Oche Califa: "El humor es una suerte de impugnación, es lo que viene a cuestionar lo instituido."

Ante todo, el humor. Y justo ahí, agarrada de la mano, la poesía. Ambas, indiscutibles armas para enfrentar el mundo y a la vez desnudarlo que el escritor, editor, traductor, colaborador de renombradas publicaciones periódicas y diarios, Oche Califa, no ha abandonado con el paso del tiempo. En la charla con Mario Méndez, contó acerca de sus inicios como lector, de sus gustos, de la impronta que dejaron las grandes colecciones y los grandes poetas en él. A propósito de este interés y a pedido de Mario recitó de memoria una poesía de Raúl González Tuñón. Libro de arena presenta la Entrevista a Ángel Jorge Califa (Oche Califa), que tuvo lugar en La Nube, el 15 de junio 2015, cuya segunda parte saldrá el viernes próximo.



Mario Méndez: Buenas tardes. Bienvenido, Oche. Es muy bueno tenerte por acá. Normalmente empezamos releyendo lo que trabajamos el lunes anterior, que es la biografía. “Oche Califa” es el seudónimo de Ángel Jorge Califa, nació en Chivilcoy. Es de la avanzada chivilcoyana sobre Buenos Aires, junto con Ricardo Mariño y Horacio López. Es escritor, periodista y editor. Se inició en la literatura y el periodismo en su ciudad natal, y ¿viniste acá en el ’78?

Oche Califa: En realidad, un poco antes. Vine a estudiar, después dejé la facultad. Había pedido prórroga en el servicio militar, pero cuando dejé la facultad se me terminó la prórroga. En 1978 terminé el servicio militar y me quedé.

MM: Bueno, desde esa época viene publicando, literatura para niños, notas, entrevistas sobre temas culturales en revistas y diarios. Su primer libro para niños se editó en 1985. ¿Cuál fue?

OC: La vuelta de Mongorito Flores. Por suerte el editor lo mantiene en el catálogo. Está en la colección Pajarito Remendado. Es uno de los primeros títulos de la colección.

MM: Fue colaborador de las revistas Billiken y La Hojita, el periódico Acción, el diario Clarín, las revistas Humi y Superhumor y otros medios. A partir del ‘90 fue redactor de Humi y luego de la revista Humor Registrado. ¿En Humor qué escribías?

OC: Estaba en una sección de temas ambientales y ecológicos. Una especie de suplemento dentro de la revista. Lo dirigía Lila Pastoriza.

MM: En el ‘92 ingresó al diario La Nación donde fue editor del suplemento infantil y, luego, director de la revista La Nación de los Chicos. (Yo la recuerdo mucho porque ahí me publicaste mis primeros cuentos). Entre el  ‘93 y el  ‘94 fuiste redactor, además, de la revista Vida Silvestre. En el ‘99 pasaste al campo del libro como director editorial de Oxford de Argentina y en 2000 a Ediciones Colihue, donde seguís trabajando…

OC: No… Me fui de ahí hace muchos años, era el subjefe editorial…

MM: ¿Cuando estaba Gustavo Roldán?

OC: Bueno, Gustavo había dirigido Pajarito Remendado, Libros del Malabarista, y cuando llegué yo, esas colecciones casi habían concluido, Gustavo casi no hacía nada más. Publicó unos pocos últimos libros. Es una editorial que abarca todos los intereses del catálogo del niño y el adulto. Hay libros educativos, ensayísticos, políticos, históricos… había que ocuparse de todo, como se podía. Algunas colecciones tenían director de colección. Algunos directores se ocupaban más y otros menos. Había que hacer un poco de todo. Colihue es una editorial importante, dinámica, pero sigue siendo una editorial del rubro “pyme”. Me fui como empleado en el 2004, pero permanecí como autor, publicando.

MM: ¿También hiciste la edición de algunos libros?

