Isol: "Yo hago un libro para alguien parecido a mí."
Lo que los demás ven, seguro, seguro, no es lo que uno ve. Y como llegar a los otros es una imperiosa necesidad, no estar solos, lo es, buscamos los puntos de encuentro. Esos puntos son esquivos, variables, dinámicos, a veces oblicuos, como la vida misma. En el diálogo con Mario Méndez la escritora e ilustradora, Isol, contó su historia con los libros que escribió y dibujó, la historia de sus puntos de vista sobre el sentido de la relación indisociable entre ambos componentes del libro. En la charla del lunes 1 de junio, en La Nube, habló de la permanente negociación que implica editar un libro aunque también, desde un punto de vista introspectivo, se refirió al lugar desde donde el escritor se ubica para hablar, de la necesidad de salirse del orden de la seguridad, de ver como los niños ven el mundo, con menos certezas y más amplitud e ingenuidad. Libro de arena publicará la segunda parte de la entrevista el viernes próximo.
MM:Buenas tardes. Vamos a hacer
el comienzo formal. Bienvenidos, y bienvenida Isol, muchas gracias. Un placer
para nosotros, un lujo. Te cuento: todos los lunes, cuando recibimos a un autor
o autora, hacemos una pequeña introducción más formal. El otro día, para abrir
la charla con el grupo, elegí un pequeño estudio que hizo Pilar Muñoz Lascano,
cuando recibiste el premio Astrid Lindgren. Así que lo leo brevemente y después
empezamos con las preguntas:
“La escritora e ilustradora Isol (Marisol
Misenta) ganó el Astrid
Lindgren Memorial Award 2013. El premio fue anunciado el
pasado martes 26 en Vimmerby, Suecia, ciudad de nacimiento de Astrid
Lindgren, y transmitido en simultáneo en el Café de los ilustradores
de la Feria de Boloña.
Desde 2003, este premio es otorgado cada
año por el gobierno de Suecia a un promotor de la lectura (pueden ser personas
o instituciones), un ilustrador o un escritor de literatura infantil y
juvenil. Hasta el momento los ganadores han sido: Maurice Sendak y
Christine Nöstlinger en 2003, o instituciones como el Banco del Libro de
Venezuela.
Isol se impuso a los 207 candidatos (de
67 países) presentados este año. La motivación del jurado fue la siguiente: “Isol crea libros ilustrados para niños en
los que trata a estos de tú a tú. Sus imágenes vibran de energía y de
intensas emociones. Con su contenida paleta de colores y soluciones
plásticas siempre innovadoras ensancha las perspectivas tradicionales
y amplía los límites del libro ilustrado como medio. La autora se basa en
la mirada no contaminada sobre el mundo que posee el niño, afrontando sus
preguntas con plasmaciones drásticas y respuestas abiertas. Trata también
los aspectos más oscuros de la existencia con un humor liberador y sin
dramatismo”.
Esta autora integral e ilustradora nació
en 1972 en Buenos Aires, Argentina, ciudad en la que vive en la actualidad. Su
primer libro fue Vida de perros, en 1996 lo presentó en el concurso
A la orilla del viento de la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica. El
jurado consideró que los personajes eran demasiado alocados, sin embargo, el
editor (Daniel Goldin) se enamoró del libro y se mostró interesado en
publicarlo si la autora ajustaba ligeramente sus ilustraciones. Isol se negó a
realizar cambios y justificó varias de sus elecciones. Finalmente, el libro
recibió una mención honorífica y fue publicado prácticamente sin modificar. Ya
en este debut se observan numerosos aspectos de su obra que más tarde serían
desarrollados por la artista.”
Y yo quería empezar por ahí, Isol.
Isol: Bueno.
MM: Isol “se negó a realizar
cambios” ante Daniel Goldin, que es una especie de prócer de la edición
latinoamericana. Y tenía veinticuatro años. Entonces, con admiración, me
pregunto, ¿cómo?
