Isol: "Uno también hace una técnica de sus propios límites."
El diálogo con la escritora e ilustradora Isol, que mantuvo Mario Méndez el 1 de junio en La Nube, continuó con el tema de cómo lograr hacer una posibilidad y una oportunidad de las limitaciones. De las complejidades de la edición de textos en que la forma juega un papel central, de lo que es propio y ajeno en la creación, de las imposiciones editoriales para publicar los textos, de la censura de los temas infantiles, de todo eso habló Isol. Además comentó algunos de sus libros y la intimidad y anécdotas que los hicieron surgir. En el final compartió con el público la lectura de El Menino.
MM: El otro día en la Feria,
alguien se acordó de que Un regalo sorpresa, que es de la misma
colección, está en blanco y negro. Yo no sabía y me llama la atención. ¿Fue una
decisión económica?
I: Sí. Ellos hacían esa colección
en blanco y negro. Y después de Vida de
perros, me dijeron que querían que hiciera libros para esa colección. A mí
el blanco y negro me gusta. Y de hecho, me costó ponerles color, porque estaban
pensados para el blanco y negro. Los coloreé muchos años después. Por eso los
colores son pocos, además. También es lindo saber que si tenés una limitación,
podés usarla. Es peor que te pidan que lo hagas en color y después salga en
blanco y negro.
MM: El otro día, un compañera,
Susana, contaba que Mario Lillo trabajó con Tener
un patito es útil, en un congreso de abogados, para ver la perspectiva del
otro. ¿Esta idea de diseño es tuya?
I: Sí.
MM: Para los que no lo conocen, Tener un patito es útil, hacia un lado
cuenta un lado la historia de un nene con su patito, y hacia el otro se cuenta
la historia de “tener un nene”, desde el punto de vista de patito, con las
mismas imágenes y las mismas situaciones leídas de otra manera. Es buenísimo.
Entonces la idea del diseño es tuya.
I: Sí. Me costó llegar. Vieron
que hay muchos libros que hay que darlos vuelta. Siempre me pareció poco
orgánico eso de llegar a la mitad y darlo vuelta. No le encontraba la vuelta. Y
tardé, hasta que hablé con una amiga
mía, que es una de las curadoras del Museo de Arte Contemporáneo. Como yo
estudié Artes, me quedaron unas amigas que son muy útiles para esos momentos de
desesperación. (Risas). Una siempre me hace unas críticas buenísimas de los
libros. Y mi amiga me dijo que probara con la forma de un acordeón, y era
perfecto. Y los mexicanos me dijeron que no sabían cómo iban a editar eso. A
todo el mundo le encantaba, pero nadie lo editaba. Porque era muy caro, porque
era muy largo. Y había que pegarlo, y tenía que ser resistente. Era carísimo.
Me mandaron distintas sugerencias. Pero a la vez no lo soltaban, porque en un
momento yo pensé en dárselo a Media Vaca, porque ellos lo querían y editan
cosas así. Pero a mí me gusta que sean más masivos. Al final, fue el primer
libro que FCE editó en China. Y ahí pudieron hacerlo a un precio al que había
que hacerlo. Y lo están mejorando. Porque la caja se trababa todo el tiempo.
Ahora hicieron uno, a partir de los australianos, que fueron vivos, que está
cerrado acá, de un costado. Entonces no se traba más. Porque también es
frustrante que se trabe a cada rato.
Asistente: Sobre todo si lo maneja el
niño.
I: Uno no puede prever todo. Que
como esto está forrado por adentro, se va a trabar en el reborde.
MM: ¿Por qué dijiste
“australianos”?
I: Porque cuando salió en
Australia lo hicieron así. Y cuando lo vi les dije que pararan las rotativas y
que los hiciéramos todos de esa manera. No es que vale más. Pero es una pequeña
idea, una pavada que a nadie se le ocurrió.
MM: Otra de las obras que
estuvimos mirando con mucho asombro es Nocturno,
este recetario de sueños. ¿Cómo surge esta idea?
