Inauguración de “Un camino hacia el futuro”

Es el último viernes de septiembre, a la hora de la siesta en el barrio de Lugano. En la Mutual “Futuro para todos” las mujeres corren de un lado a otro cerrando todos los detalles. Suben al primer piso con leche con chocolate, empanadas y medialunas. Una de las chicas termina de decorar los vasitos contenedores de golosinas que se van a llevar los invitados al final del festejo. En cada gesto, se perciben la ternura y el compromiso con las que hacen las tareas. Llegan también el presidente de la mutual y sus hermanos, cargando botellas de gaseosa, parlantes.
Y así, nosotras nos vamos acomodando cada una en un sector de esta nueva biblioteca comunitaria que pronto se inaugura. Ordenamos antes los libros en las estanterías, pegamos las flores de papel que cada una fue haciendo en la semana. Una, despliega mantita, almohadones y libros para los más chiquitos. Otra, prueba en las computadoras cuestiones técnicas para su puesto de stop motion (o animación cuadro a cuadro), y saca el envoltorio a los paquetitos de plastilinas de colores. Otra, arma su rincón con afiches y marcadores en los que va a crear seres extraordinarios según las indicaciones de los participantes. Y otra más cuelga sus vistosos paraguas en los barrales de la cortina, listos para cuando sea el momento de desplegar todo su talento como narradora (o encantadora de auditorios de lo más diversos).




Para las 5 de la tarde ya está todo listo. Y el vértigo se convierte en acción. Llegan nenas y nenes de todos los tamaños, con cachetes colorados, con chupete, con camisetas de fútbol, con trenzas perfectas, con hermanos, con amiguitas de la cuadra. ¡Un montón! Leemos, respondemos preguntas, dibujamos, amasamos flores de plastilina para volver a contar “Flor de nena” de Graciela Montes. Los chicos se ríen, preguntan cuándo llega la leche, piden ver otros libros, gritan los poderes que tiene el personaje que está siendo dibujado en formato gigante. Y de pronto, con los ojos abiertos de par en par y las orejas atentas, se dejan llevar por los cuentos y canciones que la narradora cuenta y canta.

Llegará el momento del corte de cinta, las palabras de los responsables del lugar anunciando que a partir de ese día pueden ir siempre que quieran a leer y a aprender cosas nuevas, pidiéndoles casi por favor a esas nenas y a esos nenes que nunca dejen de estudiar. Entregan diplomas para estudiantes de computación e inglés. Empieza a sonar la música fuerte. Nos abrazamos, nos despedimos hasta la próxima vez.

Nos vamos en premetro, subte, combinación con otra línea. Los pies latiendo y el corazón contento, pero esta vez por tener la cabeza llena de postales de una celebración por una nueva biblioteca andando y una de las tareas más lindas del mundo, realizada por esa semana.



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