I: Me parece que a veces soy un poco
inconsciente. Yo no sabía que Daniel Goldin era un prócer. Lo que me pasó, fue
que yo tenía una idea de un libro, que había surgido de una imagen. Si yo
cambiaba la imagen, no tenía orientación hacia dónde ir, no sabía para qué
estaba el libro. Traté de entender lo que me decía. Y de entender que cuando
vos entrás en un país, en México, en el que nadie conocía lo que yo hacía, (y
yo venía cargada de imágenes, por ejemplo, de Fontanarrosa, de Oski, de Los
Cuentos de Polidoro) para mí mis dibujos no eran nada “sacados”. Eran
graciosos. El problema estaba en el momento más alto de la historia. Si yo
bajaba eso, me quedaba todo el libro sin gracia. Pero tuve que darme cuenta de
que había algo que quizá tenía que ver con mi código. Que los personajes estuvieran
locos a mí me resultaba gracioso. Pero podía
ser que, para otros, que estuvieran locos les diera miedo. Ahí entendí que a
todos no les puede gustar. Si no, ¿qué queda de lo que uno es? Igual intenté,
le modifiqué un ojito. Para mí, el tema eran los ojitos. Uno era muy
cilíndrico, y lo que hice, fue achicar un poco el más grande y agrandar un
poquito el más pequeño. Pero tenía que seguir teniendo lo que a mí me gustaba,
que yo me siguiera sintiendo orgullosa del libro. Y lo he visto tanto después…
lo he visto en un libro de Fondo… en el que yo fui jurado y que cuando lo vi
impreso vi que le habían cambiado el final. Y le escribí a la editora para
decirle que era un error y que además era una falta de respeto. Incluso para el
jurado, porque vos elegís una cosa que después no es la que vos elegiste. Es
muy peligroso, además, cuando recién empezás y querés entrar. Porque la editora
me dijo que a la autora le había parecido bien. ¿Y qué le va a parecer? Quiere
publicar ahí. Y pensará que se equivocó…
MM: Pero eso te podría haber
pasado a vos.
I: Pero, por suerte, en mi casa
son todos medio tremendos. Nadie me dijo que le hiciera caso al editor, me
decían que ellos no entendían nada, son un poco extremos. Pero una amiga que es
maestra jardinera me dijo que me fijara si por el código de ellos, mi libro no
se leía de otra manera. Era una época muy rara, porque todavía no se usaba la
compu. Se hacía todo a mano, y tenía que mandar fotocopias láser a México para
que vieran los dibujos. Y se veían horribles. Les escribí una carta muy larga,
porque también me pedían que tuvieran más colores. Y yo pensaba que si a todo
le ponía colores fuertes, todo iba a
tener la misma importancia. Son leyes de la pintura. Fue un aprendizaje para
mí. Hice una carta como de seis páginas. Ellos me decían que yo usaba unos
tonos medio muertos. Y yo los había
usado sin tener mucha conciencia. Pero cuando tuve que empezar a defenderlos,
me fui dando cuenta de que el libro iba poniéndose cada vez más luminoso, hasta
llegar al momento de la locura. Y para llegar a ese momento, el contraste tenía
que ser el más grande. A partir de esto, empezaba a aparecer nuevamente más
color de fondo, hasta que vuelve la noche. Tiene una coherencia formal.
Entonces, cuando ellos leyeron la carta, vieron que no era que yo había hecho
las cosas de una manera porque de otra no me salía. Es sorprendente, pero pasa
a veces, y sobre todo con un estilo desmañado como el mío, del que pueden
pensar que dibujé con el codo. Y no era así. Fue una demencia la cantidad de
veces que hice los dibujos para que quedaran desmañados pero con la onda que yo
quería. Es verdad que esas cosas te traban. Yo tardé un montón en terminarlo,
porque hay que estar ahí, dándole vueltas. Para poder defenderlo te tiene que
encantar. Pero bueno… les mandé la carta y me respondieron que iban a
enmarcarla para que los ilustradores vieran cómo se defendían las
ilustraciones. (Risas). Igualmente, Goldin desde el primer libro habló muy bien
de mí, y eso fue un espaldarazo muy grande para mi carrera. Haber tenido
personas que se enamoraron. Y eso está buenísimo, porque necesitás que otro te
ayude.
