Susana Itzcovich y Cecilia Repetti: "No toda la obra de un mismo autor es buena."

Todos los caminos llevan a la literatura infantil y juvenil, o muchos caminos diferentes llevan a ella. En la entrevista que inauguró el segundo ciclo de 2015, Mario Méndez charló con dos especialistas en el tema, que contaron el origen de su vínculo con este ámbito: Susana Itzcovich especialista, editora, profesora, periodista, coordinadora de ediciones de Lugar Editorial, cofundadora de ALIJA y Cecilia Repetti, editora y creadora de versiones de cuentos clásicos, con una larga experiencia en el mundo editorial, coordinando ediciones en Aique, a cargo del área de literatura infantil y juvenil en SM, entre otras cosas. Libro de arena publica la primera parte de la presentación de este nuevo ciclo de "Encuentros con escritores de literatura infantil y juvenil", que tuvo lugar el lunes 24 de agosto, en La Nube. La segunda parte saldrá el viernes próximo.



Mateo Niro: Buenas tardes. ¿Cómo les va? Acá estamos casi como en nuestra casa. Como por décima vez estamos encontrandonos en este ciclo precioso para nosotros, por muchas razones. Por encontrarnos después de una jornada laboral a charlar de aquellas cosas que nos gustan, es bastante raro encontrar tanta gente a la que le guste lo mismo, y que sea apasionada y se atraviese la ciudad, o a veces venga desde más lejos, para venir acá. También por nuestras invitadas de hoy, que son un lujo. Y todo lo que se viene. Creo que lo vieron en la información, pero además Mario va a pasar el cronograma de las personas invitadas. También, vale la pena decirlo, Mario, además de ser un amigo es un colega y un maestro que timonea este barco, así que estamos contentos de arrancar este nuevo Ciclo de Encuentros con Escritores y Especialistas en Literatura Infantil y Juvenil. Además acaba de salir campeón River, y lo reconocemos, así como dijimos en su momento cosas no tan positivas… (Risas).También quiero comentar algo importante en relación a La Nube pero antes de eso contarles a todos los que nos conocen, que durante muchos años trabajamos juntos un grupo de amigos, y lamentablemente, una de ellas, Gabriela Halpern, falleció la semana pasada. Para nosotros es el dolor más grande que tuvimos en la vida y en el trabajo. Gabriela era una compañera querida y genial, y para nosotros no hay consuelo. Esto pasó hace un par de días, así que hoy, cuando teníamos que arrancar de nuevo, nos pasaba una de esas cosas que pasan con la vida. Cómo afrontar una situación hermosa, frente a este calvario. Sepan que es bueno decirlo, como homenaje a Gabi, una persona maravillosa que nos acompañó y nos enseñó y también como homenaje a todos nosotros, que tenemos que seguir atravesando estas cosas. Con alegría, y en este momento con una tristeza terrible. Ustedes ya saben… Y La Nube está cumpliendo cuarenta años, ¿no, Pablo?

Pablo Medina: Es grave. No se delata la edad…

MN: No. Pablo fundó La Nube cuando tenía dos años. (Risas). Por lo cual, este ciclo que habíamos soñado, con presencias tan importantes, forma parte de los festejos de estos cuarenta años. Antes que nada, agradecerle a Pablo para quién pido un aplauso (Aplausos)… Y para todos los que forman parte de La Nube, este proyecto maravilloso que Pablo va a dirigirnos unas palabras…

