Ochenta años del nacimiento de Reinaldo Arenas

El 16 de Julio de 1943 en Aguas Claras, Cuba, el poeta y narrador Reinaldo Arenas nació en el seno de una familia campesina, hijo de una madre soltera.


Por Camila Castro Chiesino

¿Cuánto de lo que vivimos en la infancia nos marca para toda la vida? 

La respuesta a esta pregunta es muy personal, cada uno sabrá cuanto atesora; cuanto decide olvidar y qué hace con esos recuerdos. Pero me atrevo a decir que habiendo leído parte de su obra y sobre todo su  primera novela Celestino antes del alba’’ ( la única novela que se publicó en Cuba), los recuerdos de su infancia y parte de su crecimiento en ese entorno rural, en una familia marcada por  el machismo, el fanatismo religioso, el abandono, los abusos y la pobreza fueron los disparadores de una escritura que propone, entre la fantasía, los sueños y el delirio, una manera de narrar esas vivencias. 

En la vida y obra de Reinaldo Arenas la muerte está muy presente. Es como esa mosca que ronda en la cocina y no importa qué hagamos, no logramos sacarla, está siempre zumbando cerca. Para ahuyentarla Reinaldo hizo con su fuerte deseo de libertad y con su escritura, un diario enrollado. 

Libertad de decir lo que quiera decir; libertad sobre su cuerpo; sobre su deseo;  sobre su identidad. En el intento de vivir su vida y su sexualidad libremente el escritor fue perseguido y encarcelado por el gobierno revolucionario, al que en principio había adherido, cansado de pasar hambre y miseria durante la Cuba de Batista.

No sé si Reinaldo en algún momento sintió que había alcanzado lo que deseaba, ni siquiera cuando se mudó a los Estados Unidos. Si uno para alcanzar la libertad, tiene que dejar su alma lejos de la patria que adora, ¿es realmente libre?

Reinaldo Arenas se contagió de SIDA y en 1990 a los cuarenta y siete años, cuando ya el sufrimiento por la enfermedad y la depresión no le permitieron seguir escribiendo, decidió quitarse la vida saltando por una ventana. 

Quizás fue en ese salto a la muerte, que Reinaldo encontró finalmente la libertad.

En 1989 estando en Nueva York escribió un poema titulado “Autoepitafio”, incluido en Inferno (Poesía completa), publicado en España en 2001. Desde el título de ese poema y luego, en todo su desarrollo podemos presumir, casi que confirmar, que la voz poética es, ni más ni menos, que Reinaldo.


Autoepitafio

Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sórdido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
-precisamente porque nos marchamos-.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltí cierto estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.


Inferno, poesía completa
Reinaldo Arenas
Editores Argentinos, 2018.

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