María Fernanda Maquieira: “La escuela y el Estado son fundamentales para que haya libros en los lugares en los que no es fácil que lleguen”
En esta primera parte de la lindísima charla con María Fernanda Maqueira, editora de Loqueleo, comenzamos hablando de los cambios que propiciaron la creación del sello, sobre lo que fue durante muchos años Alfaguara infantil y juvenil. Charlamos de la concentración editorial, de la tarea del Publisher, del trato con autores y autoras, de una idea, un camino, que María Fernanda y su equipo representan claramente. Hablamos de la pandemia, de la circulación de los PDF, de los planes de lectura estatales y las compras del Estado… de todo hablamos, y la pasamos muy bien.
Mario Méndez: Buenas tardes. Es una alegría grande seguir este ciclo de encuentros con una vieja y querida amiga, María Fernanda Maquieira, que es editora de Loqueleo, y antes fue editora de Alfaguara. Y fue una de mis primeras editoras hace ya… mejor ni sacar las cuentas, ¿no?
María Fernanda Maquieira: ¿Cómo veinticinco años?
MM: Y, sí.
MFM: Éramos muy jóvenes, recién habíamos salido del colegio.
MM: Sí, de la primaria. Bueno, allá, en la vieja casa de Alfaguara en Pompeya, que en ese momento era parte del grupo Santillana, y que ahora es Loqueleo. Viene a cuento decirlo, porque el lunes pasado, en el primer encuentro de este nuevo ciclo 2023, empezamos con María Amelia Macedo, que es la editora del grupo Penguin Random House, donde entre otras editoriales está Alfaguara. Esos cambios que se hicieron hace unos años, las famosas concentraciones de las editoriales. Lo importante es que Fer viene dirigiendo la colección quizá más importante de la Argentina, líder absoluta de nuestro mercado desde hace muchísimos años, y sigue aquí, en un rol muy interesante, que es lo que los anglosajones llaman Publisher. No solamente edita el libro que le llega, o que pide, o que elige, sino que también tiene una mirada macro, una mirada del mercado, comercial. Vamos a darle la palabra a María Fernanda. Es una alegría tenerte acá.
MFM: Muchas gracias por la invitación, Mario.
MM: Te he entrevistado varias veces; en La Nube una vez, con una compañera de la carrera de Edición, Vale Sorín.
MFM: Compañera de viajes.
MM: De Sunchales…
MFM: De Sunchales a Resistencia sin escalas. Tenemos un historial de viajes. Muchas gracias por la invitación. Quiero saludar a todas las personas que están presentes. La verdad es que me encanta este espacio. Me parece que es interesante. A nosotros nos encanta y nos apasiona hablar de nuestra profesión, de nuestro trabajo, y compartir un poco esa cocina, eso que no se ve y que está detrás de los libros. Y con este público privilegiado de personas; seguramente muchos de ustedes son escritores, editores, o gente que estudia alguna carrera afín, o se interesa por la educación, por la pedagogía, por la literatura infantil y juvenil. Siempre está bueno hablar con gente a la que, como nosotros, Mario, le apasionan los libros. Me encanta este trabajo que, como bien decías, ya hace veinticinco años venimos haciendo. Está buena esa introducción, referida a los cambios que hay en el mundo editorial. Recién decías que había sido editora de Alfaguara en los inicios, y luego de Loqueleo. Quizá sea interesante hacer esa pequeña aclaración, para contar cómo fue ese pasaje de sellos. Hace más de treinta años el Grupo Santillana que es de origen español, adquirió Alfaguara, ese sello literario tan precioso que todos conocen. La literatura de Alfaguara desde su origen tiene un gran prestigio, en los libros para adultos hay autores Premios Nobel, autores súper consagrados, con mucho énfasis en la literatura latinoamericana. Porque Alfaguara fue responsable de dar a conocer a muchos autores latinoamericanos en España. Y el sello de literatura Alfaguara Infantil y Juvenil, fue en sus orígenes un sello muy vanguardista, muy innovador, que publicó traducciones de autores internacionales como Roald Dahl, Michael Ende, Gianni Rodari, Christine Nöstlinger, por nombrar algunos. Y luego, con una decisión muy fuerte en los años ’90, de fomentar la literatura local, en