Cristina Macjus, Florencia Gattari y Sebastián Vargas: “Un editor literario trabaja en un terreno frágil. Tiene que saber oír y saber decir”

¿En qué consiste la experiencia de publicar el primer libro? ¿Cómo es el proceso de edición? ¿Qué pasa cuando el autor enfrenta a su público, como los alumnos que en el aula leen su libro? son solo algunas de las cuestiones que se plantearon y se discutieron con Cristina Macjus, Florencia Gattari y Sebastián Vargas en esta primera entrega de la conversación con las "Nuevas Voces". Este nuevo ciclo, que forma parte de Los encuentros con autores de Literatura Infantil y Juvenil, organizado por el Programa Bibliotecas para armar, continua abriendo el juego para escuchar lo que tienen para decir los escritores más jóvenes que han logrado publicar sus obras recientemente. En esta ocasión Libro de arena publica la charla que los reunió el día 21 de octubre en la Biblioteca La nube y que contó con la moderación de Mario Méndez.


Mario Méndez: Les presento a Florencia Gattari, Cristina Macjus, Sebastián Vargas, que son, como les dije hace dos lunes a los que vinieron, los primeros tres invitados de este ciclo que tiene quince elegidos que podrían haber sido treinta o que podrían haber sido cuarenta y cinco porque hay muchísimos nuevos autores. El corte fue muy arbitrario, así como la selección, como decíamos hace un rato. La manera de juntarlos fue con un criterio bastante variado. En este caso, por suerte, los invitados estaban contentos con la elección. Bien… yo brevemente, voy a repetir lo que dije hace dos lunes. Florencia Gattari (esta biografía me imagino que tiene parte de escritura tuya aunque está en tercera persona) nació en la ciudad de Buenos Aires. Tuvo papás, hermanos, amigos y perros. Jugó y leyó. Intentó hacer deportes pero era un completo desastre. Fue al colegio y un poco le gustó (eso está muy bien). Aprendió a tocar la guitarra aunque la guitarra no estaba de acuerdo, y empezó a escribir algunas cosas que no le mostraba a nadie. Fue a la facultad. Estudió Letras algunos años y después se recibió de Licenciada en Psicología. Se mudó a otras casas. La actual queda en el barrio de Flores. Se casó, tuvo una hija y más perros. Trabajó en un hospital y en un consultorio, pero no dejó de leer ni de escribir. En 2007 ganó el premio “Barco de Vapor”, con la novela Posición adelantada. La leí por supuesto pero no la tengo para mostrárselas. Publicó también Salvar el Universo y otros asuntos de chicos, en Cántaro, Flor de Loto y Lupa Rodríguez, en SM. Le gusta mucho lo que hace. No figura en esta biografía  que extraje de Sigmar, esta novela bella que es Navegar la noche, que está en Edelvives, de la cual les leí un capítulo a los que estaban presentes.
Sebastián Vargas: Edelvives sacó también Perra Lunar, que es buenísima.
MM: Pasamos a la otra dama y después volvemos a Sebastián. Cristina Macjus es Licenciada en Comunicación, periodista y escritora, como periodista ha trabajado en distintos medios gráficos. Actualmente colabora con el Suplemento de Cultura del diario La Nación. ¿Y trabajaste en algún otro medio? ¿Y siempre en el periodismo cultural?
Cristina Macjus: Sí, trabajé en otros medios. No, escribí un poco de todo.

MM: Es autora de libros para niños, El jardín de Lili, que ese es uno que confieso que todavía no leí, que publicó Norma. Y dos de los cuales  les leí algo el otro lunes, Anselmo Tobillolargo, hermosísimo libro, y Mal día para ser mala, que publicó Sudamericana. Cuentos. Anselmo Tobillolargo fue Obra Recomendada en el concurso de SM 2002, el primero que hizo SM en El Barco de Vapor cuando llegó a la Argentina. También publicó cuentos en numerosas antologías, en libros de texto, en Billiken y en el diario La Nación.  Y volviendo acá al compañero Sebastián Vargas, nació en Buenos Aires en 1974. Es profesor de Castellano, Literatura y Latín, egresado del Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González, además es editor y corrector, en particular de textos escolares. Como editor, él fue lector  en los dos concursos en los que participaron las compañeras.
