Lorca
El
miércoles de la semana pasada se cumplieron setenta y nueve años del asesinato del
poeta y dramaturgo andaluz, Federico García Lorca. La madrugada de
un desolado 19 de agosto, poco tiempo después de la toma de Granada a fines de julio,
y de la conformación de uno de los grupos de tareas
más nefastos del franquismo llamado “la escuadra negra”, organizada por los Roldan, primos de la
familia del poeta. Federico fue asesinado en esa, su bella Granada en la zona
llamada Fuente Grande, más precisamente en un pueblo llamado Viznar donde se
encontraba “la colonia”, una guarnición de los falangistas
que servía de cárcel y cementerio de fusilados. Allí pasó su última noche junto
con otros condenados y allí fue asesinado Lorca, uno de los autores más grandes
de la primera mitad del siglo XX.
Por Ernesto Hollman*
Uno de los artífices de la denuncia
contra el poeta fue Ruiz Alonso acompañado de Juan Luis Trescastro –quien a su
vez era pariente de la familia Lorca por parte de los Roldán. Lo detuvieron en
casa de un falangista y amigo personal
de Federico: el poeta Luis Rosales y de
esa casa lo trasladaron a “la colonia”. Lorca había intentado
otros escondites -como la casa de Manuel de Falla o la de tantos otros amigos-
pero como todos pertenecían al Frente Popular, de una u otra manera
considerados “rojos”, qué mejor manera de ocultarse, habrá pensado, que
refugiarse en la casa de quienes estaban vinculados más estrechamente a la Falange. Otras versiones dicen que la
denuncia surgió de uno de los integrantes de la familia Rosales, pero este
hecho lo desmiente enfáticamente Ian Gibson en el mejor estudio que se ha hecho
sobre los pormenores de la muerte del poeta: El asesinato de Federico García
Lorca (Bruguera, España, 1981).
Trescastro afirmó mucho después, que Granada estaba “harta de putos” y como Lorca era considerado un reconocido maricón de
la sociedad granadina, su fusilamiento debía de servir como ejemplo de que la nueva España no soportaría
ya más a esa clase de gente. Incluso
hizo alarde en público de haber fusilado a Federico y de meterle dos tiros por
el culo “por puto”. Esto lo hizo al día siguiente del inexplicable asesinato.
Más allá de estos alardes machistas
tampoco podemos ignorar la participación que había tenido Lorca en la vida
política española y cuáles eran sus ideales y su actividad republicana.
Pero aclararemos que este asesinato, como
el mentado crimen de Pier Paolo Pasolini, poco tiene que ver con su actitud
intelectual o militancia política, sino con una franca y abierta manifestación
homofóbica. Cosa que la izquierda intelectual nunca quiso admitir, tanto en el
caso italiano como en el español. Manejaron la teoría, siempre recurrente de
las izquierdas: decir que un homosexual declarado no podía ser asesinado por
puto, debían ser siempre víctimas ofrecidas en el altar de la lucha por el
marxismo. (Actualmente se mantiene la teoría de que a Pasolini lo mató un
mercenario pagado por la derecha y no un taxi-boy).
En agosto de 2006 se estrenó en España el
documental de Emilio Luís Barrachina, Lorca, la mar deja de moverse, en
el que demuestra que la muerte de Federico tuvo que ver con una rencilla
familiar de orden sexual, y en segundo plano con cuestiones económicas. La
investigación estuvo supervisada por el hispanista y biógrafo lorquiano Ian
Gibson. En el filme se demuestra en base a datos fehacientes la participación
concreta, del nombrado Trescastro (que estaba casado con una prima de Lorca),
en el fusilamiento del poeta. Esto lo afirma uno de los sobrevivientes de la colonia: Manuel Castilla Blanco,
que fue quien enterró el cadáver de Lorca. Lo que habría enfurecido a los Lorca
y a los Roldán, primos directos del
dramaturgo, habría sido la publicación de La casa de Bernarda Alba que se estrenó en 1936, y en la que se
hace referencia a asuntos muy íntimos de las dos ramas familiares.