cada país. Cuando el grupo se propuso estar en todos los países de América Latina, tuvo una misión importante, que fue la de difundir y hacer crecer los catálogos locales. Cuando yo llegué ya estaba iniciado ese trabajo, por editores muy importantes que quiero nombrar: Carlos Silveyra, Guillermo Saavedra y Graciela Pérez Aguilar, que fueron los constructores, desde sus orígenes, del catálogo que luego se convertiría en lo que es hoy. En nuestro país empezaron a publicar y a dar a conocer a autores que en ese momento eran muy jóvenes como Elsa Bornemann, Graciela Montes, Ema Wolf, Silvia Schujer, Ricardo Mariño, que estaban en plena producción en esos años. Fue una expansión interesante de la LIJ local la de esa época, y Alfaguara fue una de varias editoriales responsables de este crecimiento, de esta promoción y de esa fuerza que se le dio a la literatura local. Después, cuando llegué a finales de los ´90 continué ese caminito que habían iniciado ellos y seguimos con ese propósito. Descubrir y dar a conocer autores y autoras locales, y ayudar a crecer mucho ese catálogo. En el año 2014, o 2015, Alfaguara fue vendida a otro grupo editorial de modo que todos los sellos de adultos e infantil que tenía el grupo (Altea, Aguilar, Taurus, Alfaguara), fueron vendidos al grupo Penguin Random House. Pero con un pequeño matiz, no tan pequeño en verdad, y es que todo el fondo editorial que tenía Alfaguara Infantil y Juvenil lo conservó Santillana, y lo que se hizo fue crear un sello nuevo que es Loqueleo. Fue muy interesante y desafiante la creación de ese sello nuevo. Desde su logotipo, su matriz, hacia donde quería ir, alimentar también el ámbito digital, no sólo el papel, como otros recorridos, conservando la calidad literaria del fondo de Alfaguara Infantil y Juvenil, y ese es el camino que tenemos desde el 2015. Y ahora el sello Alfaguara pertenece a Penguin; el sector infantil que está dirigido por María Amelia. Quería hacer todo este rodeo, esta aclaración, porque no es algo que se conozca tanto. Quizás Mario lo sabe muy bien porque es autor de la casa, y ha sido testigo y protagonista de ese cambio.
MM: Sí, es muy interesante, y está buenísimo que lo podamos charlar. Porque a veces uno da por descontado que todo el mundo sabe, pero me acuerdo de que, sobre todo al principio, era un lío con las maestras, que comentaban que tal o cual libro estaba en Alfaguara, pero ya no llegaba con la promotora de los manuales de Santillana, o cosas por el estilo.
MFM: Había una confusión.
MM: Tal cual. Lo mismo pasó cuando el grupo Santillana adquiere a Norma- Kapelusz. Entonces, si bien Norma trabaja de manera autónoma, son como primos ahora.
MFM: Exactamente. El grupo Prisa, que es el dueño del grupo Santillana, adquirió Norma-Kapelusz. Pero como bien decís, trabajamos de manera independiente. Norma-Kapelusz tienen su propio equipo, su catálogo, su perfil editorial, sus autores, y Loqueleo- Santillana, los suyos. Compartimos un edificio, el depósito, algunos procedimientos administrativos, pero son editoriales independientes dentro de un grupo que es el dueño de las empresas. Como suele pasar en otras marcas. Uno porque está hablando de libros, pero, por ejemplo, en una misma empresa de shampoo puede haber dos marcas diferentes, por ejemplo Pantene y Head & Shoulders, por decir algo. Y son empresas diferentes, con perfiles distintos, pero los dueños son los mismos. Es bastante usual que eso pase en el mundo de las empresas. Lo interesante es que mantenemos nuestra identidad, nuestras diferencias, nuestro catálogo, nuestro perfil… Me parece que eso es lindo de conversar. Porque además Norma también tiene un catálogo muy importante, tiene su prestigio, tiene su perfil…
MM: Sí. Está bueno porque (ojalá haya alumnas de Introducción a la actividad editorial acá), porque hay conceptos de los que estás hablando vos… de grupos, de editoriales, y dentro de esas editoriales, de colecciones separadas. Son categorías que estaría buenísimo que los futuros editores lo escuchen de la voz de una de las editoras de un grupo líder en el área de los libros para niños y para jóvenes.