OC: Sí, en esta colección de Leyendas Universales me llamaron porque querían hacerla, y yo les presenté el proyecto completo. Es una colección pensando en el mapamundi. Hay leyendas por país, etnia o cultura, de todo el mundo. Hay leyendas africanas, o este volumen que está dedicado a leyendas japonesas…

MM: La muerte del Dragón y otras leyendas japonesas.

OC: Son siete u ocho leyendas, más o menos, depende de la extensión, en cada libro. Yo termino escribiéndolas para que rindan de esa manera. Además, busco que haya una pluralidad de intereses: lo heroico, lo romántico, lo sagrado, lo fantástico… Que haya un poco de todo en cada volumen. Al final se agrega una explicación acerca de la cultura que está detrás de la leyenda y le dio origen.

MM: ¿Lo hacías vos?

OC: Sí, yo hacía todo, entonces buscaba la bibliografía… Era toda una tarea encontrar buena bibliografía. Las árabes, las guaraníes, las africanas… Son dieciséis volúmenes de los cuales cuatro todavía no salieron. El de los indios norteamericanos no salió… No me acuerdo qué otros faltan… Esto tiene que ver con un interés antiguo mío por la literatura de este tipo. Estas cosas no pueden hacerse si uno no tiene una acumulación de muchos años, que le permite acceder con cierta facilidad a este caudal y poder interpretarlo. Porque lo importante es entender el corazón de la leyenda, qué cosa cuenta exactamente. Porque las versiones en algunos casos han sido fijadas por la literatura. Por ejemplo, en el caso del Rey Arturo, hay ciertos contenidos que han sido fijados en el Medioevo. Pero la verdad es que las leyendas se cuentan y recuentan y cambian, hay personajes que transmutan… pero siempre hay algo, el núcleo de la leyenda, que permanece, aunque se resignifica generación tras generación, y eso lo que importa. Entonces, uno tiene que entender qué es. Y después se puede contarla, escribirla. En Japón, lo heroico es muy importante; es constitutivo de la cultura japonesa. Hay valores, como el honor, que en esa cultura son muy importantes. Entones, hay que entender ese núcleo importante, que gobierna al suceso, y que es el compromiso con el honor. Uno tiene que  entender eso.



MM: ¿Y este bagaje que tenés de leyendas de todo el mundo es más bien mental, o sos un tipo organizado, con un archivo?

OC: Con los años, y orientado por los intereses, uno va acumulando este tipo de cosas, que le permiten hacer este tipo de planificaciones. De este trabajo, que llevó más o menos tres años, se desprendieron otros libros. Por ejemplo, este de poesía, que es Monstruario sentimental, en el que hay poemas acerca de monstruos. Desde los vampiros centroeuropeos al lobizón nuestro. Esto, de alguna manera es un desprendimiento del trabajo con leyendas. Y este otro libro, que se llama El libro mítico de los porqués, recopila más o menos cincuenta mitos que cuentan por qué tal cosa es así. Los mitos nos cuentan por qué la lechuza está despierta de día, por qué se producen los eclipses de luna, por qué silba el pájaro boyero, por qué la tortuga tiene el caparazón “remendado”, por qué el cocodrilo tiene la piel dura y rugosa… Son  cosas que cuentan los mitos, acerca de sucesos que le ocurrieron a una especie, a las personas, o sobre los fenómenos meteorológicos. Y dan una explicación. Seguramente ustedes conocen los libros de los porqués, que explican científicamente estas cosas. A mí me parecía que era lindo explicarlo desde los mitos. Esto es el resultado de haberme dado cuenta en un momento, de que tenía unos diez mitos así. Y empezar a poner señaladores en los libros y estar atento, hasta terminar con casi cincuenta. Y al igual que con esta colección, busqué hacer un mapamundi. Están por continente, los australianos, los africanos, los asiáticos (hay de la China, de India), de América, de Europa… Y cada carátula dice que son los cuentos de los porqués de cada lugar. Son cosas que me han interesado siempre, entonces uno produce cierta acumulación y a esta altura de la vida, cuando ya hay canas, se cuentan.