MM: Debe sentirse un poco como tu
descubridor.
I: Por eso volví a hacer un libro
con él ahora. Ya no está más en FCE. Y me escribió. El título del correo era:
“Yo sé que tú me has olvidado”. (Risas). Hicimos un libro para Océano, que es
la editorial con la que está trabajando todavía, solo con algunos autores.
Dirige la biblioteca Vasconcelos, que no se puede creer. Es como entrar a una
Matrix. No se puede creer. Es brillante. Goldin es un poco difícil a veces, pero es brillante.
MM: Y, si no, no se puede, ¿no?
I: A veces hay que ser un poco
hincha para que las cosas se den.
MM: Sí, después se puede aflojar.
Y esto del trato “de tú a tú” con los chicos…No sos docente…
I: No. Tengo magisterio, pero de
Bellas Artes.
MM: Pero además eras bastante
chica cuando empezaste. ¿De dónde sale ese trato “de tú a tú”, con el que yo
coincido?
I: No hago ningún esfuerzo. Yo
hago un libro para alguien parecido a mí. Yo me pongo en el lugar del personaje
principal. Siempre me cae bien. Lo elijo como personaje porque me gusta lo que
va a plantear. Especialmente en los primeros, son como muy rebeldes. Son de
traer conflictos, pero simplemente están mirando el mundo, y es una mirada muy
creativa, que es lo que hace que exista el cuento. Preguntarse sobre algo de
todos los días que quizá uno ya está acostumbrado a ver, y de pronto lo ves de
nuevo. Los nenes se permiten todo, y eso es muy bueno para un personaje, porque
el personaje puede decir que quiere una cosa y no se anima a decirla, y se
acabó el libro. Un nene es más espontáneo.
MM: Como en Cosas que pasan. Quiero todo…
I: Claro, pero además, lo que yo
siento es que son temas comunes, no siento que yo sea ajena a algunos de esos
temas. Me siento identificada con muchos de los temas. Quizá no los transitaría
de esa manera, porque soy más grande y sé que no se puede tener todo. (Risas).
Pero son cosas que están ahí. Los psicólogos dicen que uno sigue trabajando con
cosas que le pasaron cuando tenía cuatro años y veía el mundo de una manera. De
pronto uno tiene que volver a ese mundo en un estado más fluido. Y para eso,
tiene que volver a ese estado más juguetón. No rígido, no con el miedo de salir
de un concepto seguro que uno ya tiene, y encontrarse con la nada. El nene no
tiene ese miedo, porque no tiene un concepto tan seguro. Esto puede ser o no
puede ser. Viene un dinosaurio por la esquina y… “¡Ay!, ¡no se habían muerto!”.
Si yo veo uno me agarra un paro cardíaco, porque estoy segurísima de que se
murieron. (Risas). Los temas surgen y
aparecen en un cuento porque me hacen reír. A mí me hacen reír. Me caen
bien porque tocan cosas que no me son ajenas. Ni esto del deseo, de no ser
diferente, poder ver las cosas desde otro lado. En Piñatas, esa cosa de lo social. Son cosas que tienen que ver
conmigo desde que era chica y que hoy las recuerdo pero no las juzgo. Me
acuerdo hasta de la sensación. Como hoy soy más grande, quizá puedo reírme de eso. O quizá no me reía de
chica, por ejemplo, de un cuento al que no podía encontrarle el absurdo.
MM: Era lo que te estaba pasando…
I: Sí. ¿Por qué no me mandaban a
Catecismo, si todas las chicas iban? Me deprimía. Ahora puedo entender ese
deseo de pertenecer.
