Julieta Zylberberg: “Nadie es una sola persona. Ni la vida ni las historias son una sola.”

La última entrevista del 2021 de Cine + Protagonistas nos acerca la vida y obra de Julieta Zylberberg, una gran actriz argentina.

Foto: Alejandro Guyot

Mario Méndez: Damos comienzo formal a la entrevista a Julieta Zylberberg, a este ciclo que hacemos, en  Bibliotecas para armar,  Laura Ávila y yo, con la colaboración de CineMóvil y Cultura en grande. Te contamos, Julieta. Nosotros tenemos esta actividad de cine y literatura desde hace muchos años.  Algunos de los que están presentes vienen desde hace mucho tiempo. Otros se sumaron en la pandemia. Antes lo hacíamos en Hebraica, ahí en la calle Sarmiento en la biblioteca Alberto Gerchunoff. Desde la pandemia lo hacemos de manera virtual. Y una de las cosas que surgieron, en un acuerdo con el Cine Móvil (que estuvo buenísimo, porque empezamos con una diva del cine como Ana María Picchio, absolutamente divina), empezamos a hacer ciclos dedicados a directores, actores, actrices, directoras, como Mariana Arruti, Ricardo Pitterbarg, Carlos Sorín, y ahora, por intermedio de Néstor, que conoce a tu familia desde siempre, estamos contigo. La verdad es que es un placer. 

Larguísima trayectoria la tuya, porque empezaste muy niña realmente, en Magazine for fai. Nosotros decidimos darnos el gustazo de recrear esas noches del Magazine for fai, viéndolas en Youtube. Después seguimos con Cara de queso, en la que serías adolescente…


Julieta Zylberberg: No tanto. Tenía veintitrés.


MM: ¡No! Bueno, primera gran noticia. Veintitrés…


JZ: Sí. Hasta que fui madre siempre hacía papeles de adolescente. Después, se ve que hay algo que cambia, no sé. Quizá por el cansancio, algo se modifica en una. Pero también la idea de que pasás a ser madre… Como si eso tuviera que ver… Hasta muy grande hacía siempre de adolescente. 


MM: Ahí, ninguno de nosotros te habría dado veintitrés años. Ni siquiera Néstor, que te conoce hace tanto…


JZ: Es que hacía de quince. Pero tenía veintitrés. 


MM: Y en Magazine for fai ahora me vas a decir que tenías dieciocho y se me cae todo. 


LZ: No, ahí empecé cuando tenía once o doce y terminé a los quince. En el último, el de América, era más grande. Tenía quince años. Y ahí terminó. 


MM: Te decía en algún mensaje, que podíamos ver las películas que estaban gratuitas, en Cine.ar o en Youtube. Nos fuimos orientando cronológicamente. Vimos La mirada invisible,  Mi amiga del parque, All inclusive, y Aire

Y nos quedaron (aunque quizá aparezca alguna pregunta por ahí), El rey del Once, tu participación en Relatos salvajes, El 5 de Talleres, y todo lo que hiciste en televisión. Vamos a empezar por el principio, por Magazine for fai. ¿Cómo surge tu vocación de actriz? ¿Cuánto tuvo que ver esa experiencia? 


JZ: En mi caso siempre fue muy claro. Les pedí a mi mamá y a mi papá que me mandaran a estudiar teatro a los ocho años. Porque veía el programa de Juana Molina, Juana y sus hermanas, y me parecía lo más gracioso y divertido del mundo. Quería hacer eso, básicamente. Y vivía actuando en mi casa, todo el tiempo. Como la mayoría de los niños. Y cuando vi ese programa dije que quería hacer eso. Y pedí que me mandaran a estudiar teatro. Entonces fui a estudiar siendo muy chica. Y en un momento, en esa escuela de teatro me crucé con Nora Moseinco, que era una de las creadoras del programa, junto con Mex. Después seguí estudiando teatro con ella muchos años. Ella me invitó, fui a hacer una prueba y llegué ahí. Eso.


MM: Un comienzo muy arriba. ¿Y cómo era trabajar con Mex?


