Diez años de la muerte de Luis Alberto Spinetta
En su homenaje, el tema del mes en Libro de arena es Literatura y Rock. Hoy lo recordamos con esta nota de María Pía Chiesino.
Hoy se cumplen diez años de la
muerte de Luis Alberto Spinetta. Me enteré por la radio, como me entero siempre
de las noticias importantes.
No era el mejor comienzo de año.
En las vacaciones me había roto el tobillo y estaba en pleno post operatorio.
Desde un par de meses antes, por
un carancheo periodístico, se sabía que Luis estaba enfermo, y como él mismo se
encargó de aclarar en una carta a los medios: “Ante el aluvión de información
inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud. Me
encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva.”
La ambigüedad de la expresión
“curación definitiva”, no se le pasaba por alto a nadie que hubiera seguido la
carrera de Spinetta y conociera su manera de decir las cosas. Preferimos no
indagar en el asunto y esperar. Confiar más en “lo curativo” que en “lo
definitivo”. Hacernos los boludos y las boludas, en realidad. La idea de un
mundo sin Luis era intolerable.
Cuando esa tarde de hace diez años la voz de la locutora empezó a leer la
noticia que decía “Fue uno de los pioneros del rock nacional”, personalmente,
(en un mecanismo clarísimo y necesario de negación) pensé que iba a referirse a
otro músico. No era así, claro. La noticia hablaba de
Spinetta. De mundo sin Spinetta, a partir de ese día.
Tengo, por suerte, el recuerdo de las cinco horas y media de Las Bandas
Eternas, en Vélez, el 4 de diciembre de 2009, donde vi en vivo por primera y
última vez a Pescado Rabioso.
Escucho a
Spinetta desde los catorce años. Su banda, en ese momento, era Invisible. El
primer vinilo que me compré fue Durazno sangrando. Vi en vivo, en el Luna Park,
la presentación de El jardín de los presentes, y pocos meses después, el show
de despedida de la banda.
La música
y la lírica de Luis Alberto Spinetta siguen acompañando mi vida, sobre todo los
viernes a la noche, cuando termina el trabajo de la semana. El recorrido por
parte de su obra pasa por Artaud, El jardín de los presentes, Kamikaze, Alma de
diamante, Fuego gris y Bajo Belgrano.
Desde que hace unos meses nos tocó despedir a Rodolfo García, se agregó el
primer disco de Almendra, el que tiene en la tapa al hombre de la lágrima.
Lo que siempre me pasó con Spinetta, fue que además de escuchar su música, me
interesó, desde muy chica, seguir parte de su camino como lector. Tuvo una
relación intensa con la literatura: Castaneda, Carl Jung, el surrealismo,
Foucault, entre otros, están presentes en su lírica.
La
relación más intensa y explícita con lo literario se presenta en el año 1973,
en un disco que lleva por nombre el apellido de un poeta francés: Artaud.
Ahí está
grabada la “Cantata de puentes amarillos”, disparada por la lectura de la
correspondencia entre los hermanos Van Gogh.
Intentar un rastreo de las lecturas presentes en la obra de Luis Alberto
Spinetta sería, si no interminable, larguísimo.
Por eso,
y para recordarlo a diez años de ese día terrible en el que se nos fue,
prefiero “cederle la palabra”, y recordar sus reflexiones sobre el asunto en los
dos grandes libros que registran sus charlas con periodistas: Crónica e
Iluminaciones (con Eduardo Berti), y Martropía (con Juan Carlos Diez):
-¿Qué libros de Antonin Artaud inspiraron este disco?
