Susana Itzcovich y Cecilia Repetti: "No toda la obra de un mismo autor es buena."
Todos los caminos llevan a la literatura infantil y juvenil, o muchos caminos diferentes llevan a ella. En la entrevista que inauguró el segundo ciclo de 2015, Mario Méndez charló con dos especialistas en el tema, que contaron el origen de su vínculo con este ámbito: Susana Itzcovich especialista, editora, profesora, periodista, coordinadora de ediciones de Lugar Editorial, cofundadora de ALIJA y Cecilia Repetti, editora y creadora de versiones de cuentos clásicos, con una larga experiencia en el mundo editorial, coordinando ediciones en Aique, a cargo del área de literatura infantil y juvenil en SM, entre otras cosas. Libro de arena publica la primera parte de la presentación de este nuevo ciclo de "Encuentros con escritores de literatura infantil y juvenil", que tuvo lugar el lunes 24 de
agosto, en La Nube. La segunda parte saldrá el viernes próximo.
Mateo
Niro: Buenas
tardes. ¿Cómo les va? Acá estamos casi como en nuestra casa. Como por décima
vez estamos encontrandonos en este ciclo precioso para nosotros, por muchas
razones. Por encontrarnos después de una jornada laboral a charlar de aquellas
cosas que nos gustan, es bastante raro encontrar tanta gente a la que le guste
lo mismo, y que sea apasionada y se atraviese la ciudad, o a veces venga desde
más lejos, para venir acá. También por nuestras invitadas de hoy, que son un
lujo. Y todo lo que se viene. Creo que lo vieron en la información, pero además
Mario va a pasar el cronograma de las personas invitadas. También, vale la pena
decirlo, Mario, además de ser un amigo es un colega y un maestro que timonea
este barco, así que estamos contentos de arrancar este nuevo Ciclo de
Encuentros con Escritores y Especialistas en Literatura Infantil y Juvenil.
Además acaba de salir campeón River, y lo reconocemos, así como dijimos en su momento
cosas no tan positivas… (Risas).También quiero comentar algo importante en
relación a La Nube pero antes de eso contarles a todos los que nos conocen, que
durante muchos años trabajamos juntos un grupo de amigos, y lamentablemente,
una de ellas, Gabriela Halpern, falleció la semana pasada. Para nosotros es el
dolor más grande que tuvimos en la vida y en el trabajo. Gabriela era una
compañera querida y genial, y para nosotros no hay consuelo. Esto pasó hace un
par de días, así que hoy, cuando teníamos que arrancar de nuevo, nos pasaba una
de esas cosas que pasan con la vida. Cómo afrontar una situación hermosa,
frente a este calvario. Sepan que es bueno decirlo, como homenaje a Gabi, una
persona maravillosa que nos acompañó y nos enseñó y también como homenaje a
todos nosotros, que tenemos que seguir atravesando estas cosas. Con alegría, y
en este momento con una tristeza terrible. Ustedes ya saben… Y La Nube está
cumpliendo cuarenta años, ¿no, Pablo?
Pablo
Medina: Es
grave. No se delata la edad…
MN: No. Pablo fundó La Nube
cuando tenía dos años. (Risas). Por lo cual, este ciclo que habíamos soñado,
con presencias tan importantes, forma parte de los festejos de estos cuarenta
años. Antes que nada, agradecerle a Pablo para quién pido un aplauso (Aplausos)…
Y para todos los que forman parte de La Nube, este proyecto maravilloso que
Pablo va a dirigirnos unas palabras…
PM: Dirigir, no. Dirigir,
nada. Los que somos guerreros parecemos duros por fuera pero por dentro, no.
