No pasa nada...
¿Qué es lo que pasa cuando nada pasa realmente? ¿O cuando lo que se espera que suceda nunca llega? La tensión de la espera ocupa el lugar de un suspenso diluido en el conocimiento o la suposición de lo que vendrá. Los lectores proponen sus lecturas favoritas y comparten los puntos de vista e impresiones que los textos les han dejado con Libro de arena. Con la frialdad de un verdadero asesino, anulando toda pasión, el narrador Hemingway cuenta esta historia.
Por Inés Ávila*
"Los asesinos", tal como su título lo indica, es un cuento en el que Hemingway narra una breve historia según la cual dos sujetos ingresan en un restaurante de un pequeño pueblo, pidiendo un plato de comida. Así de sencilla, mínima, lisa, plana e insignificante se presenta la historia ante el lector. El verdadero propósito de los tipos es, en realidad, el de esperar la llegada de un cliente habitual, al que van a matar.
Impresiona ver cómo estos personajes sin siquiera mostrar un arma hasta ese momento, logran con el solo esbozo de una actitud, con su sola presencia, infundir tal temor, que disuade a los empleados de oponer alguna resistencia a todo lo que requieren.
El tiempo va transcurriendo y Al Anderson, la víctima en cuestión, no aparece. Los asesinos deciden irse concediéndoles a los atribulados empleados, la gracia de haberles perdonado la vida. Cuando quedan solos, uno de ellos, llamado Nick, corre hacia la pensión donde vive Anderson, para advertirle del serio peligro que corre su vida. Sin embargo, se ve sorprendido al encontrar un hombre que acostado y mirando todo el tiempo hacia la pared, y después de agradecerle su preocupación, le confiesa que saber lo que le está por ocurrir es consecuencia de un error que cometiera en su pasado y que ya no quiere seguir huyendo más. Este ex boxeador, sumido en un gran cansancio acepta como algo natural lo que le está por ocurrir, sin desear, buscar o aceptar la ayuda que pudiese cambiar su trágico final.
El estilo del relato es simple y diáfano, a contrapelo del centro oscuro y ominoso que es su tema; y los diálogos entre dos de las tres personas que trabajan en el restaurante y los asesinos son breves, pero van creando una atmósfera tensa y amenazante. El autor descibe a los asesinos como dos hombrecillos enfundados en sendos sobretodos oscuros, con galera y guantes, que no se quitan ni aun para comer. Lo notable acaso reside en que el narrador no recurre a largas descripciones sino que le bastan unas pocas pero precisas palabras para transmitir la sordidez y la penumbra que el lector adivina como parte de una suerte de interioridad de los personajes que encarnan la inacción, ya que nada finalmente ocurre.
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