Tres versiones de Baldanders
Tercera y última versión: finalmente, un bonus
track: un fragmento del capítulo XII de la primera novela de Mario Méndez, El monstruo de las frambuesas. Allí,
Baldanders aparece como uno de los escollos que los héroes deben superar en su
camino hacia el volcán.
El monstruo de las frambuesas
Mario Méndez
Buenos Aires, Amauta, 2008
-Miren bien la
pared, muchachos -dijo el mago, acercándose a la puerta- ¿No parece que hubiera
una cara dibujada?
-Sol fue la
primera en descubrirla. Sus ojos ya se habían acostumbrado a las tinieblas.
-¡Sí! -gritó-
¡Hay una boca en la piedra!
Descubierta,
la puerta mostró una inmensa boca, que se estiró en una desagradable sonrisa.
-¡Es
Baldanders! -exclamó Fuscal- ¡El monstruo de las mil formas!
Era, en
efecto, uno de los servidores de Salamandro, Baldanders, el monstruo que podía
convertirse en cualquier cosa que quisiera.
Maese Fuscal
también sonrió. Baldanders era poderoso y maligno, pero no invencible. Se
acercó un poco más hasta el monstruo convertido en puerta de piedra y metiendo
una mano en uno de sus grandes bolsillos inició una charla con el servidor de
Salamandro. El mago conocía el punto débil del
monstruo: era terriblemente goloso.
-Baldanders
-dijo Fuscal con voz zalamera- ¿Ya te ha dado tu amo alguna de las frambuesas
de la Planta-Madre?
-No quieras
confundirme, hombrecito -silbó la voz de Baldanders-. Nadie me daría a mí una
de esas frambuesas.
-¿Nadie?
preguntó Fuscal- ¿Seguro que nadie? -y sacando del bolsillo una rojísima
frambuesa estiró su mano, ofreciéndosela al monstruo.
Con el mismo
ruido de una fogata que se apaga, en un instante Baldanders se transformó en un
enorme sapo y de su boca partió, como un rayo, una larga lengua. Pero Maese
Fuscal no era lento. El lengüetazo de Baldanders no encontró la frambuesa,
sino la mano cerrada del mago. Baldanders tardó en reaccionar. Lo habían
burlado. Abrió la boca otra vez y en ese momento, aprovechando su distracción,
Ufem y Sol pasaron corriendo por detrás de su espalda, fuera de la cueva.
Apenas habían escapado la abertura se cerró nuevamente. Baldanders era otra
vez una puerta de piedra…”
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