Ban! y los lectores adultos, jóvenes y niños.
Cuáles sean las pistas para escribir un policial es cuestión de debate y, aunque seguramente cada autor tiene su propia receta, en ningún caso la fórmula responde al arte de magia sino antes bien a un laborioso y dedicado trabajo. Libro de arena publica una crónica en la que Mario Méndez, uno de los escritores invitados por la organización del Festival de Literatura policial de Buenos Aires, relata en qué consistió la experiencia en la tercera edición de BAN!
Por Mario Méndez
Como es sabido, por estos días se está
desarrollando el tercer festival de Literatura policial de Buenos Aires (BAN!).
Incorporado desde su primera edición en 2011 al circuito negro internacional, Ban! se ha
propuesto, desde este año, dedicar parte de su programación a la Literatura
Policial infantil y juvenil. Es decir, a aquellos libros que son destinados,
mayormente, a lectores niños y jóvenes que disfrutan de ir descubriendo el
enigma que vertebra la historia, o que avanzan, con cierto vértigo, por el
ritmo siempre intenso del policial negro.
Para hablar y
discutir de la literatura policial en general y del policial juvenil en
particular, BAN! convocó a unos cuantos autores que hemos transitado el género.
Por eso tuve la suerte, este martes, de participar de una mesa en la que se
discutieron “pistas para escribir policiales”, y en la que, junto con Norma
Huidobro, Andrea Ferrari y Germán Cáceres, todos prolíficos y reconocidos
autores, le contamos al muy interesado e interesante público, algunas
cuestiones de la “cocina” de nuestra obra. Así, se habló de diferentes modelos
de creación, de quienes partían teniendo claro el crimen y el criminal y de
quiénes lo resolvían con la historia ya mediada; de quienes se volcaban más al
policial de tipo deductivo y quienes al policial negro; de las variantes
fantásticas o paródicas; del humor y de una cuestión que siempre está al filo
de la polémica: si es diferente y en ese caso cómo y cuánto lo es, escribir
para niños y jóvenes que hacerlo para adultos. Si teníamos claro el
destinatario central de nuestra obra al momento de empezar, o no. Si lo definía
el avance propio del relato, si lo definía la presencia e incluso la edad de
los protagonistas (sabido es, casi como una fórmula, que en la literatura
infantil y juvenil el punto de vista, muchas veces, es el del protagonista
niño, o joven).
Compartimos con cerca
de una veintena de adultos estas y otras cuestiones y nos fuimos convencidos de
que, como dice el viejo dicho, “cada maestrito con su librito”. Cada uno de
nosotros contó cosas diferentes, expuso ideas distintas, mostró una “cocina”
absolutamente singular. No sé si pudimos transmitir las pistas para escribir un
policial, más bien creo que no, pero si los oyentes esperaban algo así, al
menos, me parece, se llevaron una certeza: en este oficio de escribir cada uno
construye su método a su particular manera. Para terminar con la metáfora tan
usada (incluso en esta breve crónica) de la “cocina”, podría decir que la
cocina de los libros, policiales o no, es, sin duda, una cocina de autor.
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