La poesía de Octavio Paz
El domingo 31 de marzo se cumplieron diez años de la muerte del poeta y ensayista mexicano Octavio Paz. Además de su extensa obra poética, publicó libros fundamentales en los que reflexiona sobre la historia del género, como Los hijos del limo y El otro lado- Poesía y fin de siglo. En 1981 recibió el Premio Cervantes y en 1990 el Premio Nobel de Literatura. En Libro de arena, recordamos a Octavio Paz con cuatro de sus poemas.
La casa giratoria
A Ivar y Astrid
Hay una casa de madera
en la llanura de Oklahoma.
Cada noche la casa se vuelve
una isla del mar Báltico,
piedra caída del cielo de la fábula.
Pulida por las miradas de Astrid,
encendida por la voz de Ivar,
la piedra gris lentamente en la sombra:
es un girasol y arde.
Un gato,
que viene de Saturno,
atraviesa la pared y desaparece
entre las páginas de un libro.
La hierba se ha vuelto noche,
la noche se ha vuelto arena,
la arena se ha vuelto agua.
Entonces
Ivar y Astrid levantan arquitecturas
—cubos de ecos, formas sin peso—
que a veces se llaman poemas,
otras dibujos, otras conversaciones
con amigos de Málaga, México
y otros planetas.
Esas formas
caminan y no tienen pies,
miran y no tienen ojos,
hablan y no tienen boca.
El girasol
gira y no se mueve,
la isla
se enciende y se apaga,
la piedra
florece,
la noche se cierra,
el cielo se abre.
El alba
moja los párpados de llano.
Como quien oye llover
Paz, Octavio, Árbol adentro, Seix Barral, Biblioteca Breve, Buenos Aires, 1987.
Movimiento
Si tú eres la yegua de ámbar
yo soy el camino de sangre
Si tú eres la primer nevada
yo soy el que enciende el brasero del alba
Si tú eres la torre de la noche
yo soy el clavo ardiendo en tu frente
Si tú eres la marea matutina
yo soy el grito del primer pájaro
Si tú eres la cesta de naranjas
yo soy el cuchillo de sol
Si tú eres el altar de piedra
yo soy la mano sacrílega
Si tú eres la tierra acostada
yo soy la caña verde
Si tú eres el salto del viento
yo soy el fuego enterrado
Si tú eres la boca del agua
yo soy la boca del musgo
Si tú eres el bosque de las nubes
yo soy el hacha que las parte
Si tú eres la ciudad profanada
yo soy la lluvia de consagración
Si tú eres la montaña amarilla
yo soy los brazos rojos del liquen
Si tú eres el sol que se levanta
yo soy el camino de sangre
Tus ojos
Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro
de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.
En Paz, Octavio, El fuego de cada día, Seix Barral, biblioteca Breve, Buenos Aires, 1993.
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