Silvina Ocampo y la Antología de la literatura fantástica
Si fuera posible juntar todo el asombro adentro de un libro este sería un ejemplo. El fantasy reunido en la Antología de la literatura fantástica que armaron Borges, Bioy Casares, y Ocampo se propone asaltar la imaginación. El juego de selección debió haber divertido tanto a sus autores que incluso, como es sabido, muchos textos son apócrifos, pero se presentan muy seriamente con biografía del autor y todo. Mario Méndez comparte con Libro de arena una de las anécdotas sobre el encuentro de este trío como merecido reconocimiento al protagonismo de Silvina Ocampo.
Por Mario Méndez
En este mes en que se cumplen veinte años de
la muerte de Silvina Ocampo, y en el que dos compañeras de Bibliotecas para
armar, Cecilia y María Pía, fans de su
obra, propusieron homenajearla, tengo que empezar confesando que no la he leído
mucho. ¡Mea culpa! Pero ya lo remediaré, me lo prometo.
He leído, sí,
por supuesto, el excelente cuento incluido en la famosísima Antología
del título, “La expiación”, inquietante relato. Y he leído y releído varias
veces la Antología ,
libro de cabecera, que ella, Bioy y Borges compusieron en 1965. Cada vez que
vuelvo a abrir el volumen me sorprendo. En esta antología están algunos de los
mejores cuentos que conozco, algunos de los mejores cuentos de la historia de
la literatura (“Sredni Vashtar”, del gran Saki; “Enoch Soames”, de Max Beerbohm; “La pata de mono”, de W. W.
Jacobs, para dar sólo tres excelsos ejemplos). Y una y otra vez, en cada
oportunidad en que surge la discusión sobre el género fantástico (y el
maravilloso, y el extraño, agregaría Todorov), releo el brillante prólogo de
Adolfo Bioy Casares.
Silvina Ocampo, dicen, oía en su casa las
carcajadas de Borges y a su marido, Bioy, y mascullaba: “ahí están paveando
otra vez, esos dos tontos”. Impresiona la anécdota, por la gracia que tiene y
por cómo acerca y resalta la humanidad cotidiana del par de grandes escritores,
y el de la mujer que no les iba en zaga. “El par de tontos”: Borges y Bioy,
nada menos. Y yo me la imagino a Silvina, riendo al rato, con ellos, en el
living de la casa matrimonial, y no puedo menos que reír tímidamente con ellos,
como pidiendo permiso. Se juntaban de a dos y de a tres para hablar de
literatura, para escribir (¡Quién no recuerda esa otra creación fantástica, don
Isidro Parodi!), para seleccionar y discutir los textos que habrían de incluir
en la Antología ,
y para divertirse. Que formidable envidia, que admiración siento hoy, cuarenta
y ocho años después de que la
Antología que sigue tan vigente fuera publicada por primera vez,
justo en el año en que yo nacía. Saludo, rememoro y recomiendo enfáticamente esta
magnífica, imperdible selección de cuentos, y saludo a Silvina Ocampo,
indispensable miembro del trío que la dio a luz.
Ya no escribo más: voy a cumplir con mi
palabra, corro a buscar los cuentos de Silvina.
Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo
Antología de la literatura fantástica
Buenos Aires, Sudamericana, 1965
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