Fragmento de Linterna Mágica, de Ingmar Bergman
Libro de Arena comparte con sus lectores, un fragmento de las memorias del gran Ingmar Bergman. En él se refiere a la experiencia de lectura de El Rey Lear, de Shakespeare, con un elenco teatral, antes de empezar a trabajar en la puesta en escena.
“El Rey Lear es un continente. Nosotros preparamos expediciones que con variable habilidad y éxito van explorando minuciosamente unos campos, un río, unas costas, una montaña, bosques. Todos los países del mundo preparan expediciones, a veces nos encontramos en nuestros peregrinajes y comprobamos resignados que lo que ayer era un mar interior se ha transformado ahora en una montaña. Dibujamos nuestros mapas, comentamos y describimos: no pasa nada. Un intérprete experimentado aclara el cuarto acto. Así tiene que ser: el rey está alegre, la locura es dulce. El mismo intérprete se convierte en un ser gris y sin fuerzas en la erupción volcánica del segundo acto. La pieza comienza disparatadamente: lo mejor es convertir todo en un juego, un juego lleno de risas y humor festivo. Al rey se le ha ocurrido una idea tentadora pero peligrosa, él mismo se ríe. Pero ¿drama itinerante? ¿peregrinaje dramático? ¿conversión? ¿quién tiene el poder y la resistencia física para interpretar tan honda desesperación en la frontera final?
“El Rey Lear es un continente. Nosotros preparamos expediciones que con variable habilidad y éxito van explorando minuciosamente unos campos, un río, unas costas, una montaña, bosques. Todos los países del mundo preparan expediciones, a veces nos encontramos en nuestros peregrinajes y comprobamos resignados que lo que ayer era un mar interior se ha transformado ahora en una montaña. Dibujamos nuestros mapas, comentamos y describimos: no pasa nada. Un intérprete experimentado aclara el cuarto acto. Así tiene que ser: el rey está alegre, la locura es dulce. El mismo intérprete se convierte en un ser gris y sin fuerzas en la erupción volcánica del segundo acto. La pieza comienza disparatadamente: lo mejor es convertir todo en un juego, un juego lleno de risas y humor festivo. Al rey se le ha ocurrido una idea tentadora pero peligrosa, él mismo se ríe. Pero ¿drama itinerante? ¿peregrinaje dramático? ¿conversión? ¿quién tiene el poder y la resistencia física para interpretar tan honda desesperación en la frontera final?
Al principio reina el orden,
un segundo después el mundo se precipita en el caos: una catástrofe vital.
YO sabía de qué trataba, había
experimentado el drama en la piel del alma. Las heridas no habían cicatrizado.
¿Cómo traducir mi experiencia de manera que mi rey lograse hacer estallar la
frontera que tan laboriosamente había fortificado para protegerse del desorden
y la humillación?
Nuestra actuación tampoco debe
estar lastrada de profundos pensamientos. Tiene que ser rápida, extrovertida,
comprensible. No tenemos experiencia, ni tradición, solo mala formación. ¿Puede
el placer sustituir a la técnica? ¿O nos vamos a ahogar en la ciénaga de las
masas de palabras? Nosotros, que solo
tenemos experiencias de diálogo directo y fluido de Strindberg. ¿Acaso pueden
unos actores y actrices que llevan una vida normal, expresar el doble dolor de
Gloucester, la ira voluptuosa de Kent, la locura simulada de Edgar, la
demoníaca maldad de Regan?
Nuestra expedición cruza el
campo, el calor quema y nosotros sudamos. De pronto el sol cae como una piedra
al rojo, la oscuridad es impenetrable y nosotros nos damos cuenta de que
estamos en un tremedal sobre profundidades insondables. Días y días: esto es un
instante de verdad, un punto de apoyo, por fin, ahora podremos actuar con serenidad
y método. Desde allí hasta acá hay dos metros y diecisiete centímetros, lo
apuntamos. Mejor que lo volvamos a medir. Ahora son catorce mil metros.
Espectador, director, actores,
críticos. Cada uno ve su Rey Lear, vaga el ilusoriamente comprensible para la
intuición y el sentimiento. Cada intento de describir es inútil, pero
fascinante. Adelante. Vamos a jugar juntos, a aclarar conceptos. Algunos
dirigen su nariz hacia el noroeste y profetizan hacia el sol, otros cierran los
ojos y hunden la barbilla en el pecho y murmuran hacia el sur. (…)
Ibsen y sus mentirosos, los
terremotos de Strindberg, la rabia de Moliere deslizándose por insidiosos
alejandrinos, los continentes de Shakespeare. ¡Joder! Prefiero con mucho los
del absurdo, los que están de moda, los incentivos: todo es previsible, fácil
de ensayar y cosquillea placenteramente el espíritu, golpecitos ingeniosos,
comida rápida para impacientes."
Linterna mágica
Ingmar Bergman
Tusquets, 2015.
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