Gabriela empezó con nosotros trabajando acá con su espectáculo, me acuerdo que vino con su texto de Ricardo Mariño, El mar preferido de los piratas, la
primera vez que lo hizo. Y estuvo mucho tiempo trabajando con nosotros ese
espectáculo. En cuarenta años han pasado estas cosas. Me parece que lo
fundamental es que uno no olvide a estas personas. La memoria, recordarlas. La
memoria de la cultura, la memoria de la infancia. Y Gabriela está presente. Acá
hay un libro que se editó en vida de ella, que es sobre su experiencia con “Los relatos orales en la sociedad letrada”,
de Editorial Cabiria, que este año además editó las charlas de Mario Méndez con
escritores. La idea es que puedan venderse, porque es la única manera de que se
pueda conocer esa experiencia. Y además, porque cuesta mucho hacerlos. A raíz
de los cuarenta años, Isol y Pablo Bernasconi, que son dos ilustradores muy
importantes hicieron afiches conmemorativos. Bienvenidos, y les reitero,
compren los textos porque también es una manera de darle forma. Yo entrego
parte de lo que sé hacer, me gusta lo que hago, siento pasión por esto, pero
hay que sostenerlo de alguna manera. Y de la mejor manera, no de maneras que
nosotros no sabemos hacer. Estamos además retomando la osadía de hacer un
Seminario Permanente con Lidia Blanco, sobre las hadas en la literatura
infantil. Y también un Taller de Escritura. Además estamos poniendo pronto en
circulación la digitalización de la biblioteca. Ya está la primera parte. A
partir de un convenio con la Universidad de San Martín. Va a estar accesible
toda la parte de Teoría y de Historia de la Literatura Infantil. Estamos además
con un ciclo a partir de La bella
durmiente, de una versión especial de Eva Halac. Un poco para celebrar esta
cuestión de la vida y los libros. Estamos reflexionando acerca de la versión de
ese cuento que se hizo en ese espectáculo. Tenemos también un laberinto en
homenaje a los ciento cincuenta años de Alicia
en el país de las maravillas. Si quieren mayor información, dejen sus datos
que se las vamos a hacer llegar. Ahí en la mesa está toda la producción que está
coordinando la querida amiga de toda la vida Susana Itzcovich. Gracias.
(Aplausos).
Mario
Méndez: Vamos
a comenzar. A Gabi le hubiera gustado que siguiéramos con una sonrisa, así que
empezamos este nuevo Ciclo que es un orgullo y una alegría, sonriendo. Hoy, con
la presencia de dos editoras y especialistas: Cecilia Repetti y Susana
Itzcovich, que han querido venir. Voy a contarles un poco acerca de su obra, y
otro poco va a salir de la charla. Brevemente les cuento que en este ciclo van
a venir de visita y vamos a estudiar la obra de Margarita Mainé, Itsvansch, Ema
Wolf, Liliana Bodoc y María Teresa Andruetto. En ese orden. Un lujo, por donde
lo miren. Vamos a empezar este lujo hoy con Susana Itzcovich, especialista, editora,
profesora, periodista, coordinadora de ediciones de Lugar Editorial, cofundadora
de ALIJA, y durante dos períodos, presidenta. Muchas gracias por venir. Y
Cecilia Repetti, quien tiene también una larga experiencia en el mundo
editorial. Muchos años coordinando ediciones en Aique, desde hace tres años en SM a cargo del área de literatura
infantil y juvenil. Editora y creadora de libros de texto, de versiones de
cuentos clásicos y en SM, entre otras cosas, se ha dado el lujo de que, a
partir de su trabajo, SM de Argentina incorpore dos colecciones que antes no
existían, que son creaciones de ella y de su equipo. Una es Hilo de Palabras,
dedicada a leyendas, mitos y todo aquello que es del acervo popular, retomado
por autores contemporáneos. Y la otra es Teatro de Papel, una colección
dedicada al teatro, que ya está en el mercado con ocho títulos de diferentes
dramaturgos. El teatro y la poesía muchas veces tienen poco lugar y Cecilia ha
logrado eso en SM. Bienvenidas las dos. Tenemos muchos lugares por donde
empezar, pero vamos a empezar por lo básico. ¿Cómo llegan ustedes a la
literatura infantil y juvenil?
Susana
Itzcovich: Bueno, por miedo a… (Risas). Más o menos para la década del
sesenta yo estaba viviendo en Mar del Plata, tu ciudad, Mario, cuando se creó
un profesorado de para maestras Jardineras y se abrió la cátedra de Literatura
Infantil. Yo ya había estado investigando, me presenté a la cátedra y la gané.
Ahí empecé a armar una trayectoria que continué en varias líneas. Cuando vine a
vivir a Buenos Aires en el ’67, además de dar cátedra (que para eso me recibí
en Letras), una de mis ideas era la de funcionar en los medios gráficos,
radiales, televisivos, donde fuere, haciendo crítica de libros y espectáculos
para niños, cosa que no era usual en ese momento. Así que a través de ciertos
contactos, empecé a trabajar haciendo notas en la revista “Análisis”, que
después desapareció, en “Panorama”, donde trabajé siete años, y en otros medios
gráficos, diarios, etc. La primera nota que hice para “Análisis” es sagrada
para mí, porque fue una entrevista exclusiva a María Elena Walsh y una
caricatura de ella, salió en tapa.
Jovenzuela como era en ese entonces, y primeriza en el periodismo, fue
impactante.
