Ayar Blasco: “Ahora, con una compu y un celular, podés hacer una película de animación”

En el mes de homenaje a Gianni Rodari entrevistamos al cineasta Ayar Blasco, excompañero del Programa Bibliotecas para Armar con quien, en su momento, trabajamos juntos en un proyecto que culminó en el corto “Pinocho, el astuto”, basado en el cuento homónimo de Rodari. Hablamos de los buenos viejos tiempos, del proyecto realizado en el penal de Devoto, de cine, de literatura y de su experiencia como realizador y docente.



Mario Méndez: Hola, buenas tardes. Acá estamos esperando a Ayar que debe estar por entrar. Ayar querido. ¿Cómo va? ¡Bienvenido!


Ayar Blasco: Hola, ¿qué tal? ¡Muchas gracias!


MM: Primero te presento. Ayar Blasco fue compañero nuestro en Bibliotecas para armar, hace unos cuantos años, y lo convocamos esta vez porque trabajó y llevó adelante, en animación, una versión de un cuento de Gianni Rodari, que es nuestro homenajeado del mes, con un programa muy interesante que hacíamos con los internos del penal de Devoto. Ayar es ilustrador autodidacta, es realizador cinematográfico egresado de Avellaneda… eso no lo sabía. ¡Somos colegas!


AB: ¿Vos hiciste Realización, también?


MM: Sí, pero no hice Animación. Vos sí. 


AB: Claro, yo hice Animación. 


MM: Y tenemos en el Programa a Natalia Forés y a Laura Ávila, que son también egresadas de Avellaneda. Ayar es además guionista y docente. Premiado por varios de sus trabajos, fundamentalmente por Mercano el marciano, y por El sol, que están disponibles en YouTube. No sé si se puede ver La lava


AB: Está en Cine.ar a treinta pesos.


MM: Ah, muy bien. Voy a verla. Bueno, contanos hoy cómo es el trabajo de un animador en cuarentena. ¿Estás pudiendo hacer algo?


AB: Mirá, la verdad es que hacer la película Lava, o El sol, la anterior, fue como laburar en cuarentena, porque nuestras herramientas eran de Internet, eran el gmail, el Messenger… Siempre fue como trabajar en cuarentena. Cuando sos animador, sobre todo cuando hacés el tipo de animación que hago yo, que es muy sencilla, muy internética, todo es en la casa de uno. Las reuniones son online… O sea, yo ya venía trabajando de esta manera antes de la pandemia. Lo que noto ahora en cuarentena es que hay mucho más público, y que hay muchas más posibilidades de hacer cosas de este estilo. Si bien antes era juntarse en un lugar fijo, ahora es juntarse online. Ese es el primer cambio que hubo. Pero por lo demás, no hay mucha diferencia. Se trabaja siempre en cuarentena.


MM: ¿Y estás pudiendo realizar algo? 


AB: En este momento terminé el largometraje Lava, estoy viendo, haciendo publicidades y cosas así, y además estoy con otro programa, similar a Bibliotecas para armar, que se llama Arte en Barrios, de donde me llamaron un tiempo después de no dejar Bibliotecas… y era más o menos lo mismo, ir a hacer talleres, cortometrajes de animación, en bibliotecas barriales. No al nivel de ir a cárceles a animar con los internos, pero sí en villas, a hacer una propuesta cultural a esa población. Ahora, con la pandemia y la cuarentena, eso se transformó en hacer tutoriales de stop motion que se mandan por mail para que la gente los vea. 


MM: Está bueno eso. Decías que tu sistema de animación es muy sencillo, ¿se puede explicar para legos?


AB: Sí, claro que sí. Básicamente, las herramientas que tengo son la computadora y una tableta digitalizadora. O sea, un lápiz óptico, un lápiz digital, y una tableta donde voy dibujando electrónicamente y sale directamente en el programa. Ya, el tema de usar lápiz y papel, y tinta y escáner, medio que lo borramos. Y en los archivos en los que yo trabajo, en los programas que uso, que es el Flash, más conocido como Animate, que es el archivo donde hago la imagen. Este archivo se los mando por mail a otras personas para que completen la animación, lo coloreen… Así va desarrollándose. Pero es sencillo a nivel de que no necesito muchas más herramientas. Es una compu y eso.