SV: Sí. No fui “lector oficial”, porque yo trabajaba en la parte de textos escolares. Igual siempre me las ingeniaba para leer todo lo que llegaba.
MM: A la tarea de editor te seguís dedicando…
SV: Sí.
MM: Es traductor literario de alemán, inglés y catalán. Tiene traducciones publicadas de obras de Goethe, de E.T. A. Hoffmann y de Jack London, realizó también estudios de catalán, francés y chino. Para los que leyeron los dos libros de Tres Espejos, Espada y Luna, esto no los sorprende…
SV: Los sorprende que no sea chino… (Risas)
MM: Claro. Eso es cierto.
SV: Una vez en un colegio, había unos chicos chinos que me miraban y decían: “No es chino”. Y me sentí muy mal por no ser chino… (Risas)
MM: ¿No les dijiste que era un prejuicio?... Publicó versiones de relatos mitológicos, de diversas culturas, sabe palabras de Oriente, y con Patricio Killian publicó una novela a cuatro manos, Vikingos en la Tierra Verde, que fue finalista del concurso SM 2012  y está publicada. Esta es la presentación más o menos formal. Y ahora vamos a charlar como hacemos siempre, están invitados a participar, a comentar, a hacer las preguntas que quieran hacer. Voy a empezar con Florencia. La tengo aquí a mi lado. Posición adelantada, como decía antes, fue premio El Barco de Vapor en 2007. Curiosamente fue la primera novela, ¿verdad?
Florencia Gattari: Sí. Yo soy una escritora de “principios”. Tenía muchos principios sueltos que no iban a ningún lado. O de notas. También me gustan las notas… cositas… yo escribo “cositas”. Y en ese momento, lo que pasó fue que yo recibía Imaginaria. Y recibí las bases. Y me pareció que si yo me ponía una fecha límite podía desarrollar alguna idea. Eso me funciona. Con ese horizonte estiré las cositas que estaba escribiendo, tratando de armar una novela. Y la mandé, pero era como un juego conmigo, no tenía más pretensión. De hecho, casi no la mando porque al ser inexperta en mirar Bases y en esas cosas, no llegaba al número de páginas que pedían, entonces me parecía que estaba descalificada de antemano. Y la mandé para cumplir con ese plazo que me había puesto, y me llevé una sorpresa enorme al recibir ese llamado.
MM: ¿Cómo fue? Contá eso. ¿Quién te llamó? ¿Susana Aime?
FG: Laura Leibiker me llamó. Yo estaba trabajando. Estaba en el consultorio, no tenía celular. Llamó a mi casa y me dejó un mensaje. Yo llegué, escuché un mensaje de una persona que no conocía, con un apellido que no entendía, pero que era de Ediciones SM. Me pareció intenso. Ella me dejó el celular, le devolví el llamado y ella estaba muy contenta… y a mí me da como mudez, en general, y pensaba “A esta señora qué le pasa” y ella debe haber pensado algo parecido de mí. (Risas) Así que tuvimos una charla, y después fue como muy hermoso todo. La experiencia de editar… yo tenía mucho miedo, no conocía a nadie del ambiente ni sabía cómo se hacía, así que para mí fue todo una novedad. Y me trataron muy bien, fueron muy buenos conmigo, me tuvieron mucha paciencia. Yo tengo un carácter complicado, por momentos, y fueron muy pacientes conmigo. Estuvo bueno. Y el premio fue genial. El momento ese fue lindísimo.
MM: ¿Fue en  el Konex?
FG: Sí, en Konex.
MM: Me acuerdo. Recuerdo que dijiste, más o menos esto: que habías preparado dos textos…
FG: Tenía una versión corta y una versión larga, porque no sabía hasta dónde me iban a dar los nervios, pero después no sufrí y fue un momento amable (Risas). Usé la versión larga.
