Los disfrazados
En Libro de arena seguimos leyendo y trabajando alrededor del Carnaval. Hoy compartimos una nota de María Trombetta, en la que nos acerca su mirada acerca de "Los Disfrazados", el gran sainete de Carlos Mauricio Pacheco.
Por María Trombetta
La idea del carnaval trae imágenes de naturaleza contradictoria: la música y los trajes de colores, las calles iluminadas y llenas de gente divirtiéndose, las noches cálidas que se estiran hasta el amanecer, y, en medio de esa alegría desenfrenada, cierta violencia latente, la bombita de agua que deja una marca roja en la piel, el chorro de espuma tirado directamente a los ojos.
Esa misma sensación transmite la lectura de Los disfrazados, el sainete escrito por Carlos Mauricio Pacheco cuyo estreno, a cargo de la compañía Parravicini-Podestá, se realizó en diciembre de 1906 en el Teatro Apolo.
La acción transcurre, como lo exige el género, en el patio de un conventillo, del porteño barrio de San Cristóbal en este caso. Allí conviven, en aparente armonía, criollos, gauchos y urbanos, con inmigrantes de diversos orígenes. Para resaltar esta representación ideal del entorno en el que se desarrollarán los sucesos, el autor aclara, en la sugerente didascalia de inicio: “No es el conventillo porteño sucio y complicado. Es un patio donde el autor toma sus apuntes de la vida popular sin necesidad de taparse las narices. Hay en el ambiente cierto aseo, cierta limpia alegría de día de fiesta, que no se encuentra en las oscuras vecindades cosmopolitas.”
Los vecinos y vecinas se preparan para una noche de festejos: durante el único acto de la obra, las “mascaritas” cruzan el patio una y otra vez, los personajes planchan sus disfraces, combinan encuentros en corsos y bailes, beben licores y lanzan sugerencias amorosas. Don Andrés, un vecino mayor, reflexiona en voz alta, interrumpiendo el desenfreno de los otros: “todos vivimos disfrazados, mi estimado amigo. Un hombre gasta muchas caretas al fin del año…”. Mientras tanto, don Pietro presencia impasible cómo su joven esposa Elisa lo engaña a la vista de todos, en una aparente inacción que se desatará en el desenlace de la obra.
El sainete fue el género que prevaleció en el sistema teatral argentino desde fines del S XIX hasta la década del ’30 del Siglo XX. Emparentado con la tradición del teatro español, sus obras de corta duración, con una galería de personajes tipificados (la damita joven, el galán, el característico), conflictos sencillos, en general de carácter cómico, y una pareja central que vive una relación sentimental. De corte popular, expone una sencilla crítica social. El patio del conventillo muestra aquello que la sociedad demandaba por entonces: un lugar en donde se reunían en armonía criollos e inmigrantes, en el que se mezclaban sin grandes conflictos y donde se resolvían las tensiones propias de esa convivencia, en una idea de nación que los incluía a todos. A lo largo de su evolución, el escenario irá mudando hacia el interior de las habitaciones del conventillo, así como hacia dentro de los mismos personajes, en los que confluirá el elemento cómico con el dramático, dando lugar al nacimiento del grotesco criollo.
Los disfrazados funciona como un exponente del sainete que anticipa las líneas de esta evolución. A diferencia de otras obras que, según la clasificación de Osvaldo Pellettieri se incluyen en lo que llamó sainete como pura fiesta (El debut de la piba, de Roberto Cayol – 1916- o Tu cuna fue un conventillo, de Alberto Vacarezza – 1920-), en Los disfrazados aparece, en Don Pietro, el personaje patético y fracasado, el desenlace no restablece la armonía ni deja en el espectador una sensación de alivio. A través del personaje de Don Andrés se introduce además el elemento reflexivo, generando en el receptor una serie de temas y consideraciones que representan una novedad en el género.
En el universo en conflicto de Los disfrazados la tensión va en aumento hasta su explosión hacia el final del texto, cuando caen las máscaras y la fiesta se diluye entre los sonidos de las comparsas.
HILARIO: - ¿Sabe lo que dice don Andrés? ¡Qué rico tipo! Dice que es una pavada disfrazarse, porque todos vivimos disfrazados, y que la vida es el corso, un corso largo…m ¡Qué se yo! Que unos van en coche con campanillas y flores y otros a pie y tropezando. Tiene cada cosa…
PEPA: - Es un hombre que sabe mucho. Me extraña que haga así esta vida de haragán.
ROSALÍA: - ¿No le han oído hablar de su obra?
HILARIO: - Ayer me estuvo contando. Dice que cuando se publique se van a aclarar muchas mentiras de la historia.
ROSALÍA: - Debe estar medio chiflado…
HILARIO: - No crea. Es un hombre que piensa muy bien y le habla a uno y lo impresiona. Ayer largué temprano el servicio porque hay que interrumpir la línea p’al corso. Estaba por meterme en la cama, pero me encontré con don Andrés en la esquina de Pasco y salimos a dar una vuelta entre el griterío y la música ‘e las comparsas. Ahí me empezó a hablar el viejo. Pasaban los payasos haciendo morisquetas; una punta ‘e mascarones raros metiendo ruido, los coches iban a entrar en la fila, un campanilleo que aturdía y a cada momento los gauchos rascando las piedras con las espuelas… Y él seguía hablando y derrepente me pareció que tenía razón, que todo aquello era el mundo. Un mundo de locos y encaretaos.
PEPA: - ¡Cosas del viejo! Es capaz de convencer a cualquiera.
ROSALÍA: - ¡Qué don Andrés!
HILARIO: (Acercándose a don Pietro) – A ver usted, don Pietro, diga algo pues…
DON PIETRO: - ¡Eh! Miro l’humo…
ROSALÍA: - ¿Cuándo va a acabar de mirar el humo?
HILARIO: (Haciendo señas de que don Pietro está flojo de cascos) ¡Cómo está ese pobre hombre!, ¿eh? Completamente azonzao…
PEPA: - A mí me da lástima, vea.
HILARIO: - Y el compadrón ese de Machín, que lo hace a la vista de todo el mundo…
1 Pellettieri, Osvaldo – HISTORIA DEL TEATRO ARGENTINO EN BUENOS AIRES – Volumen II La emancipación cultural (1884-1930). Galerna, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. 2002.
Los disfrazados y otros sainetes
Carlos Mauricio Pacheco
Editorial EUDEBA, 1966.
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