Pablo De Santis: “Para mí, toda la literatura es como literatura infantil. Porque es en la infancia cuando nace ese vínculo”
El
ciclo "Encuentro con autores de literatura infantil y juvenil" presenta la conversación con el escritor Pablo de Santis llevada a cabo en el mes de mayo en la Biblioteca Nacional. En la charla recuerda sus inicios en la literatura y los detalles sobre concursos, premios, cómo logró ir publicando sus libros, la iniciación en el
género policial de enigma y la relación con la escritura borgeana. Mario Méndez, coordinador del encuentro organizado por el Programa Bibliotecas para armar, propone el diálogo siguiendo un recorrido por la obra del autor. Libro de arena publica la primera parte.
Mario Mendez: Buenas tardes.
¿Cómo están? Siempre digo lo mismo… como en la radio. Hace una hora y media que
estamos charlando pero lo presento como si recién nos viéramos. Está con
nosotros Pablo De Santis, un lujo que nos hemos dado. Una alegría que esté acá,
en esta entrevista. Bienvenido, Pablo.
Pablo De Santis: Muchas gracias.
MM: Como siempre,
también, un breve repaso por lo que ya hemos visto el lunes pasado, que es la
biografía de Pablo. Ustedes saben la cantidad de libros que ha publicado, de
los que estuvimos hablando el lunes. Los premios que tiene. Entre ellos, el más
reciente, el “Destacado” de ALIJA por el cuento del señor Trapani. ¿Cómo es el
título completo?
PDS: “El verdadero negocio del señor Trapani”
MM: Inquietante ese
cuento, con el que acabas de ganar el
“Destacado” de ALIJA por el mejor libro de cuentos de 2012. Y el año pasado el
Premio Nacional de Literatura, el Premio Planeta por El enigma de París, y finalista con La traducción, y entraste a “Fierro”, después de ganar un premio,
también. ¿No?
PDS: Sí. Cuando
salió la revista Fierro en el año ’84, Juan Sasturain estaba en edición y Juan
Lima en la parte de diseño, y lanzaron un concurso de historieta, y gané como
guionista. Y ganó como dibujante Max Cachimba, con el que después seguí trabajando. En ese momento él tenía quince años, era un chico de secundario
al que además le iba mal en dibujo. No lograba aprobarla.
MM: Y vos tenías
veintidós, veintitrés años…
PDS: Yo en ’84 tenía
veintiuno…
MM: Increíble. Yo
hoy pensaba… a Sasturain alguna vez lo hemos entrevistado… pensaba Sasturain habrá visto a este pibe de veintiún
años (ni hablar de Cachimba que tenía quince) y habrá dicho: “Estos pibes
prometen”. Y ahora, veintipico de años después, casi treinta, la promesa es
realidad. Premio nacional de Literatura, dos veces en la final de Planeta, uno
ganado… ¿qué sentís vos con eso? Porque realmente es como el sueño realizado.
¿Cómo lo ves?
PDS: Yo siento que
la mía fue una carrera larga, de empezar temprano y publicar muchos libros y de
cierto reconocimiento gradual. Pero para mí es como una gran emoción ese primer
premio como el de “Fierro”. El premio era muy modesto. Era una máquina de
escribir, y una lámpara de escritorio y la posibilidad de publicar…
MM: ¿Una lámpara de
escritorio? Es buenísimo…
PDS: Pero por otro
lado, a mí se me acababa de romper mi máquina de escribir. Yo ya tenía un hijo
en esa época. Mi hijo mayor ya había nacido. Y era bebé y me había tirado la
máquina de escribir del escritorio. Y yo en
ese momento tenía un pequeño sueldo y con eso tenía que mantener a la
familia. Y no tenía plata para arreglarla ni para comprarme otra. Y justo gané
esa máquina. Me pareció milagroso, porque si no yo no podía escribir… y por
otra parte, ese premio que fue tan modesto, tuvo una influencia decisiva porque
la amistad con Juan Sasturain sigue hasta ahora, después de tantos años… con
Max Cachimba, que lo conocí ahí cuando era un chico, un adolescente, pero que
seguimos siendo amigos. Este año quizá publicamos un libro de historietas juntos…
Es como mi grupo de referencia. En “Fierro” conocí un montón de gente, además.