MM: Qué comienzo…
SI: La verdad que sí. Posteriormente,
seguí con la cátedra de Literatura para niños y jóvenes, en Profesorados de
jardín de Infantes y en Bibliotecología en la ciudad de La Plata, donde se crea
la cátedra de Literatura Infantil para bibliotecarios escolares primero, y
después, para bibliotecarios en general. Muy bien pensado por la regente de la institución,
en el Instituto nº 8 de La Plata, que
pensaba que un bibliotecario tenía que conocer la literatura infantil para
poder recomendar libros a los alumnos. Esa cátedra la ejercí durante
veinticinco años, y creo que la camada de bibliotecarios debe haber aprendido a
valorizar la auténtica literatura. Siento que fui útil en ambas cosas. También
trabajé en escuelas de enseñanza media. Después me cansé, renuncié y me quedé
con los profesorados. Escribí un libro teórico que está editado por Colihue,
que se llama Veinte años no es nada,
y es la recopilación de una serie de artículos periodísticos, bastante audaz.
Hay dos o tres que están publicados en el período infame del gobierno de facto
que no sé cómo no los detectaron y pasaron inadvertidos. Sobre todo hablando
maravillas de Ayax Barnes y Beatriz Doumerc. Después me jubilé, pero sigo
trabajando porque sería muy aburrido no hacer nada. Y una de las cosas que hago
es dirigir esta colección de Teoría de la Literatura Infantil y Juvenil, en
Lugar Editorial.
MM: Muy bien. Ahora volvemos
sobre varias de esas cosas. ¿Cecilia?
Cecilia
Repetti: Creo
que llegué a la literatura infantil y juvenil por deformación profesional.
Estudié letras en la UCA hace muchos años, y cuando terminé me di cuenta de que
lo mío no era la docencia, de que lo mío no iba por ahí. Si bien daba clases en
un instituto preparando Ingresos al Buenos Aires y al Pellegrini, y me fogueaba
con los distintos programas que había en circulación, incluso dando latín. Y un
día me llama una amiga y me cuenta que se está por crear una nueva carrera en
Puán, a tres cuadras de casa. Sonaba interesante. La carrera era de Técnico en
Edición. Para mí fue fascinante. El primer día asistí a una materia que se
llama Introducción a la Industria Editorial, que la dictaba Ricardo Nudelman,
Alejandro Katz y creo que Horacio García. Y recuerdo a Nudelman que puso en el
pizarrón que la industria editorial no movía la economía del país. (Risas). Y
con esa carrera descubrí que podía hacer una especie de sincretismo, entre lo
que había estudiado, Letras, y el “hacer libros”, que me parecía una actividad
fascinante. Me sigue pareciendo así hoy. Es un arte, una artesanía, un oficio
en el que uno vuelca toda su creatividad. No solamente por esto de crear
colecciones, sino que además se trabaja con creativos, se trabaja en equipo.
Terminé la carrera y me sentía mucho más cómoda con mi profesión, y con mi
camino laboral. No sé cómo está ahora la carrera, pero yo siempre la
recomiendo. La Edición es una profesión que uno puede hacer por oficio. A lo
largo de mi vida he encontrado gente dispuesta a enseñarme el oficio, más allá
de que yo hubiera hecho la carrera. Yo misma he sido formadora. Siempre tengo
gente al lado a la que puedo pasarle pequeños tips, secretos que hacen a lo que
es “hacer libros”. La carrera termina con una pasantía en alguna editorial, y
entre las que había, elegí hacerla en Aique, que era de textos escolares. Y
seguí allí, parece que a los dueños originales les gustó mi forma de trabajar,
y me quedé dieciocho años. (Risas). Hice muchas cosas. Cuento todo esto, porque
lleva a lo que soy hoy. A pesar de que era de Letras, estuve ocho años en el
Departamento de Arte. Aprendí a diagramar libros, a trabajar con ilustradores y
diseñadores, a prestar atención a la fotografía, a educar mi mirada estética de
las cosas. Todo el mundo me decía que alguna vez me dedicara a editar, pero yo
estaba muy cómoda después de ocho años, incluso llegué a ser subjefa del área.