MM: Bueno, termino un poco con la biografía. Ha sido jurado de varios concursos y ha ganado varios premios. Me interesa mencionar el Valseado del piojo enamorado, que anda por ahí, que fue premiado. Un bandoneón vivo obtuvo una distinción de ALIJA, El zar Saltán y otros romances, otra.

OC: Lo ganamos a medias con Pushkin, que no pudo venir. (Risas). Me iban a mandar el esqueleto desde Rusia… En realidad éramos tres, porque está el traductor de ruso, Omar Lobos, que hizo la traducción literal. Sobre esa, él me indicó la métrica y la rima en la que estaban escritos. Y a partir de eso, yo compuse las versiones. Que es como se puede trabajar con la poesía. Hay que entender para donde va. Después, en el caso de las posibilidades de la rima y de la métrica, hay que agarrarle el tono. Como cuando uno está en la zona de salida de Retiro o Constitución, que hay varias vías. Cuando uno engancha la vía justa, después va solo. Es un trabajo que se disfruta mucho. Son romances larguísimos, de varias páginas. Están editados en una colección, y creo que es la única versión completa de los romances de Pushkin que existe en español.

MM: Está en la colección Los libros de Boris. ¿Esa colección fue idea tuya?

OC: No, ya estaba empezada. Esta colección se inauguró antes de que yo llegara a Colihue, con un libro de Graciela Montes muy conocido: Casiperro del Hambre.

MM: Es una bella colección. Me gusta eso de que a Boris Spivacow le hubiera gustado editar esos libros. Me parece una muy buena idea.

OC: Bueno, casi empiezo con Boris Spivacow, porque a La vuelta de Mongorito Flores me la compraron para Los cuentos del Chiribitil, y cómo se interrumpió la colección, nunca salió.

MM: Ahora dicen que vuelve.

OC: Ya empezó a salir, la está sacando Eudeba. Me pidieron un cuento que entregué ayer.

MM: ¿Pero vos decías el Chiribitil de entonces?

OC: Claro. El del Centro Editor de América Latina, de Boris Spivacow. Por eso la colección se llama Los Libros de Boris. La vuelta de Mongorito Flores me la había comprado el CEAL para sacarla en los libros del Chiribitil. El libro nunca salió, porque la colección se detuvo, y unos años después me la compró Colihue. En realidad, primero la publicó Billiken.

MM: La otra vez estuvo Laura Devetach. ¿Vos llegaste a trabajar con ella en Billiken?

OC: No. Yo fui colaborador, publiqué con alguna frecuencia cuentos y algunas notas, pero Laura no estaba en ese momento. No sé dónde andaría.


MM: Hablando de Pushkin, de la traducción de la poesía… Yo creo que lo primero que a uno le viene a la cabeza con tu obra es la poesía. ¿Vos llegaste a la literatura por la poesía? ¿Cómo fue el camino?

OC: Sí, lo primero que escribí, cuando empecé, fue poesía. Es bastante frecuente eso en los jóvenes. Después, muchos dejan. Me acuerdo de que Juan José Manauta había dicho en una entrevista que había empezado escribiendo poesía, y después fue un reconocido novelista y cuentista, no escribió poesía nunca más. Es muy común. Yo he persistido.

MM: Incluso como novelista, lo comentábamos el lunes pasado. El diario de un escritor tiene muchísima poesía.

