Jorge Accame: "No me gusta juzgar, ni a los personajes ni los hechos. Me parece más inquietante presentarlos y que el lector decida"
Compartir una charla, detenerse en la escucha, interesarse por otras formas de ver las mismas cosas son privilegios a los que el ciclo "Encuentros con autores de literatura infantil y juvenil" organizado por el programa Bibliotecas para armar ha sabido darles lugar. En la segunda entrega de la conversación con el escritor Jorge Accame los temas giraron en torno del gusto por escuchar las historias que cuenta la gente, cómo trabajan los cuentos tradicionales, anónimos, la transmisión de la oralidad, la relación con el teatro y el éxito de su obra Venecia. La despedida cierra con la lectura de "cinco formas breves de la eternidad". Libro de arena participa esta útima parte de la entrevista coordinada por Mario Méndez que tuvo lugar en la Biblioteca nacional.
Asistente: ¿Vos
dijiste que te nutrías de los sueños para escribir?
JA: Sí, antes. Lo
que pasa es que ahora ya no sueño. No sé qué pasa. (Risas). No me acuerdo de
los sueños que tengo. Pero antes, sí. Y hay unos cuantos ahí que son producto
de sueños. Mirisini, El hospicio de Crostide y El
ankuto pila.
Asistente: Lo que
me llevó a la pregunta son los finales que tienen los cuentos. Los finales te
dejan pensando si realmente lo que está contando es lo que soñó, o el sueño es
la realidad. Ahí encontré algo borgiano…
JA: Sí, o también
Cortázar…
Asistente: Yo
pensaba, justamente, si eran sueños propios del escritor, porque en varios
aparece esto de que no se sabe si ocurrió o no ocurrió y en estos finales de
los cuentos que hablan de sueños. Por ejemplo en “Hongos”
donde uno se queda pensando (no me gusta
contar los finales), si realmente le ocurrió o no al chico lo que uno se
imagina. O si lo dejás abierto para que cada uno piense el final que quiera.
JA: A mí, en
general no me gusta dar algo demasiado acabado. No me gusta tampoco juzgar, ni
a los personajes ni los hechos. Me parece más inquietante presentarlos y que el
lector siga su propia historia en la cabeza. “Hongos” no fue un sueño, por ejemplo. Los otros tres que mencioné,
sí.
Asistente: ¿Siempre
te interesó ese tipo de personaje que es mitológico, este estilo de la realidad
y lo irreal? Porque vimos también cosas para muy chiquititos, donde no iba por
ahí la cuestión. ¿Esto te interesó más viviendo en Jujuy?
JA: Siempre me
interesó, pero no fue lo único. Es cierto que en Jujuy se fortaleció el
interés. Porque en Jujuy es como vivir con esto cotidianamente y hay un montón
de gente que lo cree. Yo soy bastante escéptico en ese sentido, de cuestiones
del mas allá o mágicas. Pero al convivir con eso, uno aprende a considerarlo de
otra manera. Hay gente que ha visto al
Duende. Que los hijos han tenido problemas porque se los ha llevado el Duende,
los han encontrado en medio del monte, como enajenados, es muy difícil
sustraerse a esa vivencia permanente. Una señora que venía a trabajar a mi
casa, una tarde empezó a gritar “¡Un animo! ¡Un animo!”. Era una casa de campo,
justamente nos habíamos mudado hacía poco y una víbora había salido o había
entrado del desagüe de la pileta. Y bueno, estaba tan alterada que le
preguntamos qué le pasaba… bueno, el animo es un signo de muerte. Y a los dos días murió el hermano. Qué sé yo…
son cosas con las que uno vive. ¿Es cierto? ¿No es cierto? A mí nunca me pasó.
