparación válida? Vos das un título que como ejemplo me parece buenísimo.
Acceder a La Odisea es muy difícil,
aún a una traducción del griego antiguo, respetuosa, universitaria. ¿Cuánta
gente accedería a la historia de Odiseo, y sabría de Circe o del Cíclope, si
solo estuviera disponible la Odisea
pura y dura, si no estuviera, por ejemplo, la de Graciela Montes?
LE: Sí,
me acordaba de la de Graciela Montes y diría “ni”. Si nos ponemos en puristas,
ni las traducciones… Pero una cosa es el trabajo que ella hace con Las Mil y Una Noches, o con La Odisea, y otra cosa son esas
adaptaciones tan tristes y tan planas…
MM: Pensemos
en las cosas buenas. Lo berreta es berreta de cualquier manera.
LE: Pero
casos como el de Graciela, ¿cuántos hay? ¿Cuántas adaptaciones que tienen ese
respeto por el planteo medular de la obra original? Tenés Hércules de Disney, que es una horrible desfiguración, un Hércules
en la cultura americana, y se ha perdido la singularidad que tenía ese héroe
como símbolo de una cultura como la helénica. En las adaptaciones, Graciela
Montes le pone una fuerza al contexto, a envolverte para que estés ahí. No
vuelve a Las Mil y Una Noches un
producto aséptico. Está hablando de que el Sultán se encuentra en un abrazo con
Scherezade, y de la sensualidad, y de la muerte, y de todo lo que se encuentra
en Las Mil y Una Noches, con todo
respeto por un lector pequeño. Y eso es algo muy difícil de encontrar en las
adaptaciones.
MM: Creo
que tu respuesta está más cerca del “ni” que del “no”. Porque podríamos seguir
y encontrar otros ejemplos buenos. Pero quiero ir ya a lo particular. Una cosa
general más, en homenaje a tu presencia, que es tan distante geográficamente
hablando. Y es darte el espacio para una queja pública. ¿Qué pasa cuando se
vive lejos de Buenos Aires con la posibilidad de la llegada? Me parece que es
válido que lo cuentes.
LE:
Viste que en mi otra profesión decimos que con la queja lo mejor es esquivar la
demanda y convertirla en otra cosa. Creo que vivir en el interior tiene
virtudes y dificultades. Es distinto. Hoy mismo, yo no me pierdo de muchas
cosas. No es como antes, cuando para que te publicaran algo tenías que traer el
original a la puerta de la editorial, y todas quedaban en Buenos Aires. Ahora,
todas quedan en Buenos Aires, pero existe Internet y yo aprieto un botón y
mando el original. Me quedan lejos algunas cosas. Por ejemplo, vos me querés
invitar y mi viaje no coincidió, me tenés que pagar el pasaje… entonces, hay
una cantidad de eventos culturales de los que me quedo afuera. Pero también soy
barata para ir a Córdoba. Y somos menos. A veces, me siento en la periferia del
mundo en el que se toman las decisiones culturales. Y en otros momentos, pienso
que esa distancia me permite, en mi escritura, el tiempo provinciano que ella
necesita. Yo soy provinciana, necesito el tiempo provinciano, me gusta escribir
lento, despacio, pensando, sin apuro. No tengo mucha presión para escribir. No
me pasa que me digan: “Escribí tal cosa o tal cosa”. O si me pasa digo que no,
que tengo un tiempo provinciano y que no puedo porque tengo otras cosas que
hacer. Me gusta vivir en Córdoba.
MM: Igual,
era con respecto al trato de las editoriales.
LE: Hay algunos inconvenientes. Por ejemplo, hay algunas editoriales que en Córdoba hacen menos promoción en las escuelas. Sé que los autores que viven en Buenos Aires van a cinco millones de escuelas. Tampoco sé hasta qué punto eso impacta demasiado. Pero bueno, por ahí se venden menos mis libros porque yo no vivo acá, y en Córdoba no hacen difusión. Para eso, sí.
La segunda parte de la entrevista a Laura Escudero estará publicada el viernes próximo.
Comentarios
Publicar un comentario