La biblioteca que esperó 40 años bajo tierra
Durante 40 años, la familia caminó sobre ese misterio que se escondía en el patio de la casa de barrio Villa Belgrano.
El
escenario fue mutando: quedaron dos de los tres pinos que había cuando
escondieron los libros que no podían mostrar porque ponían en riesgo sus
vidas. Creció el césped, pasaron lluvias y sequías. Hubo un exilio y un
regreso. Hubo celebraciones y asados en la parrilla cercana al
escondite, crecieron los hijos y, durante todo ese tiempo, aun sabiendo
que eso estaba ahí, la vida continuó.
Hubo una muerte en la
familia. Un nacimiento. Y el último verano, después de buscar y de
excavar por muchos lugares, la encontraron. Ahí estaba la biblioteca:
los libros brotaban como tesoros arqueológicos de la entraña del patio.
Cada libro era en sí mismo único, porque el tiempo escribió sobre ellos,
así como sobre quienes hoy los leen.
En la casa de Dardo Alzogaray y Liliana Vanella, los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) que conforman el Equipo Argentino de Antropología Forense
(EAAF) sentían que, por primera vez, buscaban algo que no fueran restos
óseos, después de años de investigaciones en el predio militar de La
Perla.
Se habían sumado convocados por Tomás Alzogaray Vanella,
el hijo de la pareja que ocultó los libros antes de exiliarse en México
por la dictadura, y por Gabriela Halac y Agustín Berti. El trío formó
un equipo interdisciplinario de artistas e investigadores para rastrear
esa biblioteca o lo que quedara de ella.
Dardo Alzogaray, historiador y docente del Escuela de Artes de la UNC,
falleció en septiembre de 2016. En 2014, había sido entrevistado por su
hijo Tomás y por Halac, quienes buscaban comprender la suerte de los
libros y de su trama simbólica.
LIBROS RECUPERADOS. La tarea de los antropólogos (Gentileza Gabriela Halac y Rodrigo Fierro).
En
el calor del 7 de enero, los tres investigadores, los antropólogos y el
fotógrafo Rodrigo Fierro –a cargo de la documentación de todo el
proceso– comenzaron a excavar el patio. Primero, en un lugar equivocado;
y, después de releer las entrevistas, cerca del pozo de cal que Dardo y
Liliana habían elegido para depositar parte de sus libros, algunos
discos de vinilo entre 1975 y 1976. “La memoria con el tiempo se va
moviendo”, reflexiona hoy Tomás, con su hija de 9 meses en brazos.
“Había
sospechas de que no quedara nada. Habíamos consultado con un
especialista del suelo, quien nos dijo que quizá se había irradiado del
todo. Por todas esas especulaciones, no teníamos la expectativa de un
hallazgo tan contundente como el que iba a suceder”, recuerda Berti.
La biblioteca recuperada. Agustín Berti, Tomás Alzogaray y Gabriela Halac. (RAMIRO PEREYRA)
BIBLIOTECA. Qué hacer con los libros, la marca de una época
Búsqueda experta
Los
miembros del EAAF utilizaron técnicas arqueológicas para delimitar el
terreno hasta que descubrieron que había algunos cambios en suelo. El 10
de enero, hicieron un sondeo exploratorio y se toparon con el primero
de los 16 paquetes que estaban bajo tierra, a la espera de reaparecer.
El 11 de enero completaron la tarea, luego de remover, calculan, unas
cuatro toneladas de tierra.
Yamila de la Arada, estudiante de
Antropología y miembro del EAAF, recuerda que fue una experiencia
intensa, pero de una naturaleza distinta a la que tuvieron en la Ochoa,
donde hallaron restos de desaparecidos. “Era muy claro el intento de
preservación de los libros, envueltos en bolsas, con cintas como moños”,
dijo.
Dardo y Liliana eran militantes de la Línea de Acción
Popular, agrupación universitaria parte de la izquierda socialista. En
las vísperas del golpe, estaban construyendo su casa en Villa Belgrano
y, una tarde, cuando estaban en compañía de un amigo cuyo hermano había
sido asesinado, observaron con terror que un camión militar se acercaba
hasta ellos. Un efectivo les preguntó por un vecino, pero dijeron
desconocerlo, entendiendo que iban a allanarlos.
Después,
comenzaron a ocultar libros como Cartas desde la cárcel, de Antonio
Gramsci, y otros de literatura marxista, en el pozo, cuidando
especialmente protegerlos con bolsas de nailon. Hasta idearon con
ladrillos un sistema de filtrado, por si alguien tiene dudas de que
querían recuperar esos libros.
Primero,
se fue Dardo. Luego, Liliana y Tomás, por entonces bebé. En México,
nació Melina. Pasaron los años y con el retorno democrático, gracias a
un programa de la ONU, volvieron. Por supuesto que intentaron recuperar
los libros, que habían permanecido en silencio bajo tierra durante su
ausencia. Los familiares que ocuparon esa casa durante los años del
exilio no sabían nada. Podrían haber estado en riesgo.
Dardo y
Liliana excavaron el patio y buscaron unos libros, pero se cruzaron con
fragmentos en descomposición y se asustaron. En una época de tantas
pérdidas por la dictadura, también parecía que habían extraviado ese
tesoro.
No quisieron saber nada más y taparon el pozo. Siguió la
vida y su actividad en la Universidad. Crecieron sus hijos. Y las
preguntas sobre el misterio enterrado también.
Tomás, con Gabriela
y Agustín, obtuvieron fondos de Plataforma Futuro, del Ministerio de
Cultura de la Nación, para indagar sobre esa biblioteca, sobre los
libros y sus sentidos. Y fueron armando el equipo que sacó a la luz esos
volúmenes que, como las personas sobre la superficie, habían seguido
viviendo y cambiando.
La recuperación de los libros abrió una
nueva inquietud. ¿Qué hacer con ellos? Y otras preguntas más profundas
como: ¿son realmente libros? Cuando Dardo y Liliana los compraron, más
de cuatro décadas atrás, había muchos otros como ellos. Pero ¿cuántos
hay hoy como estos objetos, recuperados de un pozo de 40 años, que
tienen tatuado todo un proceso histórico en su superficie, y que son en
sí mismos objetos únicos, artísticos, concentración material de una
etapa de la historia argentina?
Nuevos sentidos
Tras
consultar a distintos especialistas en conservación de papel y
archivistas, los investigadores decidieron dejarlos tal cual los
recuperaron, para que preservaran el testimonio de una época y de la
historia familiar.
“Decidimos
conservarlos como paquetes. Recuperar la información de ese libro era
destruir la información de la destrucción de ese libro”, dice Gabriela
Halac.
Hoy, mientras preparan la presentación del libro que
escribieron sobre toda esta aventura, los investigadores trasladan con
muchísimo cuidado cada uno de los paquetes y los disponen para las
fotografías de estas páginas. Sostienen los objetos con solemnidad. En
sus manos está un testimonio de la violencia política de la década de
1970 y también de la lucha por la construcción de la memoria.
Presentación de “La biblioteca roja”
El
próximo lunes a las 19, en la sede de Documenta/Escénica (Lima 364),
Agustín Berti, Gabriela Halac y Tomás Alzogaray Vanella presentan La biblioteca roja.
Brevísima relación de la destrucción de los libros, donde reconstruyen
la recuperación de los libros de Dardo Alzogaray y Liliana Vanella.
El texto original de este artículo fue publicado el 08/08/2017 en nuestra edición impresa. Ingrese a la edición digital para leerlo igual que en el papel.
Fuente: www.lavoz.com.ar
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