MM: Vos mandaste un original al Concurso, lo primero que escribías, la sorpresa de ganarlo, y luego entre el original y el libro que se publica finalmente, ¿hubo mucho trabajo de edición? ¿Poco? ¿Cómo fue ese proceso?
FG: Hubo trabajo. De todas maneras, hubo una cosa que para mí fue muy importante, y es que la persona que estaba editando me dijo: “Esto es el premio, el premio se le dio a esta obra, si vos la querés así, sale así.” Para mí eso fue una tranquilidad. Saber que no íbamos a estar peleando por no sé qué cosa. Después, en realidad, hubo muchas mejoras que se le hicieron. Es una novela que por la forma que tiene, hay un montón de capítulos que pueden ir ordenados de cualquier manera. Entonces se hicieron sugerencias en ese sentido y mejoras, realmente. Yo trabajé muy bien. Y muy exhaustivamente. Me ha pasado editar después y que me hicieran poquitas marcas, y uno podría sentirse halagado con eso, pero la verdad es que no… (Risas) Estuvo bueno recibir dos veces el original todo marcado, son aportes. Y uno va conversando con eso y el texto quedó mucho mejor.
MM: Yo trabajo en la carrera de Edición, y siempre refiero a mis alumnos una anécdota que creo importante. Quizás estuvieron algunos de ustedes.  Siempre recuerdo cuando Liliana Bodoc, nada menos, recibió el primer premio por El espejo africano, dijo que les agradecía a las editoras porque ella entendía que los libros terminan en la edición. Me pareció un  gesto de gran humildad de una escritora ya consagrada.
FG: Además ese libro particularmente, tuvo una editora que es fabulosa que es Laura Linzuain. Que tiene un ojo, y tiene un oído…
MM: Y es muy meticulosa. La he disfrutado y la he sufrido también. (Risas). Sigamos con esta línea de los concursos y de las primeras obras… Cristina, ¿Anselmo Tobillolargo fue la primera novela para niños o lo primero escrito? ¿Cómo es esto?
CM: Sí, fue mi primera novela, y fue mi primer intento con un texto para chicos, también. Soy periodista y venía de trabajar en un diario, ya tenía un oficio de escribir, y me enteré de las bases del concurso porque en ese momento hacía reseñas breves de literatura infantil, y llegaron las bases para que el diario les diera difusión. Yo siempre había querido escribir para chicos. Bueno… lo escribí de una sentada y lo mandé
MM: ¿En una sentada?
CM: Sí, en una sentada que llevó días, lo escribí como de un solo impulso. Digo de una sentada porque no cuento las interrupciones ineludibles, como trabajar, comer, dormir, etc. Porque no siempre me sucede eso con lo que escribo, me levanto de la silla y me cuesta mucho volverme a sentar. Hay que obligarse o dejarlo. En general yo lo dejo, no fuerzo, y pueden pasar meses hasta que me vuelvo a sentar. Por eso digo que Anselmo fue de una sentada, no tuve muchas idas y vueltas, escribí, escribí y escribí hasta que puse el punto final. Me enteré que tenía la posibilidad de ser publicado de la misma forma que contó Florencia, yo también recibí un llamado de una señora que no conocía, Susana Aime, y fue una sorpresa hasta tal punto que Susana me dijo: “¿Estás contenta? “. (Risas). Yo ya conocía lo que era una edición, quizás no de un libro pero sí de una nota. Fue importante para mí publicar este libro. Porque para mí era lógico que yo fuera periodista, pero escritora no. Entonces, verlo publicado me gusta. No sé qué hubiera pasado si yo no hubiera escrito Anselmo en ese momento.
SV: ¿Ese lo editó Susana?
CM: Sí.
MM: ¿Y cómo fue editarlo?