I: Este es un libro que tiene una
tinta que se carga y brilla en la oscuridad. A mí siempre me había gustado esta
tinta, me parecía fascinante. Y en un momento vi un catálogo de una revista
alemana que en la tapa había usado esa tinta, y me di cuenta de que podía
usarse en impresión. Primero pensé en algo en lo que hubiera una historia principal,
y que uno después viera la segunda historia. Pero si vos en un libro común
tenés que parar cada tres minutos para cargarlo, te dormís a la tercera página.
Tenía que ser un concepto como este, en el que elegís una página y la
preparación es parte misma del libro. Esperás que venga el sueño y deje su
rastro. Y entonces es orgánico. Lo que no quiero es que quede forzado. Encontré
un concepto que funcionaba. En realidad una cosa te lleva a la otra; es una
tinta que brilla en la oscuridad, a la noche, que te lleva un poco al sueño, lo
onírico. En cuanto supe cómo hacerlo, lo hice en la compu, porque no tengo una
tinta que brille en la oscuridad. Se compra, pero yo no dibujo con esa tinta,
no podía hacer una prueba láser. Entonces, hasta que no salió el libro, no supe
si funcionaba o no. Lo hice en el Photoshop,
vi cómo se vería. Pero también se fascinaron mucho todos los que lo vieron, y
eso ayudó a que saliera. El director de Fondo me había dicho que yo lo metía
siempre en problemas, pero que eso los hacía aprender muchas cosas. Entonces le dije
que bueno, que en el próximo… (Risas).
I: Esa es un arma de doble filo.
Porque ahora me dicen que quieren algo como lo del patito. Y yo les digo que si
me piden algo específico yo no puedo crear. (Risas).
MM: Igual, me llama la atención el
comentario que hiciste cuando mostraron Había
una vez una llave, sobre lo que es a pedido. Que no lo considerás como obra
tuya.
I: Depende. Lo que pasa, es que
ese libro lo hice por la plata. Lo hice como un trabajo, como quien hace un
manual. Porque no hay libertad en ese libro. De hecho, había que copiar dibujos
anteriores. Yo ahora no aceptaría ni loca. Fue hace mucho.
MM: ¿Había que copiar los dibujos?
I: De una edición previa. Me la
dieron y me dijeron que hiciera los dibujos como en ese libro. Las mismas
situaciones. Y cuando yo quería cambiar algo, me decían que no, porque era
lindo lo otro. Lo sufrí y lo saqué rápido. Por eso no me identifico con ese libro.
Es un trabajo de profesional que vive de eso. Agradezco que Graciela Montes me
haya llamado, pero fue un trabajo que no era personal.
Asistente: ¿Quién había ilustrado la
edición original?
I: No me acuerdo, y se siguen
vendiendo, pero no me identifico.
Asistente: ¿Vos trabajás en la compu?
I: Lo coloreo, a veces, pero el
dibujo siempre lo hago afuera. Meto texturas, meto fondos. En la compu hago lo
que sería el ensamblado. Meto todo. Y me ayuda a que cuando hay algo que me
salió muy bien puedo elegir pegarlo en otra cosa que no me salió tan bien,
puedo jugar, puedo tapar… Es una ayuda. Cuando hice el Abecedario que ahora va a sacar Fondo, salieron de una muestra.
Y en la muestra hago todo a mano, pero
ahí trabajo con recortes. Si no me gusta una cosa, le chanto otra. Uno también
hace una técnica de sus propios límites. Cuando veo acuarelas que son tan
prolijas… yo no puedo, me pongo ansiosa.
Me gusta probar y mover mis cosas, y ahí surge. Si es más contenido me queda
duro, no me queda bien.