MFM: Me parece interesante esta idea de diversidad, porque cada catálogo tiene que tener su identidad, su personalidad, que muchas veces está dada por quienes lo hacen. Los equipos de trabajo le dan su impronta, obviamente. Cada editor pone su impronta, pero además hay como una ideología, un propósito, una idea, que es el eco de esa matriz. Y creo que es interesante, para quienes estudian edición, considerar siempre que cada catálogo tiene su personalidad, su identidad. Y que eso es interesante conservarlo.
MM: Tal cual. ¿Cómo fue la elección del nombre? Porque un nombre para toda Hispanoamérica no es fácil. Y además, un nombre que es bastante sorprendente. Ahora ya lo asumimos; todos sabemos qué es Loqueleo, pero al principio hizo ruido. ¿Cómo fue esa elección?
MFM: Fue un trabajo previo de equipos muy especializados de diseñadores, de editores, comandado desde España, pero con la participación de las principales casas del grupo en armar esa idea, ese concepto. Qué queríamos conservar, qué queríamos comunicar… Para nosotros también fue raro, porque veníamos de un nombre conocido, fuerte, con mucha tradición, y crear un nombre nuevo es todo un desafío. Cuando nos propusieron el nombre y el logo que venía acompañando, y nos presentaron el concepto que había atrás, esa idea de “Soy lo que leo, somos lo que leemos”, nos gustó mucho, la compramos muy rápidamente, porque nos encantó. Pero es cierto que la palabra Loqueleo era un poco sorprendente. Nos gustó muchísimo la estética, los colores, las tipografías, todo lo que es el manual de estilo que está muy bien pensado. Y después de ese primer momento de sorpresa, de preguntarnos si el nombre gustaría, si estaría bien, cómo íbamos a hacer para comunicarlo, enseguida nos dimos cuenta de que ese concepto que había detrás era lo que hacía tan fuerte al nombre. Enseguida nos acostumbramos a decir: “Hola, soy Loqueleo, te llamo desde Loqueleo, vamos a Loqueleo”. Compramos ese nombre, lo tomamos como propio, y ya no nos imaginamos llamarnos de otra manera.
MM: Así es. Daba la impresión de que iba a costar mucho más. Yo creía que íbamos a extrañar muchísimo. Lo digo como autor y también como lector. Yo soy maestro, durante mucho tiempo trabajé con chicos, y era “la Serie Azul de Alfaguara, los libros del tal autor, de Alfaguara”: Y la verdad es que fue muy rápida la adquisición de este concepto, como bien decís.
MFM: Creo que hubo algún acierto. Por ejemplo, conservamos las mismas series con los colores, que ya se conocían. Eso era importante. La serie amarilla, la morada, la naranja… eso era muy fuerte. Conservamos en muchos casos la ilustración de tapa que tenía el libro, cuando era muy conocido. En algunos otros casos decidimos renovar y hacer ilustraciones nuevas. Y lo que hicimos como una gran apuesta, fue hacer el pasaje de una marca a la otra, muy rápido. No empezamos tímidamente. Fuimos con todo, e hicimos un pasaje de muchos títulos en el primer año, Empezamos con las novedades y fuimos traspasando todo el catálogo. Nos llevó un año y medio o dos, pero con mucho ímpetu. Los que estudian Edición saben que hay un conflicto después, en el canal, porque sigue habiendo libros viejos, y tenés que hacer esa rueda de pedir la devolución… Nos llevó dos años. Una vez que se hizo eso, ya está.
MM: Es así; fue un desafío y un logro. El desafío era muy grande. Acá Gerson nos pregunta si cambió el trato con los autores. Esa pregunta la podemos contestar los dos.