JZ: Adorable. ES una persona que sigue muy en mi vida siempre, en algún lugar. En ciertas profesiones, el puntapié inicial es lo que marca un poco cómo va a ser tu vida en relación con eso. Entonces siempre estoy eternamente agradecida, con él, con Nora… porque sigo teniendo la misma relación con la actuación ahora que a los once años. La misma. Idéntica, inalterable. Por supuesto que fui cambiando de gustos y de ganas de hacer distintas cosas, pero el vínculo que tengo con mi trabajo es súper sano. Me encanta, si no me encanta no me sale bien, es bastante idílico en un punto. No sé qué pasaría si no fuese así. También siento que dentro de la actuación hay un montón de maneras. Hay compañeros que tienen otro vínculo, distinto; a veces, más sufrido, más conflictivo, más enroscado. Otras técnicas, otro acercamiento que a mí me parece muy aburrido. En eso estoy agradecida, en que siempre tengo un vínculo de mucho disfrute con el trabajo. Es un sueño.


MM: El sueño de trabajar en lo que a uno le gusta…


JZ: Sí, pero a esos amigos míos que te digo, y que tienen otro vínculo, también es lo que les gusta hacer. Solo que lo viven de otra manera. Se puede vivir de algo que a uno le guste, con más o con menos disfrute. Sea lo que sea. Es una decisión y es algo que pasa. Tener un vínculo así con el trabajo, que es algo que uno hace un montón de horas por día, está buenísimo.


LA: ¿Y cómo fue el paso de hacer televisión al cine? ¿Quién te llevó al cine? ¿Fue muy difícil pasar de u formato a otro?


LJZ: Más que hacer televisión, yo tenía una escuela de actuación muy marcada. Bastante teatral. De construcción de personajes, lo histriónico, los disfraces... un camino que no es demasiado amigo del cine. Me parece que también tenía que ver con una etapa de mi vida. Y la primera película que hice fue La niña santa, con Lucrecia Martel. Ella trabajaba en “for fai” también. Era muy joven. Y hacía una cosa increíble, que eran todas las partes del programa en blanco y negro. Ella me conocía, pero en otro registro. Me hizo un casting para La ciénaga, primero. Yo hice un personaje… cualquier cosa. Cuando terminé el secundario entré un par de años en la EMAD, que era como radicalmente otra onda. Y estuvo bueno, me hizo mirar de otra manera y me dio la opción de probar otras cosas que eran un poco más compatibles con eso. Hice el casting para La niña santa y  quedé.


LA: Esa fue tu primera experiencia cinematográfica.


JZ: Sí. 


LA: En cierta forma te estoy llevando hacia la veta cómica de la película. 


JZ: El personaje era  espectacular, era bárbaro. 


LA: Hay cierta cosa que manejás muy bien, que es pasar fácilmente de un registro dramático a uno cómico. Como en las pelis de Ana Katz, de las que vamos a hablar después.


JZ: Yo creo que cada actor actúa de acuerdo a cómo ve el mundo. Aunque interprete guiones ajenos y bajo la dirección de otras personas, tiene sí o sí una dirección propia, y una elección en todo lo que hace. Y eso tiene que ver con la lectura que uno tiene acerca del mundo. Y yo todo lo veo un poco así. Por eso me entiendo tan bien con Ana (es mi amiga). Me identifico, no lo siento ajeno ni siento que sea pasar de un registro a otro, sino que creo que estamos todo el tiempo en un registro ambiguo. Porque todo es un poco las dos cosas. Todo lo más terrible es cómico. Me acuerdo de cosas de mi vida, de un nivel de tragedia total… no sé, cuando mi papá estaba muy mal. Los momentos feos de las enfermedades, que son indignos y tremendos, conservan un humor también. Todo es así. Me acuerdo y me da tristeza pero me causa gracia, porque hay algo del fin de la vida en lo que también hay algo gracioso, en el sentido de que soltás. No sé si es gracioso pero sí es humorístico. Del fin. Todo tiene las dos cosas, me parece. Lo opuesto a eso es la solemnidad. Que no tiene que ver con que algo sea serio, sino que es una visión sobre algo serio. 


LA: En la peli de Lerman, La mirada invisible, hay escenas acerca de lo solemne, que vos podés atravesar como creando otra cosa. Una cosa más de laburo físico. En relación con el personaje de Osmar Núñez, por ejemplo, por una cuestión de altura era muy difícil ponerlos en cuadro a los dos. 


JZ: Sí, la dupla era un poco graciosa, porque era como un monstruo devorando a esa chica. Esa película, que es un drama total, también tiene algo gracioso. Ella escondiéndose en los baños, pobre, en su drama, en su infierno interior. Tiene su humor también. 


