Donde viven los monstruos

En este relato la docente y narradora Diana Tarnofky, nos cuenta cómo empezó el camino de traducción hacia la oralidad de este clásico del libro álbum. Que lo disfruten.



Pasaje del libro álbum al cuerpo y la voz

Por Diana Tarnofky

Conocí el libro Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak, en el Encuentro internacional de narración oral en el marco de la Feria del libro de Buenos Aires hace veinte años. Una narradora española, lo sugería como libro indispensable y compartía su lectura desde el escenario.

En ese momento el libro sólo se podía leer en la Ciudad en la Biblioteca del Ratón -luego se llamó Biblioteca del Dragón (Silvia Motta y Roberto Sotelo llevaban adelante hermosa biblioteca con libros y propuestas de altísima calidad) y también en otra emblemática y extraordinaria biblioteca: La Nube, creada por el maestro Pablo Medina. Sí, también era posible que alguna familia tuviera la fortuna de tener un ejemplar en su biblioteca personal.

Cuando mi hijo y mi hija (mellizxs) tenían cuatro meses de vida, asistía yo a las bibliotecas antes mencionadas para retomar mis actividades de narradora luego de mi estrenada maternidad buscando repertorio para mis espectáculos. En una de mis visitas a la Biblioteca del Ratón, solicité Donde viven los monstruos. Durante una semana tuve la dicha de leer el libro en mi casa. Y aún fue más grande la felicidad cuando compartí la lectura con mis bebxs. Mi madre se quedaba al cuidado de T y M mientras yo retomaba mis actividades, ellxs ya tenían sus ocho meses. El libro quedaba aguardándome en un estante alto en la biblioteca de la habitación de ellxs. Temía yo por la fragilidad de las hojas y le pedía a mi madre que cuidáramos esa joya de las manos exploradoras y las bocas deseantes de conocer mund. El ritual durante esa semana fue toda una revelación lectora. Al llegar a mi casa, T y M me recibían con sus sonidos y sonrisas y me señalaban el libro pidiendo lectura. Y entonces, una y otra vez, leímos imágenes y textos con la participación activa corporal-gestual de T y M, sus gestos se amplificaban al ver las imágenes y sus voces también. Era una fiesta.

Deseé narrar ese cuento. Quise llevarlo al cuerpo y a la voz, a la danza de los gestos. Pensaba que era necesario contarles a todxs que existía ese libro maravilloso y que era posible conocerlo visitando las Bibliotecas del Ratón y La nube.  Quise invitar a la gente a leer, a conocer el libro. Así surgió la aventura.

Para iniciar el relato, comencé canturreando una melodía pura onomatopeya y contando que la madre de Max, cuando cocinaba la comida preferida de su hijo cantaba. Y que la comida favorita de Max era el puchero. Canturreaba, hacía las acciones de cortar verduras. Preguntaba si sabían cómo se hacía el puchero -cuando se narraba en familia las mamás y papás también participaban con sus recetas-, también interpelaba a las familias preguntando si las mamás presentes cantaban al cocinar. Contaba que Max sabía que la cocción del puchero llevaba tiempo, entonces él iba a su habitación y buscaba en el fondo del canasto su disfraz. Describía cómo se iba transformando en lobo a medida que se vestía con el disfraz: patas, garras, capucha con orejas, una cola larga y peluda y el aullido, todo el relato desde el inicio del cuento con fuerte presencia de lenguaje corporal-gestual-sonoro.

Comenzaban las aventuras salvajes de Max: describía en el relato lo que la imagen me contaba: agarró esos libracos de su papá -esos que su papá usa para estudiar-, creaba una escalera y colocaba en la pared un clavo golpeando con el martillo (onomatopeya de la grieta que se producía en la pared…), otra escalera con los libros que su madre usaba para trabajar y que le decía-no Max, con esos libros no se juega…, él se reía y otro clavo, otra grieta…, creaba una larga soga de ropa anudada con la ropa recién doblada: camiseta estirada-enroscada-anudada con bombacha, con pantalón, con las medias, con el calzoncillo. Colgaba los muñecos del cuello -elefantes, conejos, osos, gatos, perros…, y el aullido…

La madre seguía cantando en la cocina, hasta que escuchaba los aullidos y salía de la cocina, y descubría la habitación salvaje, y veía a su hijo transformado en un lobo feroz con el tenedor en lato como si fuera una espada, corriendo a su perro aterrado con la cola entre las patas por la escalera. La madre entonces gritaba:  –¡MONSTRUO! y Máx le gritaba: -¡Te voy a comer!, y el gesto crecía inmenso, el enojo de la madre también: -¡Te vas dormir sin comer!
El gesto de enojo de Max en el rostro, repetir las garras para su madre, pero finalmente aceptar el límite de su ferocidad, entrando en la habitación.