Hasta que en un momento se dieron una serie de movimientos departamentales, y
ahí quedé como editora. Y ahí editaba de todo. Sobre todo, libros de texto. De
Ciencias Sociales, de Matemáticas, mucho del Primer Ciclo, Áreas Integradas del
Primer Ciclo. Y a partir de ahí empecé a tener más contacto con la literatura
infantil y juvenil y a hacer mi camino, armando las primeras antologías para
los libros escolares. Además, trabajé catorce años, como externa, en Albatros
editando todo tipo de libros para chicos (además de adultos, porque era la
única editora), libros de mandalas, de pictogramas, de manualidades… Y en un
momento, aparecieron las ganas de “reconvertirme”, y de dedicarme más de lleno
a la literatura infantil y juvenil, o de tener una formación más profesional
(no es fácil, no hay muchas instancias de capacitación), y me comentaron que
había un postítulo del CEPA en Literatura infantil y juvenil, con un cupo muy
pequeño para editores. Lo dirigía Gustavo Bombini y Cecilia Bajour. Y entramos
justo en la última cohorte, porque después lo cerraron. Y compartí el cupo con
Lola Rubio, de Fondo de Cultura Económica, con otra editora, Florencia Lamas,
que está ahora en literatura infantil y juvenil de Aique: Sonia Lugea, que es
bibliotecaria y que fue asistente de Alicia Salvi, con María Amelia Macedo, que
está ahora en Penguin. Y todas nos preguntábamos qué hacíamos ahí, los días
sábados de nueve a seis de la tarde. Durante dos años. Y así fue, un buen día
renuncié a las dos editoriales juntas porque había un lugar vacante en el área
de infantil y juvenil de SM. No era que yo tuviera una voluntad expresa de
cambiar, pero se dio como esas cosas que se dan en la vida… ni antes ni
después. Y ahora estoy trabajando, haciéndome cargo de una macro-colección que
tiene una historia que me precede largamente, que es El Barco de Vapor, y
haciendo y haciendo. Soy una entusiasta del hacer, por eso las colecciones
nuevas. Ya hace más de tres años. También estoy en ALIJA. Y trabajando junto
con Susana en el comité de la Feria del Libro Infantil y Juvenil. En una
subcomisión bien interesante, pero que nos da mucho trabajo.
SI: Las que mejor lo
hacemos. (Risas).
CR: Organizamos las jornadas
de docentes mediadores. Los invitamos a que vayan, por supuesto. Somos un grupo
de ocho o diez personas que trabajamos durante todo el año. Ahora terminó la
Feria y ya el miércoles nos reunimos a pensar qué propuestas vamos a hacer para
las Jornadas. Son bastante multitudinarias e interesantes. Recogemos las
inquietudes de los participantes, de los docentes y bibliotecarios que vienen.
Susana está a cargo de una colección preciosa que es la de Teoría LIJ; creo que
hay que formar mediadores y por ahí vamos.
MM: Sin duda trabajan. Han
trabajado mucho. Entre las muchas líneas que se abren hay una en la que
coinciden las dos, que es ALIJA. Ahí trabajaron y trabajan por supuesto ad honorem y poniendo tiempo, dinero, y
esfuerzo. Vos fuiste co-fundadora y fuiste presidente, y ahora está Cecilia
como vocal. Yo sé que estás ahí al pie del cañón. ¿Qué significa, en lo
profundo, ALIJA para la literatura infantil y juvenil en la Argentina?
SI: Bueno, nosotros
cofundamos con un grupo de escritores y especialistas, lo que se llama
Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina. Por eso, ALIJA. Al
principio era un grupo de estudio. De pronto decidimos que había que hacer una
asociación. Entonces nos reunimos escritores, investigadores, y tuvimos la
oportunidad de presentarnos al IBBY, que es la institución internacional de libros
para niños y jóvenes, como postulantes para representar a la Argentina. Porque
IBBY había dejado de sostener como representante, al Instituto Summa, en ese
momento. Hacía un año que Summa ya no formaba parte de IBBY. Con la audacia de
los formadores, nos presentamos. Enviamos la currícula de cada uno de nosotros,
lo que estábamos haciendo, y fuimos aceptados. Esto trajo algunas consecuencias
muy favorables y otras desfavorables que eran monetarias. Porque en realidad
para ser socio de IBBY hay que pagar una fortuna. Hicimos lo que pudimos y
fuimos pagando todos los años; a mí me tocó dos veces la presidencia. En la
primera fue Carlos Silveyra el vicepresidente, y en la segunda Pablo Medina,
que me acompañó otros dos años. Y en ese segundo año fue muy interesante,
porque el IBBY nos mandó plata… es increíble, nos mandó un dinero, en dólares,
para hacer un Congreso que tenía dos o tres limitaciones. Había que invitar a
dos especialistas o escritores famosos extranjeros, y a la mayor parte posible
de escritores o especialistas de nuestro país. Así que si bien éramos muy pocos
para armarlo, los editores ayudaron, con los libros. Vino Ana María Machado, de
Brasil por primera vez… es increíble el tiempo que pasó. Y se me olvidó el
nombre de mi colega francesa… Genevieve Patte. Fueron los dos pilares
importantes que participaron, y trajimos a todos los participantes que pudimos
del interior del país. Gracias también a la ayuda del Plan de Lectura de esa
época que estaba coordinado por Hebe Clementi
que nos consiguió pasajes en tren y en avión del Ministerio de Educación
de ese momento. Fue un Congreso realmente inolvidable. Dejamos el alma en todo
esto. Cerró Javier Villafañe haciendo una función de títeres. Más no podíamos
pedir. Fue un lujo. Así quedamos. Deshechos. Luego siguieron muchas comisiones,
y años después me pidieron que fuera nuevamente presidenta de ALIJA. No tuve
más remedio que decir que sí, y fueron cuatro años más. Por suerte, gente
joven, animosa y muy capaz, están llevando ALIJA adelante.