Pero a la gente le ha pasado. O cuenta que le ha pasado. Y todo en un borde por
el que uno camina. En la literatura es un lugar muy interesante para explorar:
el borde. Puede ser… no puede ser… Queda indefinido. Y uno se pregunta si tiene
derecho a juzgar. Quizás lo mejor es presentarlo como lo escucha o con algunos
ajustes que le da el oficio a uno para que tengan una potencia estética mayor…
Asistente: Con
respecto a las criaturas que vienen del folklore o que ya están instaladas, ¿cómo
trabajás vos con las versiones?, porque
a veces son muy variadas. Vienen de diferentes personas o de diferentes libros
que recopilan los mitos. ¿Vos trabajás con la descripción original de esas
criaturas? ¿las reinventás? Y en relación con eso, ¿cómo te llevás con los
libros que también tienen ilustraciones? ¿Cómo relacionás a los personajes con
las ilustraciones?
JA: En general yo
no intervengo en indicaciones… Quizás podría hacer un paralelo con las obras de
teatro. Yo no intervengo en las puestas en escena de las obras de teatro,
tampoco. Dejo que el ilustrador o el director de teatro lo tomen como una
partitura. Que se imaginen lo que les parece. Y en el caso de las editoriales,
muchos sabemos que a veces ni siquiera tenemos contacto con los ilustradores.
Que es algo que se cocina con el editor y el ilustrador aparte. Después nos
preguntan si nos gusta, pero ya está. Uno puede hacer algún ajuste, pero
tampoco puede tirar todo abajo porque la persona trabajó muchísimo. En general,
nos dan unas muestras del trabajo del ilustrador, y nos preguntan si nos gusta.
No mucho más que eso. Uno elige en base a trabajos anteriores de ese
ilustrador, y después, si cree que hay que hacer algún ajuste, lo dice, pero en
general no se mete mucho.
Asistente: ¿Los nombres
sí son exactos a los que la gente dice?
JA: ¿Los nombres de los seres? Sí, sí. Incluso
muchas veces las situaciones son las que me han contado. Yo, por ahí les doy
como un ajuste potenciando cosas que me parece que pueden tener más que ver con
la estética pero escucho bastante a las personas. Y hay algunos narradores que
son increíbles. Que son insuperables, que ni vale la pena tocar nada, porque
tienen un lenguaje tan brillante que sería una pena “molestar” el texto con
alguna intervención. Salvo alguna cosita.
Asistente: ¿Cómo
por ejemplo…?
JA: Por ejemplo, El dueño de los animales, un libro que
está en esta colección, Cuentamérica. Yo, durante mucho tiempo, cuando me mudé
a este lugar que era medio campestre, conocí una familia de cazadores matacos
que habían venido del Chaco salteño. Y milagrosamente me aceptaron en el grupo.
Así que empecé a salir con ellos al monte. Yo no cazo. Se burlaban de mí cuando
disparaba y no le acertaba a un blanco fijo, o cuando íbamos a sacar miel a las
colmenas y yo salía disparando en cuanto me empezaban a picar. Para ellos es
como un signo de hombría quedarse y aguantarse la picadura de las abejas.
(Risas) Este hombre se sacaba la camisa, con una madera prendida con humo, espantaba las abejas… lo picaban… Pero
bueno… él se quedaba y yo me iba. Después tenía que escuchar las cargadas. Pero
aún así, era como el cronista del grupo. En ese sentido me aceptaban. Y me
pasaba las mañanas o los días machucándome en el monte, cayéndome, golpeándome,
y los escuchaba. Lo que a mí me interesaba era escucharlos. Y una vez, a este
hombre, a quién está dedicado el libro o el cuento, no me acuerdo, Luis Jerez,
lo invité a casa, y lo grabé. Y hay partes que son textuales. Casi no las he
tocado. Sí en el armado. Armé el cuento de una manera distinta, inventé algunas
cosas, pero hay imágenes, que para mí, son insuperables. No las quise ni tocar.
Y en cuanto a las descripciones, muchas tienen matices como leías en “El ankuto pila”, como seudo científicas.