A Marcelo Birmajer… tenemos muchísimos años de amistad, también…
MM: Que era un
chico, también…
PDS: Era un chico,
sí. Marcelo debía tener veinte años más o menos.
MM: Y Lima ¿es el mismo del señor Trapani? ¿El de
la colección “Aerolito” de Capital Intelectual?
PDS: Sí, con María
Emilia López.
MM: Así que también… No sabía que Lima estaba en
“Fierro” hace treinta años…
PDS: Sí, sí. Era el
Jefe de Arte. Y además es un artista plástico. Y tiene unos libros preciosos de
poemas. Ilustrados por él. Hay uno precioso. Un libro álbum que se llama Mercado de Pulgas. Hermoso.
MM: Bien. Un buen
dato para ir a buscar lectura. Así que, bueno… entraste por la puerta grande
cuando eras jovencito, y empezaste a dirigir, incluso una colección, “La
Movida” también siendo muy joven…
PDS: Sí. Porque en
ese momento la Editorial Abril… Aurelio Narvaja estaba en la Editorial Abril, y estaba Colihue. Y
quería hacer algo con la historieta. Pero yo veía que la revista “Fierro”, iba
en franca decaída, de hecho la cerraron poco tiempo después. Y entonces propuse
esta colección, que eran novelas juveniles pero ilustradas con dibujos de
historieta. En ese momento la literatura juvenil estaba confundida con la
literatura para chicos. Entonces la idea era poner tapas negras, un dibujo como
para mayores, que no se confundiera con el dibujo infantil, usar blanco y
negro, bueno… una serie de cosas como
diseño de colección y bueno… Lima diseñó esta colección.
MM: ¡Ah! ¿También?
Y, vos, como editor, ¿trabajabas cerca del diseño y la ilustración? ¿Te
permitían ese trabajo?
PDS: Sí, sí. Igual
ahí se ocupaba más Lima del diseño. Pero yo tenía diálogo con los ilustradores.
Por eso, después, muchas veces, en otras editoriales, yo trataba de meterme lo
mínimo posible, porque me gustaba que
otro hiciera ese trabajo.
MM: Acá hubo un par
de polémicas con Márgara Averbach. También con Margarita Eggers Lan. Y además
lo discutimos con la gente que siempre viene, con un tema que acabás de tocar,
que es esto de la literatura juvenil. Vos dijiste que se confundía con la
infantil. Y también, lo que charlamos acá, es que muchas veces se confunde con
la de adultos. ¿Cuál es el límite real? ¿Vos tenías que decidir qué libro de
cuentos o novela era para jóvenes? Y me acuerdo de un caso que me contó
Fernando Sorrentino con Costumbres de los
muertos. Que cuando pasó a Colihue se llamó Costumbres de los muertos…
PDS: Sí. Era un
libro que para mí venía perfecto para acá, que había sido publicado con una
tirada muy chica como Crónica
costumbrista. Pero ese título no vendía. No era un título muy atractivo
para un adolescente…
MM: No, no, es
cierto… a mí me lo regaló. Lo tengo ahí guardado con una etiqueta. Me lo mandó
por correo. Y es un librito de Plus Ultra, una editorial que desapareció hace
muchos años. Un librito blanco, chiquitito, y con una tapa poco atractiva.
PDS: Además es un
cuento de fantasmas. Entonces, tener los elementos de terror ahí, y ponerle Crónica Costumbrista… Perdía el
atractivo. Y anduvo bien…
MM: Si, sí. Y,
primero, la pregunta de base, porque acá se puso en cuestión eso, ¿existe la
literatura juvenil?