- Los dos más importantes que tienen que ver con el disco son Heliogábalo, el
anarquista coronado, y Van Gogh, el suicidado por la sociedad. En realidad,
Heliogábalo me había impactado mucho más, pero no lo podía transmitir a la
temática del disco. Luego, el Van Gogh de Artaud me llevó a leer las cartas de
Vincent van Gogh a su hermano Theo, de donde están sacadas varias imágenes de
la “Cantata de puentes amarillos”. Pero antes que nada te quiero aclarar que yo
le dediqué ese disco a Artaud pero en ningún momento tomé sus obras como punto
de partida. El disco fue una respuesta-insignificante tal vez- al sufrimiento
que te acarrea leer sus obras. La idea del álbum era exponer la posibilidad de
un antídoto contra lo que opinó Artaud. Quien lo haya leído no puede evadirse
de una cuota de desesperación. Para él, la respuesta del hombre es la locura;
para Lennon es el amor. Yo creo más en el encuentro entre la perfección y la
felicidad a través de la supresión del dolor que mediante la locura y el
sufrimiento. Creo que sólo si nos preocupamos por sanear el alma, vamos a
evitar distorsiones sociales y comportamientos fascistas, doctrinas injustas y
totalitarismos, políticas absurdas y guerras deplorables. La única forma de
hacer subir el peso es con amor.
Los músicos de rock somos tipos que estamos muy desorientados. Hemos
involucrado mucho a nuestro sistema neurológico y hemos aprendido muy poco de
la historia reciente. Pero hay algo claro, no podemos jugar a ser Artaud. Eso
significaría no haber entendido a Moris, no haber entendido a Litto Nebbia, no
haber pescado una. Si yo no hubiera aprendido a salir de esa y ubicarme en mi
país, no estarías conmigo en este momento: Spinetta sería apenas un nombre en
una chapita de bronce, chorreada de caca, en la inmensidad de algún cementerio.
(…)
-Creo que la letra de “Por” es una de las más atípicas que hayas escrito en
toda tu carrera.
Un lingüista diría que es la ruptura del sintagma…
-Claro, son palabras sueltas. “Árbol, hoja, salto, luz, aproximación”.
-¿El orden de las palabras posee alguna lógica oculta?
-Es una lógica medio surrealista. Esa canción la hicimos con Patricia, mi
actual mujer (y madre de sus hijos), una tarde, en la vieja casa de Arribeños.
Como la música ya estaba escrita todo fue cuestión de que las palabras entraran
justo en la métrica. “Gesticulador”, por ejemplo, está puesto para que entrara
a medida (…)
-¿Cómo es la anécdota de la cárcel?
-Ah, sí. Eso fue en la época de la banda Spinetta. En 1977, creo. Me llevaron
preso sin ton ni son con otros músicos como Bernardo Baraj, que ya entonces
eran súper profesionales. En una de las paredes de la celda estaba escrito un
verso de esta canción: “qué solo y triste voy a estar en este cementerio”.
Cuando me llevaron a ver al comisario, el tipo me dijo que sus hijos tenían mis
discos. “Bueno, no sólo sus hijos-le dije-, alguien escribió una canción mía en
un calabozo. Venga a ver”. Antes de dejar la comisaría volví a la celda y
agregué “qué calor hará sin vos en verano”. (…)
- “Pero quizá el tema que más impactó al editarse Artaud fue la “Cantata de
puentes amarillos”. En el aspecto musical, podría definirse como una
exploración similar a la del tema “Cristálida”, del álbum Pescado 2: “una
canción con varias formas poéticas y varias formas musicales, agrupadas en
módulos”. La diferencia, diría Spinetta alguna vez, es que “mientras los
módulos de “Cristálida” se reiteran de modo rotativo, los de la “Cantata” son
diferentes entre sí. En cuanto a la letra, estaba inspirada en cartas que el
pintor holandés Vincent Van Gogh (1853-1890) le escribiera a su hermano Theo.
La correspondencia entre ambos fue dada a conocer por la viuda de Theo tras la
muerte de su esposo, y la primera edición en castellano data de 1949.Spinetta
tuvo contacto con el libro que recopila estas cartas tras leer el ensayo
biográfico que Artaud escribiera sobre Van Gogh.
Una
lectura atenta de las cartas y la letra de “Cantata de puentes amarillos”
revela los puntos de contacto entre ambas obras. Numerosos párrafos escritos
por Van Gogh sirvieron como inspiración poética y - dice Luis- “despertaron
imágenes en mí”. Por ejemplo:
a) Los “puentes amarillos”.