Pero algunos sí son datos verídicos. A mí me había interesado mucho la manera
de contar que tenía Colón, lo que iba descubriendo, en sus cartas. Si uno lee las cartas de Colón, se da cuenta
de que trabaja fundamentalmente con comparaciones. Porque tiene que dar
noticias de algo que en España no existe, y tiene que compararlo con algo que
en España existe. De alguna manera, en Jujuy yo me sentía parecido. Estaba como
traduciendo un montón de cosas que en otros lugares no se conocían.
Asistente: ¿Y se
llama “El Familar” a esa serpìente? ¿Por qué? ¿Cuál es el sentido?
JA: Sí. Yo no sé
cuál es exactamente la explicación, pero
es algo, un ser, una criatura, que si uno lo tiene bien alimentado con cuerpos
y almas humanas, produce una buena cosecha de caña de azúcar en el ingenio, por
ejemplo. No sé exactamente familiar de
quién es. Si es familiar del dueño del ingenio, no sé…
Asistente: A mí
se me ocurrió que cuando esta persona vio “el animo”, en realidad era familiar
para ella… en esta tradición… de que si lo encontraba alguien iba a morir. Es
algo de la cercanía…
JA: Puede ser. Pero esto no era un Familiar.
Asistente: Es muy
llamativo que se llame El Familiar…
MM: Por lo que yo
he leído, que hay varios trabajos con “El Familiar”, incluso hay una novela de
un escritor que se llama Emilio Saad que se llama El Familiar, en realidad es como si fuera un demonio familiar o un
diablo propio de la familia. De ahí viene lo de “familiar”. Asegura la
prosperidad de los dueños del ingenio. Por eso es familiar. Pertenece a la
familia. Vive en los sótanos o en el lugar donde está escondido, y en general,
salvo en el cuento tuyo, la mayor parte de las veces lo escuché o lo vi como un
perro, no una serpiente.
JA: Tiene
distintas formas. Puede ser serpiente… le contaba hace un rato a Mario en un
café previo que tuvimos, que puede ser el mismo diablo vestido de gaucho, con
el que el peón pelea y vende cara su alma. A veces le gana, a veces pierde… y
también, lo vi en la novela Doña Bárbara, como un toro. Es un mito
muy extendido.
Asistente: También
fue utilizado (uno puede creerlo o no) por los dueños de algunos ingenios, que
hacían desaparecer gente. Eso está en una película documental que produjo
Eduardo Aliverti.
JA: Sí, sí. Era
para justificar la desaparición de personas, no solamente en la dictadura sino
en algún momento en el que esa persona causara problemas. Por eso decían que
siempre se tomaba gente foránea, que no tuviera parientes, no tuviera amigos,
no tuviera a nadie, porque claro, cuando desaparecían nadie los reclamaba.
MM: El lunes
pasado estuvimos hablando también de El
Forastero, porque en este ciclo de literatura infantil y juvenil no tenemos
mucho límite, y yo les hablaba de manera muy entusiasta de esta novela, en la
que hay una idea muy interesante que es la de este periodista que finalmente no
se sabe si es realmente un periodista, Evaristo, que llega a comprar historias,
a escuchar historias de los lugareños, en esta ciudad que parece Catamarca,
pero eso corre por mi cuenta. Y me pregunto si algunas de esas historias, como
la de la despedida de soltero, las escuchaste allá, en Jujuy.
JA: Sí. La de la
despedida de soltero la escuché en Jujuy y la escuché acá también. Por lo que
creo que podría ser una especie de leyenda. Que es lo que pasa. Se cuenta hasta
con nombre y apellido, hasta que los nombres y apellidos se van diluyendo y
queda la historia nada más. Sí. Esa la escuché allá. Y muchos que leyeron El Forastero me dijeron: “Che, estás
contando la historia de no sé quién”. De alguien de Jujuy. Pero también la
escuché acá. Escuché que a un muchacho le había pasado en una despedida de
soltero. Evaristo Soler es un escritor, es un poeta. En el ’99 yo publiqué una
antología de poetas falsos. Que no existen. Cada uno con su biografía.