PDS: Sí. Yo creo que
hay muchas veces un recorte de literatura mayor, pero yo creo que hay libros
destinados a chicos grandes. Yo creo que en definitiva, toda la literatura
tiene un vínculo con la infancia muy fuerte. Para mí, toda la literatura es
como literatura infantil. Porque es en la infancia cuando nace ese vínculo. Y
hay algo infantil en leer una novela, con personajes que no existen. Es una
especie de juego que corresponde más a los niños que a los adultos, aunque haya
cosas que los niños no puedan leer. Pero en el ritual de la lectura me parece
que hay algo muy arraigado en la infancia. Es la repetición de algo que hicimos
de chicos y que de alguna manera queremos recuperar. A veces me parece que con
la lectura somos un poco como… no sé si les pasa pero yo siento que, por
ejemplo con respecto a la cocina uno
está dispuesto a experimentar en los platos salados con la cocina japonesa,
hindú, o qué se yo… Pero en los postres, a uno le gustan solamente los postres
de la infancia. Vamos a un restaurante de comida japonesa pero no comemos los
postres japoneses, ni los postres árabes, ni los postres hindúes. Queremos los
sabores de la infancia. Me parece que en la lectura hay algo de eso. Querer
volver a ese momento de la infancia.
MM: Está bueno.
Además ya nos diste un muy posible título para la entrevista con esto de que en
toda la literatura está la literatura infantil. Me gusta mucho. Y es una
postura bastante novedosa. Bueno… vos escribís… yo el lunes pasado repetí
varias veces el adjetivo versátil. Dije: “Bueno, Pablo ha escrito guión para
historietas, guión de cine, novela policial para adultos, novela de enigma pero
no policial específicamente, y juvenil e infantil.” Y como además siempre dicen
que sos muy borgiano, como siempre te ponen ese adjetivo, me acuerdo de que
Borges dice que en la primera línea ya sabía si iba a escribir una poesía o un
cuento. ¿Vos cómo sabés si vas a escribir para jóvenes, para adultos o para
niños?
PDS: En general,
cuando empiezo a escribir algo, tengo la sensación de para dónde va a ir. En
general, mis libros para chicos grandes, (para chicos chiquitos nunca escribí),
tienden a ser como mundos más inventados. Todo lo que aparece está como
inventado. No en todas las novelas. Pero en unas cuantas. Sobre todo en las que
escribí en los últimos años. Transcurren en un lugar que puede ser más o menos
reconocible pero que tiene otro nombre. Como, por ejemplo, en una novela que se
llama El inventor de juegos, en la
que hay una ciudad que se llama Zyl, en otra que se llama El buscador de finales hay una ciudad que se llama Finlandia Sur,
que no tiene nada que ver con Finlandia. Es un lugar donde las historias no
tienen final. Entonces son como mundos totalmente inventados. Mientras que en
las novelas para adultos hay un mundo un poco más real. Aunque a veces ocurran
cosas de carácter fantástico.
MM: En La
traducción, inventás un “Puerto Esfinge”, que parece Puerto Pirámides… y ahí te
permitís una cosa bastante fantástica, que es la de la lengua de Caronte. ¿Cómo
surgió esa novela? Hablo de La traducción,
que la comentamos el lunes pasado.
PDS: Esa novela
apareció… la idea… siempre Borges citaba una frase de Chesterton que decía:
“Una torre cuya sola arquitectura ya es malvada”. Que es una definición que
creo que está en El hombre que fue jueves. Y me gustaba esa idea de una arquitectura que
fuera malvada. Una obra de arquitectura puede ser eficiente, ineficiente, pero
que fuera malvada, que haya algo moral en sí mismo en la arquitectura, era una
idea rara. Entonces se me ocurrió una lengua cuya gramática en sí ya fuera
malvada. La idea de que una lengua pudiera tener una… no lo que se decía con
ella sino que ya en el corazón de la lengua, en la gramática ya estuviera el
mal. En sus raíces. Y bueno, después fui
pensando en el tema del Congreso de los Traductores, y las distintas
historias que van surgiendo a partir de eso.
MM: Muy interesante
esa novela. Con esa fuiste finalista del Planeta… y ¿la publicaron primero en España?
PDS: No. Esa edición
es la primera edición.
MM: Una edición
argentina… ¿Y cómo llegaste al policial para adultos? Porque esta, si bien
tiene una cuestión policial, está cercana, es también fantástica-enigmática.
