Para todos los hombres del mundo

Para todos los que quieran habitar el suelo argentino. Para los lectores del mundo entero, para los que sueñan con otro futuro, para ellos, para nosotros, esta crónica recorre el Museo de la Inmigración, que registra el aporte de quienes llegaron a estas tierras en busca de progreso y aportaron sus ideas e imaginación. 


Por Corina Auster


Valijas, fotografías, cédulas de identidad, cámaras de fotos e instrumentos musicales son algunos de los objetos que conviven en el Museo de la Inmigración  y pertenecen a quienes vinieron al país a mejorar sus condiciones de vida (ya sea por motivos económicos, políticos, sociales o culturales).
Ubicado en Av. Antártida Argentina 1355, en Puerto Madero, es un museo de sitio pues aquí funcionó el Hotel de Inmigrantes, fue fundado en 1974 y declarado Monumento Histórico Nacional.
Su ambientación le da la apariencia del interior de un barco. Hay videos testimoniales, audios de canciones de cuna en distintas lenguas e instalaciones artísticas como una réplica de las incómodas camas utilizadas por los recién llegados (quienes debían traerse hasta las sábanas).  Es preciso aclarar que en el hotel, además de alojamiento y comida por varios días, se les brindaba atención sanitaria, asesoramiento sobre documentación, derechos y obligaciones, se les enseñaba elementos básicos del idioma nacional y oficios.
La exposición permanente está dedicada a la inmigración en general, en cambio, la serie de exposiciones temporarias se inaugura con una muestra consagrada a la inmigración italiana y española.
Es un ámbito de memoria y homenaje hacia aquellos que, motivados por su búsqueda de libertad, de empleo y de bienestar, que no encontraban en su país de origen, aportaron su trabajo, enriqueciendo la mano de obra y dando lugar a nuevas industrias y comercios.  Y, por supuesto, “importaron” nuevas ideas, ya que muchos de ellos traían experiencias sindicales en el socialismo o en el anarquismo e influyeron en la sindicalización del movimiento obrero argentino en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX (lo que provocó aumento de conflictividad social y basándose en algunas leyes, el Estado expulsó a personas que consideraba peligrosas).
Al dejar el hotel, los inmigrantes se alojaban en la casa de algún familiar o connacional, en una pensión o en un conventillo hasta llegar al techo propio y se concentraron por nacionalidades en distintas zonas.  Asimismo, crearon asociaciones que les daban cobertura médica, cultural y recreativa y surgieron los periódicos y revistas de las colectividades.
Mucho agua corrió bajo los barcos ―si se me permite la metáfora― y actualmente este espacio sigue destinado a los migrantes para la gestión de sus documentos, porque en este lugar se encuentra la sede de la Dirección Nacional de Migraciones.
Un museo planteado para conocer historias particulares que forman parte de la gran historia de la Nación y transitar por los pasos de los inmigrantes (parafraseando al Preámbulo de nuestra Carta Magna), “todos los hombres que quisieron habitar el suelo argentino”.

Comentarios

  1. El Museo de Inmigración es una forma de homenaje y agradecimiento a todos los sueños que forman parte del nuestro pasado, presente y futuro. Entre todos hicimos y hacemos camino al andar. Gracias al Libro de Arena por la difusión de tantos lugares interesantes de mano de la autora de las crónicas, Corina Auster

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