La poesía de Luis Palés Matos
El pasado viernes 23 se cumplieron 65 años de la muerte del poeta, escritor y periodista puertorriqueño Luis Palés Matos. Publicó su primer libro de poemas a los diecisiete años. Fue autodidacta, y lector de Julio Verne y ETA Hoffmann desde muy chico. Participó de las luchas por la independencia de Puerto Rico. En Libro de arena lo recordamos con cuatro de sus poemas. Incluimos además, la versión musicalizada del bello "Aires bucaneros" interpretada y grabada por Roy Brown con el grupo Nueva Canción.
Majestad negra
Por la encendida calle antillana
Va Tembandumba de la Quimbamba
--Rumba, macumba, candombe, bámbula---
Entre dos filas de negras caras.
Ante ella un congo--gongo y maraca--
ritma una conga bomba que bamba.
Culipandeando la Reina avanza,
Y de su inmensa grupa resbalan
Meneos cachondos que el congo cuaja
En ríos de azúcar y de melaza.
Prieto trapiche de sensual zafra,
El caderamen, masa con masa,
Exprime ritmos, suda que sangra,
Y la molienda culmina en danza.
Por la encendida calle antillana
Va Tembandumba de la Quimbamba.
Flor de Tórtola, rosa de Uganda,
Por ti crepitan bombas y bámbulas;
Por ti en calendas desenfrenadas
Quema la Antilla su sangre ñáñiga.
Haití te ofrece sus calabazas;
Fogosos rones te da Jamaica;
Cuba te dice: ¡dale, mulata!
Y Puerto Rico: ¡melao, melamba!
Sus, mis cocolos de negras caras.
Tronad, tambores; vibrad, maracas.
Por la encendida calle antillana
--Rumba, macumba, candombe, bámbula--
Va Tembandumba de la Quimbamba.
El llamado
Me llaman desde allá…
larga voz de hoja seca,
mano fugaz de nube
que en el aire de otoño se dispersa.
Por arriba el llamado
tira de mí con tenue hilo de estrella,
abajo, el agua en tránsito,
con sollozo de espuma entre la niebla.
Ha tiempo oigo las voces
y descubro las señas.
Hoy recuerdo: es un día venturoso
de cielo despejado y clara tierra;
golondrinas erráticas
el camino azul puntean.
Estoy frente a la mar y en lontananza
se va perdiendo el ala de una vela;
va yéndose, esfumándose,
y yo también me voy borrando en ella.
Y cuando al fin retorno
por un leve resquicio de conciencia,
¡cuán lejos ya me encuentro de mí mismo!
¡qué mundo más extraño me rodea!
Ahora, dormida junto a mí reposa
mi amor sobre la hierba.
El seno palpitante
sube y baja tranquilo en la marea
del ímpetu calmado que diluye
espectrales añiles en su ojera.
Miro esa dulce fábrica rendida,
cuerpo de trampa y presa
cuyo ritmo esencial como jugando
manufactura la caricia aérea
el arrullo narcótico y el beso
-víspera ardiente de gozosa queja-
y me digo: Ya todo ha terminado…
Mas de pronto, despierta,
y allá en el negro hondón de sus pupilas
que son un despedirse y una ausencia,
algo me invita a su remota margen
y dulcemente sin querer me lleva.
Me llaman desde allá…
Mi nave aparejada está dispuesta,
a su redor, en grumos de silencio,
sordamente coagula la tiniebla.
Un mar hueco, sin peces,
agua vacía y negra
sin vena de fulgor que la penetre
ni pisada de brisa que la mueva.
Fondo inmóvil de sombra,
límite gris de piedra…
¡Oh soledad, que a fuerza de andar sola
se siente de sí misma compañera!
Emisario solícito que vienes
con oculto mensaje hasta mi puerta,
sé lo que te propones
y no me engaña tu misión secreta;
me llaman desde allá
pero el amor dormido aquí en la hierba
es bello todavía
y un júbilo de sol baña la tierra.
¡Déjeme tu implacable poderío
una hora, un minuto más con ella!
Ten con ten
Estás, en pirata y negro
mi isla verde estilizada,
el negro te da la sombra
te da la línea el pirata.
Tambor y arcabuz a un tiempo
tu morena gloria exaltan,
con rojas flores de pólvora
y bravos ritmos de bámbula.
Cuando el huracán desdobla
su fiero acordeón de ráfagas,
en la punta de los pies
-ágil bayadera- danzas
sobre la alfombra del mar
con fina pierna de palmas.