CR: Trabajar en ALIJA es una
bendición y es una carga, realmente. Porque como dice Susana, es ad honorem,
uno lo hace después de hora, y los réditos que tiene son pequeños. Porque se
trata de difundir nuestra literatura en el exterior. Y por empezar, tiene una
meta muy alta, que es poder pagar la cuota del IBBY, que es importantísima,
porque es en francos suizos. Son unos treinta mil pesos de base de cuota anual
para tener una membrecía. Eso da oportunidad para candidatear al Andersen,
tanto a ilustrador como a escritor. Para candidatear ambos, hay que pagar otra
cuota. Y para lista de honor del IBBY. Esos son los de base. Una de las cosas
que hizo Carlos Silveyra como presidente hace tres comisiones fue la de llamar
a socios institucionales, como las editoriales, para que pudieran colaborar con
una cuota, porque para juntar ese dinero y no perder la membrecía con solo el
aporte de socios individuales no es tan fácil. Hay muchas cosas que se hacen en
ALIJA. Todos los integrantes de las comisiones estamos un poco en todo. Y en
subcomisiones, como estoy principalmente en la del Andersen. Es interesante porque uno está cerca de los
candidatos. Yo estuve el día en que se discutió que María Teresa fuera
candidata. Esas son cosas personales que uno nunca se olvida.
MM: Y ganó el Andersen.
CR: Ganó. Casi nos morimos
de emoción. Todos los que estamos cerca de la literatura infantil, creo. Pero
los de ALIJA, especialmente. Al congreso de Londres la acompañamos nosotros y
muchos editores, que fuimos a aplaudirla cuando fue el Congreso del IBBY en el
que le entregaron su Premio Andersen. Cada uno se pagó su pasaje, lógicamente,
porque ALIJA no tiene fondos. Esto implica un trabajo enorme. Yo formé parte de
la subcomisión dedicada al dossier de ella. Dos años después, con María
Cristina Ramos y Pablo Bernasconi, y este año estuve con Laura Devetach y Diego
Bianchi. Al principio los candidatos están felices. Después, cuando se dan
cuenta del trabajo que es armar el dossier… (Risas). Es todo un trabajo. Tiene
una serie de requisitos. Recomendaciones de críticos, de obras que se presentan
con sus propias fichas bibliográficas… Se entrega el dossier en español y en
inglés, y diez títulos principales del autor que tienen que enviarse a los diez
jurados del Andersen de todo el mundo, así que hay que salir a buscar plata
para poder hacer los envíos. Porque hay que mandarlos a Egipto, a Alemania, a
los Estados Unidos… adonde sea. El dossier de Laura llegó a casi cien páginas.
Por suerte los ilustradores colaboran más, porque ellos mismos diseñan su
dossier. El de Diego llegó a unas ochenta páginas. Ahora estamos a la espera de
la Feria de Bolonia del año que viene, en la que anuncian el Andersen. Así que
vamos a estar todos cruzando los dedos. Sabemos que tenemos otro Andersen muy
cerca, pero Laura, por ejemplo, dice que ya lo siente como un logro. Hubo gente
que colaboró con sus reseñas y artículos para el dossier. Y ayuda, porque su
bibliografía suma setenta títulos. Hay que buscar los pies de edición, entre
otras cosas. Es mucho trabajo que no deja de ser fascinante. Esto tiene que ver
con la misión fundamental de ALIJA que es la de difundir la literatura
argentina en el mundo.
SI: Quería comentar que en
Latinoamérica solamente tres autores ganaron el Andersen. Una es Ana María
Machado, la otra fue Lygia Bojunga Nunes, las dos brasileñas, y
milagrosamente María Teresa Andruetto por Argentina, el último Andersen. A mí
me gustaría muchísimo que ocurriera, pero sé que es muy difícil que Laura pueda
ganar el Andersen, porque es muy cercano al premio argentino anterior.
CR: Ya lo vivimos con María
Cristina Ramos también.
SI: Sí, pero igual hay que
mandarlo. Que todo el mundo nos conozca. Porque al no pertenecer al IBBY, es
como que la Argentina, la Patagonia, al sur de todo, como ya sabemos que pasa
en política y en economía no existe… El Andersen es el Nobel para la literatura
para niños y jóvenes. Es muy importante.
