El trabajo del sueño, de Mary Oliver
El 17 de enero pasado se cumplieron cinco años de la muerte de la poeta estadounidense Mary Oliver. En Dos o tres cosas, el texto que prologa la edición de El trabajo del sueño, de Caleta Olivia, leemos: "En el espejo de la naturaleza, Oliver construye una forma de verdad resplandeciente y plena de música, lo cual no significa- y sería un error leerla en esos términos- una oposición a la cuestión política. Por el contrario, la naturaleza es el escenario en donde los conflictos se resuelven, el horizonte mítico pero también material, tangible, cercano, donde mirarse. Mirarse y ser parte, mirarse y sentirse afuera. La naturaleza es reflejo y a la vez antítesis de los conflictos humanos en una poeta que vacila entre la armonía de ser parte del universo natural y el abismo de no poder pertenecer. Rilke llama lo abierto a ese estado de presente sin tiempo (y por ende sin muerte) en el que viven los animales...". Libro de arena recuerda a Mary Oliver con cuatro poemas de El trabajo del sueño, traducidos por Patricio Foglia y Natalia Leiderman.
Sombras
Lo sabemos, si las fuerzas colosales enloquecen, arrojan
sombras terribles, y sabemos que los llamados
actos insensatos tejen un hilo, si miramos hacia atrás
hacia el mundo, adentro del corazón humano.
Y mientras tanto
el trueno, con notas de oro
deambula por el cielo y el río
podría estar inundando los sótanos de un pueblo que duerme.
El ciclón, el fuego y sus alegres primos
nos traen sufrimiento — pero también las horas
de antiguos rostros, dioses de madera
que cargamos en los hombros
como a tantos oscuros ataúdes, y seguimos caminando
hacia el futuro. No quiero decir
que no haya cuerpos en el río
o huesos quebrados por el viento. Quiero decir:
cualquiera que ha escuchado el bramido, metálico y letal,
del tornado, jura que nunca se menciona
ninguna persona, ninguna razón — quiero decir:
las aguas suben sin plan sobre
la historia, o la geografía. Cualquiera sea el
poder de la tierra que arrasa, le adjudicamos
ojos aturdidos pero anónimos; cualquiera sea
el nombre de la catástrofe, no es nunca
lo opuesto del amor.
El viaje
Un día por fin supiste
lo que tenías que hacer, y empezaste
a pesar de las voces
y los malos consejos
a tu alrededor —
a pesar de que toda la casa
empezó a temblar y sentiste
aquel antiguo tirón
en los tobillos.
“¡Arreglá mi vida!”
gritaba cada una de las voces.
Pero no te detuviste.
Sabías lo que tenías que hacer
aunque el viento hurgara
con sus dedos rígidos
en tus cimientos —
aunque su melancolía
fuera terrible.
Ya era bastante tarde
una noche salvaje
y el camino estaba lleno de ramas
caídas, y de piedras.
Pero de a poco
mientras dejabas atrás las voces
las estrellas empezaron a arder
a través de la tela de las nubes
y una nueva voz apareció
y lentamente
la reconociste como propia
y te hizo compañía
mientras caminabas con pasos largos
más y más adentro
del mundo
decidida a hacer
lo único que podías hacer —
decidida a salvar
la única vida que podías.
Poema de la mañana
Cada mañana
el mundo
vuelve a crearse.
Bajo los rayos
naranjas del sol
las amontonadas
cenizas de la noche
otra vez se transforman en hojas
y regresan a lo alto de sus ramas —
y las lagunas parecen
telas negras
con islas pintadas
hechas de flores de verano.
Si tu naturaleza
es ser feliz
vas a nadar a lo largo de suaves senderos
horas y horas, y tu imaginación
iluminará cada lugar.
Y si tu espíritu
lleva en su interior
la espina
más pesada que el plomo —
si todo lo que podés hacer es
arrastrarte por el camino —
hay todavía un lugar adentro tuyo
una bestia gritando que el mundo
es exactamente lo que quería ser—
cada laguna con sus lirios encendidos
es una plegaria, escuchada y respondida
generosamente
cada mañana
te hayas atrevido, o no
a ser feliz
te hayas atrevido, o no
a rezar.
Buscando almejas
Me levanto
bajo la luz de la lámpara y corro
hacia la bahía
donde las gaviotas como fantasmas
blancos nadan
en la orilla-
busco y busco
entre piedras grises
las almejas aferradas
el peso muerto
de esos frutos del océano que resisten
en sus propias paredes
una vida salada y rosa
que solo dura una embestida;
somos
una gran familia
pero nadie se ama mejor
que una misma. Más tarde me siento
en la orilla húmeda de la madrugada
y paso un fino cuchillo
por el ligerísimo
sibilante espacio que hay entre
sus caparazones
y deslizo el filo
por el crujiente músculo vital; llevo
a mi boca lo que hay adentro, y cuando
las gaviotas vienen a rogarme
también las alimento.
Qué delicado y promisorio
qué preciso
todo está bajo la luz
en la arena susurrante
al filo del cambio de marea-
su locura-
su excitante propuesta-
su oscuro rugido sin nombre
En El trabajo del sueño, Caleta Olivia, Buenos Aires, 2021 (Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia)
El trabajo del sueño
Mary Oliver
Caleta Olivia, 2021.
Comentarios
Publicar un comentario