Había una vez una casa hecha de palabras. Encuentro con familias del consultorio de Neurodesarrollo Infantil del Hospital Parmenio Piñero

Desde hace dos años, el Proyecto Espacios de lectura en salud que lleva adelante el Servicio Social del Hospital General de Agudos Parmenio Piñero, junto a su equipo de narradoras voluntarias, la Biblioteca Dr. Miguel A. Gómez, y el Programa Bibliotecas para armar, realiza un trabajo sostenido con las familias que asisten a los consultorios de neurodesarrollo infantil. 


Había una vez una casa hecha de palabras… 

Encuentro con familias del consultorio de Neurodesarrollo Infantil del Hospital Parmenio Piñero.


Por M. Soledad Mancini, Dora Gilberg y Cecilia Panero.



Desde tiempos inmemoriales el uso literario del lenguaje nos ha permitido jugar y crear belleza allí incluso donde lo que debiera desplegarse naturalmente no sucede. Partiendo de esta premisa, del uso de la literatura y de la lengua como puente, es que hace dos años a través del Whatsapp compartimos semanalmente la palabra poética con un grupo de familias cuyos niños y niñas muy pequeño/as atraviesan dificultades en el habla.

El pasado viernes 28 de octubre los celulares se apagaron y nos encontramos con las familias en una sala del Hospital de Día. 

Compartimos en esta nota  el desarrollo del encuentro y el valor que tienen las experiencias de promoción de lectura en el sistema público de salud.

Convocar no es solo poner una fecha. Previamente hay que planificar. Y en ese camino nos juntamos para conversar sobre cómo veníamos trabajando y vinculándonos con las familias que asisten a los consultorios de neurodesarrollo que coordina la doctora Ana Scaliter. Después de mucho tiempo, nos parecía importante intentar la presencialidad, en  un proyecto que surgió en plena pandemia para acompañar a las mamás en el uso de los materiales que las narradoras les enviábamos de forma virtual. En esta oportunidad, pensamos en cómo incorporar el juego, el movimiento, la sensibilización de los/as niños/as frente a la música, el canto, el texto literario, y cómo desde el sostén. la dupla madre-hijo/a puede ir organizando su propia interpretación corporal del estímulo (ritmo, melodía, poesía).




El Hospital de Día se encuentra ubicado en el primer piso del Pabellón Celeste, junto  con los Servicios de Pediatría y Obstetricia. Lo primero que las infancias encuentran a su ingreso es un espacio con juguetes, un piso de goma Eva con mesas bajitas y sillas pequeñas como las de los jardines de infantes. En esta ocasión, también estábamos nosotras, con unas sonrisas francas y ansiosas, mezclándonos entre doctoras, papeles e historias clínicas, armando cancioneros, a la espera de las familias que conocíamos por la camarita y el mensaje de audio de nuestros teléfonos.

A la una y cuarto. llegó el “niño maravilla” con su mamá (son niños muy pequeños,  por eso resguardamos sus nombres). Magda lo recibió, intercambiaron algunas palabras, y el niño tomó del baúl de los juguetes las velas de un barco desarmado. Cecilia y Magda transformaron la canción de “Llega el  tren…” por “Llega el galeón...”.

Minutos más tarde se incorporaron B. con su mamá R., C. con J. y su hermanito bebé, llegó A. con su mamá.

Benjamín y el niño maravilla en un guiño de complicidad nuevamente asaltaron el baúl de los juguetes, los sacaron y armaron su propio juego. Se incorporaron sillas alrededor de las colchonetas que habíamos puesto en medio del salón y nos fuimos sentando. 

Narradoras, bibliotecaria, madres, trabajadora social; mujeres, profesiones, que se mezclaron y se reconocieron en el intento de acompañar y pensar en conjunto cuentos y canciones que invitaran a la conversación, al juego lúdico de las palabras. Magda permaneció de pie y junto con Cecilia cantaron “Luna y Pandero”, utilizando dos panderetas a las que alternativamente iban colocando en diferentes lugares y asignándoles distintas funciones.

Los adultos las seguían, cantando en base a los textos del cancionero que antes habían recibido. Los niños y las niñas se dispersaron, pero luego fueron incorporándose al juego. 



Los invitamos a la colchoneta en donde Lili –la bibliotecaria del hospital-había  acomodado algunos libros especialmente seleccionados para la ocasión y Magda entró en escena con La valija de Doña María, de Graciela Montes. Comenzó a narrar y atrajo la atención de chicos y grandes. Las familias compartieron los movimientos que proponía y todos participamos del juego.

La manta con libros se desplegó y cada uno de los pequeños y pequeñas eligieron cuál mirar. Se inició un espacio de lectura donde ellos/as impusieron el ritmo. Nosotras leímos distintos libros en pequeños grupos o individualmente, de acuerdo a lo más conveniente. 

La mañana transcurrió como si nos conociésemos desde siempre, las mamás participaron de las actividades activamente y algunas de ellas expresaron sus dificultades para jugar con las canciones, los cuentos y el aporte que les acerca regularmente el encuentro. 

Ese es el momento exacto en el que cada una de nosotras refuerza su rol: el de acompañar, sostener y elegir el material para que las madres puedan apropiarse y compartir con sus hijos/as. Es gratificante observar los cambios que se van generando en los/as chicos/as: de la timidez y el estar junto a sus mamás a la participación en los cantos, en el juego corporal y el acercamiento a las narradoras; del retraimiento inicial al entusiasmo y al no querer irse.

Para terminar organizamos una actividad de despedida. El tren se va y recorriendo el salón hacia la puerta los deseos del reencuentro aparecen en su mirada –y en las nuestras-.



Equipo de Narradoras Orales: Dora Gilberg, Magdalena Mejía Vasquez, Cecilia Panero, Norma Escudero, Cecilia Víctor, Susana Carranza, Susana Martínez.

Bibliotecaria del hospital: Liliana Toloza.

Trabajadora Social: M. Soledad Mancini.

Bibliotecas para armar: M. Laura Migliarino.


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