MM: Vos decís que sos autodidacta… ¿O sea que cualquiera, con imaginación y ganas, sin haber estudiado dibujo, puede hacer una película animada? 


AB: Claro que sí. Lo más importante de hacer un largometraje animado es hacer un buen guion, que se sostenga (en el caso de hacer una película, pueden ser cortometrajes), pero siempre es importante hacer un buen guion. Yo sabía de muchos animadores que no son dibujantes, y de muchos dibujantes que no son animadores. No es necesario saber dibujar para hacer una buena animación. Aparte, hay muchos tipos de animación. Puede ser dibujo animado, pero también pueden ser recortes, o con plastilina o con lo que sea; se puede hacer animación con cualquier cosa. Si tenés una camarita podés hacer stop motion, y si lo tuyo es el dibujo animado, con una Wacom también podés.


MM: Qué bueno, porque eso democratiza, es algo que abre mucho.


AB: Y, ahora es algo a lo que cualquiera tiene acceso. Como todo el mundo tiene una computadora en su casa, todo el mundo tiene un teléfono con una cámara y puede bajarse una aplicación con la cual hacer stop motion. Y ya está, no necesitás mayor tecnología Antiguamente era diferente porque necesitabas tener equipos, una cámara, una mesa de animación, un montón de cosas. Ahora, con una compu y un celular, ya podés hacerlo. 


MM: ¿Cuándo empezaste a estudiar en Avellaneda, y acá veo que tu primer trabajo fue Mercano… ¿cómo era el trabajo?


AB: Yo fui una de las últimas generaciones de Avellaneda que trabajamos revelando en fílmico para los ejercicios. Trabajábamos a la manera antigua. Se hacía un ejercicio de animación en papel, calcando, y luego en una mesa de animación con la cámara arriba, sacábamos una foto, cambiábamos el dibujo, sacábamos otra foto, todo esto iba a un rollo que mandaban a revelar, volvía un mes después, y podríamos ver lo que habíamos animado. Lo bueno de esto es que el fílmico tiene una cosa que la computación no iguala. Lo malo es que, si dibujabas, tenías que esperar un mes para ver si lo habías hecho bien. Tenías que estar muy seguro. A mí me pasó muchas veces, que por el hecho de hacer ejercicios y estar aprendiendo, cometía errores y era mucha la ansiedad que tenía para saber, cuando ponía el rollo revelado. Sin embargo, tuve muy buenos docentes que me enseñaron muy bien todos los secretos de la animación. Entonces, yo soy autodidacta como dibujante, pero no como animador. Para ser animador estudié en la Escuela de Cine de Avellaneda. 


MM: Tenías, imagino, profesores de guion…


AB: Sí. Bueno, mi profesor de guion se llamaba Emilio Gorini, falleció hace poco, me enteré. Y fue uno de los que me abrieron la cabeza, porque me enseñó muchísimo. Distintos estilos de escritura, distintas maneras de guionar, la contraposición de mostrar la imagen y escuchar otra cosa… Nos abrió bastante la cabeza, yo aprendí muchísimo con él. Y con Arnaldo Di Pace, que fue mi profesor de sonido, también me enseñó un montón. Capaz la Escuela de Cine de Avellaneda se estaba cayendo a pedazos porque llovía y había goteras, pero los profesores que había eran realmente buenos. Especialmente, Emilio Gorini y Arnaldo Di Pace, con quien después trabajé. En Mercano el marciano lo llamamos para que nos ayudara con el sonido. Fue un placer hacer aprendido con ellos.



MM: A Arnaldo lo compartimos. Trabajaba también dando Sonido en lo que no era animación, en la carrera “sencilla”. Y además después fue director de la Escuela. 


AB: Ah, mirá. Qué groso, sí. 


MM: Bueno, hablemos un poquito de la experiencia en Devoto. Entrábamos y felizmente nosotros podíamos salir. ¿Qué recordás? ¿Habías leído a Rodari antes de este proyecto? 