El único puente amarillo que puede observarse en la obra de Van Gogh es un
retrato del puente levadizo de Langlois, en Arles. “He encontrado una cosa
curiosa, como no lo haría todos los días. Es un puente levadizo con un
cochecito amarillo y un grupo de lavanderas”, escribe Vincent el 20 de abril de
1888.
b) “Aquellas sombras del camino azul, dónde están/ yo las comparo con cipreses
que vi solo en sueños”.Los cipreses eran una de las grandes obsesiones de Van
Gogh como pintor. En un pasaje le confiesa a Theo:” Los cipreses me preocupan
siempre; quisiera hacer con ellos una cosa como las telas de los girasoles”.
Uno de sus cuadros más conocidos lleva por título “Camino con cipreses”.
c) “Mira el pájaro/se muere en su jaula” dice otro verso de la canción. Escribe
Van Gogh en una de sus cartas: “Un pájaro enjaulado en primavera sabe
poderosamente bien que hay algo para lo cual serviría, siente poderosamente
bien que hay algo que hacer, pero no puede hacerlo. ¿Qué será? NO lo recuerda
bien: luego, tiene que ideas vagas y se dice ‘los demás hacen sus nidos y
tienen sus pequeños y los crían’; y luego se golpea el cráneo contra los
barrotes de la jaula. Y la jaula queda ahí, y el pájaro está loco de dolor.
‘Ese es un holgazán’ dice otro pájaro que pasa, ‘Ese es una especie de
rentista’. Empero el prisionero vive y no muere: nada aparece por fuera de lo
que le pasa adentro; está bien de salud, está más o menos alegre bajo los rayos
del sol. Pero viene la estación de las migraciones. Ataque de melancolía. ‘Sin
embargo –dicen los niños que lo cuidan en su jaula – tiene todo lo que
necesita’. Pero él sigue mirando afuera, el cielo hinchado, cargado de
tormenta, y siente dentro de sí, rebelión contra la fatalidad. ‘Estoy enjaulado.
Y por lo tanto, no me falta nada, imbéciles. ¡Ah, por piedad, la libertad! ¡Ser
un pájaro como los demás pájaros!’”.
Pero, ¿qué otras lecturas y que otras vivencias inspiraron la “Cantata”
Spinetta vuelve a expresar que desconocen los factores de la inspiración ,
mientras se encoge de hombros.
-Alguna vez dije que muchas imágenes de la “Cantata” parecen inspiradas en la
matanza de Ezeiza, que ocurrió en junio de 1973, en el exacto momento en que
vos escribías la canción. Me refiero a cosas puntuales como “en un momento vas
a ver que ya es la hora de volver; el camino y los puentes que bien podrían ser
los de la autopista que conduce a Ezeiza, donde se produjeron varios
enfrentamientos; “con esta sangre alrededor no sé qué puedo yo mirar”. Cuando expuse
esta teoría, hace unos tres años, te reíste en mi cara. Ahora vuelvo a la
carga…
- Mirá, la “sangre alrededor”, es la sangre de la herida de la oreja de Van
Gogh y también la sangre de Heliogábalo cuando lo tiran en las letrinas de la
ciudad. Pero probablemente hasta la matanza de Ezeiza haya influido, aunque yo
no me dé cuenta – dice y de inmediato recuerda un episodio de aquella época -:
una de las cosas que me quedaron grabadas es cuando me llevaron en cana por
averiguación de antecedentes y vi un cadáver en el patio de la comisaría,
manando sangre. Un tipo de unos treinta años, tirado boca abajo sin siquiera un
manto, con un par de agujeros de bala y, a su alrededor, una especie de lago de
sangre. Esas cosas me marcaron, sin dudas. Con esa sangre allí, ¿qué podía
hacer? Yo me veía ahí, en el patio,cagándome de frío, y me preguntaba: “¿qué
hago acá, qué pasa?” (De Crónica e Iluminaciones)
-¿Antonin Artaud fue un kamizaze?
-Sí, se supo jugar por sus ideas y su poesía, aun a costa de unos dolores tremendos.
Después, con tipos como John Lennon, surgió un antídoto intelectual para ese
sufrimiento. Lennon es el símbolo de una intensidad muy heavy de creación, pero
en aras de algo más liviano de sobrellevar, que no acarrea el peso de ese
dolor.