MFM: No, en absoluto. Para nosotros, los autores son nuestro capital, son uno de los valores más grandes que tenemos. El cuidado, el respeto, la puntualidad con los pagos de los derechos de autor, el cumplimiento cuando contratamos un libro y les decimos un cronograma de trabajo, “va a ser de esta manera”, y se cumple; “vamos a publicarlo en tal mes”, y sucede. Los autores participan del proceso, eligen junto con nosotros los ilustradores, ven las pruebas, los bocetos, tienen mucho tiempo para corregir sus libros… Todo eso viene de antes, y creo que lo seguimos haciendo así. Mario lo puede decir mejor que yo…
MM: Así como siento que Fer es una vieja amiga, lo que siento es que Loqueleo es como una casa. Allí publiqué Cabo Fantasma, que fue mi tercer libro, pero el primero por el que empecé a cobrar algo, y a partir de ahí fue el camino para profesionalizar mi trabajo, empezar a intentar vivir de los derechos, desde el año ’98. Y doy fe de que hay una seriedad y un buen trato, y un cuidado que no cambió en absoluto en el paso de Alfaguara a Loqueleo. Para nada. Como por suerte tampoco cambiaron los principales actores. Sigue estando María Fernanda como directora; Gabi Slavinchins en el área de Promoción y Comercial; Lucía Aguirre, la editora…
MFM: Para nosotros es muy importante ese cuidado, ese poder seguir siendo una casa aun cuando es una gran editorial, porque muchas veces se cree que una gran editorial no puede ser una casa. Porque es demasiado grande, porque es más formal o más fría, etcétera, y que quizá las editoriales más pequeñas, independientes, llevadas adelante por sus propios dueños, son un hogar, algo más pequeño y cálido. También es un desafío ser una editorial grande y conservar esa idea de ser una casa.
MM: Acá en el chat Debby pregunta cómo lo recibieron los docentes, y los padres y los chicos este cambio.
MFM: Lo más bien, porque la preocupación mayor esa si íbamos a perder los libros. Si los libros se iban a ir. Y como el noventa por ciento de los libros se quedaron, no hubo ningún conflicto. Simplemente, hay que aprender que esos libros están en otra marca. Los promotores que van a los colegios son un equipo confiable, los maestros los conocen de tantos años… Obviamente los equipos se renuevan, las personas de hace muchos años se van y vienen nuevas, pero ese espíritu sigue estando y los docentes lo tomaron muy bien. Algunos les siguen diciendo Alfaguara, pero no importa.
MM: Eso es como la gente que le sigue diciendo Canning a Scalabrini Ortiz. Tarda un tiempo…
MFM: Algunas veces se tarda un poco más.
MM: Además, se quedaron (y esto me da pie para hacer otra pregunta), la mayoría de los llamados “PLIJ”, que son los promotores de literatura infantil y juvenil. Son un caso muy particular, porque no hay otra editorial que tenga esa diferenciación. Contanos quienes son estos chicos y chicas.
MFM: Nosotros trabajamos con una red de personas que van a los colegios, muy grande, que va por todo el país, que son los promotores de textos escolares. Ellos, además de llevar los manuales y todo el material que se pide en las escuelas, también ofrecen literatura infantil y juvenil. Están muy capacitados, muchos son muy lectores y conocen muy bien, llevan a los autores a los colegios y tienen una cobertura interesante a nivel país. Pero, además, tenemos un pequeño equipo, chiquito, de tres personas, que solo están en AMBA, que son persona especializadas en literatura, que no llevan manuales, que solo llevan libros de literatura, y que tienen colegios con proyectos lectores muy importantes, colegios muy especializados en literatura, para el armado de los planes lectores. Tenemos el lujo de tener ese pequeño equipo que es muy experto, y que nos ayuda mucho a difundir la literatura. También van a la Feria del Libro, a la Internacional y a la Infantil en vacaciones de invierno, van a bibliotecas, tienen un rol muy interesante.
