Con Liliana Bodoc aprendí a leer y a querer la literatura fantástica

Laura Migliarino es docente del Programa desde el inicio en el año 2004. Y a lo largo de todos estos años, desparramó amorosamente las historias de Liliana Bodoc en cientos de encuentros de esto que llamamos promoción de la lectura en bibliotecas comunitarias. En este relato, narra como a partir del encuentro con La Saga de los Confines, la gran autora le enseñó a leer y a querer la literatura fantástica. 



Por María Laura Migliarino

Y ocurrió hace tantas Edades que no queda de ella ni el eco del recuerdo del eco del recuerdo. Ningún vestigio sobre estos sucesos ha conseguido permanecer. Y aun cuando pudieran adentrarse en cuevas sepultadas bajo nuevas civilizaciones, nada encontrarían.
Lo que voy a relatar sucedió en un tiempo lejanísimo; cuando los continentes tenían otra forma y los ríos tenían otro curso. Entonces, las horas de las Criaturas pasaban lentas, los Brujos de la Tierra recorrían las montañas Maduinas buscando hierbas salutíferas, y todavía resultaba sencillo ver a los lulus, en las largas noches de las islas del sur, bailando alrededor de sus colas.
He venido a dejar memoria de una grande y terrible batalla. Acaso una de las más grandes y terribles que se libraron contra las fuerzas del Odio Eterno. Y fue cuando una Edad terminaba y otra, funesta, se extendía hasta los últimos refugios.
El Odio Eterno rondaba fuera de los límites de la Realidad buscando una forma, una sustancia tangible que le permitiera existir en el mundo de las Criaturas. Andaba al acecho de una herida por donde introducirse, pero ninguna imperfección de las Criaturas era grieta suficiente para darle paso.
Sin embargo, como en las eternidades todo sucede, hubo una desobediencia que fue herida, imperfección y grieta suficiente.
Todo comenzó cuando la Muerte, desobedeciendo el mandato de no engendrar jamás otros seres, hizo una criatura de su propia sustancia.
Y fue su hijo, y lo amó. En ese vástago feroz, nacido contra las Grandes Leyes, el Odio Eterno encontró voz y sombra en este mundo.
Sigilosa, en la cima de un monte olvidado de las Tierras Antiguas, la Muerte brotó en un hijo al que llamó Misáianes. Primero fue una emanación que su madre incubó entre los dientes, después fue un latido viscoso. Después graznó y aulló. Después rió, y hasta la propia Muerte tuvo miedo. Después se emplumó para volar contra la luz.
Los vasallos de Misáianes fueron innumerables. Seres de todas las especies se doblegaron ante su solo aliento y acataron su voz. Pero también seres de todas las especies lo combatieron. Así, la guerra se arrastró hasta cada bosque, cada río y cada aldea.
Cuando las fuerzas de Misáianes atravesaron el mar que las separaba de las Tierras Fértiles, la Magia y las Criaturas se unieron para enfrentarlas. Estos son los hechos que ahora narraré, en lenguas humanas, detalladamente.

La primera vez que leí este texto fue en una librería de la avenida Corrientes. Era verano, las vacaciones en la playa se aproximaban y estaba buscando una novela como compañera de viaje. A Bodoc ya la conocía, había leído algunos de sus libros para niños y niñas en edad escolar -los recomendaba- y también sabía de su trilogía, la épica fantástica de La Saga de los Confines. Pero, ¿qué me importaba a mí la literatura fantástica? Nunca había podido sostener su lectura. Ingresar a ese mundo donde cada detalle, cada descripción, en ocasiones llevaba más de un página había logrado que sistemáticamente me resistiera a un género donde lo que se cuenta recorre un camino de ida y vuelta entre la explicación natural y sobrenatural de lo que acontece.

Había pasado un año intenso y como decía mi madre, quería poner las barbas en remojo. Las vacaciones serían el punto de inflexión para el bendito descanso, una lectura ligera y sin mucho compromiso que pudiese mezclarse con ese ansiado tiempo amable del ocio. Y entonces, en ese preciso instante, en esa librería de la avenida Corrientes fue cuando todos mis pronósticos y mis prejuicios se fueron a cantar a otra parte.  Tomé solo por curiosidad el primer libro de la trilogía -Los días del Venado- una edición pocket de 344 páginas, con una tapa roja y una marca de agua a modo de ilustración que no daba cuenta de lo que se podía encontrar allí. Si lo fantástico era lo ligero, lo de la lectura rápida pero a la vez tediosa, tenía mucha curiosidad por saber qué era lo que podía contar al respecto alguien que para esas alturas gozaba de una destreza narrativa inigualable. Y entonces apareció el juego con el lector, una introducción narrada en primera persona que no está fuera del cuerpo de la novela, es la antesala del inicio de la primera parte, el embrujo -que solo Liliana con su palabra poética- puede ejercer sobre el descreído. Ese inicio anuló todas mis defensas, empecé a pensar -y lo descubrí mucho tiempo después en sus palabras- que toda épica propone una visión del mundo. La Saga de los Confines no es más ni menos que la escritura en un registro fantástico de la historia de la conquista de América, la puesta en voz de la palabra silenciada de los pueblos y civilizaciones indoamericanas. Una historia contada desde este lado del mundo donde lo fantástico, según la mirada de Rosemary Jackson, confunde elementos de lo maravilloso y lo mimético, donde lo irreal irrumpe en lo real.

El primer tomo, Los días del Venado, nos presenta el escenario; distintos pueblos en su geografía y cosmovisiones intentando hacer frente a los planes de Misáianes, el conquistador hijo de la Muerte. El segundo, Los días de la Sombra, será el tiempo de la lucha; el ejército del Venado se prepara para una nueva embestida mucho más feroz y brutal en medio de contiendas y traiciones. Los días del Fuego, es el tiempo de la batalla definitiva; las Tierras Antiguas y las Tierras Fértiles frente al representante del Odio Eterno.

En los Confines lo real y lo sobrenatural se desdibuja, al punto de que cada narración del detalle es una historia en sí misma que podría ser contada en otro libro. Es una trilogía controlada por una franca violación de lo que generalmente se acepta como posibilidad. Sin dudas, es ingresar a lo fantástico por un espejo donde nada se vuelve ligero y donde nos podemos mirar para ver que nos devuelve el reflejo. El relato está organizado bajo la mirada de un narrador que duda, que se hace preguntas y comparte sus inquietudes con el lector. Un narrador que ofrece la posibilidad de repensar los hechos actuales que nos atraviesan sin dejar de lado la prosa poética.  Con el Venado, la Sombra y el Fuego uno entra en el verosímil y se cree el cuento, pero también puede afinar los modos de leer y tomar gestos que permiten mirar (nos) en la actualidad.

Con Liliana Bodoc aprendí a leer y a querer la literatura fantástica.  Y ahora que ella ya no puede seguir escribiendo atesoro todos sus libros y estas líneas que aparecen llegando al final de los Confines:

Si pasan junto a mí y me preguntan,
les contaré acerca de lo que fueron.
Si me ven sentada en una roca, componiendo mis versos,
acérquense y pregunten.
Yo voy a responderles.
Pero luego no les diré adiós.
Porque, quieran o no, se quedarán conmigo.




La saga de los confines - Libro 1: Los días del venado
Liliana Bodoc
Editorial Norma, 2000.

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