MM: Eso es
borgiano, también…
JA: Sí… o Pessoa…
qué sé yo… A mí no me daba para hacer heterónimos. Me parece que quedaban más
en personajes, porque no tienen una obra sustanciosa cada uno de ellos. Tienen
la antología. Y uno de los poetas es Evaristo Soler, el personaje de El Forastero. Este hombre que tiene
trastornada la percepción. La sinestesia.
MM: Sí, lo
hablábamos el lunes pasado. El personaje padece un problema de percepción que
hace que confunda los distintos
sentidos. Y eso, como recurso literario que Jorge explota maravillosamente, da
un montón de tela para cortar, lo de los “aullidos negros”, la música que se
pudre en el cuarto donde ha quedado la radio prendida… Bueno… yo dije que me
parecía Catamarca. ¿Hay algo del Caso María Soledad?
JA: Sí, pero de
varias cosas. Hay toda una atmósfera del noroeste, pero también, los crímenes
de la Dársena, de Santiago del Estero.
MM: Eso no lo
conozco…
JA: Sí, mataron
unas chicas. Lo de María Soledad… esta cosa del femicidio que se da en algunas
comunidades muy patriarcales o muy machistas. Por ejemplo, lo que pasaba (y
creo que sigue pasando) en Ciudad Juárez en México. Eso. Es fundamentalmente
una comunidad armada con todos estos pedazos.
MM: Oías a los
cazadores, ¿se te ocurrió alguna vez llevar a la práctica esto que hace
Evaristo en El forastero, de convocar gente para que te cuente
historias?
JA: No, nunca lo
hice pero siempre me tentó. Me hubiese gustado pagar por historias. Inclusive
me pasa, cuando alguien en la calle me pide unas monedas, acá o allá, en Jujuy,
siempre estoy tentado de decirle: “Bueno, hagámoslo distinto, yo te pago pero
contame algo” (Risas) “Contame una historia,
contame algo de tu vida”. Quizá algún día lo haga. Lo que sí he hecho es
pagarle a mis hijos para que lean mis cuentos
(Risas). Eso sí, porque en algún momento los leían de onda, pero después
se cansaron, y tuve que sobornarlos, porque quería saber si funcionaban o no
funcionaban. Pos supuesto, siempre se quejaban diciendo que estaban mal pagos.
(Risas)
Asistente: Los
chequeás antes de llevarlos a alguna editorial…
JA: Sí… bueno…
era antes. Ahora ya no. No en ese sentido. Por esa cuestión de la instancia de
la lectura, yo escribía algo y no sabía si era apropiado para ofrecerlo a
alguna colección de literatura infantil o juvenil, y se lo daba, en ese momento,
a Pablo, mi hijo mayor, y en seguida me
decía; ¿Cuánto me vas a pagar? (Risas)
Asistente: ¿Ahora
es comerciante?
JA: No, él se
dedica al cine. Trabaja en una productora y como muchos, hace trabajos
comerciales y en su tiempo libre hace las cosas que le interesan. Las cosas que
más le gustan. Con Pablo hemos hecho un libro hace poco, que suponemos que va a
publicar en este año Macmillan. Él hizo los dibujos. Yo hice la historia. Un
libro álbum. Se llama E-mails desde la
Isla del Caimán Tuerto. Es un abuelo y un nieto que se mandan e-mails. El
chico está enfermo, con una gripe muy fuerte, y el abuelo está mal de la pierna
y no puede ir a visitarlo, y como el nieto le enseñó a manejar la computadora,
el e-mail, el scanner, entonces el
abuelo le miente. Le dice que el gobierno lo mandó de urgencia a la Isla del
Caimán Tuerto para descubrir unos animales exóticos, y le va mandando los
dibujos de estos animales que va descubriendo. Por supuesto, una historia
inventada sobre cada uno de los animales. Y el nieto es chico pero no es zonzo
le dice que por qué no le manda fotos. “No, porque acá, por una cuestión
climática en la isla no funcionan las cámaras” (Risas).