MM: Acá hay otra pregunta muy interesante de Martín Linares, que dice: “Contanos acerca del retiro de ejemplares en el canal de distribución. Los libros “viejos”, ¿son destruidos debido al cambio de colección?
MFM: En un primer momento, no. Tuvimos un plazo para que esos libros fueran vendidos y facturados. Un buen plazo. Se podían seguir vendiendo, podían seguir conviviendo, el mismo libro, marca Alfaguara y Loqueleo. No había ningún problema, los colegios lo aceptaban. Mismo libro, mismo precio, mismo todo. Tuvimos un tiempo para poder seguir vendiendo. Pasado ese plazo, (que lo teníamos por contrato para poder usar la marca Alfaguara de manera legal), se les pidió devolución. Muchos no te los devolvían, te decían que se los facturaras. Y algunos devolvían, y dependiendo del estado en el que estaban esos libros, algunos fueron a donación y otros a destrucción. Hay libros que por todo el manipuleo se deterioran, se rompen… Eso se destruye y se vuelve a hacer papel. Pero fue muy pequeña la cantidad de libros que tuvimos que destruir. Además, también les ofrecimos a los autores si querían adquirir algunos… Todos fueron esos pasos previos que nos llevaron casi dos años para tener completamente limpio el canal.
MM: No sé si esto se puede decir; en todo caso después lo editamos, pero muchos los regalaron también.
MFM: Sí, regalamos para donar, de todo ese remanente. Se hizo muy bien, paso a paso. No es que nos quedamos con cantidades tremendas. Los pudimos vender, hacer circular, darles a los autores, se pudo hacer todo eso en el plazo que tuvimos, por suerte.
MM: Acá la gente está súper interesada y me están ahorrando trabajo. Debby pregunta si trabajan con narradores.
MFM: No como algo continuado y rutinario, pero muchas veces nos invitan a algún evento, en algún lado, y nos piden si puede ir algún narrador a hacer algún pequeño espectáculo con textos nuestros. No es que tenemos narradores trabajando con nosotros, sino que cuando la situación lo amerita llamamos a algunos que tienen muy manejado el repertorio. Pienso en Belén o en Diana, que han trabajado mucho con los libros nuestros, ya veces las llamamos cuando hay algún evento importante.
MM: Diana Tarnofky, compañera nuestra en Bibliotecas para Armar. Seguramente acá mucha gente la conoce, porque se cruzan en los talleres. Y Belén Torras, gran narradora.
MFM: Las dos son muy buenas, tienen mucho manejo, y conocen mucho el catálogo nuestro.
MM: Un pequeño paréntesis: a Diana la conocí cuando era maestro y vino una vez a narrar a la escuela. Con Itsvansch, amigo también, hace como veinte años.
MFM: Sí, yo también. A Diana, a Juanita La Rosa, que lamentablemente falleció hace poco..., Juana me abrió el mundo de las narradoras, de sus colegas, que era un universo muy desconocido para mí. Me presentó a Diana, a Ana Padovani… Con la misma Juana viajamos juntas, fuimos a congresos, esas vivencias que vas teniendo a lo largo de la profesión. Son gente muy profesional, muy buena. Ana Padovani es increíble.
MM: Y una de las grandes narradoras fue PLIJ un tiempo largo, Paula Martín, ¿te acordás?
MFM: Por supuesto. Paula es una gran, gran narradora. Y fue de las primeras PLIJ que tuvimos en el equipo. Excelente, además de ser una persona adorable. Después ya su carrera fue por la narración, exclusivamente. Tenemos muchas amigas y amigos en común. Es algo habitual en este trabajo. Que es un trabajo, una profesión, un oficio, pero también es parte de la vida, porque nos hemos cruzado con estas personas que están en distintos aspectos del libro, en Ferias, en congresos, en escuelas, hemos recorrido tanto camino juntos…
MM: Es natural que salga. Para compensar, el lunes que viene voy a traer a una editora que casi ni conozco. Acá Gerson hace una pregunta difícil, linda. ¿Cómo manejan la piratería? Aclara que es de Perú, y que allí los planes lectores se encuentran en ediciones piratas muy fácilmente.