La homosexualidad fue uno de los motivos
de la denuncia, que para gran parte de la familia era un tema tabú y en gran medida un
asunto muy difícil de soportar en una España muy cerrada. Una pregunta que
sería bueno hacerse es por qué la familia aún no ha permitido desenterrar el
cadáver, ya que se sabe fehacientemente donde está. Hoy con la nueva tecnología
podrían saberse muchas cosas que parecería que no quieren hacerse públicas.
Dentro del universo lorquiano podemos descubrir infinidad de mundos poéticos, tanto en su prosa dramática como en el campo de la poesía. Sus primeros textos tienen una lírica
Dentro del universo lorquiano podemos descubrir infinidad de mundos poéticos, tanto en su prosa dramática como en el campo de la poesía. Sus primeros textos tienen una lírica
exultante, de rasgos simples y
directos, Libro de Poemas (1921), Poema del Cante Jondo (1922), Primeras Canciones (1922), Canciones (1921/24) y Romancero Gitano (1927). Estos escritos están marcados por una métrica
imaginativa de imágenes de alto vuelo y de exquisita sensibilidad: “La luna vino a la fragua/con su polisón de
nardos,/El niño la mira, mira,/El niño la está mirando.”, “La sombra de mi alma/huye por un ocaso de
alfabetos,/niebla de libros/y de palabras” y ésta, del más hermoso de los
romances del Romancero…: ”Verde que te
quiero verde./Verde viento. Verdes ramas./El barco sobre la mar/y el caballo en
la montaña”.
Tendrán que pasar tres años para su viaje a Estados Unidos en el que compone su
primera obra de madurez creativa y extremado dolor compositivo: Poeta
en Nueva York . A la que la siguen en los años sucesivos las
obras de la trilogía dramática sobre mujeres: Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba. Estas
obras no tienen parangón en la literatura teatral del siglo veinte, por su
extremado despojamiento de artilugios teatrales. Lorca compone visceralmente
esos personajes femeninos sin que por ello les falte el alma de la verdadera
tragedia, la de una España antigua, oscura y tétrica y la de un futuro que no
le resta sino que le suma, aún más sangre. Esta dramaturgia sólo es comparable
con el mundo despiadado de la mujer sureña de Tennessee Williams.Casi con
seguridad el dramaturgo norteamericano ha abrevado en el alma de esas mujeres
lorquianas. Tennessee dijo alguna vez: “El hogar sureño es como un gran
incendio y todas las salidas están bloqueadas”. Esto mismo se puede decir, sin
duda, del hogar español de las tragedias lorquianas. También en estos años escribe
sus poemas más desolados y hermosos: Llanto por Ignacio SánchezMejías, Diván de Tamarit y los once Sonetos
del amor oscuro , su obra póstuma.
Para volver a la idea de esta nota y de
por qué en el asesinato de Federico tuvo tanto peso su condición de homosexual,
me detendré a analizar brevemente los textos de Diván… y los once Sonetos
del amor oscuro. El Diván… consta de once poemas
denominados “Gacela” y nueve denominados “Casida”. Estos poemas
están escritos a partir de una relación
bastante compleja que Federico mantenía con un tal Rafael Rodríguez Rampún. Se
habían conocido en Madrid en 1933 y fue durante bastante tiempo su secretario
privado. Rampún era bisexual y esto queda claro en algunas estrofas que se le
suponen dedicadas, por ejemplo, en dos de Casida de la mujer tendida :
“Tu vientre es una lucha de raíces,/ tus
labios son un alba sin contorno./ Bajo las rosas tibias de la cama/ los muertos
gimen esperando turno”, “La sangre sonará por las alcobas/y vendrá
con espada fulgurante,/ pero tú no sabrás dónde se ocultan/ el corazón de sapo
o de violeta”. Aquí Federico se enoja por su amor compartido y se lo grita;
y también gime su desesperación de amor por alguien que no le corresponde en
plenitud: “No te lleves tu recuerdo,
/déjalo solo en mi pecho…” , “Por el
arco del encuentro/la cicuta está creciendo, /Pero deja tu recuerdo, déjalo
solo en mi pecho.” (Gacela del recuerdo de amor). Estos poemas van y vienen en una
constante lucha de sexo, amor y desasosiego: “Solamente por oír/ la campana de la Vela / me abrasaba en tu cuerpo/
sin saber de quién era” de (Gacela del amor que no se deja ver).
