La Menesunda
Los recorridos urbanos son infinitos, como el arte, y permiten las más variadas y multiformes miradas. En esta ocasión Libro de arena comparte una crónica acerca de la muestra La
Menesunda, que repone y reproduce, 50 años después, a la original.
Por Corina Auster
El
pop-art (abreviatura de popular art) es una tendencia artística de origen
norteamericano que se propone evocar la civilización contemporánea mediante
composiciones a base de objetos cotidianos y de ilustraciones publicitarias, entre otros recursos.
En
1965 este movimiento tuvo lo que tal vez se considere como su máxima expresión
en nuestro país. Se trató de “La
Menesunda”, un conjunto de situaciones que intentaba brindar al participante
una experiencia diferente de la contemplación tradicional aunque sin desdeñar
los elementos plásticos.
Podemos
definir al arte en general como una obra humana que expresa simbólicamente, a
través de diferentes materias, un aspecto de la realidad entendida
estéticamente.
Dijo
la artista pop Marta Minujin, en una entrevista lograda por una revista en la
década del ’80, irreverente y fresca –igual que ahora-, que “el arte consiste
en crear lo que nunca ha sido creado”.
Sin
dudas, ella logró generar arte, ya que “La Menesunda” (como varios de sus
trabajos) fue una realización –junto con Rubén Santantonín y otros
colaboradores- novedosa, inédita, transgresora y “escandalosa” para la época. Hubo un antes y un después en el arte
argentino. Se presentó en el Centro de
Artes Visuales del Instituto Torcuato Di Tella, en la calle Florida. Duró sólo 15 días y fue visitada por cientos
de personas generando revuelo en algunos medios de comunicación.
Hoy,
luego de medio siglo, reconstruye fielmente la ambientación en el Museo de Arte
Moderno – Av. San Juan 350, San Telmo-
.
Es
un recorrido laberíntico, interactivo y multisensorial conformado por 11
estaciones, en el cual los carteles, la curiosidad y las ganas de ver qué sigue
van guiando a nuestros pies.
Luego
de hacer fila entre gente muy ansiosa por entrar, nos encontraremos con los
atractivos de la muestra: llamativas luces de neón, televisores que nos
reflejarán, una habitación en donde hay una pareja en la cama semivestida… Una coqueta escalera rosada con pasamanos de
esponja nos esperará para desembocar en un salón de maquillaje atestado de
productos cosméticos de una marca representativa de los ’60 que ya no existe y…
¡nos percataremos de que estamos dentro de la cabeza de una mujer! –interpreto
que es una burla al machismo-. Una
especie de jaula giratoria nos hará sentir como en una calesita y ofrecerá dos
salidas. Caminaremos por el medio de
gigantescos intestinos inflables. Al
abrir una puerta nos encontraremos dentro de una gran heladera Siam de esos
tiempos. Es imprescindible descubrir el
código numérico para continuar la secuencia y marcarlo en un teléfono
enorme. Hay que transitar por un piso
blandísimo y atravesar fardos pesados a modo de cortinas. De paso, una lluvia de papel picado caerá cuando
el espectador entre a una cabina y se suba a la plataforma en la sala de los
espejos: las luces se apagan y los ventiladores se
accionan haciendo volar miles de papelitos algunos de los cuales nos los
llevaremos sin querer de recuerdo en las ropas… Sí, “La Menesunda” –que proviene del lunfardo
y refiere a una situación embarazosa- deja su marca…
Imágenes,
sonidos, texturas, aromas y muchas sensaciones más la convierten en un hecho
único, sorprendente y divertido.
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