MM: Esto de pagar
para leer podría ser para un proyecto de
animación a la lectura… (Risas)
JA: En lugar de
pagarnos a nosotros como autores les pagan a los lectores…
Asistente: Quisiera
preguntarte si esto de escuchar
historias de otros también tiene que ver con algo de la transmisión oral, ¿Cómo pensás eso?
JA: Creo que sí.
Está buena la pregunta. Algunas cosas más que otras. Pero aunque está bueno
seguir por vía escrita la transmisión de la oralidad, si lo tomamos
estrictamente como oralidad, como estos cuentos tradicionales, anónimos, se
pierde. Es como sacar el pez del agua y que siga su curso por otro lado. Se
pierde mucho, se salvan otras cosas y se salva de perder todo muchas veces. El
asunto es, me parece, el desafío para el autor es encontrar un lenguaje
equivalente. No va a ser igual, pero que al menos haya una equivalencia. Algo
que pueda dar una idea de lo que era la oralidad.
Asistente: Yo soy
narradora, y muchas veces, en las
adaptaciones de cuentos literarios tengo que trabajar mucho con lenguaje que
sea equivalente para transmitir la historia.
JA: Sí, es muy
difícil, porque son como otros códigos. Igual es un desafío. Es apasionante.
MM: Uno de los
temas que no podemos dejar de mencionar es tu relación con el teatro y, sobre
todo, Venecia. Seguramente habrá
entre los compañeros y las compañeras alguien que la fue a ver, tiene años de
representaciones, ha sido representada en medio mundo. Ha sido traducida. Ha
tenido premios internacionales. Y hoy te preguntábamos con Mateo Niro cuál es
tu relación con Venecia y con ese éxito tan clamoroso.
JA: Y, es como un
hijo o una hija grande que creció y sigue su camino. La quiero mucho, le estoy
muy agradecido, disfruto muchas veces las puestas en escena, pero digamos que
no tiene ya… no digo que no tenga nada que ver estéticamente pero es algo que
ya hice, ya intenté y no me interesa hacer de nuevo. Fue un éxito por
casualidad o por una serie de factores que se dieron en ese momento. El mismo
Tito Cossa decía que los éxitos o no éxitos de las obras son muy azarosos. Yo
creo que pegó en el momento justo, pero lejos estoy de intentar hacer un éxito.
No creo que eso se pueda. Y no me interesaría insistir en esa manera de
escribir, para hacer un éxito. Si en algún momento vuelvo será en una forma
honesta, auténtica, pero ahora estoy buscando otras cosas en el teatro. Si son
éxitos o no, no es lo importante.
MM : ¿Y tus
proyectos en este momento, ya que comentabas que escribís varias cosas a la
vez, están en todos los ámbitos, narrativa, poesía, teatro?
JA: Sí. Menos
poesía, aunque tengo una antología terminada, como esta de los poetas falsos,
pero en este caso, uno de los poetas falsos me antologa a mí junto a los otros.
(Risas) Así que estoy ahí mezclado, entre los apócrifos. Esa está terminada.
Ahora estoy escribiendo una novela un poco distinta, buscando otro camino, y
estoy escribiendo una obra de teatro, como una versión de Hamlet, breve, pero… bueno… en eso ando. Y acaba de salir el último
libro en Norma, Los meteoritos odiaban a
los dinosaurios, fue Premio Norma 2013. Lo presenté con el título Así es la vida, con la idea de dar un
concepto parecido a la idea de la película de Monthy Python, El sentido de la vida, que es un
disparate, y estaba muy entusiasmado con ese título. Y en la editorial me
dijeron que me fijara, que había una película de Sandrini, que se llamaba
igual. Y bueno, no tengo nada contra Sandrini pero no quería que se vinculara
porque no tienen nada que ver. Así que busqué una frase del libro, tiramos
varias sobre la mesa y nos quedamos con esa, Los meteoritos odiaban a los dinosaurios.