PM: Dirigir, no. Dirigir, nada. Los que somos guerreros parecemos duros por fuera pero por dentro, no. Gabriela empezó con nosotros trabajando acá con su espectáculo, me acuerdo  que vino con su texto de Ricardo Mariño, El mar preferido de los piratas, la primera vez que lo hizo. Y estuvo mucho tiempo trabajando con nosotros ese espectáculo. En cuarenta años han pasado estas cosas. Me parece que lo fundamental es que uno no olvide a estas personas. La memoria, recordarlas. La memoria de la cultura, la memoria de la infancia. Y Gabriela está presente. Acá hay un libro que se editó en vida de ella, que es sobre su experiencia con “Los relatos orales en la sociedad letrada”, de Editorial Cabiria, que este año además editó las charlas de Mario Méndez con escritores. La idea es que puedan venderse, porque es la única manera de que se pueda conocer esa experiencia. Y además, porque cuesta mucho hacerlos. A raíz de los cuarenta años, Isol y Pablo Bernasconi, que son dos ilustradores muy importantes hicieron afiches conmemorativos. Bienvenidos, y les reitero, compren los textos porque también es una manera de darle forma. Yo entrego parte de lo que sé hacer, me gusta lo que hago, siento pasión por esto, pero hay que sostenerlo de alguna manera. Y de la mejor manera, no de maneras que nosotros no sabemos hacer. Estamos además retomando la osadía de hacer un Seminario Permanente con Lidia Blanco, sobre las hadas en la literatura infantil. Y también un Taller de Escritura. Además estamos poniendo pronto en circulación la digitalización de la biblioteca. Ya está la primera parte. A partir de un convenio con la Universidad de San Martín. Va a estar accesible toda la parte de Teoría y de Historia de la Literatura Infantil. Estamos además con un ciclo a partir de La bella durmiente, de una versión especial de Eva Halac. Un poco para celebrar esta cuestión de la vida y los libros. Estamos reflexionando acerca de la versión de ese cuento que se hizo en ese espectáculo. Tenemos también un laberinto en homenaje a los ciento cincuenta años de Alicia en el país de las maravillas. Si quieren mayor información, dejen sus datos que se las vamos a hacer llegar. Ahí en la mesa está toda la producción que está coordinando la querida amiga de toda la vida Susana Itzcovich. Gracias. (Aplausos).

Mario Méndez: Vamos a comenzar. A Gabi le hubiera gustado que siguiéramos con una sonrisa, así que empezamos este nuevo Ciclo que es un orgullo y una alegría, sonriendo. Hoy, con la presencia de dos editoras y especialistas: Cecilia Repetti y Susana Itzcovich, que han querido venir. Voy a contarles un poco acerca de su obra, y otro poco va a salir de la charla. Brevemente les cuento que en este ciclo van a venir de visita y vamos a estudiar la obra de Margarita Mainé, Itsvansch, Ema Wolf, Liliana Bodoc y María Teresa Andruetto. En ese orden. Un lujo, por donde lo miren. Vamos a empezar este lujo hoy con Susana Itzcovich, especialista, editora, profesora, periodista, coordinadora de ediciones de Lugar Editorial, cofundadora de ALIJA, y durante dos períodos, presidenta. Muchas gracias por venir. Y Cecilia Repetti, quien tiene también una larga experiencia en el mundo editorial. Muchos años coordinando ediciones en Aique, desde hace tres años en SM a cargo del área de literatura infantil y juvenil. Editora y creadora de libros de texto, de versiones de cuentos clásicos y en SM, entre otras cosas, se ha dado el lujo de que, a partir de su trabajo, SM de Argentina incorpore dos colecciones que antes no existían, que son creaciones de ella y de su equipo. Una es Hilo de Palabras, dedicada a leyendas, mitos y todo aquello que es del acervo popular, retomado por autores contemporáneos. Y la otra es Teatro de Papel, una colección dedicada al teatro, que ya está en el mercado con ocho títulos de diferentes dramaturgos. El teatro y la poesía muchas veces tienen poco lugar y Cecilia ha logrado eso en SM. Bienvenidas las dos. Tenemos muchos lugares por donde empezar, pero vamos a empezar por lo básico. ¿Cómo llegan ustedes a la literatura infantil y juvenil?

Susana Itzcovich: Bueno, por miedo a… (Risas). Más o menos para la década del sesenta yo estaba viviendo en Mar del Plata, tu ciudad, Mario, cuando se creó un profesorado de para maestras Jardineras y se abrió la cátedra de Literatura Infantil. Yo ya había estado investigando, me presenté a la cátedra y la gané. Ahí empecé a armar una trayectoria que continué en varias líneas. Cuando vine a vivir a Buenos Aires en el ’67, además de dar cátedra (que para eso me recibí en Letras), una de mis ideas era la de funcionar en los medios gráficos, radiales, televisivos, donde fuere, haciendo crítica de libros y espectáculos para niños, cosa que no era usual en ese momento. Así que a través de ciertos contactos, empecé a trabajar haciendo notas en la revista “Análisis”, que después desapareció, en “Panorama”, donde trabajé siete años, y en otros medios gráficos, diarios, etc. La primera nota que hice para “Análisis” es sagrada para mí, porque fue una entrevista exclusiva a María Elena Walsh y una caricatura de ella,  salió en tapa. Jovenzuela como era en ese entonces, y primeriza en el periodismo, fue impactante.