MFM: Es cierto, Gerson. Es un problema mundial. Va cambiando según las épocas. Acá hubo una época muy fuerte de las fotocopias. Tremenda. Salía la novedad y la tenías en la fotocopiadora de la escuela, en el kiosco de la esquina, anillada. Y decías “Me quiero matar, estuve ocho meses trabajando este libro, editándolo, el escritor se pasó dos años de su vida escribiendo esa novela y me la fotocopian, me la anillan y me la venden en los colegios”… Bueno, después la fotocopia bajó un poco, porque se convirtió en algo carísimo. No convenía comprarla, porque era casi tan cara como comprarte el libro en papel. Después, durante la pandemia hubo una gran piratería digital. Empezaron a volar los PDF por WhatsApp, videos de seños leyendo… No quiero que esto suene como que las estoy criticando, porque fue lo que pudieron hacer en el medio de una catástrofe como la pandemia. Leían los cuentos y se los mandaban en un video a los pibes por WhatsApp, o el profesor les mandaba el PDF a los chicos. O lo subía al campus. Por eso, el año 2020 fue uno de los peores a nivel comercial, creo que para todas las editoriales. Tuvimos miedo de lo que pudiera pasar, nos preguntábamos si esto volvería alguna vez. Si volveríamos a la normalidad, como tantas cosas que pasaron en plena pandemia. La realidad es que las cosas se acomodaron. No es lo mismo leer un PDF en un celular que leer un libro en papel, o un libro digital, bien editado, en un dispositivo bien hecho. No es lo mismo comprarte un libro, que sea tuyo, leerlo, que lo tengas en tu biblioteca a que te tiren un PDF para que lo leas, o una foto, o un videíto. Para los pibes no es lo mismo, un pibe nunca se va a hacer lector leyendo un PDF así. Es imposible. Eso no es amor por un libro; es zafar de una situación de catástrofe, como sucedió, y que entendemos. Pero eso decanta, porque ¿qué pasó? En 2021, en la medida en que los colegios empezaron de nuevo la rueda, y la normalización de las clases en 2022, todo el mundo volvió a los libros, no a ese PDF que circulaba. Hay algunos, como con las fotocopias, pero cayó. No sentimos que sea “la gran amenaza”. Es cierto que existen, es cierto que hay mucho en Internet, pero se sigue eligiendo el libro. Cuando las maestras y los maestros piden un libro para el plan lector creo que transmiten ese amor por tener el libro, por atesorarlo, por leerlo muchas veces, porque sea ese objeto querido y apreciado porque somos los lectores los que tenemos el libro. Entiendo que la piratería es un problema mundial, un problema que en algunas épocas renace, sube, baja, pero tengo confianza en que no va a hacer morir al libro.
MM: Es cierto que tuvimos mucho miedo, sobre si volvería el mundo de la “normalidad”, después de esos dos años. Es cierto que igual los libros circularon. En mi caso, Mi amigo Manuel, de Loqueleo fue el único que libro que a mí me mantuvo un poco económicamente, hablando directamente de los derechos de autor…
MFM: Sí, porque fue una catástrofe verdadera ese año.
MM: Una catástrofe, sí. En gran parte porque muchos ya habían sido tomados por las escuelas antes de que estallara el ASPO, el aislamiento.
