La poesía de José Emilio Pacheco
El 26 de enero pasado se cumplieron diez años de la muerte del poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano José Emilio Pacheco, uno de los representantes de la Generación del Medio Siglo, junto a Carlos Monsiváis y Sergio Pitol, entre otros. En Libro de arena lo recordamos con tres de sus poemas y con el documental que realizó Paula Lavista para el Colegio Nacional de México.
Caín
Su nombre es testimonio de la Caída:
Caín, el can de la corrupción,
el perro rabioso
que la tribu mata a pedradas.
Caín, la propiedad, el poder, la soberbia.
Caín, la cárcel
del vulnerable cuerpo afligido
por el ansia de herir y dar la muerte.
Calcinación de la furia homicida
para que abra la boca la tierra,
devore al muerto y produzca su fruto.
(Pero la sangre clamará venganza.)
Caín, caimán, calabozo, cadena
de capataz que sujeta al vencido
(su hijo, su hermano)
y lo convierte en bestia de labor y de carga.
Caín el canalla. Caín el cáncer
de la doliente humanidad que con él nacía.
Caín carnicero.
Caín el caos que reemplazó al paraíso.
Cardos y espinas lo que fue el Edén.
Sudor, dolor para labrar la tierra
que nos detesta
como intrusos depredadores.
El frío, el calor, el terremoto, el diluvio
o la sequía, la tempestad, la epidemia
muestran hasta que punto nos aborrece la tierra.
nos ve como insectos
torturadores que la roen por dentro
y la saquean, envenenan, destruyen.
Caín no perdonó la afrenta de que su hermano
fuera alabado.
Y le dio muerte. Quizá
Abel también lo odiaba. (Al respecto
hay un silencio en el Génesis.)
Tal vez el precio de la Caída radique
en la fiera nostalgia de cada ser
que sin saberlo recuerda: Adán
tuvo el Edén sin compartirlo con nadie.
Eva no fue invasora ni semejante sino una parte
de su infinita perfección y su carne ilesa,
no esclavizada al transcurrir ni al dolor.
Caín mató a su hermano y abrió la historia.
«¿Qué hemos hecho?»,
habrá exclamado Adán frente a Eva,
primera Máter Dolorosa, Pietà
con el hijo muerto,
con la primera víctima, el primer eslabón
de la cadena interminable.
A través de su cuerpo herido vino la muerte
a compartir con el Mal el mundo.
Caín quedó condenado a ser extranjero errante
en el planeta del castigo,
a tener conciencia, a ser conciencia culpable.
Caín nuestro padre.
El fundador de las ciudades.
El derroche
Mientras espero a la que llega tarde,
ahora y siempre, observo
la multitud.
Y no me pongo sociológico,
apocalíptico ni estético.
Hoy me limito a ver los rostros de todos.
Pienso en el desmedido gasto superfluo,
las horas-hombre (o las hora-Dios, según la creencia)
desperdiciadas en dar a cada cual unos rasgos
que jamás se duplican.
Hay -dijo Bioy- un verdadero derroche de caras.
En Tarde o temprano. Poemas 1958-2009, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2009
Ya me encontré a mí mismo en una esquina del tiempo.
No quise dirigirme la palabra,
en venganza por todo lo que me he hecho con saña.
Y me seguí de largo y me dejé hablando solo
—con gran resentimiento por supuesto.
En Antología de poesía mexicana de hoy, (compilador, Mario Campaña) Editorial Bruguera, Barcelona, 2008
José Emilio Pacheco 1939 - 2014 - Documental
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