MM: Qué comienzo…

SI: La verdad que sí. Posteriormente, seguí con la cátedra de Literatura para niños y jóvenes, en Profesorados de jardín de Infantes y en Bibliotecología en la ciudad de La Plata, donde se crea la cátedra de Literatura Infantil para bibliotecarios escolares primero, y después, para bibliotecarios en general. Muy bien pensado por la regente de la institución, en  el Instituto nº 8 de La Plata, que pensaba que un bibliotecario tenía que conocer la literatura infantil para poder recomendar libros a los alumnos. Esa cátedra la ejercí durante veinticinco años, y creo que la camada de bibliotecarios debe haber aprendido a valorizar la auténtica literatura. Siento que fui útil en ambas cosas. También trabajé en escuelas de enseñanza media. Después me cansé, renuncié y me quedé con los profesorados. Escribí un libro teórico que está editado por Colihue, que se llama Veinte años no es nada, y es la recopilación de una serie de artículos periodísticos, bastante audaz. Hay dos o tres que están publicados en el período infame del gobierno de facto que no sé cómo no los detectaron y pasaron inadvertidos. Sobre todo hablando maravillas de Ayax Barnes y Beatriz Doumerc. Después me jubilé, pero sigo trabajando porque sería muy aburrido no hacer nada. Y una de las cosas que hago es dirigir esta colección de Teoría de la Literatura Infantil y Juvenil, en Lugar Editorial.

MM: Muy bien. Ahora volvemos sobre varias de esas cosas. ¿Cecilia?

Cecilia Repetti: Creo que llegué a la literatura infantil y juvenil por deformación profesional. Estudié letras en la UCA hace muchos años, y cuando terminé me di cuenta de que lo mío no era la docencia, de que lo mío no iba por ahí. Si bien daba clases en un instituto preparando Ingresos al Buenos Aires y al Pellegrini, y me fogueaba con los distintos programas que había en circulación, incluso dando latín. Y un día me llama una amiga y me cuenta que se está por crear una nueva carrera en Puán, a tres cuadras de casa. Sonaba interesante. La carrera era de Técnico en Edición. Para mí fue fascinante. El primer día asistí a una materia que se llama Introducción a la Industria Editorial, que la dictaba Ricardo Nudelman, Alejandro Katz y creo que Horacio García. Y recuerdo a Nudelman que puso en el pizarrón que la industria editorial no movía la economía del país. (Risas). Y con esa carrera descubrí que podía hacer una especie de sincretismo, entre lo que había estudiado, Letras, y el “hacer libros”, que me parecía una actividad fascinante. Me sigue pareciendo así hoy. Es un arte, una artesanía, un oficio en el que uno vuelca toda su creatividad. No solamente por esto de crear colecciones, sino que además se trabaja con creativos, se trabaja en equipo. Terminé la carrera y me sentía mucho más cómoda con mi profesión, y con mi camino laboral. No sé cómo está ahora la carrera, pero yo siempre la recomiendo. La Edición es una profesión que uno puede hacer por oficio. A lo largo de mi vida he encontrado gente dispuesta a enseñarme el oficio, más allá de que yo hubiera hecho la carrera. Yo misma he sido formadora. Siempre tengo gente al lado a la que puedo pasarle pequeños tips, secretos que hacen a lo que es “hacer libros”. La carrera termina con una pasantía en alguna editorial, y entre las que había, elegí hacerla en Aique, que era de textos escolares. Y seguí allí, parece que a los dueños originales les gustó mi forma de trabajar, y me quedé dieciocho años. (Risas). Hice muchas cosas. Cuento todo esto, porque lleva a lo que soy hoy. A pesar de que era de Letras, estuve ocho años en el Departamento de Arte. Aprendí a diagramar libros, a trabajar con ilustradores y diseñadores, a prestar atención a la fotografía, a educar mi mirada estética de las cosas. Todo el mundo me decía que alguna vez me dedicara a editar, pero yo estaba muy cómoda después de ocho años, incluso llegué a ser subjefa del área. Hasta que en un momento se dieron una serie de movimientos departamentales, y ahí quedé como editora. Y ahí editaba de todo. Sobre todo, libros de texto. De Ciencias Sociales, de Matemáticas, mucho del Primer Ciclo, Áreas Integradas del Primer Ciclo. Y a partir de ahí empecé a tener más contacto con la literatura infantil y juvenil y a hacer mi camino, armando las primeras antologías para los libros escolares. Además, trabajé catorce años, como externa, en Albatros editando todo tipo de libros para chicos (además de adultos, porque era la única editora), libros de mandalas, de pictogramas, de manualidades… Y en un momento, aparecieron las ganas de “reconvertirme”, y de dedicarme más de lleno a la literatura infantil y juvenil, o de tener una formación más profesional (no es fácil, no hay muchas instancias de capacitación), y me comentaron que había un postítulo del CEPA en Literatura infantil y juvenil, con un cupo muy pequeño para editores. Lo dirigía Gustavo Bombini y Cecilia Bajour. Y entramos justo en la última cohorte, porque después lo cerraron. Y compartí el cupo con Lola Rubio, de Fondo de Cultura Económica, con otra editora, Florencia Lamas, que está ahora en literatura infantil y juvenil de Aique: Sonia Lugea, que es bibliotecaria y que fue asistente de Alicia Salvi, con María Amelia Macedo, que está ahora en Penguin. Y todas nos preguntábamos qué hacíamos ahí, los días sábados de nueve a seis de la tarde. Durante dos años. Y así fue, un buen día renuncié a las dos editoriales juntas porque había un lugar vacante en el área de infantil y juvenil de SM. No era que yo tuviera una voluntad expresa de cambiar, pero se dio como esas cosas que se dan en la vida… ni antes ni después. Y ahora estoy trabajando, haciéndome cargo de una macro-colección que tiene una historia que me precede largamente, que es El Barco de Vapor, y haciendo y haciendo. Soy una entusiasta del hacer, por eso las colecciones nuevas. Ya hace más de tres años. También estoy en ALIJA. Y trabajando junto con Susana en el comité de la Feria del Libro Infantil y Juvenil. En una subcomisión bien interesante, pero que nos da mucho trabajo.