OC: Claro, porque en realidad yo no soy un novelista, si bien he escrito esa, y otra novelita que va a salir el año que viene en Alfaguara. Se llama El rey del libro. Lo que pasó fue que la editorial quería publicar un título mío, pero esta colección, Barco de Vapor, solo es de novela. Yo les dije que solo escribo cuentos y poesía. Y se me ocurrió escribir en forma de diario íntimo. Se me ocurrió que un escritor podía escribir sus dilemas como tal en un diario íntimo. Qué puede, qué no puede, qué intenta, qué corrige… Y cuando pensé eso y apenas me puse a escribir, me apareció la figura de la niña que se interesa en lo que él está escribiendo, porque él escribe en un bar. La trama (la cuento brevemente por si no la conocen) cuenta la historia de un escritor que está en un bar de playa. Se ha ido hasta allí porque quiere escribir una novela y algo más, y no puede. Y una nena que va todos los días a ese bar, mientras sus papás están en la playa, lo ve escribir, se acerca y le pregunta qué hace. Él le empieza a explicar que es escritor, y ella le hace preguntas acerca de cómo escribe o cómo se hace para escribir. Y esas explicaciones que él se ve obligado a darle, son una suerte de explicación del trabajo del escritor. Cómo resuelve los distintos géneros, los distintos desafíos. Él, además, tiene un cuento al que no le encuentra final, y ella le dice cómo se puede concluir eso. Es su gran salvación. Está escrito como todo diario, y cuando él logra escribir algo, hay una llamada abajo que remite a más adelante. Entonces, todo lo que él escribe está en una “agenda” al final. Uno lee todo el diario de corrido, y puede ir a ver atrás qué es lo que escribió ese día.

MM: Nosotros comentábamos el lunes una de las cosas ingeniosas que tiene la novela, que me pareció muy bien lograda. Yo pensé que iba a terminar el diario y que iban a estar todas las notas atrás. Pero vos en un momento cortás el diario en la playa. El escritor vuelve a la ciudad y la novela continúa después de las notas. Incluso el final es redondito. Cuando la novia le dice: “¿Y por qué no todo?”.

OC: Ese libro tiene también una singularidad poco frecuente. No quiero auto-elogiarme, pero es algo que no ocurre habitualmente, y es que el protagonista es un adulto. En general, en la literatura para chicos el protagonista suele ser un niño, o un animal… En realidad en la literatura para niños el personaje es como un minusválido, en el sentido de que es alguien que no conoce y requiere ayuda, pero que además se convierte en un héroe cuando a partir de esa minusvalía, de esa condición de ser el menor, el más chico, el imberbe, se levanta sobre esa dificultad y vence. Como Pulgarcito. Y este escritor, creo que funciona por eso, porque él tiene una “discapacidad”: no logra escribir lo que quiere escribir. Y se convierte en heroína la niña, que lo va llevando por el camino de ayudarle a resolver lo que él no puede resolver como adulto.


MM: Hay una ida y vuelta… No sé si vos lo ves así, en algún momento me hizo pensar en El Principito, en el aviador empantanado en el desierto y en el niño que viene y lo provoca. Por lo que la nena provoca en el escritor.

OC: Confieso que yo no leí El Principito. No sé por qué, nunca se produjo el “imán” de querer leerla. Soy un poco renuente a las corrientes y a las modas y a las lecturas que hay que hacer. Sí, a veces por tarea, por trabajo, estoy informado, pero mis pasiones lectoras no acompañan la mayoría. Suelo pertenecer a una minoría.

MM: Y a la lectura, ¿por dónde entraste?