¿En algún sentido tu disco, Artaud fue hecho, paradójicamente, para liberarte
de Artaud?
El disco tiene algo de antídoto. Una vez más, creo que yo traté de asirme a las
formas poéticas y al impulso que guiaba al autor, más que al acontecimiento que
él describe. No me interesa mucho el dolor, sino la forma en que uno puede
llegar tan profundamente dentro de sí mismo, como para encontrarlo de esa
manera, que es lo que hizo Artaud. Por lo tanto, no me gusta tanto el producto
de todo eso, que es el sufrimiento, y cómo verlo dentro de uno. Pero sí el
hecho de haber corrido el riesgo de escribir increíblemente eso.
El disco
Artaud de alguna manera refleja cosas de la vida de Artaud e inclusive de la
vida de Van Gogh, también por el paralelo con el libro Van Gogh el suicidado
por la sociedad, escrito por Artaud. Pero, obviamente, tratando de suplir la
curiosidad por hallar el dolor, suplirla por la posibilidad de encontrar la
belleza o la felicidad.
¿Vos sos consciente de que mucha gente conoció a Antonin Artaud por tu disco y
después se volcó a leerlo?
No sé, alguna vez se me cruzó, y mucha gente me lo ha dicho. Me alegro por la
gente que lo leyó, sobre todo por la gente a la que le gustó. Es mucho más
lindo que Bukowski, ¿no? Y lo seguirá siendo, independientemente de que sus
teorías del dolor no sirven. Las de Bukowski menos.(…)
¿Cómo conseguiste sacar Artaud con esa forma irregular que rompía con el diseño
estándar de las tapas de los discos?
¡Tuve unas luchas! Me pedían de rodillas: “Te la hago de oro, pero cuadrada!”.
Y yo les contestaba:”Nooo, ahora que me la aceptaste no te vuelvas atrás. Pensá
que estás sacando un disco muy original y chau”. Las disquerías devolvían los
discos porque las tapas se doblaban en las bateas.
-No,
directamente no entraban.Se les doblaban las puntas en el transporte y la gente
los devolvía. Y, a la vez, el que tiene hoy ese disco tiene algo del rock
nacional. Al sobre interno que decía “Informe frío” yo lo quise diseñar como si
fuese el prospecto de un remedio escrito con letras verdes.
-¿Vos
tenés ese disco?
-No, no lo tengo.
-¿Por qué pensás que es un álbum clave para tus seguidores?
No tengo la menor idea. En parte es por el mito de la tapa.
Tu álbum Privè, de 1986, igual que Artaud, ¿también tiene ese sentido catártico
para salir del dolor?
Está cargado de eso, sí. Buscando un punto de luz en esa maroma. Ya el hecho de
que uno pretenda reemplazar un ítem como el dolor por la felicidad implica que
uno está sufriendo. Pero no es el sufrimiento de Artaud, ni el de Van Gogh, y
espero que nunca lo sea. NO me gustaría ser un gran artista porque haya sufrido
semejantes cosas en mi vida. Aparte, ha pasado casi un siglo. NO es bueno, no
es justo, no me parece tan coherente, si bien hay mil razones para estar mal,
pero no es cuestión. Sobre todo no impregnar la obra de tristeza, o conun drama
tan jorobado. (De Martropía)
Si pudiera hablar con Spinetta, le diría que no estoy de acuerdo en lo que dice
sobre Bukowski.Pero ya no hay posibilidad de polémicas. Lo que sí sucede aún, a
diez años de su muerte (y de su eternidad), es que cuando ponemos uno de sus
discos, el “niño condenado por el diablo de febrero”, sigue hablando con
nosotros, sigue teniendo cosas que decir. Una vez más, gracias y aplausos de pie para Luis.
Hoy se cumplen diez años de la
muerte de Luis Alberto Spinetta. Me enteré por la radio, como me entero siempre
de las noticias importantes.
No era el mejor comienzo de año.
En las vacaciones me había roto el tobillo y estaba en pleno post operatorio.