SI: Las que mejor lo hacemos. (Risas).

CR: Organizamos las jornadas de docentes mediadores. Los invitamos a que vayan, por supuesto. Somos un grupo de ocho o diez personas que trabajamos durante todo el año. Ahora terminó la Feria y ya el miércoles nos reunimos a pensar qué propuestas vamos a hacer para las Jornadas. Son bastante multitudinarias e interesantes. Recogemos las inquietudes de los participantes, de los docentes y bibliotecarios que vienen. Susana está a cargo de una colección preciosa que es la de Teoría LIJ; creo que hay que formar mediadores y por ahí vamos.



MM: Sin duda trabajan. Han trabajado mucho. Entre las muchas líneas que se abren hay una en la que coinciden las dos, que es ALIJA. Ahí trabajaron y trabajan por supuesto ad honorem y poniendo tiempo, dinero, y esfuerzo. Vos fuiste co-fundadora y fuiste presidente, y ahora está Cecilia como vocal. Yo sé que estás ahí al pie del cañón. ¿Qué significa, en lo profundo, ALIJA para la literatura infantil y juvenil en la Argentina?


SI: Bueno, nosotros cofundamos con un grupo de escritores y especialistas, lo que se llama Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina. Por eso, ALIJA. Al principio era un grupo de estudio. De pronto decidimos que había que hacer una asociación. Entonces nos reunimos escritores, investigadores, y tuvimos la oportunidad de presentarnos al IBBY, que es la institución internacional de libros para niños y jóvenes, como postulantes para representar a la Argentina. Porque IBBY había dejado de sostener como representante, al Instituto Summa, en ese momento. Hacía un año que Summa ya no formaba parte de IBBY. Con la audacia de los formadores, nos presentamos. Enviamos la currícula de cada uno de nosotros, lo que estábamos haciendo, y fuimos aceptados. Esto trajo algunas consecuencias muy favorables y otras desfavorables que eran monetarias. Porque en realidad para ser socio de IBBY hay que pagar una fortuna. Hicimos lo que pudimos y fuimos pagando todos los años; a mí me tocó dos veces la presidencia. En la primera fue Carlos Silveyra el vicepresidente, y en la segunda Pablo Medina, que me acompañó otros dos años. Y en ese segundo año fue muy interesante, porque el IBBY nos mandó plata… es increíble, nos mandó un dinero, en dólares, para hacer un Congreso que tenía dos o tres limitaciones. Había que invitar a dos especialistas o escritores famosos extranjeros, y a la mayor parte posible de escritores o especialistas de nuestro país. Así que si bien éramos muy pocos para armarlo, los editores ayudaron, con los libros. Vino Ana María Machado, de Brasil por primera vez… es increíble el tiempo que pasó. Y se me olvidó el nombre de mi colega francesa… Genevieve Patte. Fueron los dos pilares importantes que participaron, y trajimos a todos los participantes que pudimos del interior del país. Gracias también a la ayuda del Plan de Lectura de esa época que estaba coordinado por Hebe Clementi  que nos consiguió pasajes en tren y en avión del Ministerio de Educación de ese momento. Fue un Congreso realmente inolvidable. Dejamos el alma en todo esto. Cerró Javier Villafañe haciendo una función de títeres. Más no podíamos pedir. Fue un lujo. Así quedamos. Deshechos. Luego siguieron muchas comisiones, y años después me pidieron que fuera nuevamente presidenta de ALIJA. No tuve más remedio que decir que sí, y fueron cuatro años más. Por suerte, gente joven, animosa y muy capaz, están llevando ALIJA adelante.