I: Sí, es una mezclita. Por
ejemplo, Vida de perros salió de esa
imagen. Un nene y un perro muy contentos, muy parecidos. De ahí salió la idea
del cuento. El globo, salió, en parte
escuchando cómo gritaba la vecina, después pensando en cómo iba a recordarla la
hija, con la boca abierta. Hice el dibujo y me salió todo el cuento de un
tirón. Fue la única vez. Otras veces estoy yendo y viniendo con el texto. La
primera imagen del libro fue la de la madre con la boca abierta y la nena, como
acostumbrada. Que es lo peor, además.
I: La metáfora se hace literal.
La misma mano que dibuja me lleva a lo redondo, y eso me lleva a escribir sobre
un globo. Está unido en mi cabeza. En La
bella Griselda me pasó un poco lo mismo. “Era tan bella que todos perdían
la cabeza por ella” se me ocurrió. Hice el dibujo literalizando eso y me
pareció interesante.
MM: Viste el príncipe al que se le
caía la cabeza…
I: Sí, vi cómo esa situación era
bastante bizarra, y poéticamente interesante. También me salió enseguida que a
ella le pasaba que se aburría, y que coleccionaba cabezas. Y que al final,
cuando tiene una hija, la que pierde la cabeza es ella. Eso me salió todo
junto. Lo que me cuesta mucho son los detalles. Dónde va a terminar, qué
técnica voy a usar… Porque las técnicas ayudan a que sea leído como algo más
gracioso o algo más terrorífico. Yo no
quiero que sea terrorífico, quiero que puedas reírte de esa situación.
MM: ¿Nunca querés que sea
terrorífico? Porque a mí, Piñatas me
asusta.
I: Mirá vos. (Risas). Parece
que los adultos relacionan los muñecos
con lo macabro. Lo dice Freud.
MM: Exacto.
I: Porque como uno ya no puede
jugar con sus muñecos… esa ajenidad de aquello que está prohibido lo vuelve
terrorífico. Hay algo terrorífico ahí, cuando él se convierte…
MM: Cuando viaja por el mundo de
las piñatas es bastante aterrador, pero quizá los chicos se ríen.
I: No, me parece que no se ríen
de eso, pero les parece interesante. Hay un disfrute en eso. Justamente con
este libro fui a una escuela y lo habían leído chicos de once años. Y cuando
les pregunté qué imagen les había quedado más, me dijeron esa del Mar Quieto,
donde están las piñatas como envejecidas, quietas en un mar. Y cuando les
pregunté por esa imagen, me dijeron que esas eran las piñatas que se habían
escondido, porque no querían que las eligieran para que no las golpearan. Y que
entonces quedaban olvidadas. Y la maestra dijo: “¡Ay, como las personas!”. Y
ahí me dijo que le parecía que lo habían leído mal, que lo habían leído como un
libro para niños. Una idea del libro para niños que es la de la literalidad,
como que no puede haber asociaciones con otras cosas. Eran las piñatas que
estaban en el agua. Punto. Y es como que ahí se le abrió un mundo. Y los nenes
la miraron como… (Risas).
MM: “Los niños también somos
personas”.
I: Sí. A mí “Piñatas” me parece
un viaje iniciático para enfrentarse a la vida. Y además surgió después de un
viaje a México, donde la piñata es una cosa nacional. Vas a un mercado y están
las piñatas colgando, cada una más linda que la otra, todas hechas a mano…más
de las que se pueden contar. Además, la piñata viene de un festejo religioso,
en el que a fin de año se hace una piñata que tiene siete pisos, que son los
siete pecados. Y la rompen los niños para que el año empiece fresco. Lo hacen
todo con papel maché, son carísimas, y están hechas para romper, o sea que son
lo menos occidental que existe. Una cosa carísima, que se tarda un montón en hacerla
para romperla salvajemente, y que eso te genere alegría. A veces te regalan
algo que te gusta mucho, y al año ya no querés ni verlo. Esto es para un
momento de gloria y desaparece. Me encantó eso. Me hizo pensar mucho en eso, en
eso de la vida misma, de permanecer, de pensar para qué estamos. Para qué
estaremos tanto si después nos vamos a morir. No hay ninguna respuesta, pero si
uno no sale, eso tampoco es vivir.