AB: Conocía a Gianni Rodari, sabía que era un muy buen escritor, me gustaba el estilo que tenía. No había leído demasiado, pero sabía quién era. Y cuando me dijeron de hacer “Pinocho el astuto”, estuvo buenísimo, porque si mal no recuerdo, los mismos presos quisieron hacer Pinocho. Y ustedes propusieron hacer “Pinocho el astuto”, de Rodari. Entonces quedaron todos contentos. La verdad es que mi experiencia en Devoto fue muy intensa. No fue el primer corto que hice, otros años había hecho algunos. Me acuerdo del de “La tortuga gigante”, de Quiroga… Hubo más cosas, pero el de Pinocho fue especial porque fue dibujo animado. Los puse a dibujar a todos. Entonces quizá fue un poquito más difícil. Porque si hacés plastilina, o stop motion es más simple. Ponés la cámara ahí. Pero si es dibujo ya es como un paso más. Tenés que ver que se anime bien, tiene que haber una persona que se dedique a hacer los fondos, alguien que se dedique a hacer el color. Capaz que hay gente que sabía dibujar y otra con mejor pulso para hacer lo que es tinta… Trabajamos un poquito a la antigua. Aparte que la construcción tenía que hacerla yo, porque no podía llevar el scanner ahí. Entonces me llevaba los dibujos y los trabajaba. Y la verdad es que quedó muy bien. El sonido fue por otro lado. Fue por el taller de Narración oral.


MM: El sonido fue con la ORT. Y trabajaba Gabi. Nos prestaron el estudio de la ORT y Gabriela Halpern, que era nuestra compañera, tan recordada, hacía allí el taller de Narración. ¿Vos también hiciste el del Quijote, o me estoy equivocando?


AB: Yo también había hecho el del Quijote. También lo hicimos con ella. Eso fue en una biblioteca de la Villa 21. En Barracas. 


María Laura Migliarino: Lo interesante de eso fue que las voces las pusieron las mujeres y los niños que vivían ahí, entonces quedaba un Quijote guaraní. Fue muy interesante. Si mal no recuerdo, también se grabó en ORT.


MM: Sí.


AB: Y lo bueno de trabajar de esta manera, juntando los talleres, es una especie de entrenamiento para cuando después uno trabaja “en serio”. Por lo menos para lo que es una aproximación a un trabajo de animación en serio, en donde hay distintos equipos que hacen diferentes cosas. Todo lo que es sonido se hace por un lado, todo lo que es imagen, por otro. Y de esa manera trabajo. 


MM: ¿Te acordás de cuando no te dejaron entrar? El toque humorístico de nuestro taller ahí en Devoto. 


AB: Por suerte no me dejaron entrar y no se negaron a dejarme salir. (Risas).


MM: Sí, es verdad. Me acuerdo que era obligación ir con pantalones largos…


AB: Yo no estaba al tanto y había ido con bermudas. Pero por lo que me acuerdo me fui corriendo, me puse un pantalón largo y entré, algo así…


MM: Tuviste que alquilarlo. Enfrente había una tienda en donde se alquilaban, porque le pasaba a mucha gente. Te alquilaron un pantalón y entraste. Era para otro guion eso. 


AB: Sí, daba para otro guion. Estuvo bueno, fue muy emotivo. Después, todos los internos de Devoto con sus familias tenían algo para mostrar. Ya ese hecho es muy gratificante. Me pasa ahora también en los talleres de Arte en Barrios. Que terminamos de hacer cortometrajes con chicos y a fin de año se hace un evento con las cámaras, muestran lo que se filmó, y va toda la familia. Es muy bonito. Además, es algo divertido. Los chicos están siempre emocionados, quieren que la familia mire… A mí, esto de hacer animación de esta manera es algo que me gusta mucho. Y por suerte la tecnología ayuda un montón, porque esto, hace veinte o treinta años no se podía hacer. Fueron muchas las cosas que se juntaron para poder hacer estas cosas hoy. 


MM: Sigamos con la historia. ¿Cómo fue llegar al cable con Mercano el marciano y los cortos que se hicieron tan populares en el mercado argentino? 


AB: Yo todavía no había terminado de estudiar. Fui al stand de Much Music, en la época de Buenos Aires no duerme, con un VHS, con un video que había hecho que se llamaba El niño malcriado. Casualmente, en esa época Much Music estaba compitiendo con MTV, que tenía animación, y Much Music, no. Entonces enseguida me llamaron para que entre a hacer algo. Ahí lo conocí a Juan Antín, con quien hicimos una sociedad, y creamos Mercano, el marciano. Ahí fue cuando lo empezaron a pasar por cable. A mí me vino muy bien, porque en esa época no tenía plata y empezaron a pagarme. Así que fueron dos temporadas, dos años así…


MM: Eras muy chico. ¿Qué edad tenías?