LA: Es un humor bizarro pero muy dolido. Ese personaje está sufriendo todo el tiempo, pero desde un lugar súper bien compuesto. ¿Cómo hicieron para trabajar ese personaje? ¿Pudiste cambiar cosas del guion? ¿Es muy preciso el director? 


JZ: Diego es divino. Esa es una novela de Martín Kohan que se llama Ciencias morales. Era bastante particular trasladarlo, porque la novela es el relato del pensamiento de María Teresa. Es todo lo que ella piensa. Era como llevar todo el pensamiento a la imagen. De hecho, mi personaje habla muy poco. Lo trabajamos bastante desde lo físico. Me acuerdo de hacer ensayos que eran caminatas de horas, para ver cómo se paraba… Por un lado era una construcción bastante exterior, y por otro lado, algo que a mí me pasa mucho, y es que tomo cosas de los directores que me quedo para siempre. Como si fueran profesores. Y en esa película me pasó que como el personaje era tan pensante, y en un punto vos la veías haciendo pero no hablando, y el libro era todo el “qué”. Entonces, bueno, había que habitar la mirada. Siempre que alguien está pensando algo y que sos transparente, o te conectás con un costado tuyo más transparente, siempre vas a ver en qué estás, un poco. Eso, que no tiene que ver con hacer caras ni nada, es solamente pensar. Y muchas veces, estás actuando pero no estás pensando. Y uno, en la vida, siempre está pensando algo, mientras hace y dice las cosas. Siempre hay un pensamiento lateral, que en mi caso no tiene que ver con lo que estoy haciendo. Siempre estoy habitada por un pensamiento lateral, que nada que ver. Y en esa película me parece súper importante. Porque era eso: que se vea lo que piensa. O lo que siente. Y la única manera de hacerlo era pensarlo de verdad. Como tener un guion interno. Y eso lo hago siempre. 


MM: Ya que nosotros trabajamos la relación de cine y literatura, ¿en este caso te sirvió leer Ciencias morales


LZ: Sí, en este caso sí. No siempre lo necesito cuando es una adaptación, pero en este caso, sí. Porque era justamente todo el pensamiento de ella. Ahora no me la acuerdo, pero en su momento me sirvió un montón. Para conocerla a ella, ver quién era. Vos ves que está viviendo ahí, con su mamá y su abuela, y que está re trabada, y como todo el infierno que tiene adentro: la soledad, las pocas amistades… No es que ella habla con alguien de lo que le pasa. Y el libro es el pensamiento.


LA: Es un peliculón. La verdad es que es un primer protagónico que te iba a medida.


JZ: Sí, estuvo buenísimo. La verdad que sí. 


LA: Porque vos decís que te van adaptando los personajes a partir de que fuiste madre, pero en este protagónico hacés de una joven mujer solitaria, fue realmente perfecto. 


JZ: Es verdad. Fue la primera cosa que recuerdo que fue marcadamente diferente. Fue distinto. 


LA: Vimos Extraños en la noche, que es una película mucho más comercial, si se quiere. Para el gran público. Y ahí era un protagónico pero compartido. Lo que puedo rescatar de tu laburo ahí es la capocómica que llevás oculta. 


JZ: El género de la comedia romántica es de mis favoritos. Me encanta ver, y me encanta hacer. All inclusive me encanta, siento que es un género que me queda cómodo. 

MM: Saltamos para adelante y después volvemos, no importa. Pero ya que mencionás All inclusive, una de las cosas que comentábamos con el grupo, es que se estrenó el mismo año que Aire. Y que son dos registros tan diferentes de tu actuación, el drama y la comedia romántica. En Aire no hay un instante de humor.


JZ: No, es terrible. 


MM: En cambio All inclusive es muy divertida. Me imagino que se habrán divertido mucho haciéndola. 


JZ: Es la película que más me divertí haciendo en mi vida. Porque los actores éramos amigos. Mariana y Marina son  de mis mejores amigas hace muchos años. A Alan lo adoro, también es amigo, trabajé un montón con él. Con Mike no habíamos trabajado juntos pero es un amor. Y el equipo, detrás, haciendo una película en un paraíso. Fue un viaje de egresados. Realmente. Muy, muy divertido. Y a mí la película me encanta. 


MM: Y en el mismo momento hiciste Aire, que nada que ver, que la filmaron en Santa Fe, que se pasa del paraíso al agobio de la ciudad de Santa Fe… Tremendo. 


