Presagio de carnaval
Las ficciones entran en la escritura y encarnan el interior mismo de los relatos a los que dan vida. Libro de arena publica un fragmento de Presagio de
Carnaval, de Liliana Bodoc, que nos lleva
al RikkiTikkiTavi, de Kipling, y sus historias de la selva.
“El día en que Mijaíl cumplió diez años,
su madre buscó de memoria en el desorden del mueble. Buscó y sacó una bolsa de
nylon atada con varios nudos.
-Tomá- le dijo. Era de él.
El niño recibió lo que su madre le daba y
salió. Caminó hasta unos matorrales que crecían cerca y se sentó a la sombra de
un paraíso. Desató con dificultad los nudos apretados por los años y metió la
cara en la bolsa. Había libros. Los contó: cinco libros. Mijaíl pensó que no
debía apurarse. Se alzó sobre un costado y con la mano libre apartó las piedras
que le molestaban. Volvió a su sitio comprobando la comodidad de la postura. Se
ajustó los cordones de las zapatillas, y recién entonces puso la bolsa sobre
sus piernas largas y flacas.
Sacó con cuidado uno de los libros. Decía
Antología Poética. Miguel Hernández.
Entonces el niño hizo los aspavientos de
quien va a abrir al azar pero desea que el azar lo note para que haga bien su
parte. Infló la cara de aire y sopló la tierra con exageración. Pasó el pulgar
derecho por el canto oscurecido de las hojas, volvió a pasarlo. Primero
entreabrió el libro usando la uña. Después leyó.
Dad cuerda,
pescadores, a los ríos…
Mijaíl cerró el libro de golpe. Casi
asustado de que alguna de aquellas palabras fuera a escapar de entre las hojas.
Lo dejó a un costado y tomó otro. Decía: RikkiTikkiTavi y otras historias de la
selva. Lo abrió.
Este singular escritor nació en Bombay,
de padres ingleses…
Mijaíl ya había aprendido palabras que
nadie en el barrio de pobre conocía: antología, dad, RikkiTikkiTavi, Bombay…
El legado paterno fueron palabras. Legado
que con el paso de los años revelaría el poder que, entonces, Mijaíl no pudo
imaginar. Porque en un sitio como el barrio de pobres, donde las palabras
escasean y se aniquilan, aquel capaz de tratar con ellas, hilvanarlas, hacerlas
jugosas, puede ver más allá de su propia desgracia.
Desde los cinco libros que heredó de su
padre, Mijaíl construyó su sitio en el barrio, en la plaza, y en la ciudad
vieja.
El pensamiento de Mijaíl y sus acciones
fueron resultado de aquellas lecturas repetidas y luego enlazadas, trastocadas,
superpuestas a su oscura realidad. De ese cruce salían las historias que les
contaba a sus amigos, gracias a las cuales comenzó a ganar prestigio en el
barrio de pobres.
Y entonces -contaba Mijaíl a los diez
años- los hombres de zancos se disfrazaron de pescadores para que nadie los
matara. Y había uno, el más valiente de todos, que había nacido en el barrio
Bombay… A ese se le ocurrió que los ríos podían ser amigos de ellos y ayudarlos
a ganar la guerra. Por eso se daba vuelta con la mano levantada y les gritaba a
los otros hombres: “¡Dad cuerda, dad cuerda…!”
Los chicos del barrio lo escuchaban con los ojos fijos. Y no importaba lo que
entendieran,
se les revolcaba el corazón en el cuerpo.
se les revolcaba el corazón en el cuerpo.
-Pero
un día el hombre de zancos se cansó de ser bueno, de hacerse querer y de
cantar canciones lindas, porque igual todo era porquería y tristeza. Así que se
montó a los zancos y se fue de Bombay gritando “RikkiTikkiTavi”, que en el
idioma de ellos quiere decir “Ya no me importan los ríos”.
Gracias a la destreza con las palabras,
Mijaíl tuvo desde temprano mujeres que lo
alimentaron. Y apenas engordó lo suficiente se volvió intermediario en la venta
de harinilla.
-Y resulta que cuando el hombre de zancos
se fue su hijo encontró una bolsa de nylon que estaba escondida en el ropero y
atada con muchos nudos. La madre quiso quitarle la bolsa pero no pudo. El hijo
del hombre de zancos encontró un revólver…, cinco revólveres. Y como estaba muy
enojado salió a los balazos por la calle. “RikkitikkiTavi”, gritaba el hijo del
hombre de zancos para que todos en el barrio Bombay aprendieran a respetarlo.
“¡RikkiTikkiTavi, ya no me importan los ríos!”
Fragmento de: Presagio de Carnaval
Liliana Bodoc
Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2009. Colección La otra orilla.
Comentarios
Publicar un comentario