¿O acaso hay algo afuera?
Al amparo de los sueños vive la poesía, de los sueños placenteros y de las pesadillas, pero siempre ofrece la posibilidad de redención ante la opresión o la soledad. A veces la vida se parece al sueño, quiere copiarlo, para hacerse más transitable; quiere la mano amiga o la voz amable, la promesa de un refugio contra la tempestad del afuera que siempre se cuela. Como en "La suerte", poema comentado por María Pía Chiesino en ocasión del homenaje que Libro de arena tributa a Roberto Bolaño.
La suerte
Él venía de una semana de trabajo en el campo
en casa de un hijo de puta y era diciembre o enero,
no lo recuerdo, pero hacía frío y al llegar a Barcelona la nieve
comenzó a caer y él tomó el metro y llegó hasta la esquina
de la casa de su amiga y la llamó por teléfono para que
bajara y viera la nieve. Una noche hermosa, sin duda,
y su amiga lo invitó a tomar café y luego hicieron el amor
y conversaron y mucho después él se quedó dormido y soñó
que llegaba a una casa en el campo y caía la nieve
detrás de la casa, detrás de las montañas, caía la nieve
y él se encontraba atrapado en el valle y llamaba por teléfono
a su amiga y la voz fría (¡fría pero amable!) le decía
que de ese hoyo inmaculado no salía ni el más valiente
a menos que tuviera mucha suerte.
Este poema de Bolaño siempre me gustó. Me gusta el invierno. Llegar en invierno a un sitio cálido, en el que se toma o se come algo caliente.
Pienso en ese hombre que camina bajo la nieve y llama a su amiga, después de una mala semana. Una semana de trabajo duro y seguramente, desagradable. No importa. En el momento que se condensa en el poema, eso ya pasó y el presente es el de la casa de esta amiga que baja a mirar la nevada con él, que lo invita a tomar un café, a charlar, a hacer el amor. Y el presente también es el de esa pesadilla de volver a estar en el campo, con la nevada cayendo y la voz de su amiga diciéndole que de allí no se sale sin "suerte".
Pero es solamente un sueño. Ya volvió de trabajar en el campo, de la casa de un mal tipo. Él está abrigado, durmiendo en una cama, y al lado de una persona que quiere. Felizmente, esa suerte ya la tuvo.
María Pía Chiesino
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