Asistente: Antes de que hablemos más
de Nocturno,
contá lo que te pasó en Francia…
I: En Francia ya habían
contratado el libro, y de pronto mataron a los periodistas de Charlie Hebdo. Todos estábamos mal por
eso, había marchas por todos lados, y de pronto, me escriben para decirme que
los franceses quieren sacar el libro
pero sin una página, que es esta: “El
sueño del artista difunto” (es un
velorio). Cuando se pone negro, son todos cadáveres cantando. Y era para
mandarlos a terapia en ese momento. Decían que eso era algo que no estaba
cercano a los niños franceses. Decían que lo veían como algo medio mexicano por
las calaveras. Había salido en Alemania, y en un montón de lados, pero son esos
momentos en los que se quiere proteger su propio trauma. Y yo les dije que no,
que el libro era así, y que además a los
chicos esa página les gustaba. Además, después estaban contentos los muertos…
Al final la dejé, y lo aceptaron. Y ahí empecé a pensar en las cosas que le dan
miedo a una sociedad. Quieren prohibir lo que ellos mismos no pueden manejar.
¿Qué se puede ver en un libro para niños? ¿Qué hago con eso, cómo les hablo de
eso? Fue bastante impactante que se animaran a proponerlo. Encima, Francia.
Increíble.
Asistente: Pero eso está planteado desde
el adulto.
I: Claro. Decían que era porque
no lo iban a comprar. Ahora, justamente, el libro que hice con Goldin que acá
todavía no llegó y que es este, El Menino,
dice: “Una historia basada en hechos
reales”. Lo hice después de que nació mi hijo y es muy simple. Es mirar a
un nene como es, un ser muy raro. Todo se desordena, se percibe una duda acerca
de dónde vendrá. Y en un momento habla de todo lo que tiene el Menino, de cómo
viene equipado. Es como un extrañamiento, que es lo que a mí me gusta. “El Menino
es totalmente articulado”. (Risas). En otra parte dice: “También libera agua
para purificarse”. (Risas). “Cada Menino tiene una fuente. Algunos traen el
modelo agujerito que es una fuente en una elegante ranura, y otros portan el
modelo tubito que luce como un grifo con base acolchada”. (Risas). Ya me
dijeron que en Norteamérica, por esta página no se va a vender. Yo pensaba que
hay que ser perverso para no poder ver un nene desnudo en un libro. Muy
perverso. Hay que estar un poco loco. No sé qué hacen con los nenes… (Risas),
me pareció increíble. Mis libros se publican en Canadá y tienen críticas
hermosas en USA, pero no se venden. Entonces no sé por qué esta gente publica
mis libros. Me dijeron que si yo quería que el libro se vendiera, podían
decirme qué hacer. Pero que ya saben que esa página de desnudos, caca y pis,
los padres no van a comprarlo. Y me dio un odio… Porque además me pareció una
locura. ¿No te parece sorprendente?
MM: Sí, sí.
I: A Paloma Valdivia, para
publicarle Los de arriba y los de abajo,
le hicieron vestir a los que estaban desnudos. Y ella lo hizo porque prefirió
que saliera.
Asistente: Con algunos libros se puede,
con otros no hay manera.
I: Pero además, los nenes van a
ir a esa página. Me parece muy raro, y no sé cómo explicarlo.
MM: Tienen ese mambo,
evidentemente.
I: La persona que a mí me edita
está enojada con esa editora, porque dice que hay que saber cómo mostrarlo.
Como que ella se queda con el primer “no”. Si un distribuidor le dice que no,
ya se queda con eso. Quizá haya otras maneras. Porque yo veo cada cosa
publicada en los Estados Unidos…
MM: El tema es la escuela.
I: En el patito, “la uso de pipa
y de silbato”, y en la versión norteamericana se habla de flauta y de silbato.
No se habla de pipa porque es tabú. Porque es fumar tabaco. Ni aunque esté
jugando. Porque van a preguntar qué es una pipa.
I: Debe estar en la Aduana.
Esperemos que esté para la Feria de julio.
MM: Nos diste una primicia.
Asistente: ¿Qué editorial?