MM: Es muy buena.
JA: Porque así es
la vida. Una de las cosas que tiene la vida es que los meteoritos odiaban a los
dinosaurios. (Risas) Uno de los cuentos o capítulos del libro es la relación
entre un alumno o un discípulo y un maestro. Como si fuera un maestro zen como
el de Kung Fu. El discípulo le pregunta y el maestro le contesta y una de las
cosas que le pregunta es por qué se extinguieron los dinosaurios. Y entonces el
maestro le dice que hay dos teorías. (Risas) Una de las teorías dice que los
dinosaurios pertenecían a una civilización superior, y se dieron cuenta de que
en sesenta y cinco millones de años iba a aparecer el hombre y les dio miedo y
entonces levantaron todo, dejaron los fósiles y se fueron en sus naves. (Risas)
Y la otra teoría es que los meteoritos odiaban a los dinosaurios y por eso los
extinguieron. (Risas)
MM: ¡Es muy
bueno! Te acordás, que en el final de El
sentido de la vida, una locutora lee en un papel que le traen, cuál es el
sentido de la vida…
JA: No me
acuerdo…
MM: Le traen un
papelito y lee: "Coman verduras, sean amables con sus vecinos y llamen a su
madre de vez en cuando”, algo así de sencillo. Bueno, Jorge, ¿nos vas a leer
algo? ¿Te acordás de ese pedido?
JA: Ah, sí, si.
Traje algunos textos breves que me parecieron apropiados para la ocasión. Tengo
algunos, pero pensaba leerles, en principio…
Asistente: Nos
gustaría que nos pagues, primero (Risas)
MM: ¿Te das cuenta? Das ideas…
JA: Cuando era
chico, me llamaban la atención las distintas versiones de lo que podía ser el
más allá según quién lo interpretara o con quién hablara. Y sobre todo porque
me daba vuelta las cosas. Yo fui educado en un ambiente católico. No soy
creyente, pero en ese momento, las versiones que tenía de lo que pasaba después
de la muerte eran esas, que estaba Dios, estaba Cristo, en fin, una serie de
cosas. Y de pronto, empecé a leer en historietas, que había gente que creía en
otras cosas. Por ejemplo, los indios de Norteamérica creían que se morían y
seguían cazando en las praderas del Gran Manitú.. Eso me conmovió, porque
decía: “¡Pobre gente! ¡Está equivocada!” (Risas) Cuando se mueran, ellos creen
que van a encontrar un arco y una flecha para seguir cazando y no… Van a
encontrar a San Pedro. Con los años, fui
como pensando más en esta idea, y nacieron las Cinco formas breves de la eternidad, que podrían ser diez, veinte,
quinientas, mil. Esta es la Primera forma breve de la eternidad:
“El hombre muere y llega a una gran planicie. Allí, veinte o
más individuos con plumas en las cabezas, persiguen a los bisontes. Detiene a
un par de ellos y les pregunta dónde está. “Las Praderas del Gran Manitú”, le
contestan. “¿No vieron a San Pedro o a Jesús?” “Siempre nos preguntan por
ellos, pero no los conocemos. (Risas) El
hombre se deja caer en el suelo. “¡Dios mío! ¿Qué voy a hacer ahora?”. Uno de
los individuos le ofrece arco y flechas. “Puede venir a cazar con nosotros”
(Risas)
MM: ¡Muy bueno!