CM: Bien. Yo no tuve mucho… no sé cuánto será mucho y cuánto será poco. Yo soy arisca ante ciertos modos de edición. Pero no fue este el caso. Fue agradable editarlo, no tuve que hacer muchos cambios, más que algunas palabras… Sí hubo una sugerencia, para el que es curioso o le interesa el detalle, en las páginas 48/49 hay un diálogo que agregué en el proceso de edición. Susana sugirió que explicáramos un poco más un concepto que podía ser complejo para chicos, así que incorporé un  diálogo para poder desarrollar el tema. Pero en general el libro salió así como lo presenté. Y en general mis libros…
MM: ¿Aceptan poca edición? (Risas)
CM: Estoy pensando mientras lo digo…
SV: Yo que los leí los dos, me acuerdo de que tanto Posición adelantada como Anselmo… ya venían muy bien de original. Hay libros que vos los leés, y después cuando quedan editados quedan buenísimos, pero vos los leíste antes y sabés que hubo un largo recorrido. Esos dos libros ya venían muy bien de entrada.
MM: Hay libros que necesitan otra edición…
CM: Ojo, yo creo que una edición es importante, y puede ser buena tanto la edición que te sugiere cambios y te abre el libro hacia cosas que vos no viste, como la que no sugiere cambios y te reafirma en lo que vos escribiste. En mi experiencia siendo editada en libros para chicos y en otro tipo de textos, no siempre la mejor edición es la que te marca más la página con correcciones. Hay correcciones, cuando son errores, que son fundamentales e indiscutibles. Pero un editor de literatura suele trabajar con cuestiones subjetivas y por eso es un terreno muy frágil en el que hay que compartir ciertas miradas y melodías. Yo creo que un texto es algo muy delicado y muy mágico… un texto y también su proceso de edición. Un texto necesita un editor. Y, a veces, un texto se lleva bien con un editor y otro texto con otro.
FG: Y para cada texto es distinto, porque a veces hay algunos con los que uno necesita más interlocución. A mí me pasa que tengo preguntas. Y entonces ahí las devoluciones me sirven. Y después hay otros… a mí me pasa con los cuentos, que en general, los entrego más cerrados. Ahí yo necesito menos. Y de hecho el libro de cuentos de Cántaro, a mí me volvió sin marcas, y para mí fue una alegría porque estaba bien. Yo sentía que estaba cerrado. En las novelas yo necesito otra voz que me diga qué le parece. Y en ese punto me siento un poco suelta si no me dicen qué les parece bien.
CM: Sí, totalmente. Yo además “uso” como editores a amigos. Antes de publicar, en general muestro. Y muestro a personas que son cercanas, que son lectores y me parece que podrían hacerme un aporte. Y también muestro a amigos que no son tan lectores, para tener la mirada de una persona menos entrenada en la lectura. Alguien que lo lea por placer, sin estar pendiente de corregirlo, y que luego me cuente qué cosas le gustaron y qué cosas no.
MM: ¿Y a lectores chicos?
CM y FG: No, no.
MM: Bueno, siguiendo con la línea de los premios, Anselmo… fue seleccionada, finalista del primer concurso en el que Sebastián fue uno de los lectores.
SV: El primero fue el más peleado de todos, porque había cuatro obras excelentes y cualquiera podía ganar.
FG: Mario tuvo una obra que fue finalista y pudo haber ganado, por supuesto…
MM: La que ganó fue Rafaela
SV: Estaba ¿Quien le tiene miedo a Demetrio Latov?, de Ángeles Durini, y Rafaela, de Mariana Furiasse que fue la que finalmente ganó, pero cualquiera de las cuatro tranquilamente podría haber ganado. Estuvo muy peleado.
MM: Y vos fuiste finalista…
SV: Sí, yo mandé cinco veces y fui finalista cuatro años seguidos.  (Risas)
MM: ¡Ah, bien!
SV: Sí, un récord. (Risas) Y de esas cuatro, gané la última. En la segunda de las cuatro recomendaron
Vikingos… que escribí con mi amigo Patricio y esa salió publicada.