OC: Leía de todo un poco, porque en mi casa había una biblioteca bastante buena y de libre uso, entonces iba agarrando lo que me parecía. A veces por una tapa. Pero las novelas heroicas o de aventuras, las de Julio Verne, ese tipo de cosas las he leído. Y hubo una colección muy importante en mi vida, que fue la Serie del Siglo y Medio, de Eudeba, que fue una especie de prehistoria de Capítulo, del Centro Editor. Boris Spivacow fue el editor de Eudeba, hasta que lo echó Onganía, y entonces hizo el Centro Editor de América Latina. Pero esa Serie del Siglo y Medio era una edición popular que sacaba Eudeba, por los ciento cincuenta años de la Revolución de Mayo. Y fue un primer gran ordenamiento de nuestra literatura. En mi casa estaba esa colección, mi mamá la venía comprando, y ahí leí todos nuestros clásicos. En el medio de eso, de leer Una excursión a los indios ranqueles y libros entrañables para mí, como La Guerra al Malón, apareció una selección de poemas de Raúl González Tuñón, la poesía de Almafuerte, todo eso. Yo empecé a leer poesía ahí. Y a enterarme de que existía Oliverio Girondo, y este autor o el otro. De Tuñón ibas a Neruda, porque te informabas y te enterabas de que habían sido amigos. De ahí saltabas a Miguel Hernández en España y de ahí a los franceses. En la adolescencia aparecen esos amigos que también leen como uno, esa minoría a la que le gusta leer, y uno había leído a Cortázar… y entonces te ibas educando con tus pares.



MM: Te cuento una infidencia, que hago pública. Viste que a veces en Facebook piden que uno ponga poesía, ¿no?  A mí se me ocurrió copiar “El poeta murió al amanecer”…

OC: De González Tuñón. “Solo, sin un céntimo, tal como vino al mundo…”

MM: Así es. Bueno, Antonio Santa Ana puso como comentario: “Tenés que convidarle una ginebra a Oche y que te recite a Raúl González Tuñón”.

OC: Claro, porque yo sé varios poemas de González Tuñón de memoria. “Eche veinte centavos en la ranura”:

A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes, y de lámparas luminosas,
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
(…)
Cien lucecitas. Maravilla
de reflejos funambulescos.
¡Aquí hay mujer y manzanilla!
Aquí hay olvido, aquí hay refresco.
Pero sobre todo mujeres
para los hombres de los puertos
que prenden como alfileres
sus ojos en los ojos muertos.
No debe tener esqueleto
el enano de Sarrasani
que bien parece un amuleto
de la joyería Escasany.
Salta la cuerda, sáltala,
ojos de rata, cara de clown
y el trala-trala-trálala,
rima en tu viejo corazón.

Estampas, luces, musiquillas,
misterios de los reservados
donde entrarán a hurtadillas
los marinos alucinados.

Y fiesta, fiesta casi idiota
y tragicómica y grotesca.
Pero otra esperanza remota
de vida miliunanochesca.
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer,
la mujer más gorda del mundo!
Entrar con un miedo profundo
pensando en la giganta de Baudelaire...

Nos engañaremos, no hay duda,
si desnuda nunca muy desnuda,
si barbuda nunca muy barbuda
será la mujer.
Pero ese momento de miedo profundo...
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer,
la mujer más gorda del mundo!

Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.

MM: ¡Qué bueno! (Aplausos).

Asistente: Hubo una cosa luminosa para la literatura popular, en Chivilcoy, que fue el Juan Moreira. Como pantomima,  a partir del texto de Gutiérrez.

OC: Es una muy linda novela el Juan Moreira de Gutiérrez. Yo la leí de chico y la releí después de muchos años, y es muy buena.

Asistente: Toma cuerpo además cuando la toma la compañía de los Podestá…

OC: Se la convierte en una obra de teatro en Chivilcoy.

Asistente: Sí es un lugar muy luminoso… el mismo Cortázar…

OC: Fue profesor de mi mamá.

MM: ¿En serio?

OC: Claro. Daba Literatura y daba Geografía, también. Daba lo que podía, agarraba las suplencias que había. Y vivía allá. Hay mucha gente que lo conoce. Aunque ya quedan menos…

MM:  Qué placer la gente que puede decir que Cortázar la mandó a marzo… (Risas).

OC: Claro.

MM: ¿Y quién le puso letra al Juan Moreira en Chivilcoy? ¿Gutiérrez?