Desde un par de meses antes, por
un carancheo periodístico, se sabía que Luis estaba enfermo, y como él mismo se
encargó de aclarar en una carta a los medios: “Ante el aluvión de información
inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud. Me
encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva.”
La ambigüedad de la expresión “curación definitiva”, no se le pasaba por alto a nadie que hubiera seguido la carrera de Spinetta y conociera su manera de decir las cosas. Preferimos no indagar en el asunto y esperar. Confiar más en “lo curativo” que en “lo definitivo”. Hacernos los boludos y las boludas, en realidad. La idea de un mundo sin Luis era intolerable.
Cuando esa tarde de hace diez años la voz de la locutora empezó a leer la
noticia que decía “Fue uno de los pioneros del rock nacional”, personalmente,
(en un mecanismo clarísimo y necesario de negación) pensé que iba a referirse a
otro músico. No era así, claro. La noticia hablaba de
Spinetta. De mundo sin Spinetta, a partir de ese día.
Tengo, por suerte, el recuerdo de las cinco horas y media de Las Bandas
Eternas, en Vélez, el 4 de diciembre de 2009, donde vi en vivo por primera y
última vez a Pescado Rabioso.
Escucho a Spinetta desde los catorce años. Su banda, en ese momento, era Invisible. El primer vinilo que me compré fue Durazno sangrando. Vi en vivo, en el Luna Park, la presentación de El jardín de los presentes, y pocos meses después, el show de despedida de la banda.
La música y la lírica de Luis Alberto Spinetta siguen acompañando mi vida, sobre todo los viernes a la noche, cuando termina el trabajo de la semana. El recorrido por parte de su obra pasa por Artaud, El jardín de los presentes, Kamikaze, Alma de diamante, Fuego gris y Bajo Belgrano.
Desde que hace unos meses nos tocó despedir a Rodolfo García, se agregó el
primer disco de Almendra, el que tiene en la tapa al hombre de la lágrima.
Lo que siempre me pasó con Spinetta, fue que además de escuchar su música, me
interesó, desde muy chica, seguir parte de su camino como lector. Tuvo una
relación intensa con la literatura: Castaneda, Carl Jung, el surrealismo,
Foucault, entre otros, están presentes en su lírica.
La
relación más intensa y explícita con lo literario se presenta en el año 1973,
en un disco que lleva por nombre el apellido de un poeta francés: Artaud.
Ahí está grabada la “Cantata de puentes amarillos”, disparada por la lectura de la correspondencia entre los hermanos Van Gogh.
Intentar un rastreo de las lecturas presentes en la obra de Luis Alberto
Spinetta sería, si no interminable, larguísimo.
Por eso,
y para recordarlo a diez años de ese día terrible en el que se nos fue,
prefiero “cederle la palabra”, y recordar sus reflexiones sobre el asunto en los
dos grandes libros que registran sus charlas con periodistas: Crónica e
Iluminaciones (con Eduardo Berti), y Martropía (con Juan Carlos Diez):
-¿Qué libros de Antonin Artaud inspiraron este disco?
- Los dos más importantes que tienen que ver con el disco son Heliogábalo, el
anarquista coronado, y Van Gogh, el suicidado por la sociedad. En realidad,
Heliogábalo me había impactado mucho más, pero no lo podía transmitir a la
temática del disco. Luego, el Van Gogh de Artaud me llevó a leer las cartas de
Vincent van Gogh a su hermano Theo, de donde están sacadas varias imágenes de
la “Cantata de puentes amarillos”. Pero antes que nada te quiero aclarar que yo
le dediqué ese disco a Artaud pero en ningún momento tomé sus obras como punto
de partida. El disco fue una respuesta-insignificante tal vez- al sufrimiento
que te acarrea leer sus obras. La idea del álbum era exponer la posibilidad de
un antídoto contra lo que opinó Artaud. Quien lo haya leído no puede evadirse
de una cuota de desesperación. Para él, la respuesta del hombre es la locura;
para Lennon es el amor. Yo creo más en el encuentro entre la perfección y la
felicidad a través de la supresión del dolor que mediante la locura y el
sufrimiento. Creo que sólo si nos preocupamos por sanear el alma, vamos a
evitar distorsiones sociales y comportamientos fascistas, doctrinas injustas y
totalitarismos, políticas absurdas y guerras deplorables. La única forma de
hacer subir el peso es con amor.