AB: Tenía veintiún años. Y el paso siguiente fue hacer la película. Gracis a Manuel Antín, el papá de Juan, teníamos todos los recursos de la Universidad del Cine, el paso siguiente fue hacer la película del Mercano, a la que le fue bastante bien. Fue a un par de Festivales… Gracias a Mercano se me abrieron las puertas para poder hacer El sol, que fue la primera película en solitario que hice. Mucho más chiquita, más humilde, pero le fue bien en festivales también, y ahora hice Lava, que está en Cine.ar, la pueden ver cuando quieran.


MM: ¿Viajaste con los festivales, o viajaron solo las películas? 


AB: No, no, viajé. Con El sol fui al Festival de Torino, a Rotterdam, a Brasil… Viajé a un par de festivales en Europa y en América también. La verdad es que estuvo bien, me gustó. Con Lava también entramos a varios festivales; entramos al Festival de Cannes, entramos a Sitges, pero bueno, no pude viajar por el contexto mundial en el que nos encontramos. Pero lo importante es que la película haya rodado por esos festivales. La verdad es que le fue bien, y ahora la van a reestrenar en los Estados Unidos, en inglés. Vamos a ver cómo nos va. 


MM: Está muy bien. En la primera, Mercano… y también en El sol, tuviste actores de muchísima importancia haciendo las voces…


AB: En Mercano… trabajamos con Carnaghi, con Graciela Borges y también con varios actores de televisión. Y en El sol trabajé con Sofía Gala, Martín Piroyanski… un equipo más de la nueva generación. Y en Lava también trabajé con Sofi, Piroyanski y un par de actores importantes más. En El sol, lo groso fue que trabajé con el Doctor Tangalanga. Fue lo último que hizo y la verdad es que salió muy bien, muy gracioso. No entendí por qué nunca nadie lo llamó para trabajar en una película, porque el tipo era muy gracioso y valía la pena. 


MM: Esa parte en la que ponen el cartel “El doctor Tangalanga leyó también las respuestas”, en El sol, es muy graciosa. Me imagino que es un chiste… ¿O eso pasó de verdad?


AB: ¡Eso pasó de verdad! Le dimos el guion y empezó a leer todo. Los comentarios, todo. Quedó bueno. Y decidimos dejarlo así, y de última poner un cartel aclarando, para que la gente no se confunda. Tangalanga leyó todo de corrido y después toda la película siguió por su lado, pero esa parte la dejé, porque estaba muy buena, hizo muy bien a todos los personajes.


MM: Es muy gracioso. Obviamente, todos hemos escuchado alguna vez las bromas telefónicas y la voz de Tangalanga es inconfundible. Cuando apareció el cartel pensé en seguida en que tenía que saber si era verdad. 


AB: El sol pueden encontrarla en YouTube. Quieren que la saque porque quieren subirla a otra plataforma. Hasta que eso no pase va a seguir en YouTube gratis. Así que si les da curiosidad pueden entrar en mi YouTube:  /Ayar. Ahí está El sol. Y Mercano… además, parece que también está en Vimeo. 


MM: Yo la vi en YouTube. Pasé los links. Acá tenemos gente del Laboratorio de literatura infantil, donde estamos con Rodari, y también estamos haciendo un ciclo de cine debate, interesante. Les pasé a los dos grupos los links de las dos películas. No pude pasarles el de Lava, porque viste que nosotros tenemos que ser gratuitos. Es obligación. Pero podemos decir “Entren que es barato, treinta pesos…”.


AB: No es nada. 


MM: Por supuesto. ¿Y cómo es dirigir la actuación de las voces de un corto?


AB: Es como hacer una radionovela. Los actores tienen el guion, hay interacción, yo estoy del otro lado, con los auriculares. Les tiro las directivas y ellos van actuando. Hay una pequeña diferencia… En El Sol y Mercano… hice las voces primero y sobre eso hicimos la animación. Y en Lava fue al revés. Primero hicimos la animación y después agregamos las voces. Eso fue un poquito más difícil, pero se puede laburar igual. 


MM: ¿Vos marcás cosas como director de actores ahí?


AB: Sí, sí. Yo voy marcando todo. 

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