MFM: Obviamente, estaba todo cerrado, nadie podía ir a comprar un libro a ninguna parte. Después empezaron las librerías de barrio a hacer delivery, y se empezó a mover de a poquito, pero fue muy difícil. Fue un año tremendo. Pero todos le pusimos el hombro, entendimos la situación. De hecho, muchas editoriales donamos derechos de muchos libros al Ministerio, para que los subieran a la página. Muchos textos, para que los chicos estudiaran y leyeran. Mario y todos los colegas lo hemos hecho. Todos le pusimos el hombro como pudimos. Después, de a poquito se fue normalizando. Ojalá que siga esta rueda de la valoración del libro. Porque lo más importante es la valoración que tiene el libro, en este caso, en la escuela. Cuál es el valor que se le da al libro y a la lectura. Creo que la escuela es uno de los factores principales para el fomento de la lectura, el Estado, con sus planes de lectura… No solo la compra de libros del Estado, que me parece una acción fundamental, sino el poner al libro en el centro de la escena. Que la lectura sea algo importante dentro de la pedagogía y de la enseñanza. Si la lectura y el libro no importa, si no hay fomento de eso, eso se va a morir. La escuela, el Estado, obviamente la familia. No lo digo en orden, digo los tres actores. La familia es fundamental. Si la familia, desde la primera infancia, tiene el propósito de que esas chicas y esos chicos lean, les forman su biblioteca desde que son chiquititos, les leen cuando se van a dormir, cuando se van a bañar, les regalan libros para los cumpleaños, se sientan a leer en familia, ese modelo es básico y fundamental. La escuela es otro lugar importantísimo para el fomento de la lectura, para el conocimiento de autores, de géneros literarios, y para el descubrimiento de aquellos chicos que no tienen eso en la familia. Para esos chicos, la escuela tracciona muchísimo. Y no estoy hablando de razones económicas, porque hay familias que tienen posibilidades económicas pero no les importa la lectura. No les compran libros a sus hijos. La escuela y el Estado son fundamentales para que haya libros en los lugares en los que no es fácil que lleguen, para hacer sus planes de fomento de la lectura, y que la lectura sea central en el currículum. Eso es lo que hace que el libro subsista.
MM: Creo que la sociedad que hay entre editoriales y escuela, excede lo comercial, es una construcción de lectores, que después, a la larga, sostendrán las editoriales. No es “el hoy”, solamente.
MFM: Es comercial pero es mucho más que eso, como vos decís, Mario. Es, verdaderamente, una misión. Una de nuestras misiones como editores es que los libros lleguen a las manos de los chicos, a la mayor cantidad de chicos, que sean libros de calidad, que no subestimen a la infancia, que los libros celebren a esos niños, los lleven por lugares diferentes, les enseñen, les abran la cabeza a otras realidades, otros mundos. Es más que un propósito comercial como el que, por supuesto, tiene cualquier empresa. Obviamente, es una empresa privada y tiene un objetivo comercial, pero es muy importante la misión que va más allá de eso. El fomento de la lectura durante la primera infancia, por ejemplo. Hacer colecciones para los más chiquititos… eso para mí es impostergable. Más allá de hacer libros para la escuela primaria, con ciertos contenidos escolares, los libros de primera infancia para mí son básicos y fundamentales. Ahí tiene que haber buenos autores y libros hermosos en su materialidad y en su contenido. Que hagan que los chicos se suban ahí a volar.
MM: Seguimos con los comentarios. Dice Silvina Guaita: “Estoy en una biblioteca popular, sala abierta de lectura, de Tandil, (bella ciudad que creo que este año cumple doscientos años; mi viejo es de Tandil), donde los libros circulan y se demandan cada vez más.“
MFM: No nombré a las bibliotecas pero por supuesto que son fundamentales. Las bibliotecas populares, las bibliotecas escolares, todo el trabajo de la CONABIP que es maravilloso y que se sostiene desde hace años. No vamos a ponernos a hablar de política, Mario, pero sí un pequeño comentario: lamentablemente las políticas públicas no se sostienen. Es algo que todos sabemos. En este país es muy difícil sostener políticas públicas. Viene un gobierno y hace algo, y el siguiente viene y hace lo contrario. Más allá del lado en el que uno se ubique ideológicamente, la política de un Plan de Lectura debería trascender cualquier gobierno, debería ser una política de Estado. La CONABIP es un ejemplo que viene desde hace años, con diferentes gobiernos, y es maravilloso lo que hace. Porque reciben un dinero, los bibliotecarios mismos son los que van a la Feria del Libro a comprar y elegir, porque conocen a su público, a su ciudad, a su población. Sabe los libros que necesitan y hacen un trabajo formidable de difusión de la literatura. Y las bibliotecas escolares que también son importantísimas. Todos hemos pasado en nuestra vida por una biblioteca, y nos ha ayudado a leer cosas que no teníamos en casa, y más aún en las poblaciones y localidades que no tienen librería, que tienen más dificultades de acceso a consumos culturales, los bibliotecarios ocupan un rol importantísimo.
