Carla Dulfano, Alejandra Erbiti, Andrés Sobico: "Si uno no siente que se cuenta el cuento, no puede escribir."
Las nuevas voces de la escritura para chicos, Carla Dulfano, Alejandra Erbiti y Andrés Sobico, charlaron con Mario Méndez acerca de sus experiencias respecto de la edición de sus producciones y el aprendizaje sobre el funcionamiento del mercado editorial, la relevancia de las "hadas madrinas", las palabras de apoyo de referentes ya consagrados, en tanto entretuvieron al auditorio sin perder de vista el permanente buen humor que los une. En el final cada autor deleitó al público con la lectura de un fragmento leído en voz alta. El Programa Bibliotecas para armar presenta la última entrevista del año correspondiente al ciclo "Nuevas Voces" que se llevó a cabo el 4 de noviembreen la Biblioteca La Nube, y forma parte de los Encuentros con escritores de literatura infantil y juvenil. Libro de arena comparte la segunda y última parte de la charla, y recuerda a todos los lectores que las publicaciones de la serie de entrevistas se reiniciarán a partir del día 15 de febrero de 2014.
Mario Méndez:
Andrés,
contame que pasó con las Complicacioncitas…
Andrés Sobico:
Se
habían publicado en tres series en Imaginaria. Son ciento cincuenta,
aproximadamente. Complicacioncitas tiene un sentido técnico, gramatical y de
contenido literario. Se dice que un cuento tiene que tener comienzo, nudo y
desenlace. Después en una época, a eso en vez de nudo se le llamó complicación.
Es un juego. Son cuentos tan cortos que solamente está la complicación del
medio. Pero a su vez, como es un chico, es una “complicacioncita”. Y yo les
estoy dando ese valor dramático a los chicos cuando les pasan cosas y lloran.
Cuando llora un chico llora por algo tan importante como cuando llora un
grande. Es una cuestión de proporciones nada más. Esta vida difícil de un chico
que está en quinto o sexto grado. Paralelamente, empecé a publicar en el foro
algo que después se llamó Pequeñas teorías sobre el comportamiento animal,
que ya tiene otro tono. Es interesante la escritura, porque en uno de mis
peores momentos dije que tenía que hacer algo productivo en la vida. Una
pequeña teoría sobre el comportamiento animal por día. Y tenían que ser siempre
animales diferentes. Es mejor eso que pisar solamente las baldosas blancas (Risas). Durante tres meses fui escribiendo
una por día sin repetir animal.
MM:
Es como una etología…
AS:
Exacto.
Una etología sin sentido, se llama. Pequeñas teorías sobre el
comportamiento animal, una etología sin sentido. Jugando con
el “non sense”. Para mí Lewis Carroll es como un tío…
Alejandra Erbiti:
Dios.
AS:
Él
no me reconocería como sobrino… Y Mark Twain, digamos. Bueno, también fueron
publicadas en la Biblio, de Imaginaria. El otro bajón, (Risas)… yo me dediqué a la fotografía desde
los diecisiete años, yo creía que
estudiaba ingeniería, y finalmente trabajé de fotógrafo. Durante
veintipico de años… la imagen es “lo que me resultó fácil en la vida”. Uno dice
que es un hobby o una vocación, y es simplemente lo que te resulta más fácil, y
no exactamente aquello a lo que uno tendría que ponerle todo. Empecé a
ilustrarlos, porque en esa época no encontraba ilustrador. Ahora tengo muchos
amigos ilustradores con los cuales comparto mitad y mitad el rollo. No me
gustaba como dibujaba, pero venía de la fotografía, es decir que tenía una idea
visual en blanco y negro. Como uno cuando recién empieza no tiene referencias,
me animé a llevárselos a Eduardo Abel Gimenez, y le llevé sesenta fotocopias de ilustraciones y ciento cincuenta teorías
sobre el comportamiento animal, cuando estaba en Tam Tam. Cuando le vi la cara
cuando lo miraba pensé que ya estaba. Que cuando treinta años después alguien me preguntara
qué había hecho en la vida… no importa si publicado o no, yo hice esto. Ese fue
más importante que este (Como una guerra). Porque me dijo
que me dedicara a eso. Siempre hay alguien que te habilita en algún momento.
Primero Graciela Pérez Aguilar en el foro de Imaginaria, antes de la Biblio…
AE:
¿No
es un poco la función de hada madrina?
AS:
Sí,
yo digo que es mi hada madrina… desde que me tocó con la varita cuando me dijo
que era interesante lo que hacía. La cara de Eduardo Abel Gimenez cuando miraba
el mamotreto que le llevé con las ilustraciones… ese fue para mí EL MOMENTO.
Después seguí escribiendo en el foro, y sé que Graciela Pérez Aguilar le dijo a
Antonio Santa Ana que se fijara, que yo era un muchachito… creía que era un
muchachito porque todavía no me había visto (Risas). Yo ya tenía cuarenta y cuatro.
Un día recibo un llamado telefónico, y era Antonio Santa Ana, un editor afamado
en ese momento, que estaba armando el sello nuevo. Por eso estamos en Siete
Vacas. Tiene todo que ver. Yo justo había empezado con Graciela, y le había
gustado un microcuento de Caperucita Verde, que era un microcuento en
ese momento, la primera página de lo que
está acá ahora. Y me preguntó si tenía
más cosas de esas. Y ahí hablaba de El Patito Feo. Él estaba interesado con la
moraleja: “Guacha, qué piola, el pibe cría y se te pone bonito, y entonces está
todo bien”. No. Bancate ser feo a ver si podés. ¿Cómo es el tema? Si fuera feo
en serio… ¿qué harían todos? Bueno, me llamó Antonio (le puedo decir Antonio
porque es mi primer editor, como a él le digo Mario) y le dije que si, que
tenía todos esos cuentos que me estaba pidiendo. Me puse a escribirlos
rápidamente… (Risas)
MM:
Otra
enseñanza de Graciela Repún… (Risas)
AE:
“Sí
tengo. De esos cuentos tengo un montón” (Risas)
AS:
Como
no pude hacer:”sí señor”, me puse a escribir “Patita Fea”. Sólo con no escribir
Patito Feo y poner Patita Fea, cambió todo el cuento, porque si es fea se puede
operar. Hay soluciones. Entonces, terminé siendo editado por Antonio Santa Ana
cuando inventó este sello, Siete Vacas. Fue una avalancha, porque era todo
contra reloj y él publicó doce libros de un saque en el 2007. Para bien y para
mal, así como entró, salió. No hubo cambios, prácticamente. Él me contaba siempre (le encanta hacerse el
ogro), que les cambiaba los finales a los escritores, yo estaba esperando que
me dijera algo y entró. Supongo que le faltaba muy poco para entrar en imprenta
y entró el libro completo. De hecho quedaron dos libros afuera y no pude poner
ningún agradecimiento porque termina acá. (Risas)
Carla Dulfano:
Ahora
te lo reeditaron…
AS:
Si
me animo a venir acá es porque este libro tiene vida propia. Perdón por la
“frase de ingeniero”, pero se venden 2,5 por día. Desde 2007, dos personas y
media, no se si eso será por la altura abren ese libro por día… o es medio
libro (Risas). Quizá leen solamente las páginas
pares.