MM: Ahora… esta da mucha tela para cortar porque yo tengo muchas preguntas de las que me imagino que al público le interesan. Muchas curiosidades. Ustedes saben, porque lo dije hace dos lunes, que el premio del año pasado se entregó a dos libros que forman una sola historia. Entonces mi primera pregunta es, ¿cómo lo mandaste?
SV: Los mandé por separado. Ya el título era ese.
MM: ¿Ya tenías esa idea previa?
SV: Sí. Es que para mí, esa fue la idea que me hizo mandarlos. Porque yo esto lo escribí hace seis, siete años. Juntos, como una sola obra gorda. Y lo tuve ahí como tres o cuatro años. Si bien lo había ajustado, le había hecho varias pasadas de ajuste y de revoque, había algo que no cuajaba y lo tenía ahí. Y el año pasado, mientras pensaba si iba a volver a mandar algo o no, se me ocurrió dividirla. Porque ya que la historia era la de una separación pensé en qué pasaba si separaba los libros también. Conceptualmente me cerraba bárbaro. Y ahí tuve que hacer un montón de operaciones textuales para que eso funcionara, porque no es que fuera una primero y la otra después sino que fueran simultáneas. Y que pudiera leerse uno sólo de los dos libros y que de alguna forma funcionara igual. A partir de ahí avancé hasta lo que pude y cuando no pude más, como para cerrar, pensé en mandarlo al premio de Barco y dejé de seguir reescribiendo porque estaba saturado. Lo mandé y me olvidé.
MM: Yo había pensado prejuiciosamente que habías mandado la novela entera y que después hubo una sugerencia…
SV: No, no, las mandé separadas.
MM: Y la primera fue la novela gorda con las dos historias juntas…
SV: La primera versión era toda junta, pero esa no la mandé al premio.
MM: Hay una osadía formal, una cosa muy interesante de tu parte, y también de la editorial…
SV: Y… en la editorial se discutió si iba a salir como un libro o no, cuál iba a ser el título, porque la editora, que fue Cecilia Repetti, que también es la directora de la colección tenía dudas. De hecho, habló con el jefe de la editorial para ver si era posible darle el premio a dos libros en lugar de uno. Cosa que yo también me preguntaba. Todas esas cosas se discutieron, porque es un poco extraña, la propuesta de Tres espejos.
MM: Muy merecido el premio. Y yo creo que muy osado de parte de la editorial, incluso más que de parte del autor, porque ustedes saben que la editorial tiene que vender los libros. Hay que jugarse a esto. Yo le contaba hace un rato a Sebastián, que tuve una experiencia de lectura bastante extraña con Tres espejos, porque empecé con Luna, lo dejé por la mitad, porque se lo había llevado mi hija a la escuela y yo tenía un viaje, entonces me llevé Espada, lo leí en el viaje, ida y vuelta en el mismo día, y volví enloquecido. Le dije a mi hija: “Dame Luna que quiero saber qué pasa y vos mientras andá leyendo Espada, hasta que llegues más o menos a la misma numeración, y cuando termines leela siguiendo la numeración”. Me pareció que de las tres maneras iba a ser la mejor, no lo sé. ¿Vos que pensás?
SV: No. Yo pienso que no… (Risas). No sé cuál es la mejor. Porque hablé con muchas personas y todos tienen ideas diferentes.
MM: ¿Por ejemplo?
SV: Por ejemplo, que hay que leer primero Luna… O que hay que leer Espada y la otra si no la leés no importa, o los que dicen que sí o sí hay que leer en orden los capítulos.
MM: Está yendo  a escuelas. ¿Te ha tocado alguna escuela en la que hayan leído una sola de las dos?
SV: Sí, fui a escuelas donde los chicos leen una y las maestras les van leyendo en clase el otro libro. O donde los chicos leen Espada y las chicas leen Luna y después, cada tres o cuatro capítulos se juntan y se cuentan lo que pasa y el final lo leen juntos en clase. Otras donde todos leen primero un libro y después todos el otro…Varias opciones. Mientras funcione…
MM: Pero sí, ¿por qué no? A mí me gustó mucho realmente. Me gustó mucho. Me pareció muy original. Sigo hilvanando…. hablábamos de vistas a escuelas… Cristina, ¿te llevan a las escuelas?