I: Océano. Con Goldin. Que
también me quema bastante el cerebro. Y cuando le digo basta, y que no voy a
hacerlo, porque estoy harta me dice: “¡No, es tu libro! ¡Tenés que hacerlo
cuando vos quieras y estés contenta!”. (Risas) Es un libro gordo, tiene sesenta
y cuatro páginas.
Asistente: ¿Cómo te organizás con las
traducciones?
I: Las que puedo, las miro.
Ahora, si es chino o árabe, confío. Con la japonesa tengo relación y pude
capturar algunas cosas. Por ejemplo, en Secreto
de familia, habían traducido literalmente el final. Y le dije que buscara
nombres en japonés que parecieran animales, que tenía que haber un montón.
Antes de eso, salía como una cosa literal…
MM: No tenía gracia.
I: Claro. Con Griselda… que dice que a la hija lo que
más le gustaba era armar rompecabezas, porque en inglés es “puzzle” y no iba.
Entonces tuvimos que trabajar con la traductora, otro final que para mí no es
tan bueno, pero funciona.
MM: ¿Qué cambiaron?
I: Dice que lo que más le gustaba
era armar puzzles, volver a poner cosas juntas. No está tan bueno, porque el
otro final es más raro. Ahí pienso en lo que son las traducciones de poesía… Es
como hacer otra cosa nueva.
MM: ¿A cuántos idiomas estás
traducida? ¿Tenés idea?
I: Ahora no sé, creo que son como
dieciséis. Hay lugares en los que cuesta más. Por ejemplo, en Inglaterra no sé
si están mis libros. En Francia, también. A Inglaterra cuesta entrar con
música, con teatro… Es como una isla. Se arman su cosa. Cuesta mucho. En
Francia, recién ahora van a publicar libros escritos por mí. Antes sólo estaban
los que hice con Jorge Luján, que se maneja muy bien. Pero lo mío les parecía
muy de cómic. Los franceses tienen una cosa con la textura, y quieren que los
dibujos se vean más, que sean más como pinturas, y yo tengo un estilo en el
que, muchas veces termino de colorear con la compu. No lo entendían mucho. No
les gusta la compu. Tienen una estética más conservadora, que es linda también.
Vos vas a Francia y en todos los
localcitos parece que vino la abuela a hacer todo. Y vos pensás que viven así y
no sabés cómo hacen. Todo está lindo, la confitería… todo muy a la antigua.
(Risas). A mí eso me gusta, pero es un estilo, también.
MM: Empezamos hablando de cuando recibiste el premio, y yo les decía que vieran cuando lo recibiste, en Youtube. ¿Qué sentiste cuando te enteraste, cómo recibiste esa noticia? Y después, ¿qué sentiste en el momento de recibir el premio con la princesa ahí, y te animaste a cantar?
I: Hace seis años que me
nominaban para ese premio. La primera vez que me nominaron, fue el Banco del
Libro de Venezuela, porque acá no hay ninguna sede, nadie puede nominar. La
primera vez que me lo dijeron, me pedían cosas, armé algo, pensando en qué
haría si me lo daban. Fue como en el 2005. Fueron pasando los años, y me
volvían a pedir que mandara cosas. Alguna vez Goldin me dijo que me querían dar
el premio, y yo no le creía. Porque además en la lista hay algunos que son mis
héroes favoritos. Este año no estaba ni ahí en ese tema. Estaba con mi bebé
chiquito, intentando dormir. Mi papá estaba muy enfermo. Fue un momento muy
extremo para mí. Mi mamá y mi papá se habían ido de viaje a Alemania, y mi papá
había caído muy enfermo, de pancreatitis. Estaba en terapia intensiva, todos
estábamos muy pendientes de eso, porque realmente podía morirse. Ese día suena
el teléfono a las siete de la mañana. Yo no atiendo nunca el teléfono a esa
hora. Atendimos por lo de mi papá. Va Rafa, atiende, y oigo que habla en
inglés. Le pregunto qué pasa, tratando de no despertar al nene que por fin se
había dormido, y me dice que es del Astrid Lindgren. Y yo le dije: “Esta gente
a esta hora…”. ¿Viste que a veces no se dan cuenta de la hora? Yo no me
acordaba de nada, atendí. Me preguntaron si sabía lo que era el premio Astrid
Lindgren y les dije que sí. (Risas). Me dijeron que estaban muy impresionados,
y ahí la neurona se me empezó a encender. Y me dicen que habían hablado con el
jurado, y que el premio Astrid Lindgren 2015 era para Isol. (Risas). Y se
escuchaba que atrás estaban aplaudiendo. Yo me miraba en pijama. (Risas).
