Pepe Carvalho, huelebraguetas

Incesante despliegue de figuras devenidas emblema del género policial ha dado para regocijo de lectores el siglo XX. En esta entrega del "Ciclo de detectives de papel y celuloide" que desarrolla el Programa Bibliotecas para armar, Libro de arena publica un retrato de Pepe Carvalho, personaje de la serie negra, del escritor español Manuel Vázquez Montalbán, a cargo de Mario Méndez, coordinador de los encuentros.


Por Mario Méndez

Así, con ese denigrante adjetivo, tildan a Pepe Carvalho los policías con los que se enfrenta en cada novela. La profesión de detective privado no parece ser muy  respetada por la policía española: ni en la Madrid del crimen del líder comunista[1], ni en la Barcelona del oscuro asesinato del gerente de una multinacional[2], ni en la lujosa clínica dietética de la costa catalana[3], parece ser una profesión que los uniformados consideren meritoria. Y sin embargo, Pepe Carvalho es un personaje respetable. Aún cuando tenga la rara manía de encender la chimenea con libros e incluso cuando en su pasado figure la más que dudosa afiliación a la CIA. Y lo es, entre otras cosas, porque es un tipo íntegro, porque su ética –o tal vez su estética- le impide venderse y, sobre todo, porque entre sus grandes méritos figuran el ser patrón y a la vez protector de un ex  ladrón de autos al que saca de la calle –el querible Biscuter-, amante de una puta de teléfonos –la bella Charo- y amigo de un vecino –otro amante de la buena cocina, el fiel Fuster-, al que es capaz de despertar a las 4 de la madrugada nada más (y nada menos) que para convidarle de un pato que ha guisado en su cocina experimental y generosa.
Pepe Carvalho, el detective de Manuel Vázquez Montalbán, inspirador del Montalbano de Camilleri y de tantos detectives de la nueva guardia es, por cierto, un personaje querible, y más que respetable. Tal vez que los policías lo tilden de huelebraguetas sea otro de sus blasones.






[2] La soledad del manager.
[3] El balneario

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