CR: Hay que traducir las
obras también, porque la mayoría de los jurados y de los candidatos habla
inglés u otros idiomas. Es parte del trabajo. Parece que estamos haciendo bien
las cosas, porque por tercera vez logramos poner un jurado en el Andersen. Son
diez jurados que leen y unos meses después eligen los ganadores, y fue dos
veces Alicia Salvi (con lo cual conocimos algo de la cocina de la elección de
los ganadores). Estuvo Ruth Mell, Nora Lía Sormani, y este año candidateamos a
Lola Rubio, que está recibiendo y leyendo ahora los libros de los candidatos de
todo el mundo. Estos libros después forman parte de la biblioteca de ALIJA.
SI: Es muy importante que
digas acerca de los destacados de ALIJA.
CR: Hace varios años que se
hace esto. Para que se den una idea de hasta qué punto esto lo hacemos a
pulmón, les cuento que el IBBY México tiene treinta empleados rentados. Y
nosotros solo a una secretaria, en este caso, la hija de Sandra Comino,
Catalina, que puede ir dos veces por semana. Para los destacados del ALIJA, recibimos
toda la producción de país de libros infantiles y juveniles.
CR: Sí. Recibimos libros de
literatura, y también libros informativos, de divulgación, y se premian
distintas categorías. Está bueno que entren en la página, que es ALIJA.org.ar. Se elige un jurado
totalmente independiente de ALIJA, para que las cosas sean totalmente
transparentes. Porque además en la comisión hay editores, como yo. Si bien yo
estoy en ALIJA por una cuestión personal y no por SM, pero como formo parte de
la comisión, yo no podría presentar mis obras editadas del año anterior. Así es
que hay un jurado independiente, buscando que sea federal. Desde ALIJA, hay un
coordinador, que tiene un trabajo enorme colaborando con las decisiones del
jurado, porque se presenta una buena cantidad de libros, y hay una rica
discusión acerca de cuáles son los ganadores y las menciones. Para que vean el
nivel de transparencia, este año fue coordinadora del jurado Pilar Muñoz
Lascano, que además es vocal. Como tiene un libro como autora conmigo en SM que
es El caldero de los relatos, un
lindo libro, que tuvo recomendación por la Fundación Cuatrogatos, por decisión
de Pilar y mía, ese libro no concursó. En ese sentido, tratamos de lograr la
mayor transparencia. Tratamos de que en el jurado haya especialistas de todas
partes del país. El año pasado tuvimos una sección de pósters en el IBBY de
México, y contamos cómo era la dinámica de los destacados de ALIJA. Y los otros
Ibby prestaban mucha atención. De ahí nosotros sacamos el ALIJA de Honor… ALIJA
estuvo en el salón de Río de Janeiro, el año pasado. Se llevó la producción más
importante de autores como Laura, o Diego, por mencionar algunos, pero, además,
los destacados de ALIJA. Eso no quiere decir que sean los únicos porque en la
Argentina hay muchos libros muy buenos, pero son los que se destacan por encima
de otros.
SI: Hay que ver por qué hay
tanta producción de libros para niños, y qué diferencia hay entre los libros
para niños y los libros de literatura, de ficción. Yo creo que hay tantos
libros para niños, porque de alguna manera hay una concientización por parte de
los padres, los docentes, los bibliotecarios, los mediadores, de que la
literatura para niños es importante. Porque estuvo subestimada y fue la
Cenicienta de la literatura. En los ámbitos académicos, prácticamente no la
consideran: Hay muy pocas excepciones en el país que tengan la cátedra de
Literatura Infantil y Juvenil en las universidades. Muchos de nosotros nos
formamos de manera autónoma, somos “autogestionados”. La Universidad de San
Martín en este momento tiene una cátedra, dentro de la Carrera de Letras, que
es de Literatura Infantil y Juvenil. Dentro de la Carrera. Y esto es muy importante,
porque hay muchos seminarios optativos en la UBA, en distintos lugares, pero no
forman parte de la Carrera. Creo entonces que hay una concientización de la
importancia de la literatura para niños y jóvenes. Y por otro lado, creo que
también es una necesidad editorial creciente. Sean pequeñas o sean grandes, por
un problema de mercadeo, para ser concisos, las editoriales necesitan tener una
producción permanente anual, como para mostrar que realmente existen. Si una
editorial no saca nada durante un año es como que algo está fallando. Hay un
impulso mercantil, de continuar editando. Hay libros para niños sin literatura.
