Kafka según Welles.
Qué convierte a un
lector en un gran lector es una cuestión que ciertas obras o ciertas lecturas,
justamente, permiten plantear. Si se trata de la operación de traducción de un
soporte a otro es posible que la habilidad del traductor consista en trasvasar el
material logrando evocar a través de otros medios sensaciones o sentimientos
similares a los originales, los del texto que es su fuente. Ese logro, poco
común, parece alcanzado por la versión cinematográfica de la novela El proceso, de Franz Kafka, tal como la llevó a cabo Orson Welles, como guionista y director
del film. Allí el nuevo objeto artístico
creado puede pensarse como el resultado de una lectura aguda del texto. Libro
de arena continúa celebrando al escritor
checo, en esta ocasión a partir de un comentario a propósito de esta relación.
Por César Barbería
Quizá
uno de los ejercicios creativos más maravillosos sea el de pasar una obra
literaria a cine.
Conmueve
ver cómo un libro, que a uno en algún momento lo impactó como lector, puede
transformarse en una buena película. Uno luego vuelve al libro para volver a la
película ya de otra manera; esta reconfortante tarea concluye con la sensación de
que se ha conformado algo distinto, ya no hay una película y un libro por
separado, hay algo nuevo que los incluye; se han transformado en algo a lo que
habrá que buscarle un nombre.
Orson Welles fue uno de los más
grandes directores que ha dado la industria cinematográfica, fue tan grande que
su destreza hizo pasar inadvertida otra virtud que también tuvo. Welles fue un
gran lector, y como gran lector que fue supo adaptar algunos textos como nadie.
El proceso,
de Kafka, es una novela densa, críptica, oscura y enrevesada. Pasarla a formato
audio visual no debe haber sido un trabajo fácil, pero Welles potenció el
magnífico trabajo del escritor praguense en su película The Trial (1962). Una
película introspectiva, en donde la
cabeza atribulada del personaje nos lleva y nos trae por la locura que genera
el peso de un Leviatán, de un Estado omnímodo,
ante un individuo indefenso. El abuso estatal toma forma en una máquina
judicial perversa e inmensa que acusa sin elementos, que lo hace por placer y
necesidad. Una máquina de control perfecta, que cuenta para cumplir con sus
objetivos con una disciplinada y siempre dispuesta burocracia.
En
toda adaptación se debe decidir el perfil del actor o de la actriz que hará al
personaje del libro. Joseph K no podría ser otro que Anthony Perkins. Y no se trata de una exageración, nadie podría
haber hecho ese personaje como él, encarnar un ser perdido en la regresión
indefinida del discurso de las leyes, un ser vaciado prácticamente de
subjetividad pero capaz de expresar paradójicamente al mismo tiempo esa
experiencia del sujeto. Esta elección también es mérito de Welles.
¿En qué escena, en qué instante nos convencemos
de que Welles indudablemente padeció la lectura del libro? Son muchos los
ejemplos que podría nombrar pero hay uno que sobresale. Joseph K debe
improvisar una defensa en un escenario asfixiante. Una multitud lo espera en
silencio para reírsele a carcajadas apenas esboza palabra. El juez lo invita a
subir al escenario para que pueda hacer un alegato pero todo es un infame
simulacro. El escenario está lleno de extraños, hay una mesa rectangular en la
que se ubica el juez, de un lado y del otro hay muchos hombres de traje. Una
cara de la mesa da a la platea, es el fin del escenario. Joseph K tiene que
defenderse sin espacio, siempre parece que se cae sobre la multitud ubicada
debajo del escenario, está incómodo, no puede ni moverse ni erguirse, todo le
resulta difícil. Está en la cornisa de un espacio tan limítrofe como su
situación existencial, con la única esperanza de la palabra, palabra que
tampoco encuentra su lugar. Cuando la farsa termina se dirige entre insultos y
gritos hacia una puerta de salida de apariencia normal, pero cuando sale y la
cierra, la puerta es inmensa o mejor dicho el tamaño del personaje, ínfimo, se
redujo. Menoscabado, abusado, indefenso y humillado se retira haciendo un
esfuerzo para alcanzar a duras penas el picaporte que le permita cerrar la
puerta.
Como
lector del texto busqué una y otra vez sin suerte: esa escena no se encuentra
explícita en el libro. Se trató de un recurso extraordinario de Welles para
construir la realidad a la que el texto llega de otra manera. Esa muda
desproporción de las dimensiones del mundo en relación con el personaje es
resultado de una conversión de la palabra a la imagen. Es la producción de una
imagen poética que muestra lo inaccesible de la justicia. Welles Inventó una
forma de ilustrar, de representar la situación del personaje en el lenguaje
visual del cine.
Habrá
que ponerle un nombre, ya no hay un libro y una película, se trata de otra cosa.
Comentarios
Publicar un comentario