CM: Sí, con Anselmo… hemos ido a montones. De hecho SM es una editorial que pone mucha atención en la promoción y el trabajo con la escuela y, sí, es divertido.
MM: ¿Te gusta? A veces uno da por sentado que a todos los autores les gusta y no tiene por qué ser así.
CM: Es una experiencia que me gusta, pero también depende mucho de la maestra porque Anselmo Tobillolargo es para chicos pequeños, entonces el trabajo del docente es muy importante. Suelen invitarme colegios privados porque tienen poder adquisitivo para comprar libros, y cada tanto me sucede un caso en el que invitan al autor para mostrarle a los padres que la institución convoca autores, y te das cuenta de eso porque la maestra se va a tomar mate y te sientan ahí para que vos hagas algo (Risas). Ahí no me siento muy cómoda, pero no por los chicos, claro. En cambio, cuando al docente le gustó el libro o le interesa la lectura en general, te das cuenta por el grupo de chicos, a los chicos se les nota un montón, yo los escucho hablar y en seguida me doy cuenta si al docente le gustó o no. Cuando hay interés, entonces es un placer, porque conversamos sobre cosas que me preguntan, y me muestran material que ellos produjeron, textos, dibujos, canciones. Muchas veces el encuentro es una oportunidad para festejar la lectura, por ejemplo una vez una maestra invitó a un abuelo que tocaba la guitarra y cantaba en guaraní porque en el libro hay algunas palabras en guaraní. La devolución que te hacen los chicos sobre la lectura de tu libro, eso, eso lo disfruto mucho.
MM: Y del otro lado, ¿Qué pasa con Mal día para ser mala, que es más difícil?
CM: Nunca fui a un colegio con Mal día para ser mala. No sé qué pasa. Y como yo no leo mis textos a chicos antes de publicarlos no sé qué sucede.
MM: Me preguntaba porque es un libro de una lectura más difícil, quizá para preconceptos escolares.
CM: Desde la devolución que me hicieron varios editores a los que se los mostré, es que son “cuentos ásperos”. Esa fue la palabra. Y yo coincido. Y me parece bien que sean así y que se los lea así.
MM: “Ásperos” ubicándonos en la LIJ. Estamos hablando de literatura para chicos.
CM: La Lija… (Risas)
MM: ¿Y vos, Flor?
FG: Las visitas a escuelas me gustan. También me han pasado cosas diversas.  Hace poco me llevaron a una escuela pública (nunca me había pasado) y fue muy hermoso. Fui con Viviana Bilotti que es la ilustradora del libro Perra lunar. Entonces trabajamos con cuatro primeros grados y fue muy genial. Pudimos hablar de qué es el autor del texto, el autor de la ilustración, conversamos de esas cosas, ella llevó originales, los mostró… La primera pregunta que me hicieron fue (y fue muy buena):” ¿Por qué no dice “Fin”?” Y era una pregunta por el final del libro. Porque es un final un poco raro, más bien abierto, y muy en consonancia con eso, la anteúltima ilustración tiene una imagen de un hombre que Viviana la cortó. Dejó las piernas solamente. Entonces, una nena hizo una lectura y decía: “A este señor no se le ve la cabeza porque tiene un casco, es un marciano”… Hizo una lectura del final, apoyada en lo que no estaba. Y eso fue muy lindo. Toda esa visita giró en torno a lo que no había en ese cuento y eso disparó un montón de cosas. Para nosotras fue muy lindo, porque en ese libro las dos hicimos un trabajo intenso de “restar”, de  sacar cosas que nos parecía que sobraban.
SV: En el texto y en la ilustración…
FG: Sí, las dos cosas…
SV: A mí me gusta mucho como “narran” las ilustraciones de ese cuento. Es como una doble narración. La del texto y la de la ilustración. Es espectacular. La verdad es que está muy logrado.