CS:
O
es medio libro (Risas)
MM:
O
lo dejan señado…
AS:
Casi
que soy el autor de este libro. Antonio Santa Ana siguió subiendo hasta la
ionosfera, mas o menos. Y después yo no busqué o no me buscaron, hasta que aparece
al amigo Mario, y la maestra compiladora y editora de Un mes después,
Graciela Repún, y me pidieron un cuento de terror. Y yo había dicho: “¡Ay,
terror! Siempre terror, siempre terror”. Y entonces dije que no sabía si me
subía pero que estaba bien. Que si encontraba algo que me diera miedo… lo deje
flotante hasta que en un punto se me ocurrió una idea que es la última frase
del libro… cuando lo lean… cuando se lo compren a Mario… (Risas) la última
oración del libro, que fue bastante discutida con Mario, al que le dije todo
que sí… la última oración del libro me hizo escribir el cuento para atrás. Es
la primera vez que hago un cuento de atrás para adelante. Y después uno analiza
que pasa cuando uno escribe. Yo, si no siento que me estoy contando el cuento,
no puedo.
AE:
¿No
les pasa que están escribiendo, y se están riendo, y algún familiar les
pregunta si se están riendo de lo que están escribiendo? Como si fuera: “¿No te
da vergüenza?”
AS:
La
única explicación es que te lo estás contando.
MM:
A
ver… ¿Y qué pasó con la Biblioteca de Imaginaria?
AS:
Aparecían
los dos estilos. Y había cientos de comentarios diferentes. De todos los
lugares. Y yo sentí que tenía que imprimirlo, llevárselo al editor y mostrarle
los doscientos comentarios. Yo no sabía cómo era el mercado editorial. Y decía:
“Mirá a Ana María Shua, que escribe microcuentos”. Y me contestaban que era
ella sola. Me pedían que les dijera otro. Y no nos metimos hoy, pero hay todo
un tema con lo editorial porque es una industria y con mi costado de ingeniero
yo la entiendo perfectamente. Hay un insumo,
hay un producto que tiene que venderse, hay más o menos apuestas, y en
el microcuento es evidente que hay que remar mucho. Porque no hay. A mí, lo que
me gusta mucho, porque lo comprobé, que en las Complicacioncitas, los
chicos lo leen como si el que escribiera fuera otro chico. Realmente es un
verosímil absoluto para los chicos. O sea que la voz está lograda… o es la
única que tengo, no sé. Y ese verosímil les contagia, porque todos somos primates
e imitadores, a los chicos les contagia las ganas de escribir. Me ha pasado en
un montón de lugares, de escuelas, que los chicos escriben sus propias
complicacioncitas. No se imaginan lo que sale de ahí. No me las llevo para no tentarme y publicarlas… (Risas) Pero en el
fondo creo que si mis Complicacioncitas alguna vez se publican, y eso sirve
para que los chicos puedan explayarse en su voz propia, estoy recontra hecho.
Así como digo que quiero que esto sea una prenda de unión entre adultos y chicos,
ya con eso estoy recontra hecho. Que te lleves tres ideas de ahí, y que Complicacioncitas,
sirva para que los pibes se explayen, y que Pequeñas teorías sobre el comportamiento
animal, te dé una chispa de poesía para algunos y otras para otros, ya
está. Evidentemente no soy profesional. Tengo que pensar de otra manera
(Risas). Intentaré hacerlo.
MM:
¿Ale?
AE: Me quedé enganchada con el tema de EL
MOMENTO. Cuando te das cuenta de que sí, de que no era una fantasía histérica
de gata flora… ¿seré escritora?... ¿no seré escritora? Porque a pesar de haber
estado publicando todos esos años, con un sistema de ventas muy especial, con
esta gente que vende libros que siempre son dos o tres tomos, son carísimos. Se
vendían en todos los países de habla hispana de América. Después me enteré de
que estaban en España, una cosa tremenda. Ellos se llenaron de oro, yo no, pero
bueno, mientras estuve con ellos estaba bien. Yo quería escribir y estaba
escribiendo. Y EL MOMENTO nació de una situación absolutamente inesperada. Yo
quería tener mi correo electrónico, mi propio hosting, y en un futuro no
muy lejano de ese momento, quería tener una paginita Web para chicos. De
literatura infantil y juvenil. Para chicos más chiquitos, sobre todo. En los
mails aparecían Spams… “Te hago la Web” “Te posiciono en Google”. Y un día
entro, en una lotería total, a ver uno, le contesto el mail, me pasa el
teléfono, charlamos, me cae bien el flaco, muy jovencito… un pibe de veintipico
de años. En un principio él iba a hacer la página Web. Yo lo llamaba, le
mandaba textos por mail, le alquilé el hosting a él, que es como alquilar un
departamento, en La Nube. Yo le mandaba textos, él me hablaba y yo siempre le
retrucaba cosas, y una vez me dijo: “¿Vos conocés a la escritora Adela Basch?”.
Te estoy hablando del año 2003. Y yo le dije que me sonaba muchísimo, pero que
tenía que reconocer que no había leído nada de ella. Y me preguntó si no había
ido a ver una obra de teatro con la que le había ido re bien… me dijo: “Tiene
una editorial que se llama…”
CD:
Abran
Cancha…
AE:
Claro.
Como la obra. Me dijo que la obra se llamaba Abran cancha que aquí viene Don
Quijote de la Mancha, y que él le estaba haciendo la página Web a
ella. En realidad él era el propietario del hosting y nosotras éramos inquilinas.
