“Francés para principiantes”, de Alejandro Zambra
La semana pasada, como homenaje al nacimiento de Hans Christian Andersen, se celebró el Día del Libro Infantil y Juvenil. En nuestra sección La vida breve, compartimos este fragmento de Literatura infantil, en el que el chileno Alejandro Zambra cuenta algunas de las situaciones de lectura que comparte cotidianamente con su pequeño hijo.
“Francés para principiantes” (fragmento), de Alejandro
Zambra
“Conoces a la perfección el cuento del topo, ya casi podrías leerlo por ti mismo, aunque por ahora leer el algo que haces a través de tu madre y de mí y de tu abuela y de cualquier adulto que tengas cerca. Hay días en que me dices “léeme”, pero también con frecuencia dices “quiero leer”, lo que por cierto no significa que quieras aprender a leer por ti mismo, sino que quieres que yo lea para ti, o más exactamente que deseas que suceda lo que sucede cuando leemos. , porque lo que sucede es cada vez distinto, eso ya lo sabemos: entre lectura y relectura, en cosa de segundos, ha cambiado el libro, y hemos cambiado nosotros; nos detenemos en episodios diferentes, jugamos un juego hecho de interrupciones y continuidades que es siempre nuevo.
Antes, cuando recién caminabas, me veías leyendo solo y trepabas
hasta mi regazo para interponerte entre el libro y mis ojos, igual que los
gatos, aunque tenías la cortesía de no arañar las páginas. Pronto perdiste esa
cortesía, porque de la curiosidad pasaste a la rebelión: verme leyendo solo, en
silencio, comenzó a volverse para ti intolerable y me quitabas el libro o
rompías la hoja. Y es que la lectura en silencio parece individualista, avara,
marchita. Ahora, cuando me sorprendes en el acto mezquino de leer en silencio,
me pides que lea en voz alta, y yo siempre acepto, de manera que ya conoces
algunas frases de Jenny Offill y un par de versos de Idea Vilariño y hasta dos
o tres párrafos de La montaña mágica.
Nadie te enseñó nunca acerca de la música, no fue necesario. La música
estaba ahí, desde antes del parto; nadie tuvo que explicarte qué era, qué es,
cómo funciona. Tampoco nadie te ha explicado la literatura y ojalá nadie te la
explique nunca. La lectura silenciosa es en cierto modo una conquista; quienes
leemos en silencio y en soledad aprendemos, justamente, a estar solos, o mejor
dicho, reconquistamos una soledad menos agresiva, una soledad vaciada de
angustiados sentimos poblados, multiplicados, acompañados mientras leemos en
silenciosa soledad sonora. Pero eso vas a descubrirlo por ti mismo dentro de
unos años, yo lo sé. Vas a decidir por ti mismo si te sigue interesando la
forma de conocimiento tan extraña, tan específica, tan difícil de describir que
permite la literatura.
Leemos por la mañana y a veces también por la tarde, y todas las
noches tu madre o yo te leemos tres cuentos antes de dormir. No aceptas un solo
cuento ni dos, tienen que ser tres. Y nunca nos pides que repitamos alguno de
los tres cuentos por la noche. Es ahora, por la mañana, cuando pareces preferir
la repetición de una misma historia. Quizá los libros diurnos funcionan para ti
más como música y los nocturnos son propiamente cuentos, pero no quiero
apresurar conclusiones, porque además son los mismos libros, no hay un
repertorio de cuentos diurnos y otro de cuentos nocturnos (la única categoría
estable y misteriosa es la de los libros que llamas “de caca”, entre los
cuales, curiosamente, no figura el cuento del topo). También pasa que me pides
por la mañana el cuento que leímos la noche anterior, como si durante las ocho
o nueve horas que duermes el libro el libro hubiera quedado pendiente,
sobrevolando tu sueño.
Cada noche la lectura construye una inminencia o un umbral: es el
trecho del camino que solo podemos hacer navegando. Después de leer, linterna
en mano, Juego de sombras, de Hervé Tullet, la ceremonia se vuelve
inacabable, y algo parecido sucedes con El libro con dibujos, de B. J.
Novak, que te genera unas carcajadas feroces, o con El libro apestoso,
de Babette Colle o con casi todos los magníficos cuentos de Gianni Rodari. En
realidad son muchos los libros que atornillan al revés, porque en lugar de
construir la víspera del sueño te despiertan un poco más: de pronto pareces
convencido de que dormir es una pérdida de tiempo. Pero qué más da, la función
de la literatura nunca ha sido inducir al sueño de nadie. La lectura por
momentos agita tu imaginación de por sí agitada, pero aun así contribuye a
terminar bien el día. Lo que importa es el rito, por supuesto, la ceremonia. La
compañía.”
Literatura infantil
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