Tres versiones de Baldanders

Tercera y última versión: finalmente, un bonus track: un fragmento del capítulo XII de la primera novela de Mario Méndez, El monstruo de las frambuesas. Allí, Baldanders aparece como uno de los escollos que los héroes deben superar en su camino hacia el volcán.


-Miren bien la pared, muchachos -dijo el mago, acercándose a la puerta- ¿No parece que hu­biera una cara dibujada?
-Sol fue la primera en descubrirla. Sus ojos ya se habían acostumbrado a las tinieblas.
-¡Sí! -gritó- ¡Hay una boca en la piedra!
Descubierta, la puerta mostró una inmensa boca, que se estiró en una desagradable sonrisa.
-¡Es Baldanders! -exclamó Fuscal- ¡El monstruo de las mil formas!
Era, en efecto, uno de los servidores de Salamandro, Baldanders, el monstruo que podía con­vertirse en cualquier cosa que quisiera.
Maese Fuscal también sonrió. Baldanders era poderoso y maligno, pero no invencible. Se acercó un poco más hasta el monstruo convertido en puerta de piedra y metiendo una mano en uno de sus grandes bolsillos inició una charla con el servidor de Salamandro. El mago conocía el punto débil del  monstruo: era terriblemente goloso.
-Baldanders -dijo Fuscal con voz zalamera- ¿Ya te ha dado tu amo alguna de las frambuesas de la Planta-Madre?
-No quieras confundirme, hombrecito -silbó la voz de Baldanders-. Nadie me daría a mí una de esas frambuesas.
-¿Nadie? preguntó Fuscal- ¿Seguro que nadie? -y sacando del bolsillo una rojísima frambuesa es­tiró su mano, ofreciéndosela al monstruo.
Con el mismo ruido de una fogata que se apaga, en un instante Baldanders se transformó en un enorme sapo y de su boca partió, como un rayo, una larga lengua. Pero Maese Fuscal no era lento. El lengüetazo de Baldanders no encon­tró la frambuesa, sino la mano cerrada del mago. Baldanders tardó en reaccio­nar. Lo habían burlado. Abrió la boca otra vez y en ese momento, aprovechando su distracción, Ufem y Sol pasaron corriendo por detrás de su espalda, fuera de la cueva. Apenas ha­bían escapa­do la abertura se cerró nuevamente. Baldan­ders era otra vez una puerta de piedra…”



El monstruo de las frambuesas
Mario Méndez
Buenos Aires, Amauta, 2008

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Cincuenta años sin J.R.R. Tolkien: cómo lo cuidó un sacerdote español y qué tiene que ver la Patagonia con “El señor de los anillos”

El crimen casi perfecto, de Roberto Arlt, Ilustrado por Decur

La lectura del tiempo