Sesenta años de la muerte de C.S. Lewis
Hoy se conmemoran sesenta años de la muerte de C.S. Lewis, el autor de Las Crónicas de Narnia. Esta saga comenzó a publicarse en 1950, y se convirtió en un clásico indiscutible de la literatura infantil y juvenil. En Libro de arena lo recordamos con esta nota de María Pía Chiesino.
Por María Pía Chiesino
Las Crónicas de Narnia no era, ni mucho menos, lo primero que publicaba C.S. Lewis. Desde 1926, con una recepción dispar, había publicado libros de crítica literaria, poemarios, y la Trilogía de Ransom, en la que incursionaba en la ciencia ficción.
Lewis participaba, junto con Tolkien, de “Los Inklings”, un grupo de docentes de Oxford, que se reunía regularmente a tomar alcohol y hablar de literatura, política, religión, y demás temas.
La escritura de la saga de Ransom, se originó en un proyecto que concibieron con Tolkien en el marco de una de estas reuniones. Habían pensado en escribir dos libros de ciencia ficción en paralelo, pero no pudieron concretarlo, ya que en ese momento Tolkien disfrutaba del éxito de El hobbit. Tenía poco tiempo para encarar un proyecto de escritura que lo alejara tanto del universo que estaba comenzando a crear, y que terminaría de definirse en El Señor de los Anillos.
Según cuenta Michael White en su biografía, El niño que escribió Narnia, el libro de Lewis que había tenido el mayor éxito de crítica y de público hasta ese momento era Cartas del diablo a su sobrino, en el que utilizando el género epistolar se planteaban cuestiones de teología, y que se había editado en 1942.
El punto de partida para la escritura de la primera de las novelas de la saga de Narnia fue la evacuación de los niños de Londres a zonas rurales, como consecuencia de la amenaza de bombardeos alemanes, que se produjo en 1939.
Una de las casas en las que se alojaron niños fue la que Lewis compartía con su hermano. Y la escritura de El león, la bruja y el armario, surgió a partir del deseo de entretener a sus huéspedes.
La historia de los cuatro hermanos que llegan a esa tierra en la que siempre es invierno después de esconderse en el armario de su protector, probablemente permitiera que los lectores pudieran situarse en un mundo en el que si bien no se negaba la presencia de la guerra, cuatro chicos evacuados como ellos, podían intervenir y hacer lo posible para que triunfara el bien.
Ese es el gran enfrentamiento que nos presenta la saga de Lewis: la lucha entre el Bien y el Mal. Las siete novelas se publicaron entre 1950 y 1956.
White señala que a su juicio, estos siete libros constituyen la obra más personal de C.S. Lewis. Inclusive, más que Una pena en observación, escrito después de la muerte de Joy Davidman, su segunda esposa.
La infancia de Lewis había quedado muy marcada por la muerte de su madre, y lo poco que su padre alcohólico había podido hacer, con la crianza de dos hijos chicos: pensar en un buen internado para que tuvieran la mejor educación posible.
Los cuatro protagonistas de El león, la bruja y el armario, evacuados de Londres, se encuentran en un ámbito que les resulta completamente extraño, a cargo de un profesor amable, pero desconocido, que los escucha y los invita a tomarse en serio sus fantasías.
Ante la incredulidad de los tres mayores cuando Lucy les dice que llegó a un bosque nevado desde adentro del armario, la reflexión del dueño de casa es: “¿Por qué no enseñan lógica en las escuelas de hoy en día? Existen tres posibilidades. O bien vuestra hermana miente, o está loca, o dice la verdad. Sabéis que no miente y resulta evidente que no está loca. Por el momento, pues, y a no ser que aparezcan más pruebas, debemos dar por sentado que dice la verdad”.
En esta afirmación de un personaje (al que podemos pensar como un alter ego del propio Lewis), está su mirada del mundo y de su propia vida. Marcado por las dos guerras europeas, fue enviado al frente en la primera, ubica a sus niños protagonistas en el escenario de un enfrentamiento, como actores necesarios para que ese invierno eterno que se vive en Narnia llegue a su fin.
A diferencia de los niños europeos que atravesaban la guerra como víctimas y testigos impotentes, y alejados de sus familias y de su entorno, los hermanos Pevency llegan a un reino en el que todos los habitantes los están esperando para recobrar la libertad.
El único personaje adulto con características humanas, es la bruja, encarnación del mal absoluto, que hace jugar la variable de la traición entre hermanos para tratar de que el conflicto que hace peligrar su reinado le permita continuar en el poder.
Castores, zorros, pájaros, el león Aslan, faunos y ninfas del bosque van a ser los aliados de los cuatro hermanos en la guerra para derrotar el hechizo los condena al encierro y la infelicidad.
La saga tiene todos los ingredientes de los relatos fantásticos: animales que hablan, espacios cotidianos desde los que se puede acceder a lo maravilloso (el armario), distorsiones temporales, aliados y enemigos.
Acaso Lewis, haya concebido este universo destinado a las víctimas más inocentes de todas las guerras, desde su propia mirada de niño desdichado y solitario, que había visto en la figura de Warren, su hermano mayor la protección que su padre no podía darle. No es casual que haya rescatado el vínculo fraternal, que fue central en su vida, para construir su historia: sus personajes son hermanos y hermanas que deben hacer lo posible porque se cumpla el destino que tienen marcado: ser reyes y reinas de Narnia.
Las Crónicas de Narnia fueron el momento en el que la carrera de escritor de C.S. Lewis alcanzó su punto más alto. Se vendieron y se leyeron muchísimo en Europa y en los Estados Unidos. De hecho, conoció a quien fue su segunda mujer, después de un intercambio epistolar entre Oxford y Nueva York, que se inició cuando ella, como tantos otros lectores, le escribió a propósito de la Saga.
Que el conflicto de fondo de las siete novelas sea la lucha entre el bien y el mal, asociado al cristianismo practicante de Lewis, ha posibilitado que haya interpretaciones de la saga como una gran alegoría cristiana. Es una lectura posible, como tantas otras.
Lo importante es que más allá de estos análisis, en los que intervienen lecturas que no son recorridas por el público infantil, a ciento veinte años del nacimiento de su autor, Las Crónicas de Narnia siguen relatando a miles de lectores muy jóvenes, la historia de ese reino helado en el que reinaba la injusticia, y en el que los niños eran la única esperanza para desterrarla.
Una lectura que quizá nos permita reflexionar sobre la cercanía de Narnia y el mundo en el que nos toca vivir.
Editorial Planeta, 2010.
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