Fragmento del capítulo “Andersen”, de El corral de la infancia
El 2 de abril, como homenaje por el nacimiento de Hans Christian Andersen, se celebra el Día del Libro infantil y Juvenil. En Libro de arena compartimos un fragmento del capítulo dedicado al gran escritor danés en El corral de la infancia, de Graciela Montes.
Fragmento del capítulo “Andersen”, de El corral de la infancia
El 2 de abril de 1805 nace en Dinamarca, en Odense, Hans Christian Andersen, quien ha de morir en la capital del reino, el 4 de agosto de 1875. Cuenta con un padre zapatero “libre”, es decir, incapacitado para aprovechar las ventajas de los agremiados, insatisfecho, soñador, liberal y napoleónico, una madre diez años mayor que su compañero, melancólica, pobrísima y supersticiosa; un abuelo loco , que recorre el pueblo con una corona de flores en la cabeza y cambia por jamones sus insólitas tallas en madera, y una abuela fantasiosa, que trabaja de jardinera en el manicomio y es, además, una gran narradora de cuentos.
“Yo era un niño extraordinariamente soñador. Cuando caminaba por las calles solía entrecerrar los ojos, de manera que hasta se llegó a creer que veía mal…”
El teatro de títeres que le fabrica el padre es su juguete preferido. Muy pronto el niño decide que debe dedicar su vida al teatro. Le gusta declamar, improvisar, exhibirse:
“Yo era un tipo raro. La gente se divertía conmigo y yo solo veía en cada sonrisa una expresión de aplauso…”
Andersen quiere ser famoso y para ser famoso hay que ir a Copenhague. Y llega por fin a Copenhague con catorce años, un estrafalario aspecto desmañado y una carta absolutamente inútil del impresor Iversen. Empieza el peregrinaje en busca de “generosos filántropos”. (…) Andersen vive en la más rigurosa pobreza y el teatro no lo quiere ni de comparsa.
Llega por fin Jonas Colllin, el gran protector, y se hace cargo del futuro del muchacho con una generosidad y una naturalidad sorprendentes.
(…)
Andersen se da a conocer por primera vez en 1829. Se trata de Viaje a pie desde el canal de Holmen hasta la punta este de Amager, que ya muestra su veta: ojos bien abiertos a lo que lo rodea, sonrisa algo burlona, delicadísimo acercamiento a lo cotidiano y a lo pequeño. Luego aparecen dos novelas, El improvisador y Solamente un violinista, bastante autobiográficas. El sueño del teatro había quedado atrás; Andersen integra la generación de los jóvenes literatos.
Pero sólo en 1835, cuando aparecen los dos primeros cuadernos de Cuentos para niños, encuentra su voz peculiar. Una vez abierto el dique, la fuente pareció inagotable156 obras incluye el canon oficial. Fue su gran apuesta. Y le salió bien. Encontró su sitio, triunfó y fue aplaudido.
Un cuento nuevo (fragmento)
Fue en el cuento infantil, aunque sin dejar de pertenecer nunca a la literatura general de su tiempo, donde se instaló Andersen como amo y señor. Se había criado en el romanticismo de las raíces nacionales, su descubrimiento de la naturaleza y lo salvaje, sus estética de la desmesura y el sentimiento, y llegó a asomarse al realismo nuevo. Era un escritor de su época. (…)
La opción por lo infantil no fue menor ni intrascendente. Y aunque tal vez en un principio haya parecido simple divertimento, o una prolongación de las veladas en que entretenía con vívidas historias a los chicos Collin, a la larga fue en este género marginal donde ganó la partida.
Diferenciándose claramente de otros contemporáneos suyos, románticos también pero tradicionales, Wikhelm y Jacob Grimm, Andersen inaugura un cuento nuevo. De ninguna manera una recuperación o un relato de viejas historias, sino un cuento de autor con marcas personalísimas. Como algunos años después lo hará Lewis Carroll en Inglaterra, y aún después, Collodi en Italia, - cada uno en su clave y todos inconfundibles -, Andersen se embarca sin reticencias en el género y terminará fundando un mundo literario inédito.
Andersen es el primero que coloca los cuentos de hadas – hasta entonces arquetípicos y míticos – dentro de la historia. Y esa historización, ese cambio del tiempo ritual por el histórico, acarrea consecuencias definitivas: abre el cauce para la vertiente realista, e inaugura la dimensión ética.
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Con la historia hace su aparición en los cuentos la sociedad de Dinamarca en la primera mitad del siglo XlX, el ascenso de la burguesía, la movilidad social, el creciente industrialismo, la pobreza irredenta, la concentración urbana, la lucha por sobrevivir.
Sería absurdo pretender que Andersen fue un revolucionario, o tan siquiera un contestatario o un reformador, como su amigo Dickens, pero lo cierto es que a través de su persistente mirada que rodea hasta agotar los objetos, la realidad irrumpe decididamente en sus cuentos yno puede evitar convertirse en testimonio.
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En los cuentos de Andersen caben dos impensables del cuento infantil: el sacrificio personal por otro (que es muy distinto de la ayuda pagana que casi siempre puede resumirse en la economía final como un intercambio) y el suicidio, que es la negación de la conducta característica del héroe del cuento infantil, cuyo mayor afán es pasar la prueba, sobrevivir y medrar. Las conductas de la Sirenita, de la bailarina en El soldadito de plomo, de Gerda en La Reina de las Nieves, de la heroína de Los cisnes salvajes, y de la generosa flor en La margarita, son totalmente novedosas en ese sentido.
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Este movimiento general de cristianización del cuento, implica la transformación del malo en pecador, y , por lo tanto, en “malo histórico”, que pecó en un momento determinado (y puede no haber pecado) y es capaz de arrepentimiento y redención. NO es típicamente malo, sino históricamente malo. De modo que cristianización e historización en Andersen van de la mano, implican que la situación que se describe en el relato “ha llegado a ser” y es por lo tanto pasible de redención en otra instancia.
(…)
Cuando leen La Sirenita o El soldadito de plomo, los niños lloran; la realidad empuja hasta romper la tela del relato, y queda tan directamente representada en toda su dramaticidad histórica que es imposible no sentir la amenaza. Los tranquilizadores mitos viejos están quebrados, ha nacido un cuento nuevo.”
Fondo de Cultura Económica, 2001.
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