OC: No. Gutiérrez tenía la novela escrita.  Entonces, los Podestá le piden la autorización para hacer una pantomima. Porque ellos eran payasos de circo. Estando en Chivilcoy, o un poco antes de llegar, alguien les dice que le pongan letra, porque la gente no la iba a entender. Y ellos le ponen una letra breve. Pero entonces ya deja de ser una pantomima, para ser una obra de teatro. Y ese estreno del Juan Moreira hablado, se produce en Chivilcoy, en un solar que después, durante muchos, años fue la Biblioteca Popular.

MM: Entre otros premios, sos Ciudadano Ilustre de Chivilcoy.

OC: Sí, Ricardo Mariño, Horacio López y yo.

MM: ¿Se los dieron juntos?

OC: Sí.

MM: Así que se habrán reído mucho…

OC: No, fue un acto emocionante porque estaban los colegios. Había una banda militar y todo, porque  cuando lo dan es el día de la ciudad. Terminó en una situación desgraciada, porque había fallecido un funcionario importante de Chivilcoy, un gran amigo mío, así que nos fuimos de ahí al velatorio. Justo fue el día anterior.

MM: Eso podría ser material para escribir.

OC: Sí, puede ser…



MM: Bueno, y en los cuentos, porque ya hablamos un poco de poesía, creo que una de las cosas más fuertes en tus cuentos es el humor.

OC: Posiblemente sí. No es lo único que escribo, pero es verdad que hay una línea humorística más o menos sostenida. El humor es una suerte de impugnación, es lo que viene a cuestionar lo instituido. Yo fui socio y amigo de Andrés Cascioli, el creador de la revista Humor. Y un día nos invita un político, un candidato  a diputado de la ciudad que quería saber qué pensábamos, y fuimos, seríamos veinte personas. También estaba Maicas, el dibujante, como proveniente de la revista Humor. Se hablaba de una cosa y de otra, y nosotros estábamos ahí, medio a la expectativa, no había nada que nos movilizara a tomar la palabra. Y en un momento, la persona que era la secretaria de este candidato pidió que opináramos nosotros y dijo “los graciosos”. Y Andrés le dijo que nosotros no éramos graciosos, que éramos peligrosos. Porque nosotros podíamos decir que el rey estaba desnudo. El humor es eso, es una impugnación a lo que está instituido. Hay ese valor en el humor. El siglo XX lo ha festejado mucho, pero a la vez lo ha relegado a un lugar menor. Yo creo que las dos Guerras hicieron que el gran valor del arte haya sido la tragedia existencial, lo terrible, lo serio, o la denuncia. Creo que en el siglo XX, Cervantes, Jonathan Swift ni Mark Twain hubieran podido ganar un Premio Nobel. Si ustedes miran los Premios Nobel, no hay un escritor humorístico. Quizá el teatro de Darío Fo tenga una cuota de humor, pero si ustedes miran, van a ver que los escritores son tremendamente existenciales, o  tremendamente terribles en su denuncia realista. Los escritores humorísticos son muy festejados, pero no pueden subir al pináculo. Son graciosos “y nada más”. Así que el humor tiene esa dificultad, que no era así antes, pero sí lo ha sido en los últimos cien años de la literatura. Hay un cuentista espectacular argentino, que es Roberto Fontanarrosa, Y sin embargo, uno se da cuenta de que cuesta que lo tomen en serio. En las universidades, ¿cuántas tesinas se han hecho sobre su obra? Y sin embargo, si hay un cuentista un poco menor, pero escribe sobre algunos dilemas, se habla de lo importante que es lo que dice, y a veces es un Clase B. Pero qué vamos a hacer. Cada uno escribe lo que escribe. Tampoco vas a escribir esperando que te aplaudan.

MM: ¿Qué esperás cuando escribís?