CR: Trabajar en ALIJA es una bendición y es una carga, realmente. Porque como dice Susana, es ad honorem, uno lo hace después de hora, y los réditos que tiene son pequeños. Porque se trata de difundir nuestra literatura en el exterior. Y por empezar, tiene una meta muy alta, que es poder pagar la cuota del IBBY, que es importantísima, porque es en francos suizos. Son unos treinta mil pesos de base de cuota anual para tener una membrecía. Eso da oportunidad para candidatear al Andersen, tanto a ilustrador como a escritor. Para candidatear ambos, hay que pagar otra cuota. Y para lista de honor del IBBY. Esos son los de base. Una de las cosas que hizo Carlos Silveyra como presidente hace tres comisiones fue la de llamar a socios institucionales, como las editoriales, para que pudieran colaborar con una cuota, porque para juntar ese dinero y no perder la membrecía con solo el aporte de socios individuales no es tan fácil. Hay muchas cosas que se hacen en ALIJA. Todos los integrantes de las comisiones estamos un poco en todo. Y en subcomisiones, como estoy principalmente en la del Andersen.  Es interesante porque uno está cerca de los candidatos. Yo estuve el día en que se discutió que María Teresa fuera candidata. Esas son cosas personales que uno nunca se olvida.

MM: Y ganó el Andersen.

CR: Ganó. Casi nos morimos de emoción. Todos los que estamos cerca de la literatura infantil, creo. Pero los de ALIJA, especialmente. Al congreso de Londres la acompañamos nosotros y muchos editores, que fuimos a aplaudirla cuando fue el Congreso del IBBY en el que le entregaron su Premio Andersen. Cada uno se pagó su pasaje, lógicamente, porque ALIJA no tiene fondos. Esto implica un trabajo enorme. Yo formé parte de la subcomisión dedicada al dossier de ella. Dos años después, con María Cristina Ramos y Pablo Bernasconi, y este año estuve con Laura Devetach y Diego Bianchi. Al principio los candidatos están felices. Después, cuando se dan cuenta del trabajo que es armar el dossier… (Risas). Es todo un trabajo. Tiene una serie de requisitos. Recomendaciones de críticos, de obras que se presentan con sus propias fichas bibliográficas… Se entrega el dossier en español y en inglés, y diez títulos principales del autor que tienen que enviarse a los diez jurados del Andersen de todo el mundo, así que hay que salir a buscar plata para poder hacer los envíos. Porque hay que mandarlos a Egipto, a Alemania, a los Estados Unidos… adonde sea. El dossier de Laura llegó a casi cien páginas. Por suerte los ilustradores colaboran más, porque ellos mismos diseñan su dossier. El de Diego llegó a unas ochenta páginas. Ahora estamos a la espera de la Feria de Bolonia del año que viene, en la que anuncian el Andersen. Así que vamos a estar todos cruzando los dedos. Sabemos que tenemos otro Andersen muy cerca, pero Laura, por ejemplo, dice que ya lo siente como un logro. Hubo gente que colaboró con sus reseñas y artículos para el dossier. Y ayuda, porque su bibliografía suma setenta títulos. Hay que buscar los pies de edición, entre otras cosas. Es mucho trabajo que no deja de ser fascinante. Esto tiene que ver con la misión fundamental de ALIJA que es la de difundir la literatura argentina en el mundo.

SI: Quería comentar que en Latinoamérica solamente tres autores ganaron el Andersen. Una es Ana María Machado, la otra fue Lygia Bojunga Nunes, las dos brasileñas, y milagrosamente María Teresa Andruetto por Argentina, el último Andersen. A mí me gustaría muchísimo que ocurriera, pero sé que es muy difícil que Laura pueda ganar el Andersen, porque es muy cercano al premio argentino anterior.

CR: Ya lo vivimos con María Cristina Ramos también.

SI: Sí, pero igual hay que mandarlo. Que todo el mundo nos conozca. Porque al no pertenecer al IBBY, es como que la Argentina, la Patagonia, al sur de todo, como ya sabemos que pasa en política y en economía no existe… El Andersen es el Nobel para la literatura para niños y jóvenes. Es muy importante.