Hay un poema de Diván de Tamarit que marca la
vivencia soterrada, claustrofóbica con Rampún y que señala, en alguna medida la
definitiva separación que él intuía como poeta. Esto no impide a Rampún
alistarse y morir un año más tarde en el frente norte, quizá a causa de no haber asumido su homosexualidad, o por el abandono del poeta. No lo sabremos
nunca.
Gacela del amor
desesperado:
La noche no
quiere venir
Para que tú no
vengas
Ni yo pueda ir.
Pero yo iré,
Aunque un sol de
alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
Con la lengua
quemada por la lluvia de sal.
El día no quiere
venir
Para que tú no
vengas,
Ni yo pueda ir.
Pero yo iré
Entregando a los
sapos mí mordido clavel.
Pero tú vendrás
Por las turbias
cloacas de la oscuridad.
Ni la noche ni
el día quieren venir
Para que por ti
muera
Y tú mueras por
mí.
En este maravilloso poema Lorca despliega
toda su creación con una potencia tenebrosa y pasional que nos llevará por
caminos únicos hasta su temprano asesinato. Aquí habría que hacer un
paréntesis para analizar la composición medular de Federico en cuanto a un
comportamiento social que lentamente va madurando; a una amplitud amorosa más
suelta, pero que siempre deja en claro (pese
a ciertos amaneramientos), una actitud
de varón español. Su desprecio por la mariquita se hace explícito en La
canción del mariquita en Canciones y aún más grave, con asco y desprecio furibundo en la Oda
a Walt Whitman de Poeta en Nueva York donde las
maricas son rebajadas a la calaña de arpías venenosas: “Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos/ gotas de sucia
muerte…/”. Esta actitud de refregarse en la oscuridad, de hacer las cosas
entre cuatro paredes marca la cerrazón estúpida e hipócrita de la sociedad
patriarcal, y burguesa española, contra la que Federico nunca dejó de polemizar
en su corta vida, y creo yo, fue un empujón más a la fosa en la que lo metieron.
Hasta tal punto llegaba el
enfrentamiento, que su hermano Francisco (fallecido en 1976) negó hasta el
último momento de su vida la homosexualidad de Federico. Llegó incluso a
prohibir toda mención de su condición en cualquier publicación de los poemas
de Diván… o la negación a que se publicaran los sonetos póstumos
con el nombre que Federico había escrito en los originales. Que Federico fuera
puto hería y emponzoñaba toda la relación familiar. Su biógrafo Gibson escribió
en Lorca y el mundo gay que el imaginario lorquiano es
inseparable de su homosexualidad.
LosSonetos
del amor oscuro fueron escritos para un nuevo amor que surgió poco antes de
su muerte: Juan Ramírez de Lucas. Con sus juveniles años, ese rubio de Albacete
rompió el corazón de Federico y se enamoró. A tal punto que le compuso un poema
inédito que escribió en la reversa de un recibo del pago del mes de mayo de
1935, de la Academia Orad en donde estudiaba Juan:
Aquel rubio de Albacete
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel rubio de los trigos
hijo de la verde aurora,
alto, sólo y sin amigos
pisó mi calle a deshora.
La noche se tiñe y dora
de un delicado fulgor
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel lindo de cintura
sentí galán sin...
sembró por mi noche obscura
su amarillo jazminero
tanto me quiere y le quiero
que mis ojos se llevó.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel joven de la Mancha
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel rubio de los trigos
hijo de la verde aurora,
alto, sólo y sin amigos
pisó mi calle a deshora.
