Quien quiera oír que oiga
Buenos Aires tiene lugares insólitos, cosas insólitas, está repleta de curiosidades y miradas que la recorren. El sábado 9 de noviembre se celebró La Noche de los Museos que fue ocasión para una muestra relacionada con los adminículos tecnológicos que el hombre ha inventado para oír mejor. Corina Auster relata para Libro de arena los detalles del evento.
Por Corina Auster
Un año más se repite el ritual.
Como cada noviembre, desde hace seis años, participé de una fiesta de la cultura porteña: La Noche de los Museos (la cual ya va por su décima edición, nació en Berlín en 1997 y se realiza en más de 120 ciudades del mundo).
En esta oportunidad el lugar elegido fue el Museo del Audífono, ubicado en Tte. Gral. Perón 1647 CABA, integrante de la Red de Museos de Buenos Aires, primero y único en su tipo en Argentina y Latinoamérica.
Creado en el año 2000, es un museo pequeño y curioso dedicado a exhibir y difundir todo lo concerniente a elementos de audiología desde 1910 a la actualidad.
Si bien el local es de dimensiones reducidas, alberga 400 piezas sobre la materia, entre ellas audífonos, algunos muy antiguos y complicados en su manejo y traslado por los cables y adminículos que comprendían (los audífonos son aparatos que reciben las ondas sonoras y las ampían para hacer el sonido más perceptible y que pueden graduarse para producir mayor o menor intensidad, permitiendo a las personas con problemas auditivos actuar en sociedad con menos inconvenientes). También se presentan audiómetros (equipos utilizados para medir la calidad de audición de la gente), asombrosas cornetas de tiempos lejanos, audigafas (que cumplían doble función, audífono y anteojos, usados por practicidad y por cuestiones de coquetería ya que disimulaban los audífonos en las patillas) y muchísimas fotografías con modelos de instrumentos de diversas épocas.
Haciendo referencia al título de esta crónica, debemos aclarar que el ser humano siempre ha aplicado su ingenio para oir mejor, ya sea colocando una mano detrás de la oreja y empujándola levemente hacia adelante aumentando el área del pabellón, pues así lo hacía el hombre primitivo, sustituyendo luego ese método por cuernos secos y ahuecados o por hojas de plantas tropicales para oir sonidos alejados. Luego aparecieron las "cornetas auditivas" (que conducían mejor el sonido hasta el oído ya que evitaban su dispersión), más tarde los "tubos para hablar" que perfeccionaban la práctica anterior. Otro sistema fue el "fonífero" que era un bastón metálico que conducía vibraciones desde la laringe del locutor hasta la cara del oyente.
Pero ya en la era electroacústica (segunda mitad del siglo XIX), cuando los pioneros dieron sus primeros pasos en esta industria, fueron surgiendo los audífonos (también llamados "audioprótesis"). Los audífonos han ido evolucionando y se fabrican cada vez más minúsculos con el objeto de disimular o embellecer su presencia y con mayor eficiencia que antigüedad.
Volviéndo al museo, el establecimiento además se dedica a la venta y reparación de audífonos ya que cuenta con taller propio.
Una verdadera joya histórica en pleno barrio de San Nicolás.
Por Corina Auster
Un año más se repite el ritual.
Como cada noviembre, desde hace seis años, participé de una fiesta de la cultura porteña: La Noche de los Museos (la cual ya va por su décima edición, nació en Berlín en 1997 y se realiza en más de 120 ciudades del mundo).
En esta oportunidad el lugar elegido fue el Museo del Audífono, ubicado en Tte. Gral. Perón 1647 CABA, integrante de la Red de Museos de Buenos Aires, primero y único en su tipo en Argentina y Latinoamérica.
Creado en el año 2000, es un museo pequeño y curioso dedicado a exhibir y difundir todo lo concerniente a elementos de audiología desde 1910 a la actualidad.
Si bien el local es de dimensiones reducidas, alberga 400 piezas sobre la materia, entre ellas audífonos, algunos muy antiguos y complicados en su manejo y traslado por los cables y adminículos que comprendían (los audífonos son aparatos que reciben las ondas sonoras y las ampían para hacer el sonido más perceptible y que pueden graduarse para producir mayor o menor intensidad, permitiendo a las personas con problemas auditivos actuar en sociedad con menos inconvenientes). También se presentan audiómetros (equipos utilizados para medir la calidad de audición de la gente), asombrosas cornetas de tiempos lejanos, audigafas (que cumplían doble función, audífono y anteojos, usados por practicidad y por cuestiones de coquetería ya que disimulaban los audífonos en las patillas) y muchísimas fotografías con modelos de instrumentos de diversas épocas.
Haciendo referencia al título de esta crónica, debemos aclarar que el ser humano siempre ha aplicado su ingenio para oir mejor, ya sea colocando una mano detrás de la oreja y empujándola levemente hacia adelante aumentando el área del pabellón, pues así lo hacía el hombre primitivo, sustituyendo luego ese método por cuernos secos y ahuecados o por hojas de plantas tropicales para oir sonidos alejados. Luego aparecieron las "cornetas auditivas" (que conducían mejor el sonido hasta el oído ya que evitaban su dispersión), más tarde los "tubos para hablar" que perfeccionaban la práctica anterior. Otro sistema fue el "fonífero" que era un bastón metálico que conducía vibraciones desde la laringe del locutor hasta la cara del oyente.
Pero ya en la era electroacústica (segunda mitad del siglo XIX), cuando los pioneros dieron sus primeros pasos en esta industria, fueron surgiendo los audífonos (también llamados "audioprótesis"). Los audífonos han ido evolucionando y se fabrican cada vez más minúsculos con el objeto de disimular o embellecer su presencia y con mayor eficiencia que antigüedad.
Volviéndo al museo, el establecimiento además se dedica a la venta y reparación de audífonos ya que cuenta con taller propio.
Una verdadera joya histórica en pleno barrio de San Nicolás.
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