Y me dijo que nosotras nos tendríamos que conocer porque decíamos las mismas
boludeces (Risas). A mí me causó mucha gracia, para empezar, y le dije que le
pasara mi mail, que si ella tenía ganas me contactara y yo también le iba a
escribir. Le dije que ya que tenía trato con ella le pidiera permiso, que
averiguara si no le molestaba que yo le escribiera. Estuvimos mandándonos mails
durante un año. Y dejándonos mensajes en el contestador. Nunca nos podíamos
encontrar. Cuando no me pasaba algo a mí, le pasaba algo a ella, que además,
viaja mucho, y por fin escuché su voz, porque siempre era el contestador o el
mail. U otra persona que se quedaba cuidando la casa mientras ella viajaba. Y
me dijo: “¡Ay! ¡Por fin! Mirá, no te lo tomes a mal, hoy voy a estar en la
Feria del Libro Infantil, firmando en el stand de…” no me acuerdo la editorial.
Y me preguntó si a mí me molestaba ir y que charláramos de a ratitos, porque
cuando firmara no me iba a dar bolilla. Y yo le contesté que no me molestaba, y
me mandé de una vez por todas. A todo esto, nos hacíamos chistes por mail, ya
había una interacción. Y le llevé un compilado que junté… pensaba que era una
basura, y se lo llevé. Y le advertí que había cosas que me gustaban más, y que
iba a ver otras que estaban en un castellano neutro, le expliqué para qué tipo
de editoriales había trabajado, y ella me preguntó que quería que ella hiciera
con eso. Y yo le dije: “¡Qué buena pregunta!” Ella ya conocía la anécdota del
flaco que nos había conectado y le provocaba curiosidad lo mismo que a mí, le
causaba gracia lo mismo que me causaba gracia a mí. Cuando ella leyó lo mío y
yo lo de ella, nos dimos cuenta de que si bien podíamos reconocernos cada una
con su identidad, sintonizábamos mucho, teníamos un humor parecido, yo había escrito
Hay un besugo en mi sopa, y ella también tenía una obra de teatro con un
besugo… Cuando ella me ofreció escribir éste libro… yo lo voy a decir… a mí se
me cayeron los calzones. Yo sentí que estaba con una grosa, que hacía dos
minutos que me conocía y me estaba ofreciendo eso. Me dijo que tenía muy poco
escrito, que ella no tenía tiempo, y que si no, iba a tener que decirle a la
editora que no iba a poder hacerlo. Yo le dije: “¡No, por favor! Hagámoslo
juntas.” El tema es que no lo hicimos juntas. Cada una escribió por su lado y
nos mostrábamos a ver si nos gustaba lo de la otra. Nunca nos mandamos nada que
no nos gustara. De ninguna de las dos. Era un feed back absoluto. Entonces le
propuse (a esa altura ya le decía Dolly): “Dolly, vos tenés un nombre. A mí no
me conoce ni el loro. O quizá me conocen pero en otro ámbito. Éste es un libro
emblemático para mí. Es como mi libro-bautismo. Yo se lo regalé a mi
psicoanalista con una dedicatoria que no me da ninguna vergüenza confesar
públicamente. Le dije: “Guillermo, gracias por ayudarme a parirme en una vida
mejor”. Sentí que a partir de esto había vuelto a nacer.
CD:
¿En
qué año fue esto, más o menos?
AE:
No
me acuerdo en qué año se publicó el libro. Esto fue entre el 2004 y el 2005.
Una cosa que se me escapó… yo le dije: “Como sos tan conocida y yo no, ¿te
parece bien que no firmemos qué escribe cada una? Para que ni el lector ni el
editor tengan el prejuicio al abrir el original, de decir: “Ay, cómo se nota
que esto es de Adela Basch y esto es de la otra boluda” Y se lo saltea, o me
dice: “Corregile tal cosa”. Que nunca supieran quién escribió qué. Y fue
genial. Así que cuando nos pidieron que hiciéramos otro, hicimos exactamente lo
mismo. Ella y yo sabemos qué escribió cada una, y nadie lo nota.
CD:
En
realidad en el ’98 me habían publicado un cuento en una revista que era de La
Nación, que se llamaba, “La Nación de los chicos” Estaba Oche Califa… creo que sí.
Me lo publicaron y a la semana la revista cerró (Risas). Yo estaba contenta
porque ya tenía un contacto…no…chau… cerró. Ese mismo año, había mandado, o en
el 2002, 2003, había mandado un cuento a un concurso de la Secretaría de
Educación y había ganado el Primer Premio. Y pensé que tendría que estudiar con
alguien. Justamente me sentía identificada con algo que dijo ella, por el lado
del humor. Una vez estaba en una Feria del Libro Infantil, y Adela estaba
diciendo algo en una mesa, y me gustaron los chistes que hacía. Yo no la
conocía. Sabía que había una autora, pero no relacionaba la cara con el nombre.
Y entonces me acerqué y le dije que me había reído mucho con lo que ella había
dicho, y le pregunté si no podía darme clases. Y así fue como durante todo el
2003 tomé clases con ella, después me recomendó a Graciela. En 2004 yo había
mandado a Aique un libro que había hecho con una ilustradora, les gusto, lo
publicaron… Después había ganado el Segundo Premio en Imaginaria en el 2005.
Esto era otra cosa buena que se organizaba en la biblioteca de Imaginaria,
todos los años se organizaban concursos literarios. Después me animé a la
novela, tenía escrita Invento argentino. La novela El celular, fue una idea de Andrés.
Hablaba de que nos confundíamos los celulares, y me dijo que a lo mejor mi vida
mejoraba si tenía el celular de otro. Y es una adaptación como de El
Príncipe y el Mendigo, pero con dos chicas adolescentes y acá…
AS:
Voy
a decir una que no vas a nombrar que es la de Maimónides. Ella tiene una novela
sobre Maimónides… no sé si más o menos junan quién es… que es como “Maimónides
Toon”, cuando era chico…No…Teen. Teen Maimónides, vendría a ser. Está basada en
la idea de ella que está en todos sus
laburos y que por eso tiene ese
humor y esa profundidad, que es la diversidad. Ella cree que todo
conocimiento o todo humor o toda cosa interesante en la vida, viene de muchas
vertientes a la vez. Todo lo que ella
hace se basa en eso, que la diversidad siempre es riqueza. Describe a
Maimónides porque es el famoso, pero le inventa una amiga cristiana y otro
chico más
CD:
Es una amistad entre un chico judío, uno
árabe y una chica cristiana, en el medioevo andaluz, que fue el momento
de más armonía entre las tres religiones monoteístas. Comerciaban, escribían
libros de filosofía y los traducían al árabe y al hebreo. Y el conocimiento
sobre medicinas… fue como una etapa de oro de la Humanidad. Siempre me queda la
esperanza de que algún día vuelva esa unión entre las tres religiones.