Pero al policial como El enigma de París,…
¿Cómo llegaste?
PDS: Sí. El enigma de París es un policial y por
otra parte el policial está como tema. Discuten sobre el crimen. El crimen en
serie, el crimen en cuarto cerrado, pero para mí es casi una novela fantástica
en el sentido de que es un mundo paralelo, en el que los detectives son grandes
personajes, hay una cosa como si fueran de los caballeros del rey Arturo. Una
cosa como legendaria. Entonces sí me parece que funciona como novela policial
en el clima, la resolución, el final y todo eso, pero a la vez yo la leía como
más vinculada a las cosas que yo hacía para chicos. Tenía mucho de eso de
construir un mundo bastante alejado de la realidad… está ubicada en París, no
en Buenos Aires…
MM: En París, en la
época de la Exposición Universal. En esta novela, que a mí me gustó mucho hay
una cosa que a mí me gusta mucho, que no se los quise contar porque por ahí
alguno no la había leído, pero hay una decisión muy fuerte en el final de la
Primera Parte… Muy fuerte para ser un detective argentino, que es en la forma
en que consigue llegar a la verdad. ¿Te costó resolver eso? Lo voy a decir: el
detective tortura al sospechoso. Salvajemente, además. Y eso, por
supuesto, produce en su aprendiz,
primero una grandísima decepción y después un cuestionamiento moral: si tiene
que seguir siendo su discípulo o no. Si tiene que reemplazarlo o no en París.
Me imagino que habrá sido difícil…
PDS: Sí, además, para
mí ese episodio como que se proyecta como en toda la novela. No está bien que
un detective torture. Además, en su último caso. El capítulo se llama “El
último caso del detective Craig”. Le matan a uno de sus discípulos, y va hacia
el culpable, le arranca la confesión y lo mata. Pero el tema era para mí la
crisis de ese modelo racionalista. Es una crisis para el personaje y una crisis de la relación entre maestro y
discípulo. Yo escribí una segunda parte de esa novela. La voy a publicar este
año.
MM: ¿Cómo se llama?
PDS: Todavía no
tengo el título. Tal vez Crímenes y
jardines… Está con el tema de los jardines. Cinco años después, en la época
de la construcción de los grandes jardines en Buenos Aires. Los de Carlos Thais
en Buenos Aires. El Jardín Botánico, los bosques de Palermo, y buena parte de
los parques del país. Y ahí vuelve el tema este de esta ayuda de Craig que echa
un cono de sombra sobre el personaje.
MM: ¿Es una novela
de enigma o hay algún roce con el policial negro, con el policial más violento?
PDS: No, no. Es de
enigma. Hay un grupo de filósofos de los jardines que se reúnen a pensar si los
jardines tienen que tener estatuas y tener cierto orden, y que tienen como dos
modelos antagónicos de jardín. El jardín edénico, parecido al Paraíso salvaje,
y lo que ellos llaman “los jardines de la Atlántida”, que son los jardines
ordenados, geométricos…
MM: ¿Y eso es
invención tuya o lo investigaste?
PDS: Hay invención
mía pero existen dos modelos. Para los diseñadores de jardines hay algunos más
ordenados y otros más salvajes…
MM: Con La traducción me imagino que también te
permitiste unas investigaciones o unos derivados que no estaban. Porque hay
todo un debate sobre la traducción que me parece que es más invención que
investigación ¿o no?
PDS: Sí, sí. Muchas
cosas son invención. Donde creo que hay invención y es algo que siempre me
atrajo es la polémica sobre el último libro de Niestzche, Mi hermana y yo. Es algo que siempre me gustó. La idea siempre me
atrapó, porque es un libro que es absolutamente falso y a la vez un libro
genial. Entonces uno dice: “Bueno, ¿quién fue el falsificador de ese libro?”
MM: ¿Y eso no se
sabe, no?
PDS: Estuve
investigando. Tengo ganas de publicar una nota sobre esto porque ahora, hace
poco, volví a retomar el tema, y empecé a buscar en Internet y hay teorías.
