Lecturas robadas
9 de diciembre
La mafia de los libreros mexicanos no
desmerece en nada a la mafia de los literatos mexicanos. Librerías visitadas:
la Librería del Sótano, en un sótano de la avenida Juárez en donde los
empleados (numerosos y perfectamente uniformados) me sometieron a una
vigilancia estricta y de la que pude salir con un libro de poemas de Roque
Dalton, uno de Lezama Lima y uno de Enrique Lihn. La Librería Mexicana,
atendida por tres samuráis, en la calle Aranda, cerca de la plaza de San Juan,
en donde robé un libro de Othón, uno de Amado Nervo (¡magnífico!) y uno muy
delgadito de Efraín Huerta. La librería Pacífico, en Bolívar con 16 de
Septiembre, en donde robé una antología de poemas norteamericanos traducida por
Alberto Girri y un libro de Ernesto Cardenal. Por la tarde, después de leer,
escribir y coger un poco, la librería de viejo Horacio, en Correo Mayor,
atendida por dos gemelas, de donde salí con una novela de Gamboa, Santa, para
regalársela a Rosario, con una antología de poemas de Kenneth Fearing traducida
y prologada por un tal doctor Julio Antonio Vila, en donde habla de forma más
bien imprecisa y llena de interrogantes acerca de un viaje que el poeta Fearing
hizo a México en la década del cincuenta, “viaje ominoso y fructuoso”, dice el
doctor Vila, y con un libro de budismo escrito por el aventurero de Televisa
Alberto Montes. En lugar del libro de Montes yo hubiera preferido la
autobiografía del ex campeón mundial de peso pluma Adalberto Redondo, pero uno
de los inconvenientes de robar libros-sobre todo para un aprendiz como yo- es
que la elección está supeditada a la oportunidad.
Los detectives salvajes
qué belleza este autor
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