I: Es muy raro, porque este libro
lo editó Alfaguara y no lo movió nada. Hace muy poco, yo quería sacarles los
derechos, y me dijeron que no, y ahora lo reeditaron. Por eso es que a mí me
cuesta salirme del FCE, y de algunas editoriales que sé que van a sostener el
libro. Para los que sacan muchos libros, el tuyo es uno más. Hay que sostener
un libro. Y más cuando es un libro medio raro. Por eso para mí es mejor estar
en esas editoriales que arman la presentación del libro, lo protegen.
MM: Los mexicanos dicen “Edición
al cuidado de”. Eso es algo muy lindo que acá no se usa. La idea de que los
editores están cuidando el libro. Eso es muy interesante.
I: Sí. Es un libro raro éste. Es
raro cómo está escrito, porque es medio de cómic, hay mucha conversación. No es
fácil para leerlo a otros. Siempre en los míos tenés que mostrar mucho la
imagen.
MM: Entonces está bien que me
asuste un poquito…
I: Sí.
MM: Recién una seño contaba que
en la escuela lo habían relacionado con
el Chavo. El lunes pasado, otras maestras contaban cómo habían reaccionado en
la escuela. ¿Cómo te va con estos libros en las escuelas, en general?
I: Creo que bien. Yo no voy mucho
a las escuelas. Porque la verdad es que no me alcanza el tiempo para todo lo
que quiero hacer, y es un trabajo. Me encuentro con la gente en las Ferias, de
pronto hago seminarios para ilustradores. En las Ferias, trabajo mucho para las
presentaciones. He ido a algunas escuelas. Pero además ahora tengo un nene
chiquito, así que mis cinco horas de trabajo son sagradas. Si un día salí, no
trabajé. Y tardo mucho en concentrarme. Además, me parece que está buenísimo
que lo lean otros. Está bueno el encuentro con el autor. Pero también está
bueno que el libro esté ahí, solo, con otros mediadores. A veces me mandan comentarios
de lo que pasó con el libro, dibujos… eso me encanta. Está buenísimo. Pero yo
no puedo acompañar al libro todo el tiempo.
MM: Es curioso y sorprendente. Se
podría decir que tus libros van mucho por los márgenes. Y la escuela no suele
sentirse muy cómoda en los márgenes. Sin embargo, los libros andan en el
Jardín, en la Primaria. Te contaba que fui a una escuela, a un tercer grado, y
habían leído Cosas que pasan. A pesar
de lo marginal o de lo osado de tu literatura, llega.
I: Quizás es un buen momento.
Todos los libros están teniendo más relación con las escuelas, en las
bibliotecas hay mucho, me parece que es un momento de mayor apertura. Los
libros no tienen que ser solo didácticos. Hay un disfrute que se ve en las
maestras. Y cuando eso pasa, se contagia, y eso es lo mejor. Me parece que el
prejuicio acerca de la maestra que no acepta cosas ya no es tan real. Es un
momento de diversión, en el que está bueno que todos nos animemos a ver algo
que no conocemos. Tengo algunas que me escriben. Y que me dicen que los padres
se les quejaron porque les leyeron El
globo a los chicos. (Risas). Y que ellas tenían que explicar. Pero bueno,
tiene que haber un maestro que tenga ganas de meterse en el brete.
MM: El maestro también tiene que
ser bastante osado.
I: Ahora quieren hacer una serie
con Petit, el monstruo. Y se metió
una gente más grande, que tiene que ver con Disney, y empezaron con que la
madre no puede decirle que es malo. Y es difícil. Porque si el nene no tiene
con quien enfrentarse, no hay historia. No es la madre. Es lo que se ve. Puede
ser el maestro. Si no hay conflicto, no hay aprendizaje. Todos aprendemos como
podemos.
MM: Tus cuentos no siempre
terminan bien.
