Piojo y gigante
La cosas no siempre son lo que parecen. Los gigantes a veces son quienes menos lo aparentan, se esconden tras la máscara, tras el disfraz, tras una forma que recubre lo verdadero, lo real. Iris Rivera comparte con Libro de arena una ficción acerca de lo que se muestra y de lo que es, de lo aparente de la fuerza y del poder, en donde lo más mínimo e insignificante se convierte en la fuente de un temor mal atribuído. Después de todo, perro que ladra no muerde...
Era
una aldea, una montaña y un gigante que vivía en lo más alto.
El
gigante comía árboles y se había comido todos los de la montaña.
Un
día bajó a comer los árboles de la aldea.
Para
ahuyentar a la gente, quiso decir Grrr…pero dijo Grrrr…
Porque
era un gigante con voz de piojo.
La
gente se rió en su propia cara. El gigante se puso colorado, perdió las ganas
de comer y se volvió a la montaña.
Pero
resultó que en la aldea había un piojo. Era un piojo que vivía de cabeza en
cabeza.
Y
que, cuando quería decir Grrrr… , decía Grrr…porque era un
piojo con voz de gigante.
Un
día, este piojo con voz de gigante, subió a la montaña, después al gigante y
después al flequillo del gigante. Entonces el gigante con voz de piojo, que
había recuperado el hambre, bajó de la montaña a ver si podía comerse algún
árbol o arbolito. De nuevo quiso decir Grrr…y esta vez dijo Grrr…porque el que
gruñó fue el piojo.
La
gente de la aldea corrió a meterse debajo de la cama. Todos.
Todos…
menos uno. Porque el peluquero del pueblo dijo:
-
A esa voz la
conozco.
Y
esperó a que el gigante muerto de hambre comiera los árboles que quiso comer. Y
esperó a que se acostara a dormir la digestión a la sombra de la montaña.
Cuando
estuvo bien dormido, el peluquero del pueblo se subió al gigante, llegó hasta
la cabeza, bajó por el flequillo y… le pasó el peine fino.
En la punta de
la lengua. Cuentos cortos y cortitos
Iris Rivera
Buenos Aires, Sudamericana, Colección Pan
flauta,
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