Despedimos a Juan Forn

En Bibliotecas para armar despedimos a Juan Forn, conmocionados y dolidos. Nos deja un gran escritor. Y eso siempre es una enorme pena.




Por Mario Méndez

Es el atardecer del último domingo del otoño. Hace un frío que duele, y sin embargo ha sido un día feliz: encuentro con mi padre, todos en familia, tras varios meses de aislamiento. Mimos, regalos, brindis, comida rica y abundante desde la mañana a la noche. Es el atardecer y el plan para lo que queda del día es simple y bello: amucharnos al lado de la estufa, picar de lo mucho que ha sobrado y maratonear Los simuladores, esa maravilla que sigue vigente. Y de repente cae la bomba.

Entra un mensaje de Tony Santa Ana, que sabe que soy fan: “Se murió Forn, Marito. Un infarto”.

No lo puedo creer, empieza el ida y vuelta. Tony recibía cada viernes mi envío de la nota de Forn, que yo, a la vez, recibía de otro amigo más madrugador, Hernán Carbonel, uno de los últimos periodistas que le hiciera una entrevista.

Me llega un audio. Es la puteada de Hernán, larga y desaforada. Hernán es un tipo visceral. Me dice que iba manejando, menos mal que no se estroló en la ruta. Está desconsolado. “Qué mierda, siempre se mueren los buenos”, me dice. Puteamos juntos. Siguen llegando mensajes. Desde los distintos grupos que comparto con amigos lectores, escritores, periodistas, compañeros de Bibliotecas para armar, llegan los lamentos y la pena. Escriben Andrea Ferrari, Paula Bombara, Martín Blasco, Sandra Comino, Mercedes Pérez Sabbi y más y más y más. Todos estamos conmocionados. Es curioso: casi ninguno de los que compartimos la pena lo conocíamos más que de algún encuentro esporádico. Pero todos lo leíamos, lo admirábamos. Hernán, que hizo un taller de lectura de sus libros, y luego una entrevista virtual en la que participé, hace pocos meses, con un Forn distendido, que fumaba y reía con un fondo de bosque en su casa de Gessell, señala precisamente eso: “a mí me entristeció como si lo hubiera conocido”.

Es lunes. Ya es invierno y el frío gris lo ratifica. Lo primero que leo es la nota dura y fuerte, y necesaria, de Mariana Enríquez, https://www.pagina12.com.ar/349565-mariana-enriquez-despide-a-juan-forn-me-cambio-la-vida en el Página, y se la reenvío a mi hija Violeta, que es lectora de Mariana y de los viernes de Forn. El diario le dedica mucho espacio, claro. Dice, en una de las tantas entradas, que la partida de Juan Forn deja un hueco enorme en la contratapa. Es verdad, ese agujero será imposible de llenar.

Me pongo a escribir esta despedida para Bibliotecas para armar, con un par de tomos de Los viernes sobre el escritorio, con Corazones, Frivolidad y María Domecq. Necesito que me acompañen. Pienso en el montón de escritores que conocí gracias a sus notas, y en los que todavía me falta leer. Poetas rusas, novelistas húngaros, desconocidos (para mí, no para Forn, desde luego), periodistas, investigadores, genios, bohemios, personajes que Forn recreaba, reconstruía para que nosotros los saliéramos a buscar. 

Había muchos viernes por delante, Juan Forn. Va a ser muy difícil encontrar lecturas que emparden tus notas. Muchas gracias por todo.


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