Feria del libro 2018: Curiosidades, escándalos y secretos
Con la inminente apertura de la 44º Feria del Libro, Naty Blanc relata a partir de ciertos hechos curiosos, la vida secreta de la feria. Nota publicada en LA NACION.
Del encuentro cumbre de Jorge Luis Borges y Susan Sontag a las violentas disputas políticas, pasando por el glamour de Manucho Mujica Lainez, a lo largo de 44 años el gran encuentro reflejó el pulso de cada época; este jueves se pone en marcha una nueva edición.
Por Natalia Blanc
El día que Paul Auster y John Coetzee recorrieron
juntos los stands de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires,
en 2014, los organizadores sintieron que estaban acompañados de los
Beatles. La convocatoria y el furor del público superaron todas las
expectativas. Allá lejos en el tiempo habían quedado los 140.000
asistentes de la primera edición, en marzo de 1975. Desde 1999, la
última organizada en el ex Centro Municipal de Exposiciones, la feria
supera el millón de visitantes.
En 44 ediciones ocurrió de todo: los expositores pasaron
del ruego a los autores para que firmaran libros (la primera que aceptó
fue María Elena Walsh) a contratar seguridad extra para impedir
desbordes del público (como sucedió durante las visitas de Mario Vargas
Llosa y el
youtuber estrella Germán Garmendia); de recibir negativas de
figuras extranjeras a viajar al país durante la dictadura a contar con
varios premios Nobel entre los invitados (en la edición que comienza
este jueves estarán dos huéspedes frecuentes: Mario Vargas Llosa y J. M.
Coetzee); de esconder ciertos títulos de la vista de los censores de
turno a colocar alarmas para evitar los frecuentes robos de libros; de
no tener dónde comprar un café a pedir una ensalada César en alguno de
los coquetos puestos de comida. El escenario también cambió: primero el
gran encuentro tuvo lugar en el antiguo predio municipal, un amplísimo
espacio en el que hasta hubo que alfombrar el piso y arreglar los baños,
y luego se trasladó a un centro de exposiciones cuyo metro cuadrado
cotiza a precio internacional.
Aunque fue centro de censura, polémicas y escándalos, de
1975 al presente, nunca se suspendió. Hubo feria en marzo de 1976, con
el golpe de Estado (la junta militar mandó un censor a controlar los
títulos exhibidos), y la hubo también en 1982, durante la Guerra de
Malvinas. Ya en democracia, la gran fiesta del libro (y de autores y
lectores) sobrevivió a la hiperinflación, la convertibilidad, el
corralito, el "que se vayan todos" y la grieta. La coyuntura política,
claro, siempre se vio reflejada en los discursos de apertura y actos
inaugurales.
El cruce más reciente entre los representantes de la
industria y los funcionarios ocurrió el año pasado. Después de escuchar
los reclamos de Martín Gremmelspacher, presidente de la Fundación El
Libro, que advirtió sobre el momento crítico que vivía el sector, el
ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, disparó la frase que
pronto se hizo célebre ("conmigo no, Martín"), con la que parafraseó a
Beatriz Sarlo. Y arremetió de viva voz: "Este no es el peor momento de
la industria editorial; hemos pasado dictaduras e hiperinflaciones". En
la sala Jorge Luis Borges, se escucharon silbidos y risas irónicas que
provenían del auditorio.
La inauguración de 2011 también generó polémica, a punto
tal que, en un hecho inédito, hubo dos actos de gran convocatoria. La
controversia había comenzado con la decisión de los organizadores de
invitar a dar el discurso de apertura al premio Nobel de Literatura
Vargas Llosa.
El kirchnerismo, representado por Horacio González, por
entonces director de la Biblioteca Nacional, y otros intelectuales de
Carta Abierta, criticó duramente que el autor participara del acto
oficial porque a su juicio defendía una política liberal. El malestar se
exteriorizó en una carta pública. Fue necesaria la intervención de
Cristina Kirchner para apaciguar los ánimos. Así, en la primera jornada
hubo corte de cinta y un homenaje a María Elena Walsh y David Viñas. La
entonces presidenta no concurrió a la inauguración, como era su
costumbre. El orador oficial fue el ministro de Educación, Alberto
Sileoni.
Al día siguiente, Vargas Llosa tuvo un acto propio en la
misma sala, la más grande del predio, con capacidad para 1200 personas.
Fue multitudinario. Tuvieron que habilitar un espacio adicional e
instalar una pantalla gigante al aire libre.