JZ: Esa peli estuvo re buena también. No es que como actriz solo me divierto cuando es comedia. Obviamente que si tengo que estar en un rollo toda la película, tengo que concentrarme. No es que tengo automatizado ni llorar ni gritar, ni ponerme nerviosa. No tengo una manera de actuar eso. Lo tengo que hacer. Tengo que estar. Tengo actores amigos que hacen las cosas muy fácilmente. Saben llorar, gritar, pelearse… Yo necesito hacerlo un poco de verdad. Estoy actuando, pero si lloro todo el día termino cansada. No es que “actué de llorar”. Lloré. Porque sé hacerlo de esa manera. 


LA: El personaje de Aire estaba enojada todo el tiempo. 


JZ: Me interpela mucho. Es un personaje que tiene un trabajo en el que no gana mucha plata, que vive muy justa, que tiene un hijo con Asperger,  entonces convive con eso y con opiniones que le llegan de afuera todo el tiempo, acerca del hijo, y de la madre… Está muy sola. Es terrible lo que le pasa y no la ayuda nadie. La vida en la ciudad, maternar ahí, es de una soledad impresionante. Es algo que siento que aún está muy establecido para las mujeres. Ser madre y ser un montón de otras cosas. Porque somos un montón de otras cosas. Hay un desfasaje ahí, entre la madre y el padre, que todavía se mantiene. Todavía hay algo muy fuerte y muy grande, como un abismo cultural, y de una exigencia que no va acompañada de una facilidad. Como que las facilidades son las mismas, pero la exigencia es otra. Entonces lo que se ve es a una persona luchando contra el mundo. 


LA: Es un poco también el tema de Mi amiga del parque. Pero como que tiene otro tono. 


JZ: Otro punto de vista, también. 


LA: Contános un poco cómo fue lo de Mi amiga del parque


JZ: Mi amiga del parque es mi película favorita de las que hice. Cuando la hice mi hijo tenía un año y tres meses o sea que estaba totalmente atravesada por el tema. Ya no lo amamantaba, pero todas las temáticas eran muy cercanas a mí. Todavía tenía todo fresquísimo en el cuerpo, y tenía un hijo muy chiquito. De hecho, todos los parques de la película se filmaron en Uruguay, me fui cinco días a filmar esa parte y fue la primera vez que lo dejé a mi hijo. Un drama absoluto, que para mí era imposible de ver con la distancia con que lo veo hoy. Hay cosas que son muy difíciles de transmitir, creo que está muy bien contado y yo lo tenía muy cerca. En mi amistad con Ana, el de los hijos y la maternidad es un tema del que hablamos un montón. Del que compartimos un montón. Así que había algo de eso que era interesante. Estábamos hablando de algo de lo que compartíamos un montón. 


LA: ¿Ella te acercó un guion terminado o lo fueron armando entre las dos? ¿Cómo fue? 


JZ: Fue larguísimo. De hecho, en un momento el bebé iba a ser Luis, mi hijo. Y como se estiró el rodaje para más adelante, creció y fue otro bebé. Pero cambió muchas veces, fueron muchas versiones. Ana es una artista muy pensante, y con muy poca ansiedad.  Eso hace que la idea de lo que quiere contar le vaya decantando. Uno no siempre tiene una idea tan clara, y finalmente llega a hacer eso. Me acuerdo de que un día me llamó y me dijo que había encontrado el sentido de la película. Entonces me contó una escena (no me acuerdo cuál). Y sí, era ese. Es como algo más sensorial que después te cae.


LA: Tiene como esa paciencia de pescar la película, Ana Katz. Está flotando y ella está con la caña hasta que la película pica. Y se compone de pequeñas escenas y de gestos. Por eso te preguntaba si armaban eso antes o si ella te lo daba terminado. 


JZ: Nunca es terminado, pero en el momento en el que elegís una temática es un director que conecta con sus actores. Elegís un actor y no otro, por algo. Siempre te va a aportar algo el actor, si vos como director estás permeable. Nosotras hicimos un trabajo larguísimo, y nos juntamos, vimos películas… Creo que para ciertos papeles, cuando elegís un actor y no otro, es por algo. Entonces siempre hay algo de vos en ese relato. 






MM: ¿Y del otro lado, cuando se trata de elegir proyectos, elegís los directores, o eso tiene que ver con lo que venga y con lo que puedas agarrar? 


JZ: Hay distintas cosas. Hay cosas que las hago porque quiero trabajar con un director, cosas que hago porque me gusta la historia, o porque quiero trabajar con un compañero… Hay distintas razones, no solo un director. Sí tuve mucha suerte, porque los directores con los que trabajé me gustan todos. Tuve una suerte impresionante. Conocí gente muy increíble. 


