Mejor que la luna misma
¿Qué puede haber mejor que la posibilidad de compartir algo propio para cambiar el mundo? Compartir una lectura es una
forma de cuidar del otro y a nosotros mismos. Libro de arena publica las impresiones de lectura que cuentan sobre los aspectos
mínimos e importantes a la vez que han dejado una huella imposible de borrar.
Por Eugenia Galiñanes
Hay
un niño. Hay una mascota. Hay un pintor.
Hay una metáfora acerca de cómo es posible resolver con la ayuda de un
artificio la ausencia o la pérdida cuando el mediador es el amor. Hay una historia
lista para ser contada. Es la historia de La
mejor luna, de Liliana Bodoc. El cuento infantil trata del movimiento. De cómo
las cosas pueden ser transformadas. Así es como yo lo leo a mis sobrinos cuando
nos juntamos los fines de semana o en algún otro momento en que se precisa de
una historia urgente. A la hora de elegir qué leer siempre gana este. La prueba
de que el libro es maravilloso es que no solo los chicos se vuelven fanáticos
de lo que se cuenta allí, sino que los adultos también. Nos enamoramos de la historia de
amor de Melina y su dueño que se destaca justamente por una forma de entender
qué es querer a alguien. Si bien, por supuesto, en este caso no se trata de
alguien, pues es una gata la destinataria del amor de Juan. Pero en el universo infantil es probablemente una
de las manifestaciones más usuales del amor el cuidado de lo otro en general;
ese cuidado se manifiesta muchas veces en el cuidado por otros que son
animales, plantas o inclusive objetos que los adultos enseñamos a tener en
consideración. De cualquier manera, no es lo que importa que Melina sea una
gata. El centro de interés es justamente la dedicación, la importancia
conferida al otro que se juega en la historia. El pensar en dar al otro algo
que sustituya una ausencia, que haga mover el mundo si es necesario, para
restituir un orden, para llenar un vacío. Por eso es un libro del movimiento.
Si es necesario traer la luna el amor hará que esto se haga posible; con la
ayuda del pincel del pintor, Pedro, amigo de Juan. Y cuando ya sabemos todos,
hasta la propia Melina, que la luna pintada en el lienzo de Pedro no engaña a
nadie, no es la verdadera luna del cielo, anhelada por la gata, que de triste
dejaba de comer en su ausencia, resulta que esa luna es la salvadora. Es la
luna que surgió de pensar tanto en el otro. Y a los chicos esa idea les fascina,
y la comentan y la charlan y entienden mejor que nadie que el arte no es
falsedad sino la construcción de un mundo paralelo que presenta la oportunidad
de pensar en soluciones alternativas a las que ofrece el mundo real. Por eso La mejor luna tiene tanto movimiento,
por eso se hizo, entre tantos otros, nuestro libro favorito.
La
mejor luna
Liliana Bodoc
Buenos Aires, Norma, 2007
*Eugenia Galiñanes: vive en Caballito, fue y sigue siendo de Ferro hasta la muerte, estudia artes escénicas, es bailarina, docente, y fanática de sus sobrinos.
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