Cinco años después, el Nobel peruano volvió a ser uno de
los invitados principales. Esa visita, la primera desde aquel
escandalete, acaparó la atención de la prensa del corazón: el autor de
Pantaleón y las visitadoras vino al país acompañado por su
pareja, Isabel Preysler, quien causó cierto revuelo cuando ingresó en la
sala rodeada de fotógrafos y de cholulos que la apuntaban con los
celulares.
Mentes brillantes
Pero si hubo una pareja que siempre atrajo la
atención fue la de Jorge Luis Borges y María Kodama. A la hora de firmar
ejemplares, Borges se dejaba llevar de la mano por Kodama, que lo
guiaba para que el escritor estampara su apellido. No escribía
dedicatoria, solo firmaba: "JLBorges".
La editora Gloria Rodrigué, que participa como expositora
desde la primera edición, recuerda que a la hora de firmar ejemplares
Borges no convocaba tanto público como María Elena Walsh y Ernesto
Sabato. En una fotografía de archivo, se lo ve rodeado de gente; allí
están, muy sonrientes, María Esther de Miguel, Eduardo Gudiño Kieffer,
María Esther Vázquez y Roberto Castiglioni, uno de los impulsores de la
feria junto con editores de Corregidor, Emecé, Sigmar y Sudamericana.
En 1985, hubo un encuentro más que interesante: un diálogo entre Borges y Susan Sontag, la novelista y ensayista autora de
La enfermedad y sus metáforas, que fue anunciado como la "reunión
de dos de las mentes más brillantes del siglo XX". El público estaba
eufórico. "Aquí estamos otra vez, como Laurel y Hardy, representando
nuestro número", dijo Sontag mientras recibía a Borges en el escenario,
con una reverencia.
Muchas otras figuras de las letras participaron de la
feria a lo largo de la historia: Silvina Bullrich, Marco Denevi, Tomás
Eloy Martínez, Abelardo Castillo, Liliana Heker, Adolfo Bioy Casares,
Silvina Ocampo y Manuel Mujica Lainez, que siempre usaba sombrero,
tintero y pluma. "Firmaba con tinta. Una vez me olvidé el tintero y tuve
que salir a conseguir uno. Pero en la zona donde estaba el centro
municipal no había negocios abiertos. Fue complicado, pero desde luego
volví con el tintero", recuerda Rodrigué. "Manucho firmaba durante
largas horas. Si veía que en la fila había mucha gente, lo hacía rápido,
pero cuando había menos, se tomaba tiempo para hacerle a cada uno de
sus lectores un dibujo".
Escrito en la feria
Entre los visitantes más convocantes siempre
estuvieron Roberto Fontanarrosa, Maitena y Quino, aunque, según Daniel
Divinsky, "desde la aparición de Gaturro, Nik reúne más fans que Quino".
El fundador y exeditor de De la Flor sorprendió al público y a los
organizadores en los tiempos de la primera feria cuando instaló un
quiosco de diarios como stand. "No teníamos plata para alfombrar el piso
y se me ocurrió alquilar un puesto. Fue curioso entonces, pero luego
otros lo copiaron".
Otra idea de Divinsky fue invitar a lectores y autores a
escribir grafitis en las paredes blancas del stand en 1983, en homenaje a
la democracia y la libertad de expresión. "Reunimos 150 hojas con
frases y opiniones. Y al año siguiente las editamos en el libro
Escrito en la feria".
Entre los invitados internacionales se destacaron, entre
otros, José Saramago, Ítalo Calvino, Jorge Amado, Camilo José Cela,
Carlos Fuentes, Octavio Paz, Arturo Pérez-Reverte, Doris Lessing, Tom
Wolfe, Wilbur Smith y Henning Mankell.
En 1997, Ray Bradbury, creador de las
Crónicas marcianas, causó sensación. "Fue una de las experiencias
más maravillosas de mi vida", dijo en 2006, cuando "volvió" a la feria
mediante una videoconferencia que resultó la gran atracción del año. En
2017, John Katzenbach comenzó a dedicar libros a las 18 de un sábado y
terminó a las 3.40 del domingo.
La oferta del encuentro del autor al lector es
cada vez más amplia (hay recitales, teatro, talleres), pero continúa con
un índice bajo: las escritoras invitadas a dar el discurso inaugural
son minoría. El jueves hablará Claudia Piñeiro; el año pasado lo hizo
Luisa Valenzuela, después de un silencio de género de siete años. Antes,
solo habían dado el discurso inaugural Griselda Gambaro y Angélica
Gorodischer.
Fuente: La Nación
Comentarios
Publicar un comentario