La noche se tiñe y dora
de un delicado fulgor
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel lindo de cintura
sentí galán sin...
sembró por mi noche obscura
su amarillo jazminero
tanto me quiere y le quiero
que mis ojos se llevó.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel joven de la Mancha
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Este poema salió a la luz en los papeles que se abrieron a la muerte de Juan Ramírez, hace pocos años. El texto ha sido peritado y consta que se trata de la caligrafía de Lorca; además hay una carta personal que Juan Ramírez recibió el 18 de julio y está su diario íntimo.
La pareja vivió un intenso romance en la clandestinidad. Se habían conocido en Madrid en 1935 y en julio de 1936, a pocos días de la revuelta militar en Granada y del asesinato de Federico, se separaron con la promesa de encontrarse a mediados de octubre, para emprender un viaje a México donde Federico tenía la intención de montar una de sus obras teatrales.
Aún se discute si los Sonetos están dedicados a Rampún o a Ramírez de Lucas. Por la fecha y la pasión que se desprende de sus versos, se supone que el destinatario es este último; además por la impronta del amor juvenil ya que Federico tenía casi treinta y ocho años y Juan apenas diecinueve: “Que no acabe nunca la madeja/del te quiero me quieres, siempre ardida/ con decrépito sol y luna vieja.”, “Pronto ¡pronto! Que unidos, enlazados, / boca rota de amor y alma ámordida, / el tiempo nos encuentre destrozados.” Cuánta delicia expresan estás líneas por el muchacho de Albacete…
En Llagas de amor tiñe
de dolor la diferencia de edad: “Son
guirnaldas de amor, cama de herido, /donde sin sueño, sueño tu presencia/ entre
las ruinas de mi pecho hundido.” “Y aunque busco la cumbre de prudencia/ me da
tu corazón valle tendido/ con cicuta y pasión de amarga ciencia.” Y para
reafirmar la madurez de su escritura, y toda
la pasión que este hombre sentía por su enamorado adolescente, transcribo quizá
el más bello de todos, el Soneto de la dulce queja:
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que me pone de noche en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas, y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío.
No me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi Otoño enajenado.
de tus ojos de estatua y el acento
que me pone de noche en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas, y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío.
No me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi Otoño enajenado.
A esta altura es imposible negar la incidencia
directa de la homofobia generalizada en la España prefranquista, tanto de la derecha (que lo odiaba) como de la
izquierda (que no miraba con buenos ojos su condición), en el asesinato de
Federico, crimen que se cometió apenas empezado el alzamiento militar. Para
cubrirlo se llegó a fabricar la infame mentira de que los “rojos” habían
fusilado a los hermanos Joaquín y Serafín Álvarez Quintero (famosos
comediógrafos de la época) y al dramaturgo Jacinto Benavente y que, en venganza, la Falange habría matado sin
juicio y en veinticuatro horas, a uno de los más grandes poetas y
dramaturgos de España del siglo XX.
¿A qué se debe todo este ensañamiento
contra una figura pública, que no militaba en ningún partido de izquierda, un
hombre que se declaraba apolítico (situación que el franquismo utilizó para
tratar de menguar su participación en el
crimen) y que fue sacado a rastras de la casa de un poeta falangista de la
primera hora como Rosales? La respuesta es una sola: su homosexualidad.
*Ernesto Hollman: nacido en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1947. Hizo crítica de cine para las revistas Siete Días, Biógrafo y El Porteño. Ha publicado Hierofanía de Samael (poemas), editado por Faro en 1992. Fue integrante del FLH en los años '70, participó en el año 2008 de la película "Rosa Patria", de Santiago Loza, dedicada a la vida y la poesía de Néstor Perlongher. Se han publicado, además 12 poemas suyos en la antología Poesía Gay de Buenos Aires-Homenaje a Miguel Ángel Lens, de Acercándonos Ediciones.
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