AS:
¡Lo
dijo! Yo vine para que ella dijera eso. Se hace la graciosa todo el tiempo…
(Risas)
CD:
Esa
tuvo una Mención en la Casa de Letras de Perú. Lo que me pasa con esa novela
cuando la presento en editoriales es que me dicen que es muy difícil de vender.
Porque la religión no es algo que en este
momento…
AE:
Están
locos. ¡Se recontra vende! De Riderchail, uno de los libros que más se vende es
Cara de ángel.
CD:
A
veces uno se mete con una temática que no es, “caídos del mapa”. Es un poco
riesgoso y hay que encontrar el lugar, pero a mí me parece que la novela
histórica es algo muy bueno y que se está haciendo mucho. Vi algunas
colecciones… es algo muy bueno eso.
MM:
Bueno,
creo que el estimado público quiere escucharlos, aunque sea lean algo breve
porque son las ocho menos diez y a las ocho nos echan.
AS:
Bueno,
voy a buscar algo de Patita fea…
AE:
Mientras
buscás yo quiero contar una cosa. Yo quería escribir novela y no me salía. Lo
hablé con Adela y me dijo que fuera a hablar con Mario Méndez, que escribía
novelas. Primero me pasó mal el mail. (Risas). Nos encontramos con Mario en un
café, finalmente. Yo le llevo a Mario cosas para que lea, y me dijo que yo
podía escribir perfectamente novela. Yo le decía que sentía que en el fondo
sentía que podía pero que no me salía. Charlamos de un montón de cosas, yo
había llevado una libreta en la cual al final no anoté nada, y por la molestia
que se tomó…
MM:
Me
regalaste la libreta.
AE:
Le
regalé la libreta que a él le había gustado. Él se fue pensando que había sido
una charla completamente inútil para mí…
MM:
Para
mí no, porque me llevé la libreta. (Risas)
AE:
Yo
me fui a mi casa y me quedó como un run run, y me fui a dormir y tuve un sueño
y al otro día me di cuenta de por qué no podía escribir novelas: porque eran
tres y yo quería meterlas en una. Eso fue gracias a la charla que tuve con
Mario. Porque el material diurno del sueño, fue la charla que tuve con Mario. Y
me desperté con una epifanía como las del Doctor House. Dije:” ¡Es esto! Quiero meter tres novelas en una. No es lupus”. (Risas)
Avance maestro…
AS: Voy a leer "La Patita Fea"
-¡Mamá!- dijo Patita- ¿Por qué en la
escuela me dicen fea?
-Hija mía, es que tus compañeritos no saben
mentir- su madre sabía que a los chicos siempre hay que decirles la verdad, y
especialmente a Patita, que vivía en una casa donde todas sus hermanas eran tan
lindas; muchas veces la madre de Patita se descubría a sí misma pensando “Que
hermosa familia tengo, que gallardo y pulcro marido, y yo, que esbelta y
elegante figura poseo, al igual que todas mis hijas menos una..”; pero ese
elevado y repetido pensamiento, esta vez fue interrumpido por Patita:
-Mamá- dijo angustiada Patita- ¿puedo
ponerme a llorar?
-No lo hagas hija, nunca es triste la
verdad, lo que no tiene es remedio...- le dijo su madre, aplicando toda su
maternal sabiduría.
La maestra de Patita Fea siempre les
explicaba, en la clase de Valores, que lo que importaba no era la apariencia
física, que lo que valía era ser hermoso por dentro:
- Miren por ejemplo a Patita- decía la
maestra- a ella la madre naturaleza no la ha ayudado mucho, y sin embargo, es
una hermosa persona.
Así que todos sus compañeros, cuando
querían molestarla le gritaban -¡Hermosa persooona! ¡Patita es una hermosa
persooona!- mientras le saltaban alrededor.
Pero había un compañero que nunca le
gritaba nada, que nunca la molestaba, era su amigo; el otro que siempre sacaba buenas notas: era el
sapito de la clase, de apellido D´otropozzo.
Sapo D´otropozzo era el amigo del alma de
Patita Fea; eran prácticamente como hermanos.
-¡Ustedes dos siempre juntos!- les decían
las hermanas de Patita cuando Sapito iba a estudiar a la casa- ¡ y además son
re-igualitos!- y se ponían las tres a reír agitando sus blancas alas, con esa
risa tan parecida a la de las gansas.
Cuando Patita Fea cumplió quince años, su
pálida y elegante madre le dijo que, ya que tenía tan buenas notas en la
escuela, iba poder elegir entre una fiesta o un gran regalo.
Patita hacía mucho tiempo que venía
deseando ese gran regalo, que venía soñando con él:
-¡Quiero operarme!, ¡quiero hacerme la
cirugía estética!
El padre, ante
el pedido de su hija, comenzó a hacer rápidamente cuentas mentales, operar a
Patita para que quede linda como su madre y hermanas le iba a salir más caro
que una fiesta en un hotel cinco estrellas...
Pero enseguida su esposa dijo- me parece
bien, hija mía, que tengas por objetivo el de estar visualmente a tono con toda
la familia.
Cuando Patita lo contó en la escuela,
enseguida todas sus compañeras se pusieron verdes de envidia (menos la
lagartija, que ya lo era), casi todas se querían operar algo:
-¡Sí! yo quiero ponerme más de acá- decía
una- ¡y yo quiero sacarme de acá! –decía otra, mientras se señalaban diferentes
partes del cuerpo.
Cuando se calmó todo el revuelo, y ya en
la tranquilidad de su banco compartido, Sapo D´otropozzo se animó a contarle a
su amiga que él también tenía un sueño:
-Patita, ¿sabés algo?, yo también quiero
operarme.
-¡Ah sí!, ¿y que te querés hacer?
-Quiero ser Papagayo.