JA: Segunda forma
breve de la eternidad:
“El hombre muere y llega a un patio grande y desolado. Allí
lo espera un zancudo gigante de unos cinco metros de alto. “Buenas tardes
señor. ¿Su nombre?” “Santiago Vera”. El zancudo busca en la lista que tiene en
una de sus patas. “Sí, aquí está. Debe
ir por ese pasillo” “¿Adónde conduce?” “No espere que sean demasiado generosos
con usted” (Risas) “¿Por qué? No he sido una mala persona.” El zancudo se fija
en su lista. Aquí dice que usted mató seis mil setecientos ochenta y ocho
mosquitos. (Risas) El hombre se sorprende. “¿Eso dice? Debe haber una
confusión. Yo busco a Dios.” “¿Usted no sabía, señor, que Dios es mosquito?”
(Risas) “¡No!” “Pues ahora lo sabe. Todas esas criaturas que asesinó eran sus
hijos bienamados. Usted lo ofendió con
la muerte de cada uno de ellos”. “Lo siento mucho” balbuceó el hombre, “¿cómo
podría haber sospechado algo así?” “Debió haberlo imaginado” (Risas) “Los
mosquitos picaban, zumbaban en mis oídos, no me dejaban dormir” “Era un pequeño
sacrificio que Dios le pedía y no pudo con él. Seis mil setecientos ochenta y
ocho. Es un número. Algunos aplastados, pero la mayoría intoxicados con
veneno.” “Perdón” “Siga por el pasillo, por favor.” (Risas) ¿Sigo?
Asistentes: ¡Sí!
JA: El hombre
muere y sube al cielo. Allí esta Dios, pensativo. “¿Nombre?” “Damián Marconi”.
“Veamos” dice Dios, y busca en un libro. El hombre sabe que ha sido
razonablemente bueno, pero es el juicio más importante y se siente nervioso.
“Aquí dice que a los diez años, el día dieciséis de abril de agosto, no
saltaste el cerco de la casa de tu vecino.” “No me acuerdo. ¿Debía saltarlo?”
“Posiblemente. Dice también que cuando tenías dieciocho años, saliste de la
escuela y no comprase nada en el kiosco. “
“¿Debía comprar algo?” “Quizá un alfajor o un chicle”. Dios continuaba
leyendo. “A los veinticinco años, al salir de un bar le dijiste al dueño
“Buenas tardes” y te marchaste. Acaso pudiste decir “Hasta luego” o “Adiós”.
“¿Significa que he pecado?” “Has tomado unas decisiones y no has tomado otras,
pero no estoy seguro de cuáles sean las adecuadas” “¿Qué vas a hacer conmigo?”
“No sé todavía” (Risas)
Cuarta Forma:
El hombre muere y llega a una habitación vacía donde hay una
papa apoyada en una cuchara sopera (Risas) “¿Qué es esto?” pregunta “No te
preocupes, hijo mío,” dice la papa, ”Yo soy Dios” (Risas) El hombre se acerca y
la mira detenidamente. “Sólo tengo que decidir si vas a ir al Cielo o al
Infierno” le informa el tubérculo (Risas) “Estoy listo” dice el hombre,
apenado. “ Sé que he sido un pecador” “Eso no importa. Vas a hacer lo que te
ordeno. Primero, debes tomar la cuchara, cuidando de no dejarme caer”. El
hombre obedece. “Ahora, ¡a dar vueltas! “ El hombre camina por la habitación.
Da varias vueltas. “¡Basta!” dice la papa. El hombre se detiene. “Has hecho un
buen tiempo. Irás al Paraíso” (Risas)
Bueno, quinta y última y ustedes pueden seguir con las que
quieran y hacer las propias.
“El hombre muere y llega a su tumba. Espera unos minutos.
Una hora. Un día. Una semana. Sigue en su tumba acostado. Un año. Diez años.
Mil años. Espera. Mientras, han ido muriendo sus hijos, sus nietos, bisnietos,
tataranietos que no conoció. Miles y miles de años, de minutos, de horas, de
segundos. Pero él ya no puede darse cuenta de que esa es la eternidad.
(Aplausos)
MM: Bueno, Jorge,
muchas gracias. Normalmente se acercan a charlar, te piden autógrafos y demás
(Risas). Muchas gracias nuevamente.
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