CR: Hay que traducir las obras también, porque la mayoría de los jurados y de los candidatos habla inglés u otros idiomas. Es parte del trabajo. Parece que estamos haciendo bien las cosas, porque por tercera vez logramos poner un jurado en el Andersen. Son diez jurados que leen y unos meses después eligen los ganadores, y fue dos veces Alicia Salvi (con lo cual conocimos algo de la cocina de la elección de los ganadores). Estuvo Ruth Mell, Nora Lía Sormani, y este año candidateamos a Lola Rubio, que está recibiendo y leyendo ahora los libros de los candidatos de todo el mundo. Estos libros después forman parte de la biblioteca de ALIJA.

SI: Es muy importante que digas acerca de los destacados de ALIJA.

CR: Hace varios años que se hace esto. Para que se den una idea de hasta qué punto esto lo hacemos a pulmón, les cuento que el IBBY México tiene treinta empleados rentados. Y nosotros solo a una secretaria, en este caso, la hija de Sandra Comino, Catalina, que puede ir dos veces por semana. Para los destacados del ALIJA, recibimos toda la producción de país de libros infantiles y juveniles.



SI: Los libros son una cosa y la literatura es otra de la que los libros forman parte.

CR: Sí. Recibimos libros de literatura, y también libros informativos, de divulgación, y se premian distintas categorías. Está bueno que entren en la página, que es ALIJA.org.ar. Se elige un jurado totalmente independiente de ALIJA, para que las cosas sean totalmente transparentes. Porque además en la comisión hay editores, como yo. Si bien yo estoy en ALIJA por una cuestión personal y no por SM, pero como formo parte de la comisión, yo no podría presentar mis obras editadas del año anterior. Así es que hay un jurado independiente, buscando que sea federal. Desde ALIJA, hay un coordinador, que tiene un trabajo enorme colaborando con las decisiones del jurado, porque se presenta una buena cantidad de libros, y hay una rica discusión acerca de cuáles son los ganadores y las menciones. Para que vean el nivel de transparencia, este año fue coordinadora del jurado Pilar Muñoz Lascano, que además es vocal. Como tiene un libro como autora conmigo en SM que es El caldero de los relatos, un lindo libro, que tuvo recomendación por la Fundación Cuatrogatos, por decisión de Pilar y mía, ese libro no concursó. En ese sentido, tratamos de lograr la mayor transparencia. Tratamos de que en el jurado haya especialistas de todas partes del país. El año pasado tuvimos una sección de pósters en el IBBY de México, y contamos cómo era la dinámica de los destacados de ALIJA. Y los otros Ibby prestaban mucha atención. De ahí nosotros sacamos el ALIJA de Honor… ALIJA estuvo en el salón de Río de Janeiro, el año pasado. Se llevó la producción más importante de autores como Laura, o Diego, por mencionar algunos, pero, además, los destacados de ALIJA. Eso no quiere decir que sean los únicos porque en la Argentina hay muchos libros muy buenos, pero son los que se destacan por encima de otros.