-¿Y por qué no te operás?; tu papá, el
Gran Sapo, tiene mucho más dinero que el
mío, todos saben que se enriqueció alquilando la charca para que viertan allí
residuos industriales líquidos.
A Sapito no le gustaba tocar ese tema,
ahora que ya era más grande, y había podido leer sobre los efectos negativos de los productos
tóxicos; se había comenzado a preguntar
si esos líquidos tornasolados que su padre dejaba que arrojen en el agua
cristalina de su charca, no habrían sido los culpables de que él hubiera nacido
así; él se sentía prácticamente un mutante, feo hasta para sapo.
-Cuando crezca voy a luchar por el
hábitat, ¡el medio ambiente es lo más grande que hay! - a Sapito le cambiaba la
cara cuando comenzaba a hablar sobre ecología; ya desde chiquito se había
anotado como socio “aportante no activo” del
Club Internacional de los Verdes, y el año que viene ya podía pagar un
poco más y ser “socio algo activo”, una categoría superior.
Todos esos temas a Sapito le fascinaban,
porque mientras pensaba en la biodiversidad se olvidaba un poco de lo feo que
era.
-Amigo mío- le dijo Patita- hoy a la
salida de la escuela voy a pasar por la “Clínica Plástica del Dr Lechuzo” para
ultimar los detalles de la operación. ¿me acompañás?
-Por supuesto amiga- la voz de Sapito
traslucía cierta preocupación.
Al llegar a la clínica, lo primero que
vieron fue un gran cartel que decía “PARE DE SUFRIR”, y abajo, en letra más
chica “Satisfacción garantizada”.
Al ver entrar a los dos amigos, El Dr
Lechuzo, señalando a Sapo y levantando las dos alas dijo:
-Por favor ¡soy Doctor!.. ¡no Mago!
-Es por mí que venimos- dijo Patita Fea como para desviar rápido el
tema.
-¡Bienvenida Hija!- saludó ampuloso el Dr
Lechuzo- has venido al lugar indicado para resolver tu evidente problema ¿qué
deseas hacerte?- preguntó el Dr “Plástico”, mientras frotaba codiciosamente sus alas.
Patita comenzó a contarle su lista con
ojos esperanzados:
-Por empezar quisiera ser bien blanquita,
y no de este color pardo que tengo; quisiera tener el cuello así bieen laargo-
Patita se iba entusiasmando, y luego haciendo un gesto por delante de ella con
sus dos alitas dijo- Quisiera tener como más pechuga...
Al Dr Lechuzo le brillaban los ojos, en
su imaginación ya contaba los billetes- ¿Y que más necesitas hija mía?-
-Después quiero que me aumente el pico y
que me quede así como más ancho- decía como dibujándolo en el aire sobre su rostro- y como más para adelante y
con la puntita así, para arriba..
-¿Y algo más? -Preguntó el doctor
tratando de ocultar su felicidad.
-Y como para terminar- dijo Patita como
ya viéndose transformada- quiero tener los ojos colorados y todo negro
alrededor.
-Ajá- y por casualidad ¿no tiene fotos de
la estrella de cine a la que quiere parecerse? , o al menos partes de ella,
usted sabe, el pico de tal, la pechuga de aquella; tener una foto de lo que
usted quiere siempre ayuda.
Patita sacó de su mochila una sola foto y
se la dio.
-¿Y quien es esta bella dama?
-Mi mamá- contestó patita.
El Dr “Plástico” comenzó a hacer algunos
cálculos mientras tarareaba para sí mismo .
-Dice mi papá que no repare en gastos-
advirtió Patita
Al escuchar esa música para sus oídos el
“Dr Plástico” entró como en un frenesí a hacerle mediciones a Patita, y mientras llenaba un formulario
que tenía impresa una silueta de cisne, se decía sí mismo:
- Ujumm..a ver, pongo 800 gramos de siliconas
por aquí, decolorante clorado para blanquear las plumas... 30 cm de cuero de
víbora para el cuello, con sus respectivas plumas plásticas...¡ajá! no me tengo
que olvidar de mandar hacer el pico en látex quirúrgico, los lentes rojos de
contacto y llamar al tatuador de acá a la esquina para el color negro alrededor
de los ojos, mientras el doc hablaba solo y hacía anotaciones, Sapito intentaba espiar sobre su hombro.
-¿Es muy peligrosa la operación?-
preguntó preocupado Sapito D´otropozzo- parece muy complicada- agregó.
-¡Por favor! está en manos de un
especialista, ¡hace treinta años que me dedico a esto!¿vio la garza que los
atendió en la recepción? bueno, cuando
empezó a trabajar conmigo era una ratona de campo, trabaja aquí conmigo para
pagar sus operaciones.
Sapito pensó “con razón tenía esos
dientes”.
-¡Aquí vendemos belleza garantizada!-
exageró grandilocuente el doctor, mientras le daba a firmar a Patita un papel
que se componía de uno seis renglones normales y como veinticinco más de letra
superchiquita.
Patita, siempre tan confiada, firmó sin
leer.
-La espero mañana para la operación
m´hijita, y venga con sus padres- le dijo el Doctor, acompañándolos hasta la
salida.
Ya en la vereda, Sapito le pidió a su
amiga si le podía dar la copia de lo que firmó, quería dársela a leer a un
cuervo amigo, experto en leyes...
Al otro día, Sapo estaba, en la sala de
espera de la clínica junto a toda la familia de Patita, todos aguardando que
terminen de operarla; finalmente la garza dientuda los hizo pasar a una habitación donde estaba
Patita sentada en una cama toda envuelta en vendas; el doctor, con cara de
presentador de circo anunció:
-Y ahora...verán ustedes...¡a la bella
Patita!- y mientras iba retirando las vendas del cuello y de la cabeza de la
niña como si desenvolviera un gran regalo; al terminar, se escuchó un ¡oooh! de
la madre y sus hermanas.
La primera que pudo decir algo fue su
mamá:
-¡Quedó hermosa!- y emocionada agregó- ...¡está
igualita a mí!
Las hermanas la miraban y sus blancas
plumas tomaban un tinte verdoso de envidia.
Su padre firmó el cheque con una gran
sonrisa; el Dr Lechuzo lo tomó, lo sopló para secar la tinta, le dio un beso y
salió corriendo al banco.
-¡Sapito querido!- dijo la madre-
¡Sácanos ya mismo una foto a toda la familia unida!- mientras le daba una
cámara fotográfica.