Los músicos de rock somos tipos que estamos muy desorientados. Hemos
involucrado mucho a nuestro sistema neurológico y hemos aprendido muy poco de
la historia reciente. Pero hay algo claro, no podemos jugar a ser Artaud. Eso
significaría no haber entendido a Moris, no haber entendido a Litto Nebbia, no
haber pescado una. Si yo no hubiera aprendido a salir de esa y ubicarme en mi
país, no estarías conmigo en este momento: Spinetta sería apenas un nombre en
una chapita de bronce, chorreada de caca, en la inmensidad de algún cementerio.
(…)
-Creo que la letra de “Por” es una de las más atípicas que hayas escrito en
toda tu carrera.
Un lingüista diría que es la ruptura del sintagma…
-Claro, son palabras sueltas. “Árbol, hoja, salto, luz, aproximación”.
-¿El orden de las palabras posee alguna lógica oculta?
-Es una lógica medio surrealista. Esa canción la hicimos con Patricia, mi
actual mujer (y madre de sus hijos), una tarde, en la vieja casa de Arribeños.
Como la música ya estaba escrita todo fue cuestión de que las palabras entraran
justo en la métrica. “Gesticulador”, por ejemplo, está puesto para que entrara
a medida (…)
-¿Cómo es la anécdota de la cárcel?
-Ah, sí. Eso fue en la época de la banda Spinetta. En 1977, creo. Me llevaron
preso sin ton ni son con otros músicos como Bernardo Baraj, que ya entonces
eran súper profesionales. En una de las paredes de la celda estaba escrito un
verso de esta canción: “qué solo y triste voy a estar en este cementerio”.
Cuando me llevaron a ver al comisario, el tipo me dijo que sus hijos tenían mis
discos. “Bueno, no sólo sus hijos-le dije-, alguien escribió una canción mía en
un calabozo. Venga a ver”. Antes de dejar la comisaría volví a la celda y
agregué “qué calor hará sin vos en verano”. (…)
- “Pero quizá el tema que más impactó al editarse Artaud fue la “Cantata de
puentes amarillos”. En el aspecto musical, podría definirse como una
exploración similar a la del tema “Cristálida”, del álbum Pescado 2: “una
canción con varias formas poéticas y varias formas musicales, agrupadas en
módulos”. La diferencia, diría Spinetta alguna vez, es que “mientras los
módulos de “Cristálida” se reiteran de modo rotativo, los de la “Cantata” son
diferentes entre sí. En cuanto a la letra, estaba inspirada en cartas que el
pintor holandés Vincent Van Gogh (1853-1890) le escribiera a su hermano Theo.
La correspondencia entre ambos fue dada a conocer por la viuda de Theo tras la
muerte de su esposo, y la primera edición en castellano data de 1949.Spinetta
tuvo contacto con el libro que recopila estas cartas tras leer el ensayo
biográfico que Artaud escribiera sobre Van Gogh.
Una
lectura atenta de las cartas y la letra de “Cantata de puentes amarillos”
revela los puntos de contacto entre ambas obras. Numerosos párrafos escritos
por Van Gogh sirvieron como inspiración poética y - dice Luis- “despertaron
imágenes en mí”. Por ejemplo:
a) Los “puentes amarillos”.
El único puente amarillo que puede observarse en la obra de Van Gogh es un
retrato del puente levadizo de Langlois, en Arles. “He encontrado una cosa
curiosa, como no lo haría todos los días. Es un puente levadizo con un
cochecito amarillo y un grupo de lavanderas”, escribe Vincent el 20 de abril de
1888.
b) “Aquellas sombras del camino azul, dónde están/ yo las comparo con cipreses
que vi solo en sueños”.Los cipreses eran una de las grandes obsesiones de Van
Gogh como pintor. En un pasaje le confiesa a Theo:” Los cipreses me preocupan
siempre; quisiera hacer con ellos una cosa como las telas de los girasoles”.