¡Aplaudían porque era algo que salía en directo! Y me pidieron que no le dijera
a nadie por dos horas. Porque iban a anunciarlo en la Feria de Bologna. Y que
me pasaban con el encargado de Prensa. Y yo pensé: “¿El Premio Astrid Lindgren?
¡Qué quilombo!”. (Risas). A las dos horas prendo la computadora y voy viendo.
Era todo muy extremo. Llamé a mi mamá y mi papá y les di una alegría, pero no
podía alegrarme del todo, porque estaba muy preocupada por él. De hecho, ese
domingo me fui a Berlín. Mi papá se recuperó, pero fue un quilombo realmente.
Yo no sabía ni siquiera si iba a poder ir. ¡Empezaron a llamarme de Alemania,
de Suecia, de países muy grosos! Astrid Lindgren para ellos es Andersen. Todos
la leen. Alguna gente se ha quejado de
que solo compran libros de Astrid Lindgren. Es muy famosa. ¡Un amigo mío,
alemán, estaba en Vietnam y me dijo que me había visto en la televisión por el
Astrid Lindgren! Empecé a hablar en inglés con un montón de radios, vinieron de
la tele de acá… Yo no había vuelto a dormir. Al otro día, no tenía voz ¡Fue
todo muy raro, como subirse a una moto lo que pasó! Me llamaron Mónica y César…
yo qué sé. (Risas). Por otra parte, me parecía genial que la gente se enterara.
Hubo mucha gente que me escribió mails… Anthony Browne, Wolf Erlbruch,
diciéndome que me lo merecía… Y muchos colegas contentos. Eso fue re lindo.
¡Qué bueno que en algún lugar piensan que lo que hacemos es importante! Por eso
en el discurso hablé de cómo uno a veces está muy solo en esta situación.
Porque yo recibí otros premios, y hay algunos que son solo para sacarse la foto
y otros que son de verdad. Este es un premio de verdad. Porque los de Astrid
Lindgren empiezan a mover tus libros por todas partes. Cuando fui a recibirlo,
no había nadie de Argentina, ni siquiera estaban los de Fondo el día del
anuncio en Bologna, porque nadie imaginaba que me lo iban a dar. Fue todo muy
raro. Después fui cayendo. Salí en la tapa de La Nación, era un fangote de
plata, mi mamá me decía que me iban a raptar. (Risas). Cuando se los contaba a
los suecos me miraban como si viniera de Burundi. Ellos están muy orgullosos de
que el premio dé esa cantidad de dinero. Fue como irreal. Fui cayendo de a
poco. Después viajé allá, conocí el mundo de Astrid Lindgren y empecé a
entender esa manera de pensar. Para ellos, Astrid Lindgren es como Borges para
nosotros. Y hacía libros para niños. Es entrar a otra cosa. Al final mi papá se
recuperó. Nos fuimos una semana antes de la entrega del premio a Estocolmo,
teníamos muchas actividades. Tienen un Astrid Lindgren World, en el que están
todos los escenarios que son muy pastoriles. Son los escenarios de los cuentos,
y hacen capítulos de libros. No hacen canciones, hacen los textos, porque como
todos los saben… En un momento yo quería tomar una coca, y me miraban… “Acá
solo tenemos jugos naturales”, te dicen. (Risas) Es todo muy tradicional y muy
lindo. Fue una cosa muy loca. Viajé con mi nene muy chiquito, que tomaba la
teta, estuve en un hotel re fashion pero que no es para un bebé. Era tan
fashion que en el lavatorio, caía agua sobre una piedra redonda. Imaginate
lavarle la cola ahí al bebé… (Risas). Fue una maratón, un viaje en avión de