FG: El cuento surgió primero. Yo lo escribí para una antología escolar, y después se lo mandé a Viviana, y les gustó y empezamos a laburar. De hecho le hice varios cambios. Era un nene al principio. Y ella me decía que veía una nena ahí. Empezamos modificando eso. Y después algunas otras cosas, en las que para darle lugar a la ilustración estaba bien sacarle el texto. También en la ilustración había cosas que sobraban. Fuimos recortando y recortando. Y cuando yo escucho a chicos que proponen finales alternativos, me parece que eso está bien, que potencia al texto.
MM: ¿Y vos ves que se trabaja con la ilustración de la misma manera que con el texto o que en general pasan? Por eso que decías acerca de la autora del texto sos vos…
FG: Cuando llegamos y nos presentaron, ellos asumían que “la autora” era la autora del texto, pero después, cuando veías a la maestra laburar con los pibes, y escuchabas las cosas que los pibes decían, ahí la ilustración estaba enormemente trabajada porque además el libro no te permite salteártela. Realmente tiene una presencia muy fuerte. En este punto estaba muy trabajado. Por lo menos en esta escuela que es a la única a la que fuimos con este texto por ahora.
MM: ¿Y con Navegar la noche ya tuviste experiencias?
FG: Sí, tuve una con Gloria, que está acá, muy hermosa. Eran chicos de primer año. Yo tenía unas preguntas acerca de qué iba a pasar con ese texto y con los chicos, y me hicieron unas preguntas muy lindas. Tenían unas objeciones…
MM: Chicos de secundaria de Capital…
FG: Sí, chicos de trece años.
Asistente: (Gloria, directiva de un colegio) Sí, fue muy interesante porque fue una apuesta grande ese libro. Yo se los mostré a los docentes y el libro les encantó, aunque consideraban que era un libro difícil para primer año. Y fue un libro difícil. Pero apostamos. Difícil en el sentido en el que  no se cuenta la historia de una manera absolutamente inmediata, sino que hubo mucho diálogo. Eso me acuerdo que nos gustó mucho. Y ahora estamos haciendo la experiencia de que los varones están leyendo Espada, y las mujeres están leyendo Luna, y se matan: “¡Contame!”. Y nosotras: “¡No, no, pará!”. Pero ese libro permitió mucha profundidad. Y de hecho, como fue el primer libro que leímos, y que leyó este grupo de chicos, permitió una profundidad también en los otros. En los libros posteriores.
MM: Es cierto que Navegar la noche es una apuesta, para adolescentes de primer año. Y salió bien.
Gloria: Sí, se notaba en las preguntas que los chicos hacían, que había habido una lectura y una profundidad, más allá de que a algunos les haya gustado más o menos.
MM: Hoy hablábamos con Florencia de dos conflictos que son los más obvios, para mí, que son la historia de amor (sí correspondido pero no declamado)…
FG: Bueno, esa  fue una objeción de los chicos. No estaban contentos con esto.
MM: ¿Por qué?
FG: Porque les parecía que faltaba un cierre de esa historia de amor, una concreción…
MM: Que se besen… (Risas)
FG: Había un reclamo. (Risas) Yo con los finales decepciono un poco. (Risas).
Gloria: También les diste la idea de que puede haber otros finales y otras posibilidades.
MM: Y el tema del pibe, los gritos, la separación de los padres y demás, ¿cómo surgió?
Gloria: Y… se conversó. Lo que pasa es que hay muchos chicos que lo viven en sus casas. A nosotros nos parece un “escándalo”. Y lo que es una ocasión para charlar el tema, y no es que a ellos les pasa desapercibido pero como más natural. No quiere decir que estén acostumbrados.
Asistente: No me queda claro si están “jugados”…  ¿en qué sentido?
MM: Mirá, la novela es Navegar la noche, de Florencia Gattari. Yo les leí el capítulo del niño-pájaro que, les decía, me hacía acordar a la película de Alan Parker, Birdy, que tiene esta cosa del niño pájaro. Creo, y con esto abrimos a este tema que les prometí tratar, que es el de la novela juvenil, pareciera como que tiene poco argumento. Poca peripecia, si querés. Como que no hay mucho conflicto.