SI: Hay que ver por qué hay tanta producción de libros para niños, y qué diferencia hay entre los libros para niños y los libros de literatura, de ficción. Yo creo que hay tantos libros para niños, porque de alguna manera hay una concientización por parte de los padres, los docentes, los bibliotecarios, los mediadores, de que la literatura para niños es importante. Porque estuvo subestimada y fue la Cenicienta de la literatura. En los ámbitos académicos, prácticamente no la consideran: Hay muy pocas excepciones en el país que tengan la cátedra de Literatura Infantil y Juvenil en las universidades. Muchos de nosotros nos formamos de manera autónoma, somos “autogestionados”. La Universidad de San Martín en este momento tiene una cátedra, dentro de la Carrera de Letras, que es de Literatura Infantil y Juvenil. Dentro de la Carrera. Y esto es muy importante, porque hay muchos seminarios optativos en la UBA, en distintos lugares, pero no forman parte de la Carrera. Creo entonces que hay una concientización de la importancia de la literatura para niños y jóvenes. Y por otro lado, creo que también es una necesidad editorial creciente. Sean pequeñas o sean grandes, por un problema de mercadeo, para ser concisos, las editoriales necesitan tener una producción permanente anual, como para mostrar que realmente existen. Si una editorial no saca nada durante un año es como que algo está fallando. Hay un impulso mercantil, de continuar editando. Hay libros para niños sin literatura. Me acuerdo siempre de que Jacqueline Held, una investigadora maravillosa europea, decía que hay dos tipos de lenguaje. Uno sería el utilitario, y otro el creativo. El lenguaje utilitario es el lenguaje de las ciencias, el de lo cotidiano. El de las instrucciones para armar un rompecabezas o una máquina, por ejemplo. Y el lenguaje creativo es el lenguaje de la ficción. El que nos permite abrir nuestro imaginario, como niños, jóvenes o adultos. Es otra cosa. El lenguaje utilitario debe ser unívoco, debe tener una línea para que todo el mundo lo entienda. No puede ser abierto. En cambio, el creativo, abre las puertas del imaginario de cada uno. Cada lector tiene todo el derecho del mundo de conocer o reconocer, estar o no de acuerdo con lo que el autor ha escrito. Esto es muy fundante en los libros para niños. Hay muchos docentes que les dicen a los chicos que van a contarles un cuentito. Ya el diminutivo es peyorativo. Me acuerdo de un caso, en el que se contaba la historia de un gatito que se había perdido en la casa. Lo buscaban en el living, donde tenían un armario con vidrios en el que exhibían vasos, platos, etc. Una mesa con un mantel, un florero en el centro… y así. La descripción absoluta y minuciosa de todas las habitaciones de la casa. Y el gato, finalmente, estaba en el baño. Para eso, habían recorrido y descripto todas las habitaciones. Con lo cual, era preferible que hubieran ido a lo del chico que vive al lado de la escuela y que vieran lo que es una casa. Ese tipo de libros son inútiles. Y muchas veces, con esto de contarles un cuentito, les están enseñando algo, como lavarse los dientes o las manos. Todo esto, no es literatura. Puede ser un libro informativo, y muy bueno. Pero no es literatura. Jamás podemos decir que les vamos a contar o leer un cuentito. Y menos en diminutivo. Hay muchas y muy buenas editoriales que hacen libros de divulgación. Excelentes. Voy a citar una sola, para no despertar sospechas, Iamiqué. Realmente, publica unos libros de divulgación muy divertidos y muy originales. Hay otras editoriales que son más formales, pero Iamiqué tiene una apertura muy especial en esta forma de divulgación. Por eso digo que esta superabundancia tiene estas dos fórmulas. Y por esto, no todo lo que se publica es bueno. Hay un término que utiliza un investigador y escritor inglés, Aidan Chambers, que tiene libros teóricos excelentes. A esos libros híbridos,  los llama “literatura basura”. Él se plantea si esta literatura basura habría que dejársela a los chicos o habría que prohibirla, una cosa que tampoco puede ser. En general se suele decir, con tal de que lean, que lo lean. Total, van a tener tiempo para que el docente, la familia, o el bibliotecario tengan la oportunidad de ir conduciendo esas lecturas. Pero la expresión “libro basura” es fuerte…

CR: Más que “libro basura”, yo querría decir algo que está en el último libro que sacaste de Fanuel, que me pareció aún más interesante. El libro se llama Temas de Literatura Infantil... Y en algún momento se habla de “libro tibio”.

MM: Es muy lindo. El libro se llama Temas de literatura infantil. Aproximación al análisis del discurso para la infancia. El autor es Fanuel Hanán Díaz, y la colección la coordina Susana.

SI: Es un autor venezolano.

CR: Justamente, yo estoy dando dos clases sobre edición de libros infantiles, junto con María Amelia Macedo, dentro de un curso que organiza la Gutenberg, que lo da Diego Barros hace más de ocho años, que es de Gestión Editorial. Esa una especie de minicarrera como la de Edición, pero en la Gutenberg, y siempre nos invita a hablar sobre libros infantiles y juveniles. Esa primera clasificación me parece muy interesante, porque hace cuatro años que damos esta clase, y siempre tenemos que hacer esta aclaración. Que estamos hablando de libros infantiles y juveniles, que es un universo, pero que la literatura infantil y juvenil es otra cosa. Están dentro de ese universo, pero en la literatura predomina la función estética del lenguaje. Y así es que dentro de los libros para chicos están los textos escolares.
El editor de libros infantiles tiene más posibilidades que un editor de adultos, de editar variedad de libros. Literarios o no literarios. Editar un libro de divulgación no es tan común para un editor de adultos, si no trabaja en una editorial científica. Pero es mucho más común que un editor de libros infantiles edite una colección de divulgación. Y encima, trabajamos con varios lectores. Un lector de cinco años, un lector de ocho, uno de doce, uno de quince… No es lo mismo que un lector adulto, que puede cambiar de intereses, pero ya tiene su “expertisse lector”. En todo caso, en los libros de divulgación es donde está la experiencia del editor, por la famosa transposición didáctica. El tema de la alimentación de las plantas es el mismo para un chico de quince años y para uno de seis. Hay que ver cómo hacer la transposición de ese tema. En algún caso, más descriptivo, contando que reciben los alimentos del aire y de la luz, digamos, y en el otro se habla del intercambio celular. Y en literatura es mucho más libre y más arriesgado. Es donde está eso que dice Aidan Chambers en ese libro maravilloso que es Dime, del FCE, donde invita a la charla, al intercambio. Que resuenen los propios saberes o textos, dentro nuestro.