MM: Me parece que en el encuentro de ayer alguien mencionó que había ido a ver El perro que no calla, de Ana Katz. 


Asistente: Fuimos el sábado a verla. Había muy poca gente. Lamentablemente. 


JZ: Ya la sacaron, ya no está. Terrible. 


Asistente: Es una película con una poesía increíble. Poética, toda. Pero muy extraña. Como que es muy joven la película. Y se te hace difícil meterte. O sea, seguís la historia, seguís al personaje, pero son como historias diferentes que va pasando el mismo personaje.


JZ: Me encanta cómo la ves. A veces uno, como actor de algo, o si justamente sos muy amigo del director y seguís mucho el proceso, entendés más y tenés una idea porque viste eso. En realidad esa película sigue la vida de Sebastián, un personaje. Fue filmada a lo largo de tres o cinco años, no me acuerdo. Entonces sí son distintos momentos de la vida, pero en realidad es como si uno a veces, como espectador se pregunta por la historia. Vos decís que son distintas historias, pero uno en la vida… yo me acuerdo de mi vida, y no tengo una vida muy lógica. Con quien te relacionás, sos de una manera. Eso es re loco. Pero siempre uno es en relación con otro. Sé que una pareja, a mí me ve de manera distinta a como me ve mi hijo o mis amigos. Y entre mis amigos, los del colegio me ven de una manera y mis amigos actores me ven de otra. Uno es distinto con todas las personas porque los roles sociales te van modificando y te hacen ser otro personaje. Nadie es una sola persona. Ni la vida ni las historias son una sola. Yo tengo recuerdos con los que podría hacer miles de películas. Miles de historias distintas. Es verdad que son muchas historias distintas, pero eso a mí me parece bastante lógico. 


Asistente: No sos la protagonista. Les cuento a todos que hace un papel chiquito. 


JZ: No, pero me encantó la película. 


Asistente: Sos madre de vuelta…


JZ: Soy madre de vuelta. A mí me encantó. La vi el otro día, ya había visto otra versión, pero la vi en el estreno y me emocioné un montón. 


LA: Algunos habíamos visto El rey del Once, en la que también están los dos con Alan. Me sorprendió mucho el cambio de registro que tienen de una película a otra. 


JZ: El rey del Once la hicimos antes que All inclusive


LA: Mirá… es un trabajo re difícil el que hiciste, porque no podías hablar. 


JZ: Muda. Me acuerdo de que cuando Burman me dijo que el personaje no hablaba salvo en una escena pensé que me estaba cargando. Fue difícil pero estuvo bueno.





LA: Hay una cuestión de la postura del personaje ahí, de cierta quietud que después se desata. Es una linda película y los dos están muy bien. Una pregunta que quería hacerte acerca de todas las pelis. ¿El personaje lo trabajás con tus compañeros actores, tienen tiempo para ensayar las escenas o va saliendo a suerte y verdad en el rodaje? 


SZ: Depende; depende un montón del tiempo disponible, de la necesidad o no, y del director. Una lectura conjunta, siempre. 


LA: ¿Vos preferís que te sorprenda el momento?


SZ: Yo no soy muy de ensayar. Siento que tengo que ensayar cuando hay cosas muy concretas, más coreográficas. Una pelea física, o algo un poco más coreografiado. Pero a mí me gusta mucho la sorpresa. Aparte creo que a veces es un poco difícil ensayar, porque cuando empiezo una película siempre me pasa que leo el guion, pienso cosas, hablo con el director, hablo con mis compañeros, hago como un trabajo previo, pero cuando se van sumando las cosas de la ficción es como que te teletransportás de vida. El vestuario, por supuesto, entrar a la casa del personaje… No es lo mismo ensayar acá, en mi living, que en la escenografía. Para mí es muy distinto, porque es donde vive esa persona. En todo. Me acuerdo de la libretita de La niña santa. En la que yo dibujo mientras ella se tapa los ojos y me va describiendo. Eso lo hicimos un montón de tiempo, pero ahí tenía veinte años y ensayamos un montón y era mi primera película. Y Lucrecia nos hizo ensayar mucho, pero no sé, era otra cosa. Me acuerdo de que nos infiltramos en iglesias, para ver cómo eran los grupos de catequesis. Esas son cosas que ahora no podría hacer. Creo que cada proyecto tiene sus leyes.

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