Una palabra en el silencio
Extraer palabras del silencio es tarea de poetas y celebrar esa habilidad es una necesidad de todo lector. Por eso, en el aniversario de la muerte del escritor portugués y premio Nobel de literatura, José Saramago, Libro de arena propone recordar su trayectoria, los logros y los obstáculos con los que su obra se encontró. Alvar Torales escribe una breve semblanza del autor de Ensayo sobre la ceguera y El evangelio según Jesucristo.
Por Alvar Torales
José Saramago nació en Azinhaga, Santarém, Portugal, el 16 de noviembre de 1922 y murió en Tías, Lanzarote, España, el 18 de junio de 2010; obtuvo el Premio Camoes en 1995 y el Nobel de Literatura en 1998. Es, hasta ahora, el único escritor portugués galardonado con el Nobel. En sus fundamentos dijo la Academia Sueca: "Volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía".
Con un estilo inconfundible, límpido y casi poético arranca con una proposición contraria a la evidencia de los hechos corrientes. Esta característica lo distingue especialmente en las novelas Las intermitencias de la muerte y en Ensayo sobre la ceguera.
Tuvo una breve estadía, siendo muy niño, en Buenos Aires, y luego con su familia se radicó en Lisboa, donde ejerció diversos oficios hasta que, siendo ya un reconocido escritor, abandonó la ciudad en protesta porque el gobierno portugués vetó la presentación de su novela. El Evangelio según Jesucristo no participó en el Premio Literario Europeo por considerarla ofensiva para los católicos. No fue su único conflicto clerical; el Vaticano lo excomulgó.
Vivió gran parte de su vida en España, junto a su esposa Pilar del Río, periodista y su traductora, ya que Saramago nunca abandonó la bella lengua portuguesa.
Afiliado al por entonces clandestino Partido Comunista Portugués fue censurado y perseguido por la dictadura de Salazar. Esta pertenencia ideológica jamás le fue perdonada; en el año 2010 los concejales de derecha votaron en contra una propuesta para llamar José Saramago a una calle. Ateo declarado, alguna vez dijo: "Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio".
Apreciemos su exquisita y poética sensibilidad en esta hermosa poesía.
Es tan hondo el silencio
Es tan hondo el silencio en las estrellas
Ni el son de las palabras se propaga
ni el canto de las aves milagrosas
Pero allá, en las estrellas, cuando somos
un astro redimido, es donde se oye
el último rumor que abre las rosas.
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