como diecisiete horas. No durmió nada Antón. Nada. Yo tenía que hablar. Hice
todo pero a los dos días estaba enferma. Hacía lo que tenía que hacer pero no
podía creer que estaba tan disfónica en ese momento. El día de la premiación
estaba preparando el speech, y me
daba miedo, porque tenía que ser en inglés. Podría haber sido en español, pero
yo me mandaba con mi inglés medio salvaje. Ahí lo escribí bien, porque Rafa es
traductor de inglés. Entonces lo tenía ahí y lo armé. Cuando llegó ese día,
casi no tenía tiempo. Yo quería cantar una canción de Kurt Weill, “Youkali”, que era una sorpresa, y
siempre que la canto está bueno. Pero no sabía bien qué hacer, porque había
estado tan horrible de la garganta y de la tos… Yo les había avisado a dos
personas de la canción. Entró la princesa, que había leído El patito con la hija. Y después ahí estábamos, ante ochocientas
personas. En Suecia no había un solo libro mío publicado. Pero todos los
periodistas habían hecho el trabajo de leerlos. Porque además es plata que
viene de los impuestos de los suecos, y a ellos les interesa saber adónde van
sus impuestos. Ese día, los del Astrid Lindgren compraron mil ejemplares de las
edicones en sueco recién salidas de Numeralia
y mil de Petit y le regalaban un
ejemplar a cada uno de los asistentes. En un momento mientras hablaba la ministra,
me agarró un ataque de tos, empecé a transpirar… Además era medio ridículo,
porque nadie podía salir hasta que no saliera la princesa. Me tenía que ir
corriendo al baño ¡a toser! (Risas). En un momento la princesa me dio una
pastilla de menta. (Risas). Después subí, vino el speech y pude cantar. Empecé un poco agudo, no llegué a una nota… y
bajé tres tonos. Y cuando lo ves no se nota. Terminé y la gente estaba re
feliz, aplaudieron. Las princesa también… Y después seguís tu vida, pero
pasaste un portal.
I: Es que me llegó en un momento
en el que estaba muy contenta con mi vida. Ahora pasa esto: tengo muchas más
ediciones en otros idiomas. Tengo un asistente. Antes no tenía, pero me la paso
viendo PDF, contratos, y cosas que si las miro no puedo trabajar. Y se supone
que tengo que seguir trabajando, casi para eso me dieron el premio. Me puedo
dar esos lujos que me ayudan a dedicarme. Y que ya está, es como que me conoce
todo el mundo. Es genial. A la vez, uno sigue sintiendo las mismas angustias
por el último libro… La vida no cambia tanto. Sí, hay una tranquilidad
económica. Ahora, la AFIP me está volviendo loca. (Risas).
MM: ¿Querés leernos alguna cosita?
I: Traje este, El Menino. Pero mis libros son más para
leer juntos imágenes y texto. Este tiene un trabajo bastante simple a nivel
gráfico, porque es casi como una libreta de apuntes.
(Antes de quedarse como una hora firmando sus libros, ¡con
dibujos en cada uno!, y como una exclusiva primicia, Isol nos leyó y mostró las
imágenes de El Menino. Todos la aplaudimos mucho,
porque el libro es muy bello, porque fue un gran gusto tenerla en el ciclo, y
porque nos brindó un magnífico rato de charla. Para los que quieran un anticipo
de El Menino, en este link
se lo puede hallar: http://www.casadellibro.com/libro-el-menino/9786077355113/2532952
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