Uno de sus cuadros más conocidos lleva por título “Camino con cipreses”.
c) “Mira el pájaro/se muere en su jaula” dice otro verso de la canción. Escribe
Van Gogh en una de sus cartas: “Un pájaro enjaulado en primavera sabe
poderosamente bien que hay algo para lo cual serviría, siente poderosamente
bien que hay algo que hacer, pero no puede hacerlo. ¿Qué será? NO lo recuerda
bien: luego, tiene que ideas vagas y se dice ‘los demás hacen sus nidos y
tienen sus pequeños y los crían’; y luego se golpea el cráneo contra los
barrotes de la jaula. Y la jaula queda ahí, y el pájaro está loco de dolor.
‘Ese es un holgazán’ dice otro pájaro que pasa, ‘Ese es una especie de
rentista’. Empero el prisionero vive y no muere: nada aparece por fuera de lo
que le pasa adentro; está bien de salud, está más o menos alegre bajo los rayos
del sol. Pero viene la estación de las migraciones. Ataque de melancolía. ‘Sin
embargo –dicen los niños que lo cuidan en su jaula – tiene todo lo que
necesita’. Pero él sigue mirando afuera, el cielo hinchado, cargado de
tormenta, y siente dentro de sí, rebelión contra la fatalidad. ‘Estoy enjaulado.
Y por lo tanto, no me falta nada, imbéciles. ¡Ah, por piedad, la libertad! ¡Ser
un pájaro como los demás pájaros!’”.
Pero, ¿qué otras lecturas y que otras vivencias inspiraron la “Cantata”
Spinetta vuelve a expresar que desconocen los factores de la inspiración ,
mientras se encoge de hombros.
-Alguna vez dije que muchas imágenes de la “Cantata” parecen inspiradas en la
matanza de Ezeiza, que ocurrió en junio de 1973, en el exacto momento en que
vos escribías la canción. Me refiero a cosas puntuales como “en un momento vas
a ver que ya es la hora de volver; el camino y los puentes que bien podrían ser
los de la autopista que conduce a Ezeiza, donde se produjeron varios
enfrentamientos; “con esta sangre alrededor no sé qué puedo yo mirar”. Cuando expuse
esta teoría, hace unos tres años, te reíste en mi cara. Ahora vuelvo a la
carga…
- Mirá, la “sangre alrededor”, es la sangre de la herida de la oreja de Van
Gogh y también la sangre de Heliogábalo cuando lo tiran en las letrinas de la
ciudad. Pero probablemente hasta la matanza de Ezeiza haya influido, aunque yo
no me dé cuenta – dice y de inmediato recuerda un episodio de aquella época -:
una de las cosas que me quedaron grabadas es cuando me llevaron en cana por
averiguación de antecedentes y vi un cadáver en el patio de la comisaría,
manando sangre. Un tipo de unos treinta años, tirado boca abajo sin siquiera un
manto, con un par de agujeros de bala y, a su alrededor, una especie de lago de
sangre. Esas cosas me marcaron, sin dudas. Con esa sangre allí, ¿qué podía
hacer? Yo me veía ahí, en el patio,cagándome de frío, y me preguntaba: “¿qué
hago acá, qué pasa?” (De Crónica e Iluminaciones)
-¿Antonin Artaud fue un kamizaze?
-Sí, se supo jugar por sus ideas y su poesía, aun a costa de unos dolores tremendos.
Después, con tipos como John Lennon, surgió un antídoto intelectual para ese
sufrimiento. Lennon es el símbolo de una intensidad muy heavy de creación, pero
en aras de algo más liviano de sobrellevar, que no acarrea el peso de ese
dolor.
¿En algún sentido tu disco, Artaud fue hecho, paradójicamente, para liberarte
de Artaud?