OC: Satisfacción del yo. Primero cumplo conmigo, y si creo que lo que estoy haciendo no está bien, no lo hago. Yo he tenido y tengo demanda, soy un escritor más o menos conocido, y en las editoriales suelen pedirme que les lleve cosas para publicar. Esa demanda es tentadora, pero yo no podría escribir porquerías y entregarlas, si a lo mejor las publican igual. Primero, trato de sentir que lo que escribí está bien. Y en el caso del libro, que tome un volumen, una estructura que lo justifique y que no quede rengueando.

MM: Hay una difícil zona de tentación con eso que decís, de que a vos posiblemente muchas editoriales te publicarían cualquier cosa que llevaras.

OC: A lo mejor sí.

MM: Y además de tu satisfacción, ¿tenés alguna lectura o lector que te marca cosas?

OC: No frecuentemente. Ocasionalmente, puede ocurrir. Cuando yo me convenzo de que eso está bien y de que sirve para la colección para la que me lo han solicitado, o en la que aspiro a publicar. Pero trato de desafiarme con tener una cosa que me arroje a una situación especial de que eso me ha quedado bien, y de que es interesante. Por ejemplo, Monstruario sentimental, surge porque la editora había visto unas poesías sobre brujas que yo había escrito. Entonces me pidió que escribiera un libro de poesía que tuviera monstruos. Le dije que creía que podía hacerlo. Entonces, por un lado uno colecta monstruos y trata de que sea diversa esa colecta. Los monstruos más comunes en la literatura son los europeos, las brujas, los fantasmas… Entonces uno busca, además, algún demonio chino o el lobizón americano. Después de eso, uno se pregunta cómo los va a escribir, si van a ser todos octosílabos, todos iguales… O si uno aprovecha y escribe algún endecasílabo. O si logra una amplitud retórica distinta, y entonces pone un verso corto acá y un verso largo allá… Y busca el tono solemne aquí y el humorístico allá. Después el libro tiene un apéndice explicativo en el que se le explica al lector cómo son los monstruos o seres fantásticos. La bruja es tal cosa, el diablo, el fantasma, el esqueleto, incluso Marilyn Manson, (risas) la momia, etc. Yo me propongo desafíos de ese tipo, para ver si puedo trabajar con estructuras retóricas distintas. ¿Puedo escribir una cosa como si fuera una noticia? ¿O una adivinanza? Estos libros tienen eso, básicamente: registros de todo tipo.

MM: Ahora vamos a ir a estos, que son notables. El otro día, comentábamos que en la entrevista de hace un tiempo a Mariño y Silvia Schujer, Ricardo dijo que una de las últimas obras que había visto y que le parecían novedosas, que innovaban en la literatura infantil argentina, era Para escuchar a la tortuga que sueña. Le tiene mucha estima, con justa razón. Pero no me quiero ir todavía del humor. Decías antes que el humor cuestiona. Impugna. Y en Una escuela para crear, hay un taller literario, y están estos animales que no saben escribir. Es brillante. ¿Alguna vez concurriste a un taller?

OC: No, no he ido. Se supone que este cuento está redactado por algo así como un movilero que cuenta lo que está pasando en ese momento.  Por eso empieza diciendo: “Señoras y señores, estamos transmitiendo directamente desde el monte, porque hoy es, nada más ni nada menos, el primer día de clases de la escuela para escritores que dirige el grillo.  Pero antes expliquemos un poco la cuestión. “Muy bien, señores”- dice el grillo”, (todo en presente) “Ustedes saben que escribir cuentos y otras obras literarias no es nada fácil. Sobre todo porque hay que inventarlas. (…) El chancho, las pavas y el zorro asienten con la cabeza. (…) Es chancho mira a las pavas, las pavas miran al zorro,  el zorro mira hacia arriba.” Está escrito en presente. Escribir en presente fue lo que me motivó a escribirlo. Porque no es frecuente. Tengo un volumen de cuentos de ciencia ficción que salió este año, no sé si lo traje: El astronauta perdido y otros cuentos, en SM Barco de Vapor, Serie Roja. Y bueno, los cuentos de ciencia ficción ocurren en el futuro, pero cuando uno los cuenta, los cuenta en pasado. Así que este cuento lo escribí por el desafío de escribir un cuento en presente. Y que funcionara.