Antes de la foto, todas las mujeres
esponjaron sus níveas plumas de cisnes y le colocaron a Patita los lentes de
contacto color rojo, el mismo color que el de toda su familia.
El flashazo de la foto como que despertó
a Patita:
-Quiero un espejo- dijo con una voz
queda.
-¡Como no! ¡hijita de mi corazón!- y la
madre le dio el gran espejo que siempre guardaba en su cartera.
Mientras Patita se miraba y se tocaba su
nuevo pico y el ahora largo cuello, su amigo se la quedó mirando sin saber que
decir, hasta que logró articular un:
-Me alegro por vos amiga...
Patita Exfea lo miró y dijo -Me siento
rara- su voz sonaba extraña.
-Eso es por los efectos colaterales de
la operación- dijo su madre quitándole importancia- mañana se te va a pasar.
Patita Exfea, mientras seguía mirándose
en el espejo dijo :
-Quiero descansar, déjenme sola.
-Lo que tu quieras hijita, lo que tú
quieras- mientras arriaba a todos hacia fuera.
-D´otropozzo...- Patita lo llamó por el
apellido, como en la escuela - amigo ¿podés quedarte aquí conmigo un momento?
-pidió Patita, luego de esperar que se fueran todos, le preguntó -Se que vas a
decirme la verdad, ¿cómo me ves?-
Sapito dudó un momento, pero luego se
decidió a contestar la verdad, ella era su amiga y se merecía que él le fuera
sincero:
-A mi me parece como que sos otra...-
Pareció como si Patita Exfea estuviera
esperando de su amigo esa respuesta, porque dijo, muy segura:
-Quiero desoperarme- y como si le hubiera
gustado escuchar eso repitió- Sí,... quiero desoperarme.
A Sapito D´otropozzo se le encendieron
los ojazos y dijo:
-De eso me ocupo yo-
Patita lo abrazó y le dio un gran beso.
Mientras su amigo salía corriendo a buscar al cuervo amigo, ella se
recostó y se tapó con la sábana hasta la cabeza.
Al rato, Patita escuchó grandes
discusiones en el hall de la Clínica, el Doctor ya tenía el dinero en el
bolsillo mientras Sapito y el Cuervo le mostraban el contrato donde decía
“satisfacción garantizada”; la nívea familia de Patita simplemente estaba
patitiesa y a punto del soponcio.
El Dr. Lechuzo, finalmente obligado por
las leyes que defienden al consumidor, tuvo que desoperar a Patita, pero no
devolvió el dinero:
-Y además, es imposible quitarle el
tatuaje negro alrededor de los ojos y devolverle a la plumas el color pardo con
pintitas verdes -dijo el doctor como quien no se rinde del todo.
-¡No hay problema!- dijo Patita
entusiasmada- porque quiero ser gótica,
quiero teñirme toda de negro y que me ponga un penachito acá en la cabeza.
La desoperación fue todo un éxito.
Al otro día, la llegada de Patita a la
escuela fue un suceso, era la de
siempre, pero toda de negro, y los tatuajes negros alrededor de los ojos
contrastaban con sus auténticos y cautivantes ojos color miel.
Mejor dicho, ella no era la de
siempre; por primera vez,
ella era Ella.
Sapo D´otropozzo finalmente se peleó con
su padre, que lo desheredó; entró a las huestes de Grinpis y unos años más
tarde se convirtió en el Líder Carismático de su propio Club Defensores de
Charcas y tuvo muchas admiradoras.
Aplausos
AE: Muy
bien, voy a leerles Hay un besugo en mi sopa
Hay
un besugo en mi sopa
Personajes:
Don Platón Cachado,
un señor coqueto.
El
mozo, un señor canoso.
(El diálogo tiene lugar en un restaurante súper
paquetísimo de algún rincón de la ciudad.)
Don
Platón Cachado: ¡Mozo, hay un besugo en mi sopa!
Mozo:
Es sopa de besugo, señor.
Don
Platón Cachado: Llévesela, por favor, tiene mal
sabor, no sé... un gusto asqueroso, como a pescado.
Mozo:
¡El besugo es un pescado, señor!
Don
Platón Cachado: A mi no me gusta el pescado.
Mozo:
Pero, señor, usted ordenó esta sopa.
Don
Platón Cachado: ¿Y usted por qué me la trajo?
Mozo:
¡Porque usted me la pidió!
Don
Platón Cachado: ¿Usted siempre hace todo lo que le
piden?
Mozo:
No, siempre no, pero en este caso...
Don
Platón Cachado: En este caso, ¿qué?
Mozo:
Usted es un cliente...
Don
Platón Cachado: Y, como cliente que soy, ¿no
merezco que me adviertan sobre las características específicas de una sopa
antes de acceder, así nomás, a mi pedido?
Mozo:
Pensé que usted ya la conocía, como la pidió...
Don
Platón Cachado: ¿Eso pensó?
Mozo:
Sí, y además usted no me preguntó nada.
Don
Platón Cachado: Y si, acaso, el restaurante
recibiera una amenaza de bomba y a mí no se ocurriera preguntarle nada, ¿usted
no me avisaría que mi vida corre peligro?
Mozo:
Bueno, en ese caso sí, salvo que...
Don
Platón Cachado: ¿Salvo qué?
Mozo:
Que el patrón me ordene no decir nada a
nadie.
Don
Platón Cachado: ¿Por qué haría semejante cosa su
patrón? ¡Estamos hablando de una bomba, señor mío!
Mozo:
Para evitar que cunda el pánico, supongo, pero la verdad no sé...
Don
Platón Cachado: ¡Mire si la bomba llega a
explotar!, ¡hace un desastre!, ¿no le parece mejor un poco de pánico que un
desastre?
Mozo:
Bueno, a mí sí, pero el patrón es el
patrón y yo soy el empleado y tengo que hacerle caso.
Don
Platón Cachado: ¿Aunque esté por explotar la bomba?
Mozo:
Son las reglas, señor.
DON
PLATÓN CACHADO: ¿A ver, a ver... (olfatea)? Usted
fuma, ¿verdad?
MOZO:
Sí, señor.
Don
Platón Cachado: ¿No sabe que una de las reglas dice
que los mozos no deben fumar mientras están trabajando, porque es anti
higiénico?
Mozo:
Yo no fumo mientras estoy trabajando.