I: No. Y tampoco se sabe qué es
que algo termine bien.
MM: Esa es una buena. En el final
de El globo, que nos gusta tanto,
cada una se va a su casa pensando, la nena con su mamá y la nena con su globo,
que era su mamá: “Y bueno, a veces no se puede tener todo”. ¿Termina bien o
termina mal?
I: No es realista. Entonces es como
un juego.
Asistente: No sé si la lectura para los
chicos tiene que terminar bien o mal. Es un final abierto, para que ellos
puedan decidir.
I: Justamente, cuando se lo
mostré a Goldin, me dijo que todos en algún momento teníamos que hacer
desaparecer a nuestra madre. Mi mamá hasta ahora me dice que no sabe cómo me lo
editaron. (Risas). Cuando a veces me han dicho si estoy en contra de las
madres, les digo que no, que no es real, que no es un modelo. Son lugares. Uno, a veces, es más
como la madre. A veces es más como la nena. El proceso que uno puede hacer con
el libro, tal vez, si vamos a buscarle un sentido, es que quizás es bueno a
veces pelearse un poco, o en todo caso normal. O pensar que alguna no fue la
madre perfecta, y poder jugar un poco con eso. Yo no quiero buscarle una cosa
práctica al libro. A mí me hizo gracia así, le hice ese final y se rieron. Algo
pasa. Es un libro, no es la realidad.
I: No. Una vez lo intenté, pero
no, no sirve. En realidad ahora sí trabajé para mi disco (“Novela Gráfica”, de
SIMA), porque las canciones no me salen de una imagen. Salen de la música.
Tengo alguna idea sobre la historia. Si no, tengo todo armado, porque pienso la
historia mientras la dibujo en los libros. A un ilustrador tendría que decirle
que hiciera algo que yo ya hice y eso es horrible, para el ilustrador es un
bajón. Y con el disco, fue lindo ver cómo mis textos los ilustraban otros.
Algunos me encantaron, otros quizá no tanto, pero fue un lindo ejercicio. Me
encantó.
MM: No tenías ganas de ponerte a
editar…
I: Con algunos hablé mucho. Pero
me gustaba lo que volvía. Y si no, me la tengo que bancar. Pero era un proyecto
que daba para eso, para muchas miradas diferentes. Pero además, unos
ilustradores que son unos grosos, Lucas Nine, Decur, Gabriel Pacheco… Toda
gente que yo conocía y con la que era un placer trabajar. Y un honor que me
ilustraran algo a mí.
MM: ¿Y cómo ilustradora del texto
de otro? Fundamentalmente, con Jorge Luján trabajaste… ¿Con alguien más?
I: Hice alguna cosa con Graciela
Montes, hace muchísimo con Laura Devetach, y antes trabajaba en Clarín,
ilustraba todos los domingos un cuento, en la Viva. Con Jorge lo que pasa es
esto: de sus textos, elijo los que me gustan, y él no tiene nada preconcebido,
entonces yo puedo jugar como quiera. Tiene una veta un poco diferente de lo que
es mi impronta.
Con Lumen, de Barcelona, íbamos a editar Mi cuerpo y yo. Al final no se animaron
y se lo dimos a unos franceses. Pero yo estaba en Barcelona, así que fui a ver
a la persona que me dijo que a ella le encantaba, pero que lo veían como muy
raro. Lo de siempre. Pero me preguntaron si quería ilustrar textos con ellos,
que había un texto de Paul Auster y les dije que sí. Entonces me pidieron que
pensara una propuesta. Entonces mandé un proyecto con fotos, una técnica que
había hecho en un workshop de la UNESCO en Bratislava. Y quedaba bien porque en
el texto había alguien que sacaba fotos. Yo ya había visto la película Smoke, y era el cuento con el que
terminaba la peli. Era una técnica muy llamativa. Lo mandé y tuve que competir
con españoles. Ganó mi propuesta. Pero igual, aunque no hubiera ganado, ya me
había divertido mucho haciéndolo. Ya estaba buenísimo. Y fue un placer, porque
ese no estaba pensado como un álbum ilustrado. Yo no tenía que contar la
historia con mis imágenes, sino que tenía que hacer escenas. Me podía hacer un
poco la loca, aunque el personaje tenía que ser siempre igual.
