Cinco formas breves de la eternidad

En la entrevista a Jorge Accame, realizada hace un tiempo en La Nube,  que fue publicada en el libro Entrelíneas, el escritor se despidió del público, que lo premió con risas y aplausos, con estas Cinco formas breves de la eternidad, todavía, curiosamente, inéditas. Hoy Libro de arena comparte el texto que integra la serie de publicaciones sobre la muerte.


I


El hombre muere y llega a una gran planicie. Allí veinte o más individuos con plumas en las cabezas persiguen a los bisontes. Detiene a un par de ellos y les pregunta dónde está.
-En las praderas del Gran Manitú- le responden.
-¿No vieron a San Pedro o a Jesús?
-Siempre nos preguntan por ellos. Pero no los conocemos.
El hombre se deja caer de rodillas.
-¡Dios mío! ¿Qué voy a hacer ahora?
Uno de los residentes le ofrece arco y flechas.
-Puede venir a cazar con nosotros.


II


El hombre muere y llega a un patio grande y desolado. Allí lo espera un zancudo gigante, de unos cinco metros de alto.
-Buenas tardes, señor. ¿Su nombre?
-Sergio Vera.
El zancudo busca en la lista que tiene en una de sus patas.
-Sí, aquí está. Debe ir por ese pasillo.
-¿Adónde conduce?
-No espere que sean demasiado generosos con usted.
-¿Por qué? No he sido una mala persona.
El zancudo se fija en su lista.
-Aquí dice que usted mató 6.788 mosquitos.
El hombre se sorprende.
-¿Eso dice? Debe de haber una confusión. Yo busco a Dios.
-¿Usted no sabía, señor, que Dios es mosquito?
- No.
-Pues ahora lo sabe. Todas esas criaturas que asesinó eran sus hijos bienamados. Ud. lo ofendió con la muerte de cada uno de ellos.
-Lo siento mucho- balbucea el hombre.- ¿Cómo podría haber sospechado algo así?
-Debió haberlo imaginado.
-Los mosquitos picaban, zumbaban en mis oídos, no me dejaban dormir.
- Era un pequeño sacrificio que Dios le pedía y no pudo con él. 6.788... es un número. Algunos aplastados, pero la mayoría intoxicados con veneno.
-Perdón.
-Siga por el pasillo, por favor.


III


El hombre muere y sube al cielo. Allí está Dios pensativo.
-Nombre.
-Damián Marconi.
-Veamos- dice Dios y busca en un libro.
El hombre sabe que ha sido razonablemente bueno, pero es el juicio más importante y se siente nervioso.
-Aquí dice que a los diez años, el día 16 de abril de agosto, no saltaste el cerco de la casa de tu vecino.
-No recuerdo. ¿Debía saltarlo?
-Posiblemente. Dice también que cuando tenías dieciocho años, saliste de la escuela y no compraste nada en el quiosco.
-¿Debía comprar algo?
-Quizá un alfajor o un chicle.
Dios continúa leyendo.
-A los veinticinco años, al salir de un bar, le dijiste al dueño Buenas tardes y te marchaste. Acaso pudiste decir Hasta luego o Adiós.
-¿Significa que he pecado?
-Has tomado unas decisiones y no has tomado otras, pero no estoy seguro de cuáles sean las correctas.
-¿Qué vas a hacer conmigo?
-No sé todavía.


IV


El hombre muere y llega a una habitación vacía donde hay una papa apoyada en una cuchara sopera.
-¿Qué es esto?-pregunta.
-No te preocupes, hijo mío- dice la papa.- Yo soy Dios.
El hombre se acerca y la mira detenidamente.
- Sólo tengo que decidir si vas a ir al cielo o al infierno- le informa el tubérculo.
-Estoy listo- dice el hombre resignado. - Sé que he sido un pecador.
-Eso no importa. Vas a hacer lo que te ordeno: primero, debes tomar la cuchara, cuidando de no dejarme caer.
El hombre obedece.
-Ahora,  ¡a correr!
El hombre corre alrededor de la habitación. Da varias vueltas.
-Basta- dice la papa.
El hombre se detiene.
-Has hecho un buen tiempo. Irás al paraíso.




V


El hombre muere y llega a su tumba.
Pasan unos minutos.
Una hora.
Un día.
Una semana.
Sigue en su tumba, acostado.
Un año. Diez años.
Mil años.
Mientras, han ido muriendo sus hijos, sus nietos, bisnietos. Tataranietos que no conoció.
Miles y miles de años. De minutos. De horas. De segundos.

Pero él ya no puede darse cuenta de que esa es la eternidad.


Jorge Accame es un escritor porteño radicado en Jujuy desde hace muchos años, tantos que suele aparecer en las antologías de autores del noroeste. Ha escrito cuentos y novelas para público infantil, juvenil y adulto. Y es, además, poeta y dramaturgo. Su obra Venecia recibió numerosos premios. En 1999 obtuvo el Tercer Premio Nacional de Literatura Infantil con su libro de cuentos Cartas de amor; en 2001 fue finalista del Premio Rómulo Gallegos con la novela Concierto de jazz; en 2004, la Fundación Konex lo distinguió con el Diploma al Mérito en el rubro Teatro (Quinquenio 1994-1998). Su libro de cuentosCumbia obtuvo el Primer Premio Ciudad de Buenos Aires (bienio 2002-2003). En 2006 recibió la Beca Guggenheim; en 2008 ganó el premio La Nación-Sudamericana con su novela Forastero; y en 2011 obtuvo el Segundo Premio Nacional de Texto Dramático, por su libro Segovia o de la poesía. Recientemente, también ganó el premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil 2013, por su libro Así es la vida.

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