La letra que nombra
Lo más ínfimo puede dar lugar a lo más grande. Una mínima marca puede animar una gran historia, como en el relato La
letra escarlata, de
Nathaniel Hawthorne, en que la protagonista exhibe la señal de la condena moral de su comunidad. Libro de arena comparte la reseña acerca del cuento largo, o novela corta, publicado en 1850.
Por Laura Bernadou
Un tatuaje, una cicatriz o
una peculiaridad en la piel que marcan a un sujeto y lo particularizan no
acarrean el peso ni el dolor que una sola letra pueden significar. La A de
adúltera que sella el pecho de Hester Pryenne en La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne, acusada y condenada en
el juicio en la plaza pública, dan inicio a una historia enmarcada en la
sociedad puritana de Nueva Inglaterra a mediados del siglo XVII. El oprobio que
la mujer debe sufrir por haber tenido una hija extramatrimonial refleja la
moral cerrada de la comunidad de un Boston que empezaba a desarrollarse como
signo de la formación de una nación incipiente. Los prejuicios, que excluyen de
la sociedad a la protagonista terminan convirtiéndose, con el discurrir de la
historia, en la fuente misma de su fortaleza interior. "Aquellos que la habían
conocido anteriormente y que esperaban contemplarla oscurecida en su desgracia,
se quedaron sorprendidos y asombrados al percibir como brillaba su belleza,
construyendo un halo sobre la desgracia e ignominia con que la habían envuelto.
Es cierto, que para cualquier observadora, existía algo exquisitamente doloroso
en su figura." Hester, sin dar nunca el
nombre el progenitor de Pearl, guarda el secreto para sí, y demuestra al mundo,
que la ha abandonado, cómo logra sobreponerse a la adversidad, hasta conquistar
su admiración silenciosa. Lo que el texto pretende mostrar es la ceguera, la falsa
moral, la hipocresía de una sociedad pretendidamente moderna, la injusticia de
la segregación basada en prejuicios de dudoso valor, cuestionando su estatuto. La
justicia la imparte finalmente el narrador a través de la escritura, en una
maniobra poética. Como en una ficción dentro de otra, pero cruzada con la vida
real del autor, la nouvelle de Hawthorne revela, antes de comenzar el relato, cómo
ha llegado a conocimiento del narrador esta historia. El narrador, oficial en
jefe de la Aduana de Salem, que ha sido injustamente despedido, igual que
Hawthorne en su vida real, y siente en carne propia el rechazo social, encuentra
en un edificio abandonado de la institución la letra escarlata y un documento
escrito por el director ejecutivo de la Aduana. Allí obtiene los detalles del
juicio que le permiten reelaborar la historia con cuya protagonista siente, por
dicha razón, empatía. Todos los condimentos de la trama nos llevan a querer averiguar
lo que ocurrió con Hester Pryenne a partir de su condena. Hay que ver en el texto
un clásico, que sabe llevar los temas de la modernización social, lo no
resuelto de sus tensiones y conflictos, y exponerlos ante el lector. En ello se
centra el relato, que cargado de oposiciones entre lo cerrado y lo abierto, lo
oscuro y lo diáfano juega constantemente con claroscuros, con imágenes que
aseguran el sentido enfrentado entre sociedad y naturaleza, entre opresión y
libertad. No es menor, desde luego, considerar que Hawthorne es uno de los
escritores fundadores, “padre”, si se quiere, de la literatura norteamericana
cuya búsqueda estaba puesta en desmantelar la falsedad de los valores, que por su formación tan bien conocía desde dentro, sobre los
que su propia sociedad pretendía erigirse como nueva, fresca, joven y libre. Esos son los caracteres de Hester, signo de la nación que debía ser.
La letra escarlata
Nathaniel Hawthorne
Buenos Aires, Imaginador, 2003
Laura Bernadou*: estudió diseño gráfico, es amante del arte plástico, del cine, y de los clásicos de la literatura.
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