MM: Recién, cuando hablabas de las políticas públicas que no se sostienen, hace unos días hablábamos con Antonio Santa Ana, que fue editor y es un autor recontra conocido, y decía esto mismo. Hablábamos de política, no estábamos hablando de libros. Que no hay planes que se sostengan. Me daba el ejemplo de la política exterior de Brasil que se mantiene, haya uno u otro presidente. Por ejemplo, él me dijo que acá se sostuvo el proyecto Sur, de traducción.
MFM: Otro proyecto buenísimo…
MM: Y yo le di el ejemplo del otro proyecto que se sostuvo, que es CONABIP.
MFM: De los pocos…
MM: Claro, sí, son las moscas blancas.
MFM: Suponete que tuvieras un Plan Nacional de Lectura a diez años, de compra de libros, para abastecer escuelas y bibliotecas… Sería fantástico, pero no ocurre con continuidad.
MM: La CONABIP, lo decíamos el lunes pasado con María Amelia, sostiene en gran parte la expectativa que tenemos los editores, y los autores, en la Feria. Esos tres días de CONABIP son maravillosos. E incluso durante la pandemia, que haya habido un sistema de venta online que se hizo, me acuerdo de que íbamos con el barbijo a despachar al correo, los libros para tal o cual biblioteca del Chaco o de Santa Cruz, era muy bueno.
MFM: Cuando llega CONABIP a la Feria del Libro para los editores es una fiesta. Es súper cansador porque son tres días seguidos, generalmente viernes, sábado y domingo, en medio de la Feria. Ya venimos cansados de los días anteriores y ahí terminamos quemados pero felices, porque está toda la editorial en el stand recibiendo a los bibliotecarios y bibliotecarias que vienen con sus carritos, con esas cajas en las que dice CONABIP, y vienen con plata, con sus listas y te piden lo que quieren. Te piden recomendaciones, y les encanta que estén los editores ahí. Viene gente de todas las provincias, de localidades muy, muy lejanas. Eso les da mucha emoción. Y a nosotros también nos da mucha ilusión ver a esas personas … es una fiesta, es hermoso.
MM: En esos días nos llevan a los autores a firmar…
MFM: Sí, ahí van las fans de Mario, a abrazarlo. (Risas).
MM: Dice Natalia Jáuregui: “Recuerdo que en el pasaje de editoriales fue muy favorable que Loqueleo ofreciera un fragmento del texto para promocionar el nuevo sello editorial”.
MFM: Sí. Lo que hicimos fue que todos los libros del catálogo tuvieran las primeras páginas disponibles para leerlas online. Es algo muy lindo, porque cuando vas a comprar un libro normalmente a la librería, leés la contratapa, lo abrís, leés las primeras páginas a ver si te gusta… Y está bueno poder hacer eso en la web. Te da una pauta. Obviamente, no tenemos el libro entero colgado, sino las primeras páginas. Entonces empezás a leer y te dan ganas de seguir. No sé si ustedes leen con el Kindle de Amazon. Yo soy una lectora compulsiva en el Kindle. Me encanta el libro en papel, soy muy compradora de papel, pero también soy muy lectora del libro digital. Lo que tiene de lindo, es que cuando buscás en la tienda y querés comprarte un libro, te ofrece bajarte gratis las primeras páginas, las leés, y si te interesó hacés “click” y te comprás el libro. Está bueno eso. Y lo hacemos, sí, como indicaba alguien, en la página de Loqueleo. Es muy lindo. Las docentes lo buscan mucho. Leen las primeras páginas y ya se dan una idea. Cada libro además tiene en la web una guía de actividades que está escrita por personas muy formadas en literatura infantil, que trabaja en escuelas. Para las docentes, que además de leer el libro quieren hacer actividades de análisis literario, con producción oral y escrita, les damos muchas y muy buenas ideas para trabajar con cada uno de los libros del catálogo.
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