Don
Platón Cachado: ¿Está seguro? A mí me pareció verlo
fumar, por ahí atrás, hasta que lo llamaron desde una de las mesas?
Mozo:
Eh... es posible, pero después de fumar,
yo me lavé las ma...
Don
Platón Cachado: O sea que no siempre le hace caso a
las reglas o a su patrón.
Mozo:
Mire, señor, para que sepa, mi patrón me
deja fumar.
Don
Platón Cachado: ¿Su patrón lo deja fumar y no lo
deja advertir a los clientes sobre la existencia de un artefacto explosivo?
Mozo:
Bueno, lo de la bomba fue una suposición
suya, acá nunca sucedió nada ni remotísimamente parecido. Y yo, en realidad, no
sé qué haría mi patrón si hubiera una amenaza de bomba y la bomba estuviera a
punto de estallar. Lo que yo quise explicarle, señor, es que tengo que hacer lo
que me pidan los clientes y lo que me ordene mi patrón.
Don
Platón Cachado: ¿Y si yo le pido que ahora mismo me
enseñe a bailar la jota aragonesa?
Mozo:
Yo de bailar no entiendo ni jota.
Además, ¡esto es un restaurante no una academia de baile!
Don
Platón Cachado: Pero yo soy un cliente y usted dijo
que está obligado a hacer lo que le pidan los clientes.
Mozo:
Bueno, pero bailar...
Don
Platón Cachado: ¿Me parece a mí, o resulta que
usted es un poco caprichoso para ser tan obediente?
Mozo:
Mire, señor, mejor me llevo la sopa y le
dejo el menú, así elige otro plato que le guste más y yo me voy a seguir
atendiendo las otras mesas...
Don
Platón Cachado: ¿Qué le pasa? ¿No me quiere
contestar?
Mozo:
Usted no me puede interrogar sin antes leerme mis derechos.
DON
PLATÓN CACHADO: ¿Leerle sus derechos? ¡Yo soy un
cliente, no un juez! ¡Cómo le voy a leer sus derechos!
MOZO:
Por eso, como usted no es juez, no me
puede interrogar.
Don
Platón Cachado: Yo no lo interrogo, le pregunto,
nada más.
Mozo:
¡Es lo mismo, me está acosando!
Don
Platón Cachado: ¿En qué quedamos? ¿Lo interrogo o
lo acoso?
Mozo:
¡Me pone nervioso!
Don
Platón Cachado: ¿Yo lo pongo nervioso? ¿Cómo podría
hacer tal cosa? Acaso, si quisiera, ¿también podría ponerlo simpático, o
gracioso?
Mozo:
¡Basta, deme la sopa y pida otra cosa,
por favor!
Don
Platón Cachado: Bueno, "por favor",
tráigame un pollo a la gorgonzola.
Mozo:
Enseguida, señor. (Amaga para irse).
Don
Platón Cachado: ¡Mozo! ¿Adónde va? ¡Otra vez lo
mismo!, me va a traer lo que le pedí sin antes advertirme cómo es el pollo a la
gorgonzola y ¿sabe qué?, ¡no tengo la menor idea de cómo es el pollo a la
gorgonzola!
Mozo:
Es pollo en salsa gorgonzola, señor.
Don
Platón Cachado: ¿Y qué es la salsa gorgonzola?
Mozo:
Es como la salsa de tomate pero viene
con gorgonzola.
Don
Platón Cachado: ¿Y quién es Gorgonzola?
Mozo:
¡Es un queso!
Don
Platón Cachado: ¿Me está diciendo queso a mí?
Mozo:
No, señor, estoy diciendo que gorgonzola es un queso.
Don
Platón Cachado: ¿Y por qué querría alguien comer
con ese tipo, Gorgonzola, que para colmo es un queso? La verdad, yo no vine a
este restaurante a buscar compañía, prefiero comer solo. ¿No tiene algo que
venga con papas fritas?
Mozo:
Señor, lo que quise decir es que
gorgonzola es un tipo de queso.
Don
Platón Cachado: No me importa qué tipo de queso sea
ese señor Gorgonzola. Si quisiera comer con alguien, comería con un amigo, con
una persona inteligente y divertida, y no con un desconocido que encima es un
queso.
Mozo:
Señor, lo que trato de decirle es que
gorgonzola es el nombre de un queso.
Don
Platón Cachado: No me importa cómo se llama, ¡si es
un queso es un queso!
Mozo:
Señor, cálmese, lo que trato de
explicarle es que "el" gorgonzola es el nombre de un queso, como
"el" roquefort, "el" grugere, o "el" provolone,
¿entiende?
Don
Platón Cachado: ¡Ah, ahora sí! ¿Ve?, si usted me
explica bien las cosas, yo entiendo perfectamente.
Mozo:
Bien, ahora que ya entendió, ¿le traigo
el pollo a la gorgonzola?
Don
Platón Cachado: No sé. Usted dijo que el gorgonzola
es un tipo de queso, pero no me explicó bien qué tipo de queso es.
Mozo
(Juntando aire como para sumergirse en el agua): El gorgonzola es uno de los más famosos quesos herborizados de
origen protegido producido con leche de vaca exclusivamente en algunas
provincias lombardas y piamontesas que presenta en el tipo "Dulce"
una pasta suave casi cremosa de color blanco pajizo con ligeras vetas grises y
verdes y el típico sabor dulce y al mismo tiempo amargo que lo hace
inconfundible y en su tipo "Picoso" cuya pasta es más consistente y
menos húmeda y con mayor cantidad de moho su gusto se vuelve incisivo e intenso
y en los dos tipos la corteza es áspera húmeda y tiende al color rojizo después
de la maduración resultando una óptima base para recetas de la mejor tradición
culinaria acompañado por pan y vino rojo es riquísimo con peras y duraznos y
añade un toque de sabor a las ensaladas las papas y los bifes. (Queda
asfixiado).
Don
Platón Cachado: Entonces, si es riquísimo
acompañado con peras y duraznos, en las ensaladas, las papas y los bifes, ¿por
qué me lo va a servir con pollo?
Mozo:
Es la especialidad de nuestro cocinero.
Don
Platón Cachado: El cocinero ¿es lombardo o
piamontés?
Mozo:
Es catamarqueño, señor.