Pero no hay algo definitivo. Hay un profesor que dice que un tal Plotkin… pero
es un libro que supuestamente se encontró en 1950, que fue destruido el
original alemán, en un incendio en una biblioteca de Alemania y solamente
sobrevivió el ejemplar en inglés. Y un profesor decía que le había parecido de
un escritor de tercera línea, completamente desconocido, un tal Plotkin, le
había confesado que él había sido el autor. Justo antes de morir. Lo que hace que
la historia sea un poco para un policial.
MM: Además vos creo
que decís algo parecido en La traducción,
que confesar esa impostura es también decirse genial. Y ese Plotkin existió…
PDS: Sí, sí, el
personaje existió. Yo encontré inclusive mucha referencia en Internet de sus
libros…
MM: Así que, bueno,
viene la segunda parte de El enigma de
París, ya saben que tienen que ir reservándolo. Volvamos un poco a la
historieta. Estuvimos leyendo. Es difícil leer historieta en voz alta, porque
vos tenés que estar mostrando dibujos, describiéndolos… les leí “Tinta invisible”. Después lo de la tinta
invisible lo tomás en varios… Te gusta esta idea de la tinta invisible.
PDS: Sí, sí.
MM: En El último espía, pegan los carteles con
tinta invisible en la calle. Eso está muy bueno. ¿Eso estaba en el primer
“último espía”?
PDS: No.
MM: Eso tampoco
estaba… Porque recién le contaba a Pablo que El último espía yo lo había leído con mis alumnos en sexto grado
hace muchos años, lo había publicado Sudamericana, y que ahora que lo
reeditaste lo reescribiste.
PDS: Sí. Saqué
cuentos, y puse unos nuevos, incluso el nexo entre las historias, que es una
especie de detective o de espía y un chico “protestoso”…
MM: El niño Miguel,
que realmente es detestable pero es muy simpático. Hay una parte que yo la había marcado. Voy a
leer un cachito. (El niño Miguel jugaba con un yoyó pero era pésimo. Siempre le
rompía las cosas al detective). “Al rato llegó el niño Miguel. Parecía más
serio que de costumbre. “Supe que te echaron del colegio”, dije, tratando de
mostrarme comprensivo con el niño repelente. Me miró impávido. “Así es. Me
echaron por hacer un agujero en el cuaderno con la goma de borrar. Una goma que
me acaba de regalar el millonario misterioso.” “No puede ser. A nadie lo echan
por eso” “Bueno, conmigo hicieron una excepción”. Me dio el sobre. En el
interior estaba la plata y el recorte del periódico con la sección “Cosas raras
que pasan”. “¿Usted lee las noticias que me trae?” “Yo, no. No me interesan.” (Aparte se tratan de “usted”, el niño Miguel
y el último detective, es muy bueno eso también). El chico sacó de su bolsillo
un yoyó colorado y comenzó a jugar con él. “Muy bien”, lo felicité, a pesar de
que era torpe y golpeaba el yoyó contra los muebles y el suelo. “Cuando sea
grande voy a ser campeón” “Lo importante es no perder las esperanzas”, dije,
comprensivo. Quiso mostrarme su habilidad en una pirueta arriesgada, pero el
yoyó pasó como un proyectil por sobre mi cabeza y se estrelló contra la
caramelera de cristal. Hasta un momento antes de que se rompiera yo detestaba
esa caramelera pesada y pegajosa. Pero no sé por qué me dio algo de tristeza
ver los pedazos de vidrio desparramados sobre la mesa y el suelo. “Caramba”
dijo Miguel, “los piolines no vienen tan buenos como antes. El repelente niño
no era capaz ni siquiera de pedir disculpas. Pensé que iba a ofrecerse a
colaborar con la escoba, pero nada. Recogió el yoyó y se marcho sin decir una
palabra.”
Bueno,
esta es la relación que inventaste. Ahora, es curioso… reescribiste un libro
que había sido “Mención” de los “Destacados” de ALIJA… ¿verdad?
PDS: Sí. Y además lo
reescribí muchos años después de la primera publicación.