Podrías ir de mantilla,
si tu ardiente sangre ñáñiga
no trocara por madrás
la leve espuma de España.
Podrías lucir, esbelta,
sobriedad de línea clásica,
si tu sol, a fuerza de oro,
no maduraste tus ánforas
dilatando sus contornos
en amplitud de tinaja.
Pasarías ante el mundo
por civil y ciudadana,
si tu axila -flor de sombra-
no difundiera en las plazas
el rugiente cebollín
que sofríen tus entrañas.
Y así estás, mi verde antilla,
en un sí es que no es de raza,
en ten con ten de abolengo
que te hace tan antillana…
Al ritmo de los tambores
tu lindo ten con ten bailas,
una mitad española
y otra mitad africana.
Aires bucaneros
Para el bucanero carne bucanada,
el largo mosquete de pólvora negra,
la roja camisa, la rústica barca
y el tórrido ponche de ron con pimienta.
Ay batatales de la Tortuga,
cacao en jícara de Nueva Reyna,
huy, los caimanes de Maracaibo,
vómito prieto de Cartagena.
Huy, naranjales de La Española,
cazabe tierno de Venezuela.
Huy, tiburones de Portobelo,
berbén violáceo de la Cruz Vera.
Al bucanero bello perfume,
el crudo aroma, la brava especia:
las bergamotas y los jengibres,
los azafranes y las canelas.
Ay, blando chumbo de la criolla,
de la mulata tibia mameya.
Huy, la guanábana cimarrona
que abre su bruja flor en la negra.
Ay duros ojos de la cautiva
que al bucanero locura llevan,
ojos que en su alma ya desataron
el zas fulmíneo de la centella.
Mejor el ponche de moscabada,
mejor la pipa que al viento humea,
mejor el largo fusil de chispa,
mejor el torvo mastín de presa.
Al bucanero la res salvaje,
toro montuno, vaca mañera.
Las hecatombes en la manigua
al fulgor vivo de las hogueras.
Uy, el ternero desjarretado
que se asa al humo de fronda tierna.
Boucan en lonja para el almuerzo
toute chaude de tuétano para la cena.
Uy, fiera caña de las Antillas
que en viejo roble su diablo acendra,
y en las entrañas del bucanero,
agua de infierno, ruge violenta.
Al bucanero las tierras vírgenes,
el agua indómita, la mar inédita:
los horizontes en donde aúlla
la agria jauría de la tormenta.
Uy, las maniguas paticerradas,
jaguar taimado, víbora artera.
Ay, tremedales de falso adorno,
árbol carnívoro, liana tremenda.
Uy, letal sombra del manzanillo,
roja calina de las praderas,
miasma envolvente de los manglares,
jején palúdico de las ciénagas.
Y en el delirio febricitante
voces fantasmas cruzan la selva...
Camalafote el camalote,
Bucaramángara la bucanera.
Al bucanero curvo machete,
puñal certero, pistola alerta;
ánima firme para el asalto
cuando columbra la esquiva presa.
Ay, galeón pavo que infla en el viento
su linajudo plumón de velas,
y tenso el moco del contrafoque,
señor del agua, se pavonea.
Síguelo el lugre filibustero
en ominosas bordadas fieras:
gallo encastado del mar Caribe,
el cuello al rape, limpia la espuela...
Y en la pelmele del abordaje
que funde el rezo con la blasfemia
desmocha al pavo galeón del Golfo
la rubia traba filibustera.
Por el camino de Tierra Firme
campanilleando viene la recua.
Cincuenta mulas venezolanas
traen el tesoro de las Américas.
Polvos auríferos de la montaña,
finas vicuñas de la meseta,
tórridas mieles de la llanura,
resinas mágicas de la selva.
Bosques y ríos, mares y montes,
sobre las mulas su carga vuelcan...
Oro idolátrico del Grande Inca,
plata litúrgica del Noble Azteca.
La guardia altiva de los virreyes
cubre los flancos y al fondo cierra.
Ay, caravana que se confía
a la española lanza guerrera.
Contra ella irrumpen los bucaneros,
machete al aire, bala certera,
y el botín pasa del león hispano
al tigre astuto de las Américas.
https://www.youtube.com/watch?v=20-OkxCqXJk
Los poemas seleccionados están en Luis Palés Matos, Poesía completa y prosa selecta, Biblioteca Ayacucho, Venezuela, 1978.
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