MM: Hay muy poca ciencia ficción en la literatura infantil.

OC:Es una falsa ciencia ficción, porque en realidad, estrictamente, la ciencia ficción lo sería si uno fuese un científico y pudiera especular sobre posibilidades o potencialidades del desarrollo de la ciencia. Yo no soy nada de eso, entonces no puedo especular sobre esas posibilidades. En realidad, hay un cuento de humor que ocurre en Marte en el 3500. O un cuento de fantasmas que ocurre en Neptuno. Es eso. Son cuentos que ocurren en un supuesto futuro hipotético, en el desarrollo de la especie humana en el resto del universo. Es una falsa ciencia ficción. Mucha de la ciencia ficción es exactamente así.

MM: Los autores de ciencia ficción tampoco hacen siempre eso que vos decís…

OC: No, pocas veces porque es una corriente que tiene que ver con la producción popular en los Estados Unidos, que es donde toma potencia. Es básicamente una literatura popular, como si dijéramos las novelitas de quiosco, que empiezan en la época de la expansión científica hacia el cosmos a generar un interés en determinados lectores. Tienen una prehistoria con el viaje a la Luna en Verne… Esos escritores son posibles en las décadas del ’40 o ’50, cuando empieza la carrera espacial, y hay determinadas expectativas populares: la de poder ir a la Luna, la de poder poner una colonia en Marte. Los escritores empiezan con ese tipo de especulaciones, que se convierten en muy atractivas en los Estados Unidos y llegan a la Argentina más o menos una década después. Lo que pasa es que acá esa especulación fue menor, porque no era algo propio, no había un desarrollo propio de ese tipo. Empiezan copiando lo que leen de autores como Bradbury. Ahí hay algunos escritores muy meritorios (Bradbury mismo) y algunos que incluso se salen de esa norma. Por ejemplo, Philip K. Dick es un escritor que no ve en el futuro el optimismo que ven los demás: que la especie humana va y establece una colonia en la Luna, viaja y todo eso. Él dice que vamos a un mundo fascista, un mundo en el que nos van a tener controlados a todos. Yo creo que él que acertó, porque es lo que ha ocurrido. Por una tarjeta de crédito saben qué consumís y dónde, por el movimiento bancario dónde gastás la plata, por las tarjetas de viaje adónde viajás, etc. Vivimos en un mundo de control. Y eso plantea Dick en su literatura de ciencia ficción, apunta a eso, a un mundo futuro en el que todo va a estar controlado de mil maneras posibles. Cuando él lo dice, es casi de pesadilla, pero que se ha venido cumpliendo. Mientras que la utopía optimista de Bradbury no se ha cumplido. No hay colonias en la Luna, ni entusiastas viajes tripulados hoy en día.

MM: Hay una novela que quizá leíste, de Eduardo Abel Gimenez, de ciencia ficción para jóvenes, El viajero del tiempo llega al mundo del futuro, que precisamente plantea un viajero del futuro que vuelve. Pero el futuro al que va, es el que se imaginaban estos escritores de ciencia ficción que estás mencionando. Entonces hay autos que vuelan, hay colonias en la Luna, y  a la vez hay cosas que tenemos en este futuro, como las computadoras o el teléfono celular, que a ellos los alucinan. Que haya Internet les parece algo extraordinario, y cuando el viajero les pregunta si tienen computadoras, le dicen que sí, y que la más grande de la ciudad es un edificio. Es muy interesante…

OC: Bueno, en El astronauta perdido, en uno de los relatos cortos que hay en ese libro, lo que han escrito los autores de ciencia ficción de nuestro tiempo lo pasan como programa cómico. 

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