Toda la descripción de la transformación de la habitación de Max en bosque en el relato oral, describe esas patas de cama que se convierten en árboles, las paredes repletas de enredaderas, y la descripción de los animales que cruzan el bosque, árboles diversos, follaje, el cielo en vez de techo. Y la alegría de Max de ser un lobo feroz en el bosque.


La descripción luego de la playa, el barco con el nombre de Max inscripto, el tiempo que transcurre en ese viaje, la aparición del primer monstruo en el agua, el miedo de Max. La decisión de explorar el lugar donde viven los monstruos. El miedo cuando los descubre en la cueva, la descripción de los monstruos en palabras sumando el texto escrito. Y el momento de máxima tensión cuando Max mira fijo a los ojos y dice: -¡Quietos!

En la oralidad, este momento es muy dramático. Los monstruos quietos, inmóviles expresado con el cuerpo en posiciones estrambóticas. Intenso y lúdico. Luego la reverencia de los monstruos y la coronación de Max como rey monstruo. La fiesta monstruo desplegada en bailes y puro cuerpo, en salvaje expresión. En algunas ocasiones, en ese momento de la narración, comparto las tres páginas dobles ilustradas contando que tengo unas “fotos” de esa fiesta, y luego continúo el relato oral. En otras ocasiones, cuando finaliza el cuento, comparto las tres “fotos” de la fiesta monstruo. Pude realizar este juego entre narración y libro presente cuando narraba en La nube, y luego de algunos años ¡cuando felizmente se re-editó el libro y pude tenerlo en la biblioteca familiar!

Otro momento intenso es cuando Max reúne a todos los monstruos y los reta y los envía a dormir sin comer. Y se repite la escena que él vivió con su mamá. Y esas burbujas que siente en la panza, en el pecho, el olor a la comida favorita… Y el deseo de estar “en algún lugar donde alguien lo quiera más que a nadie en el mundo…, y no querer ya ser el rey de todos los monstruos…”  

La retirada de Max, el mar embravecido que despierta a los monstruos, otra vez el enfrentamiento a los monstruos mirándolos a los ojos y el grito: -¡¡NO!! y los monstruos como estatuas, paralizados en la orilla mientras Max se aleja en el barco: “te comeremos… te queremos tanto…”. El regreso en el tiempo, llegar a la habitación, el disfraz comienza a caer…, el olor a la comida, esperándolo…, todavía calentita.

En la experiencia de compartir este cuento en la oralidad, y luego mostrar el libro, ha surgido en lxs niñxs la pregunta de dónde está la mamá, ya que en el relato oral, aparece esa presencia en el cuerpo y la voz y deseaban verla en imágenes.

Quiero destacar las tensiones dramáticas de “ferocidad”, enfrentamientos de opuestos que van rotando roles: niño-monstruo, mamá-monstruo, monstruos-niños, monstruos-monstruos, niño-niño, mamá-mamá, monstruos-monstruos. Los ojos en los ojos y la palabra poniendo límite en un mismo gesto. Todo ese juego es muy expresivo y potente traducido al gesto y al movimiento con la impronta fundamental del “silencio” de la quietud que se contrapone y deja en suspenso la tensión, la amenaza de la “devoración”.

Siempre me conmueve de este cuento la rotación de roles, como se invierten en esa rueda lúdica. La posibilidad de repensar lo “monstruoso” también en el rol de la mamá cuando decide dejar sin comer a su hijo. Alimentar, comer, devorar, ser devorado/a, decidir, enfrentar, jugar, el disfraz que posibilita ser otro que uno mismo.  Transformar, ir a otros mundos, ir y poder regresar.

Han pasado veinte años o un poco más. Hace algunos años, el gobierno nacional hizo una compra de libros álbum para habitar las bibliotecas escolares de todo el país. Donde viven los monstruos felizmente está al alcance de muchas familias desde entonces.

Continúo narrando ese cuento por los caminos de la aventura de narrar. Siempre es fiesta compartirlo, tensión dramática, juego, resonancia, espejo, el mundo niñx, el mundo adultx, lo monstruoso, los mundos imaginarios, el alimento cultural: la multiplicidad de lecturas.

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