MM: Qué pensarán
los jurados de aquella época… (Risas)
PDS: Es que lo volví
a leer y no me gustaba. Además me parecía que había cuentos que eran demasiado
simples y otros demasiado complicados. Me parece que en un libro de cuentos
tiene que haber un cierto nivel de complejidad.
En los cuentos para chicos no podés hacer uno muy simple y otro totalmente
incomprensible. Trabajé mucho en el tono y además, dándole unidad al libro.
Como era un libro de cuentos, me gustaba que hubiera una historia que los
narrara. Que fuera una especie de novela.
MM: Sí. Logra eso.
Volviendo a la historieta, en la serie del hipnotizador, por ejemplo… un
personaje como ese, tan rico. Con historias que están dentro del estilo que vos
trabajás, ¿no te tienta convertirlo en un libro de cuentos? ¿Cómo trabajás con
eso?
PDS: Lo que pasa es
que surgió como historieta ese personaje. Juan Sasturain me presentó a Sáenz
Valiente, un dibujante joven, sigue
siendo joven ahora pero en ese momento era muy joven, y un talento
extraordinario. Unos dibujos impresionantes. Y a mí siempre me gustó escribir
una historieta PARA los dibujantes. Pensando en los dibujos de ese dibujante en
particular. Me cuesta un poco pensar las historietas en abstracto. No sé, ese
es un dibujante que es capaz de concebir
una arquitectura muy compleja, envolvente, con la cara de los personajes muy
marcada. Entonces eso me servía para profundizar los ambientes de las
historias. Por otra parte yo trabajé con Max Cachimba mucho tiempo. Si lo
tienen a Max Cachimba…
MM: Acá hay dos
tapas de Max: El último espía y Desde el ojo del pez.
PDS: Bueno, él hizo
muchísimas historietas solo. Muchas conmigo como guionista, pero también hizo
muchísima historieta él solo. Y él tiene un humor, en el que los dibujos
parecen ser conscientes de que son dibujos. Eso está todo el tiempo en él.
Entonces no es una historieta envolvente como la del otro. El lector está como
recordando que está leyendo una historieta. Tiene una historieta escrita por
él, de unos personajes que van en un barco por el mar, y uno le pregunta a
otro: “¿Te parece que ya estaremos en el Océano Índico?” Entonces el personaje
se asoma por la borda, ve una “Í”, ya vio la “Í” de” Índico”. Está escrito en
el mar. Es un mundo escrito. ES un mundo dibujado, pero los personajes son como
conscientes de esto. Entonces hay que escribir algo que tenga que ver con ese mundo.
MM: Y cuando
escribís ¿vos ves las imágenes, por más que no vayan a ser dibujadas?… Cuando
escribís un cuento o una novela, ¿te imaginás lo que estás escribiendo? ¿Tenés
una cuestión visual con los personajes?
PDS: Y sí. Pienso
mucho a través de imágenes. Tengo una cosa visual con la lectura. Me gusta que
los lugares tengan como cierta marca. Los objetos… cómo apropiármelos. Que no
sean cosas comunes sino que de alguna manera tengan una marca.
MM: ¿Y cómo es “la
cocina”? ¿Cómo escribís? ¿Tenés una idea? ¿Surgió? ¿De dónde sale y después
cómo se desarrolla?
PDS: Bueno, en
general voy trabajando un poco como cuando uno hace garabatos en un papel
mientras habla por teléfono. La cosa es
dar vuelta alrededor de algo a ver qué puede salir, pensando en las
posibilidades narrativas de una idea. Por un lado tengo que pensar un
argumento. Pero ese argumento, además, pienso que tiene que tener como una
relación personal conmigo. Yo no escribo textos autobiográficos ni nada
parecido, pero siento que tiene que haber algo ahí, más allá del argumento…
como algo… Por ejemplo, en este libro, El
enigma de París, yo tenía el crimen, los personajes, todo más o menos
pensado, pero me puse a escribirlo cuando me di cuenta de que tenía que ser un
libro sobre la relación entre maestro y discípulo. Ese iba a ser el tema del
libro más allá del crimen y todas las otras cosas que tiene, la novela
policial, las pistas, todo eso. Me gustaba ese tema. Entonces, tengo que
encontrarle ese momento, ese tema como más personal.