Me acuerdo siempre de que Jacqueline Held, una investigadora maravillosa
europea, decía que hay dos tipos de lenguaje. Uno sería el utilitario, y otro
el creativo. El lenguaje utilitario es el lenguaje de las ciencias, el de lo
cotidiano. El de las instrucciones para armar un rompecabezas o una máquina,
por ejemplo. Y el lenguaje creativo es el lenguaje de la ficción. El que nos
permite abrir nuestro imaginario, como niños, jóvenes o adultos. Es otra cosa.
El lenguaje utilitario debe ser unívoco, debe tener una línea para que todo el
mundo lo entienda. No puede ser abierto. En cambio, el creativo, abre las
puertas del imaginario de cada uno. Cada lector tiene todo el derecho del mundo
de conocer o reconocer, estar o no de acuerdo con lo que el autor ha escrito.
Esto es muy fundante en los libros para niños. Hay muchos docentes que les
dicen a los chicos que van a contarles un cuentito. Ya el diminutivo es
peyorativo. Me acuerdo de un caso, en el que se contaba la historia de un
gatito que se había perdido en la casa. Lo buscaban en el living, donde tenían
un armario con vidrios en el que exhibían vasos, platos, etc. Una mesa con un
mantel, un florero en el centro… y así. La descripción absoluta y minuciosa de
todas las habitaciones de la casa. Y el gato, finalmente, estaba en el baño.
Para eso, habían recorrido y descripto todas las habitaciones. Con lo cual, era
preferible que hubieran ido a lo del chico que vive al lado de la escuela y que
vieran lo que es una casa. Ese tipo de libros son inútiles. Y muchas veces, con
esto de contarles un cuentito, les están enseñando algo, como lavarse los
dientes o las manos. Todo esto, no es literatura. Puede ser un libro
informativo, y muy bueno. Pero no es literatura. Jamás podemos decir que les
vamos a contar o leer un cuentito. Y menos en diminutivo. Hay muchas y muy
buenas editoriales que hacen libros de divulgación. Excelentes. Voy a citar una
sola, para no despertar sospechas, Iamiqué. Realmente, publica unos libros de
divulgación muy divertidos y muy originales. Hay otras editoriales que son más
formales, pero Iamiqué tiene una apertura muy especial en esta forma de
divulgación. Por eso digo que esta superabundancia tiene estas dos fórmulas. Y
por esto, no todo lo que se publica es bueno. Hay un término que utiliza un
investigador y escritor inglés, Aidan Chambers, que tiene libros teóricos
excelentes. A esos libros híbridos, los
llama “literatura basura”. Él se plantea si esta literatura basura habría que
dejársela a los chicos o habría que prohibirla, una cosa que tampoco puede ser.
En general se suele decir, con tal de que lean, que lo lean. Total, van a tener
tiempo para que el docente, la familia, o el bibliotecario tengan la
oportunidad de ir conduciendo esas lecturas. Pero la expresión “libro basura”
es fuerte…
CR: Más que “libro basura”,
yo querría decir algo que está en el último libro que sacaste de Fanuel, que me
pareció aún más interesante. El libro se llama Temas de Literatura Infantil... Y en algún momento se habla de
“libro tibio”.
MM: Es muy lindo. El libro
se llama Temas de literatura infantil.
Aproximación al análisis del discurso para
la infancia. El autor es Fanuel Hanán Díaz, y la colección la coordina
Susana.
SI: Es un autor venezolano.
CR: Justamente, yo estoy
dando dos clases sobre edición de libros infantiles, junto con María Amelia
Macedo, dentro de un curso que organiza la Gutenberg, que lo da Diego Barros
hace más de ocho años, que es de Gestión Editorial. Esa una especie de
minicarrera como la de Edición, pero en la Gutenberg, y siempre nos invita a
hablar sobre libros infantiles y juveniles. Esa primera clasificación me parece
muy interesante, porque hace cuatro años que damos esta clase, y siempre
tenemos que hacer esta aclaración. Que estamos hablando de libros infantiles y
juveniles, que es un universo, pero que la literatura infantil y juvenil es
otra cosa. Están dentro de ese universo, pero en la literatura predomina la
función estética del lenguaje. Y así es que dentro de los libros para chicos
están los textos escolares.
El editor de libros
infantiles tiene más posibilidades que un editor de adultos, de editar variedad
de libros. Literarios o no literarios. Editar un libro de divulgación no es tan
común para un editor de adultos, si no trabaja en una editorial científica.