Don
Platón Cachado: ¿Y entonces?, ¿por qué se mete a
mezclar el gorgonzola como a él se le da la gana? ¡Qué atrevimiento! ¿A dónde
vamos a ir a parar? ¿Qué van a decir de nosotros, los maestros queseros del
Piamonte y Lombardía? ¿Eh? ¿Qué imagen vamos a dar en Europa si seguimos
mezclando el gorgonzola sin ton ni son? ¿Eh?
Mozo:
No sé, señor.
Don
Platón Cachado: ¿No sabe, o se hace el que no sabe?
Mozo:
¿Quiere que le traiga unos huevos
fritos, mejor?
Don
Platón Cachado: No, deje, me voy a mi casa a tomar
un té de yuyos, la comida de este restaurante me cae muy pesada. ¡Adiós! (Se
levanta de la silla y se va).
Mozo:
¡Adiós, señor! ¡Vuelva pronto! (llora y se limpia las lágrimas y los mocos con
la servilleta).
AE: ¡Y ahí se baja el telón!
APLAUSOS
MM: ¿Y vos, Carla?
CD: Voy a leer "¿A qué hora nos vemos?"
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 07 de abril de
1995
Asunto: Recital
Querida Marta:
Te escribo para decirte que sí, que me gustaría salir con vos.
Podemos ir a ese recital. Me parecería muy interesante…
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 8 de abril de 1995
Asunto: Re: Recital
Estimado Mauricio: Me alegra que hayas aceptado mi propuesta. Voy
a comprar las entradas.
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 10 de octubre de 2002
Asunto: Re: Recital
Estimada Marta: Te agradezco que saques las entradas. ¿A qué hora
te paso a buscar?
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 11 de octubre de 2002
Asunto: Re: Recital
Mauricio: El recital fue hace siete años, en este momento ya estoy
casada con un hombre muy bueno y tengo tres hijos. Igualmente siempre te
recuerdo con cariño.
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 9 de agosto de 2005
Asunto: Re: Recital
Querida Marta: ¿Cómo pudiste rehacer tu vida tan pronto? Y además,
¿cómo tuviste tres hijos en tan poco tiempo? ¿Acaso son trillizos? Igualmente…
¿podríamos salir a tomar una café un día de estos?
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 10 de agosto de 2005
Asunto: Re: Recital
Señor Mauricio: Le ruego que deje de escribirme.
No solo tengo “trillizos”, sino que además tengo otros dos hijos, un perro y
dos hipotecas.
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 3 de marzo de 2009
Asunto: Re: Recital
¿Eso es un “no” de su parte? ¿Debo interpretarlo como una
negativa? ¿Por qué me rechaza de esa manera?
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 4 de marzo de 2009
Asunto: Re: Recital
Es usted quien me ha rechazado, yo no lo iba a esperar toda la
vida. ¡Se me acababan los años de fertilidad, Mauricio!
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 12 de enero de 2016
Asunto: Re: Recital
¿A qué se refiere con “toda la vida”? ¿Usted es de las personas
que quieren todo ya, todo ahora? Eso me parece muy superficial de su parte,
Marta. Y le reitero mi invitación a tomar un café. Diga usted la hora y el
lugar.
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 13 de enero de 2016
Asunto: Re: Recital
Mauricio, esta semana me será imposible porque tengo tres nietos
que cuidar: mi hijo y mi nuera trabajan. Sin embargo, si usted insiste, podemos
tomar una café amigablemente en el pelotero de la calle Corrientes, no el que
es para mayores de cuatro años sino el otro, el que tiene la barandita
amarilla.
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 28 de noviembre de 2030
Asunto: Re: Recital
Estimada Marta:
Acepto su propuesta de ir al pelotero y conocer a sus nietos
(¿pero cómo es que ya tiene tres nietos?, ¿es que son también trillizos?). ¿A
qué hora nos encontramos?
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 29 de noviembre de 2030
Asunto: Re: Recital
Me encantaría encontrarme con usted en el pelotero, Mauricio. Pero
mis nietos ya
van a la universidad. Además ese pelotero cerró hace cuatro años,
allí construyeron un helipuerto. Si quiere nos encontramos ahí al mediodía. Al
fin y al cabo no tengo nada que hacer, porque enviudé hace dos años.
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 22 de octubre de 2035
Asunto: Re: Recital
¡Marta, mi más sentido pésame! ¿Cómo? ¿Por qué su marido falleció
tan joven?
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 23 de octubre de 2035
Asunto: Re: Recital
Tenía 80 años.
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 6 de junio de 2040
Asunto: Re: Recital
¡Pero podría ser su abuelo, Marta!
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 7 de junio de 2040
Asunto: Re: Recital
Mauricio, yo también acabo de cumplir 80.
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 19 de abril de 2045
Asunto: Re: Recital
¿Cómo? ¿Ya 80? Bueno, no importa, me gustan las mujeres maduras.
¿A qué hora nos encontramos? Le llevo un regalo por su octogésimo
cumpleaños.
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 20 de abril de 2045
Asunto: Re: Recital
Ahora ya tengo 85 años, Mauricio; y, si mis cálculos no me fallan,
usted tiene la misma edad que yo. No sé si nos veremos alguna vez. Le deseo
mucha suerte.
De: Mauricio Roitman
Para: Marta Rodríguez
Enviado el: 3 de diciembre de 2050
Asunto: Re: Recital
Bueno, pero usted es muy vueltera, Marta. ¿Al final quiere o no
quiere tomar un café conmigo? ¿A qué hora nos encontramos?
De: Marta Rodríguez
Para: Mauricio Roitman
Enviado el: 4 de diciembre de 2050
Asunto: Re: Recital
Me gustaría ir a tomar un café, pero sin medialunas porque se me
pegan en la dentadura postiza. Y en vez de café preferiría un té. La cafeína me
hace subir la presión.
De:
Mauricio Roitman
Para:
Marta Rodríguez
Enviado
el: 18 de septiembre de 2055
Asunto:
Re: Recital
Yo también tengo ese problema. Nos vemos en el
café. ¿A qué hora?
Cementerio
de la Chacarita, manzana 8, lápida 1:
Marta
Rodríguez
1960
– 2060
Mauricio,
nunca dejé de amarlo,
nos
veremos en el otro mundo.
Marta
Cementerio
de la Chacarita, manzana 4, lápida 2:
Mauricio
Roitman
1960
– 2065
¿A
qué hora?
Aplausos.
MM: Muchas gracias, Alejandra, Carla,
Andrés, ha sido un placer.
Aplausos.
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