MM: ¿Y vos tenés
más o menos el argumento listo o tenés un esquema armado? Por ejemplo, cuando
vino Márgara acá, ella dijo que no sabía adónde iba. Que con los cuentos, sí. Ya sabemos que un cuento es una historia
más cerrada. Pero que en las novelas ella dejaba fluir. ¿En tu caso es así? ¿O
está todo más armadito previamente?
PDS: Armo todo desde
el principio. Sé, más o menos que va a pasar, me hago el tema, hago dibujitos…
MM: ¿Dibujitos
cómo?
PDS: Y… por ejemplo,
hay un edificio en una novela. Uno tiene que acordarse… Yo tengo muy mala ubicación espacial. Soy una
persona que se pierde. No recuerdo los lugares. Voy a una casa muchas veces
pero no recuerdo el frente del edificio. Tengo la dirección anotada de lugares a
los que fui más de una vez. Yo necesito tener un esquema. Saber que el
personaje va a estar en el tercer piso, que tiene que subir, que tiene que
bajar… esos aspectos, para no incurrir en contradicciones. Para no hacer que
alguien baje cuando ya está en la planta baja. (Risas)
MM: ¿Y con el dibujo
te metiste alguna vez? Porque con lo que dijiste recién, la comparación de Max
Cachimba con Sáenz Valiente, acerca de que uno es un dibujo inclusivo y el otro
es como más exterior… ¿vos dibujás algo?
PDS: A mí me encanta
dibujar. Dibujo con vergüenza pero me encanta dibujar.
MM: ¿Y nunca
publicaste?
PDS: En realidad,
publiqué. Pero sin mi nombre en la tapa. Cuatro libros para bebés. De una
colección que se llama “Las siete maravillas” que hicimos con mis hermanas. Una
colección bien casera, pero publicamos cuatro libros.
MM: ¿Y dónde están
esos libros? ¿En qué editorial?
PDS: NO, no. Era una
editorial a la que le pusimos Ediciones del Caballito. Dibujé el logo de la
editorial… Pero bueno, había que dedicarse demasiado y lo abandonamos. Pero
hicimos los libros. Los libros están.
MM: ¿Y están en las
librerías?
PDS: En una época
sí. Escondidos, pero andaban.
MM: ¿No los
trajiste? Porque me gustaría ver tus
dibujos.
PDS: No. (Risas)
MM: Bueno, voy a
buscar. Otra “tarea para el hogar”. Hay que buscar esos libros. ¿Se llamaba la
colección…?
PDS: “Las siete
maravillas”. Había como “Siete raros peinados”, “Siete monstruos”… Eran esos
libros de cartón, con poco texto…
MM: Bueno,
siguiendo con el recorrido este que estamos haciendo por tu obra, yo les decía
que me llamó mucho la atención el premio a una saga. El Premio Nacional te lo
dieron por El juego del laberinto,
que no es una continuación, pero es una saga de El inventor de juegos. ¿A vos te sorprendió eso?
PDS: Sí, bueno, era
la segunda parte de El inventor de juegos,
y son novelas que las veo distintas. Distintos momentos. La primera escrita de
un tirón, y la otra me costó, la trabajé durante años. Es una novela muy
pensada, muy planeada. Tiene una estructura laberíntica. Es una novela que me
costó bastante.
MM: ¿Eso suele
pasarte? ¿Qué estés años con un tema? ¿Mientas escribís otras cosas, que sigas
pensado un tema?
PDS: Sí. Lo que pasa
es que yo empiezo muchos libros. A lo mejor voy por lo mejor de un libro y lo
abandono… Empiezo muchas más cosas que las que publico. Ese es mi método.
Empezar cosas a ver si eso realmente funciona, si me gusta, si tiene cierta
lógica, cierta intensidad. Pero empiezo muchísimas cosas antes de terminar una.
MM: Debe ser
difícil…Páginas mezcladas, diríamos…
¿No se te mezclan las historias? ¿No hay un problema a veces con eso?