Pero es mucho más común que un editor de libros infantiles edite una colección
de divulgación. Y encima, trabajamos con varios lectores. Un lector de cinco
años, un lector de ocho, uno de doce, uno de quince… No es lo mismo que un
lector adulto, que puede cambiar de intereses, pero ya tiene su “expertisse
lector”. En todo caso, en los libros de divulgación es donde está la
experiencia del editor, por la famosa transposición didáctica. El tema de la
alimentación de las plantas es el mismo para un chico de quince años y para uno
de seis. Hay que ver cómo hacer la transposición de ese tema. En algún caso,
más descriptivo, contando que reciben los alimentos del aire y de la luz,
digamos, y en el otro se habla del intercambio celular. Y en literatura es
mucho más libre y más arriesgado. Es donde está eso que dice Aidan Chambers en
ese libro maravilloso que es Dime,
del FCE, donde invita a la charla, al intercambio. Que resuenen los propios
saberes o textos, dentro nuestro.
SI: Sobre todo con respecto
a los niños.
CR: Sí. Eso no quiere decir
(y digo lo que me pasa a mí), que por momentos no me encuentre con el
fundamentalismo y el mercado. Y es importante la formación de mediadores. En SM
ahora tenemos un ciclo de formación de docentes. La semana que viene va a venir
Cecilia Pisos a hablar de poesía, que a mí me encanta. Pero a veces como editor
uno acepta hacer ciertos guiños, y termina con guías docentes. Uno trata de ser
lo más digno posible. Sabe que atrás de eso está el libro que es lo más
importante y lo que va a quedar. No hacemos libros “tibios”. La idea es formar
a los mediadores, sean cuales sean. Ojalá pudiéramos llegar a los padres, a la
familia. A la familia que llega a la librería a comprar un libro, para el chico
que cumple años, y un abuelo quiere ir con un buen libro porque hay un valor
adicional. Y muchas veces el valor no está en el exterior. O en el formato de
tapa dura y las ilustraciones. Me pasa con un hermano que le encanta Toy Story, y les regalaba a mis sobrinos
libros de Toy Story. Y un día mi
cuñada, que se daba cuenta, me dijo que fuéramos juntas a recorrer la Feria
Infantil, porque ella quería otra cosa. Sabía dónde tenía que ir. Y ahí se
produjo un quiebre. Y la tía se permite regalarles otras cosas. (Risas).
SI: Tengo una anécdota de
algo que me pasó a mí. Yo estaba en una librería muy paqueta, viendo qué libros
nuevos había. Y la hija del dueño me preguntó si necesitaba algo. Entró una
abuela, y esta muchacha le preguntó si buscaba algo para regalar. La mujer le
dijo que sí, que buscaba algo para la nieta. Y la vendedora le preguntó si
quería “para la hora de comer o para la de dormir”. (Risas). Yo casi me identifico
y le digo: “¡Ah!”, pero la librería quedaba al lado de mi casa. (Risas). Con lo
cual, evité otro conflicto. Y además, (ahora me acordé), ahí trabajaba mi hijo.
“Para la hora de comer o para la hora de dormir”. ¿Qué es eso? ¿Eso es una
recomendación?
Asistente:
Un
libro de autoayuda para chicos…
SI: Claro. Le vendió el libro más caro, de
tapas duras, con una ilustración impactante, y la abuela se fue muy contenta.
Yo me fui con una depresión que creí que me moría. No me puedo olvidar de esa
anécdota. Porque fíjense que es una persona que vende, que ni siquiera lee las
contratapas.
Asistente:
Ya
no existen los libreros. Están los empleados de librería.
SI: Exacto. Es verdad que ya
no hay libreros como los de antes. Cuando estudiaba en La Plata, teníamos un
librero único y excepcional. Y en todos lados hemos tenido libreros. En este
momento, son empleados de librería, que ni siquiera pueden querer leer la
contratapa.
CR: Peor. Que preguntan cómo
se escribe el nombre del autor.
SI: O cuando uno entra a la
librería y te dicen que allá en el fondo (como si indicaran el baño) están los
libros para niños. Ahí… ya está.
Asistente:
Hay
algo peor: cuando no te los dejan tocar.
SI: También. ”No los
manosee”. O cuando están envueltos en celofán y no podés abrirlos si no te los
llevás.
Asistente:
Esto
pasa en las grandes librerías. Hay otras chiquitas que mantienen cosas.
SI: Ese es otro tema: no
sólo formar mediadores, familia, docentes, bibliotecarios… Formar libreros. Esa
es una tarea que hace años que la venimos planteando en las Cámaras del Libro.
Asistente:
Y
ahí, algo que siempre recuerdo y repito, el artículo de Graciela Montes, “La
gran ocasión”. Los padres a veces esperamos que crezcan y que entren en la
escuela para darles de leer. Y otras cosas, como la interacción entre los
textos y los chicos. En ese caso la escuela ayuda, pero nos encontramos con
otro problema, y es que hay que acompañarlos y que se formen.
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