MM: ¿Y tuviste alguna devolución
de Paul Auster? ¿Algún trato?
I: Sí. Ellos me estaban volviendo
un poquito loca hasta que lo vio Paul Auster, y le encantó. Y ahí ya dijeron
que todo era divino. (Risas). Y además está en un montón de idiomas, está
buenísimo. Bueno, este es el disco de Sima (lo muestra), la banda que tengo con
mi hermano. Y adentro tengo todos los cómics, en cada canción. Este es de Lucas
Nine, este es de Gabriel Pacheco. A mí siempre me gustaron los vinilos que
traían cosas para leer, las fotos… Hicimos una edición hermosa con Laura Varsky
que es una diseñadora increíble. También la artista Liliana Porter participó,
que es la que hizo la tapa.
MM: ¿La idea del diseño es tuya?
I: No sabíamos cómo hacerla. En
realidad esta idea es de Laura Varsky. Mi idea fue la de convocarlos a todos.
Fue un trabajo en equipo. Está bueno que cuando te encontrás con gente, y son
todos talentosos, el trabajo se enriquezca. Si no, estás muy solo. Trabajar con
otros, como con Jorge, por ejemplo, me gusta por ese aspecto. Porque con lo
tuyo, ya le mostraste a tu marido, a tu amiga (Risas)… Jorge es un
arquitecto. Es muy bueno. Y quiere que
lo sorprendas. Y si algo le parece muy raro, te dice: “Esperá que mañana te
digo”.
MM: Explicanos a los legos lo de
Equis y Zeta. ¿Qué es esto de la pintura que se sale?
I: Yo venía haciendo dibujos de Cosas que pasan, de Intercambio Cultural, con algo que se llama “Tinta Resistente”, que
es una manera de dibujar en la que las líneas quedan como rotas. Es como una
falsa xilografía. Lleva bastante trabajo, pero menos que el de hacer una
xilografía. Jorge lo vio, y me mandó los textos de Equis y Zeta, que son muy
mínimos. Me dijo que quería hacer una historieta. Y a mí me encantaba. Le dije
que quería hacerlo, pero con esa técnica no funcionaba, quedaba como un
mazacote, no quedaban bien los detalles más finos. Y al fin un día, haciendo el
boceto sobre papel vegetal como calcándolo, de pronto lo vi y me di cuenta de
que era eso nomás. Fue muy bueno, porque quedó muy bien con los textos, y cuando
tuve que agregarle color, eran todos colores como por atrás. Yo eso ya lo
usaba. Tiene que ver también con el grabado, donde se usa una chapa por cada
color, y a veces se mueven… Ese
movimiento siempre me gustó. Ahí empecé a usar el scanner. El papel vegetal me
quedaba con puntitos y yo los dejaba. Cuando mandé todo, no salía nunca el
libro. Le mandé todo en un CD a Jorge, y
cuando hablamos y le pregunté por la tardanza en la edición me dijo que habían
llegado los archivos con puntitos y que los estaban limpiando… en México.
Asistentes: ¡No!
I: Entonces me puse a buscar
cosas. Busqué cosas de Gustavo Roldán hijo, y de otros autores para mostrarles
que no se limpiaban las manchitas, que eso quedaba bien. Porque el impresor
había dicho que él así no lo imprimía, porque iban a pensar que no sabía
imprimir. Eran unos puntitos que estaban por todas partes. Además, ¿cómo podés
pensar que un archivo digital se ensució? (Risas). Les dije que no limpiaran
más. No siempre el otro lo ve como lo ves vos. A vos te parece que con los
puntitos es más dinámico y para el otro son una mugre. Mi primera muestra en el
Centro Cultural Recoleta se llamó “Dibujos Sucios”.
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