PDS: No. Por un lado
yo soy capaz de escribir una historia y olvidarme. Yo escribo en cuadernos el
borrador, y a veces miro una historia y digo: “¿Esto cómo era, de qué se
trataba?”
MM: Te olvidás la
historia…
PDS: Sí, bueno,
después la voy leyendo y quizá encuentro algo que sirve, pero para mí ese es el
método como para encontrar algo. A lo mejor lo que escribo no es lo más
interesante, pero bueno, ¿qué historias puedo continuar y terminar? A
veces se me ocurre el comienzo de una historia, pero no puedo
seguirla, o no encuentro el tono…
Asistente: Hay procesos
que te llevan años y otros que no…
PDS: Todas las
novelas me llevan años. Lo que pasa es que durante esos años no estuve solamente
con esta novela. Por ejemplo, este año se edita la segunda parte de El enigma de París, y la empecé a
escribir en el 2010. La empecé a escribir, la abandoné, después empecé a
escribir una tercera parte que la terminé antes de la segunda, que está inédita.
En el momento de publicar un libro, en realidad yo hace años que estoy con ese
libro. En este caso, desde 2007 hasta ahora. Hace cinco o seis años que estoy
con este libro. A veces dejándolo por meses. Nunca escribo algo y lo publico en
el año. Siempre tiene que pasar tiempo para que lo publique.
Asistente: ¿Tus novelas
surgen solamente por tu idea o a veces hay una sugerencia de la editorial?
¿Escribís por pedido?
PDS: No, no. Y en
general los escritores no lo hacen salvo que haya algo, como, por ejemplo, el
tema del Bicentenario o alguna colección que salía que le pedía a los
escritores que escribieran algo relacionado al Bicentenario, si no es muy raro
que te pidan una novela. Difícil.
MM: Sí, con las
novelas es raro. Para el Bicentenario sí
hubo un pedido. ¿Vos ahí escribiste?
PDS: No.
MM: ¿Y los cuentos
de los manuales? Esos son como consignas de taller… que ocurra una cosa en la
cocina, que intervengan los utensilios del hogar… ¿Escribís cuentos a pedido
para los manuales?
PDS: Para los
manuales sí, pero siempre escribí lo mismo que son historias… generalmente me
piden cuentos de detectives, o
policiales, y entonces tengo un personaje que es un sabio japonés. Y entonces
siempre usaba esa excusa de los manuales para ponerme a escribir una historia…
pero a mí sólo me piden policiales. (Risas) Estoy en la agenda bajo en nombre
“Policiales”. En ese sentido tengo como siete cuentos escritos. Traje uno para
leer.
MM: Sí. Ahora lo
vamos a escuchar. ¿Y te piden edades?
Porque viste que en los manuales te dicen: “Para segundo grado, para
tercer grado, para séptimo”… ¿O a vos ya te tienen “policial para el segundo
ciclo”, para los chicos grandes?
PDS: Siempre son los
grados más grandes. El policial tiene que ver con eso. Me imagino que para más
chicos ya requiere otras características particulares. Con los chicos grandes
no hay prácticamente ninguna indicación salvo que no sea extremadamente
cruento, truculento, que sería inapropiado.
MM: ¿Y para leer?
¿También leés muchas cosas a la vez?
PDS: Empiezo y
abandono libros… Ahora, por ejemplo, estoy paralizado con un libro de un autor
que ya conocía, pero que ahora volví a leer incluso había un libro que no se
conseguía que me lo compré (yo nunca hago eso), por Mercado Libre, que es
Robert Harris. Un autor inglés de novelas de intriga de una calidad
excepcional. Escribió una novela de enigma, Fatherland,
ahora salió El índice del miedo…
MM: ¿Es
contemporáneo? No lo he leído…
PDS: Sí, sí. Hay una
novela que acabo de leer que se llama El
poder en la sombra, que hubo una película de Roman Polanski sobre esa
novela, con Ewan Mac Gregor. Yo no la vi, pero sé que se estrenó y que es muy
buena.
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