El disco tiene algo de antídoto. Una vez más, creo que yo traté de asirme a las
formas poéticas y al impulso que guiaba al autor, más que al acontecimiento que
él describe. No me interesa mucho el dolor, sino la forma en que uno puede
llegar tan profundamente dentro de sí mismo, como para encontrarlo de esa
manera, que es lo que hizo Artaud. Por lo tanto, no me gusta tanto el producto
de todo eso, que es el sufrimiento, y cómo verlo dentro de uno. Pero sí el
hecho de haber corrido el riesgo de escribir increíblemente eso.
El disco
Artaud de alguna manera refleja cosas de la vida de Artaud e inclusive de la
vida de Van Gogh, también por el paralelo con el libro Van Gogh el suicidado
por la sociedad, escrito por Artaud. Pero, obviamente, tratando de suplir la
curiosidad por hallar el dolor, suplirla por la posibilidad de encontrar la
belleza o la felicidad.
¿Vos sos consciente de que mucha gente conoció a Antonin Artaud por tu disco y
después se volcó a leerlo?
No sé, alguna vez se me cruzó, y mucha gente me lo ha dicho. Me alegro por la
gente que lo leyó, sobre todo por la gente a la que le gustó. Es mucho más
lindo que Bukowski, ¿no? Y lo seguirá siendo, independientemente de que sus
teorías del dolor no sirven. Las de Bukowski menos.(…)
¿Cómo conseguiste sacar Artaud con esa forma irregular que rompía con el diseño
estándar de las tapas de los discos?
¡Tuve unas luchas! Me pedían de rodillas: “Te la hago de oro, pero cuadrada!”.
Y yo les contestaba:”Nooo, ahora que me la aceptaste no te vuelvas atrás. Pensá
que estás sacando un disco muy original y chau”. Las disquerías devolvían los
discos porque las tapas se doblaban en las bateas.
-No,
directamente no entraban.Se les doblaban las puntas en el transporte y la gente
los devolvía. Y, a la vez, el que tiene hoy ese disco tiene algo del rock
nacional. Al sobre interno que decía “Informe frío” yo lo quise diseñar como si
fuese el prospecto de un remedio escrito con letras verdes.
-¿Vos
tenés ese disco?
-No, no lo tengo.
-¿Por qué pensás que es un álbum clave para tus seguidores?
No tengo la menor idea. En parte es por el mito de la tapa.
Tu álbum Privè, de 1986, igual que Artaud, ¿también tiene ese sentido catártico
para salir del dolor?
Está cargado de eso, sí. Buscando un punto de luz en esa maroma. Ya el hecho de
que uno pretenda reemplazar un ítem como el dolor por la felicidad implica que
uno está sufriendo. Pero no es el sufrimiento de Artaud, ni el de Van Gogh, y
espero que nunca lo sea. NO me gustaría ser un gran artista porque haya sufrido
semejantes cosas en mi vida. Aparte, ha pasado casi un siglo. NO es bueno, no
es justo, no me parece tan coherente, si bien hay mil razones para estar mal,
pero no es cuestión. Sobre todo no impregnar la obra de tristeza, o conun drama
tan jorobado. (De Martropía)
Si pudiera hablar con Spinetta, le diría que no estoy de acuerdo en lo que dice
sobre Bukowski.Pero ya no hay posibilidad de polémicas. Lo que sí sucede aún, a
diez años de su muerte (y de su eternidad), es que cuando ponemos uno de sus
discos, el “niño condenado por el diablo de febrero”, sigue hablando con
nosotros, sigue teniendo cosas que decir. Una vez más, gracias y aplausos de pie para Luis.
Gracias Pía! Hace bien escuchar la voz de Luis , leerlo, recordar conciertos únicos donde aprendimos a escuchar en profundidad, experimentamos la belleza, conocimos la dimensión de vibrar escuchando poesía. Agradecimiento eterno y aplausos de pie para el queridísimo Luis. Ayer, hoy y siempre
ResponderBorrarLeyendote, Pia, no se si es Luis contadonte tu vida, o vos contado la de él...Creo que Luis nos cuenta siempre...Y, está bien, por su legado, ahora nos toca contarlo a nosotros...Es bello leer y llenarse de estremecimientos...Los escritores son los artistas, y viceversa...Los spinetteanos siempre sabemos que todo está en equilibrio cuando el ego se diluye en las obras...
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