FG: Los alumnos de la escuela me decían que no hay antagonista. “Te lo debo, te lo escribo en el próximo libro” (Risas)
MM: Lo difícil ahí es que sale de la estructura tradicional. Esto es quizá un prejuicio mío, pero por la edad de los lectores, de los chicos de la secundaria, uno en general piensa: “¿Qué leen en primer año?” Los ojos del perro siberiano. Supongo que Tres Espejos se va a leer, y Rafaela, donde hay, claramente un conflicto, un antagonista, una cosa más tradicional. Navegar la noche es una novela más poética, más metafórica. Desde ahí pienso que puede haber una cierta dificultad. Lo de la novela juvenil… ya se repitió en varios encuentros de este año, y cuando vinieron Natalia Méndez y Carola Martínez, yo comenté que Margara Averbach en una de las entrevistas dijo que para ella la novela juvenil no existe como tal. Que es una categoría editorial. Abro la pregunta para los tres. ¿Qué opinan ustedes de esto?
SV: Yo en principio coincido con esa idea, con lo que dijo Márgara. A mí me parece que la literatura es la literatura. Lo demás, son categorías que inventamos con distintos usos, pero para mí, un adulto puede leer cualquier obra literaria. Haya algunas que son demasiado complejas para que las lean lectores no formados. Sean chicos o adultos no formados como lectores. En ese sentido hay algunas que requieren un lector más formado. Y es lo que llamamos en general “para adultos”. Pero hay niños que son lectores formados a los once, doce años, y pueden leer cualquier cosa. Yo creo que una buena obra literaria que lee un chico de seis o siete años, la lee un adulto y también le va a gustar. Cuando yo leí Anselmo Tobillolargo me encantó. Y cuando escribo no sé si lo que hago es para chicos o para grandes.
MM: ¿Y cuando el límites es todavía más fino? Si es para “jóvenes”, por ejemplo. ¿Por qué Tres espejos está en la Serie Roja?
SV: Porque lo mandé a Barco de Vapor…
MM: Jorge Accame me dijo lo mismo. Unos cuentos muy lindos que había mandado. De ángeles y diablos, y que él se lo mandó a María Fernanda y no a otra editorial y entonces salió ahí. Pero podemos seguir hurgando. Que la literatura es para todos, sin duda. Los Grandes leemos Caperucita Roja y nos gusta. Ahora, un chico de once o doce años, por más que sea muy formado como lector, difícilmente vaya a leer el Ulises. Sin irnos a un ejemplo tan extremo, ¿Qué pasa con la literatura juvenil?
FG: A mí me parece que hay algo que tiene que ver con la resonancia de los temas. Más allá de las diferentes capacidades lectoras. Hay una serie de temas que a veces convocan más a los lectores jóvenes que a otros, y en ese sentido, quizá, una novela que acordamos en llamar “realista”, muchas veces tiene mayor aceptación entre los jóvenes que una cosa más poética… no sé cómo decirlo. Pero eso es la generalidad. Después, los lectores son del uno por uno. Con un texto, te encontrás con lo que te encontrás y es verdad que el mercado tiene que pensar en lo general. Y ahí hay apuestas que se hacen que no sé si alcanzan para definir una categoría literaria, pero ciertamente alcanzan para constituir una categoría editorial.
MM: Sí. Estamos de acuerdo. Plenamente. Y en la cuestión de los temas que resuenan me parece que también. Quizá una de las concepciones que más circula es la de que la novela juvenil es una novela para iniciación. Eso daría una coincidencia con los intereses de un adolescente que se está iniciando como lector o como novio, o como estudiante. Es una etapa iniciática. Quizá, en Tres espejos haya algo. Hay un inicio. Pero no me queda muy claro tampoco.

SV: No sé… la verdad… Y en todo caso lo del inicio es una preocupación humana, no sólo adolescente.

(las imágenes son gentileza de la narradora y concurrente al encuentro, Belén Torras)

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