SI: Sobre todo con respecto a los niños.

CR: Sí. Eso no quiere decir (y digo lo que me pasa a mí), que por momentos no me encuentre con el fundamentalismo y el mercado. Y es importante la formación de mediadores. En SM ahora tenemos un ciclo de formación de docentes. La semana que viene va a venir Cecilia Pisos a hablar de poesía, que a mí me encanta. Pero a veces como editor uno acepta hacer ciertos guiños, y termina con guías docentes. Uno trata de ser lo más digno posible. Sabe que atrás de eso está el libro que es lo más importante y lo que va a quedar. No hacemos libros “tibios”. La idea es formar a los mediadores, sean cuales sean. Ojalá pudiéramos llegar a los padres, a la familia. A la familia que llega a la librería a comprar un libro, para el chico que cumple años, y un abuelo quiere ir con un buen libro porque hay un valor adicional. Y muchas veces el valor no está en el exterior. O en el formato de tapa dura y las ilustraciones. Me pasa con un hermano que le encanta Toy Story, y les regalaba a mis sobrinos libros de Toy Story. Y un día mi cuñada, que se daba cuenta, me dijo que fuéramos juntas a recorrer la Feria Infantil, porque ella quería otra cosa. Sabía dónde tenía que ir. Y ahí se produjo un quiebre. Y la tía se permite regalarles otras cosas. (Risas).



SI: Tengo una anécdota de algo que me pasó a mí. Yo estaba en una librería muy paqueta, viendo qué libros nuevos había. Y la hija del dueño me preguntó si necesitaba algo. Entró una abuela, y esta muchacha le preguntó si buscaba algo para regalar. La mujer le dijo que sí, que buscaba algo para la nieta. Y la vendedora le preguntó si quería “para la hora de comer o para la de dormir”. (Risas). Yo casi me identifico y le digo: “¡Ah!”, pero la librería quedaba al lado de mi casa. (Risas). Con lo cual, evité otro conflicto. Y además, (ahora me acordé), ahí trabajaba mi hijo. “Para la hora de comer o para la hora de dormir”. ¿Qué es eso? ¿Eso es una recomendación?

Asistente: Un libro de autoayuda para chicos…

SI: Claro. Le vendió el libro más caro, de tapas duras, con una ilustración impactante, y la abuela se fue muy contenta. Yo me fui con una depresión que creí que me moría. No me puedo olvidar de esa anécdota. Porque fíjense que es una persona que vende, que ni siquiera lee las contratapas.

Asistente: Ya no existen los libreros. Están los empleados de librería.

SI: Exacto. Es verdad que ya no hay libreros como los de antes. Cuando estudiaba en La Plata, teníamos un librero único y excepcional. Y en todos lados hemos tenido libreros. En este momento, son empleados de librería, que ni siquiera pueden querer leer la contratapa.

CR: Peor. Que preguntan cómo se escribe el nombre del autor.

SI: O cuando uno entra a la librería y te dicen que allá en el fondo (como si indicaran el baño) están los libros para niños. Ahí… ya está.

Asistente: Hay algo peor: cuando no te los dejan tocar.

SI: También. ”No los manosee”. O cuando están envueltos en celofán y no podés abrirlos si no te los llevás.

Asistente: Esto pasa en las grandes librerías. Hay otras chiquitas que mantienen cosas.

SI: Ese es otro tema: no sólo formar mediadores, familia, docentes, bibliotecarios… Formar libreros. Esa es una tarea que hace años que la venimos planteando en las Cámaras del Libro.

Asistente: Y ahí, algo que siempre recuerdo y repito, el artículo de Graciela Montes, “La gran ocasión”. Los padres a veces esperamos que crezcan y que entren en la escuela para darles de leer. Y otras cosas, como la interacción entre los textos y los chicos. En ese caso la escuela ayuda, pero nos encontramos con otro problema, y es que hay que acompañarlos y que se formen. 

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