El dia que mi madre conoció a Borges

¿Acaso no es la lectura un hecho fantástico en sí mismo? ¿Qué hilo invisible será el que nos une a un texto, qué cosa será la que nos atrapa de una escritura? Un encuentro fortuito une el destino personal de un lector con el escritor más importante de la literatura argentina y uno de los más importantes de la literatura universal. En el aniversario número treinta de la muerte de Jorge Luis Borges, Libro de arena comparte una experiencia personal, que es una historia de lectura.


Por Gimena Reche


El treinta de abril del año 1986 yo veía la luz del día por primera vez, en esa fecha nací, en el mismo año en el que el gran Jorge Luis Borges murió. Hace ya treinta años de ambos acontecimientos.
Me pregunto qué debería decir en este día de conmemoración que ya no se haya dicho antes.
Tal vez debería contar, con orgulloso, que mi madre conoció a Borges, un día como cualquier otro en  Capital Federal cuando salía del trabajo para ir a estudiar inglés.
Borges ya estaba ciego, me dijo ella, y caminaba con un bastón en una mano, y con la otra se aferraba al brazo de quien fue su segunda esposa. Vestía un traje marrón, elegante como siempre.
Por supuesto que mi madre y el escritor cruzaron palabras. Ella le dijo que era un privilegio conocerlo, que lo admiraba muchísimo. Él le respondió con un agradecimiento y le preguntó si estaba estudiando. Mi madre decidió contarle que estudiaba inglés en el liceo, a lo que él respondió que hacía muy bien y que jamás dejara de estudiar.
La vueltas de la vida hicieron que, con los años, mi madre debiera abandonar sus estudios; se vio imposibilitada de terminar su carrera de inglés y el periodo que le restaba para terminar la secundaria. Pasado el tiempo, cuando me convertí en una niña de diez años, ella pudo retomar, y con mucho esfuerzo, terminar la secundaria, a pesar de todas las piedras que la vida puso en su camino y, seguramente tratando de no desoír el consejo de ese escritor que tuvo la suerte de conocer aquella tarde.
En mi casa, cuando era chica, no había libros de Jorge Luis o, por lo menos si los había, jamás tuve el privilegio de conocerlos.  Llegué a la lectura de Borges pasada la adolescencia casi por decisión propia, o podría decirse que el destino ya había tomado cartas en el asunto porque, si no me equivoco, comencé a descubrirlo teniendo la misma edad que mi madre cuando lo conoció: veintiún años.
Con el tiempo entendí que no se trata sólo de leer a Borges, de comprenderlo, lo cual para muchos es toda una proeza, sino de descubrirlo, tal como si fuese un enigma eterno que a cada lectura devela una nueva respuesta. Ese es Borges para mí, el escritor enigmático, el que no deja un mensaje,  sino que deja miles, el que al despejar una duda siembra muchas más.
Pude concluir, entonces, que Borges es y será como la vida misma: no se trata de  descubrir lo que realmente significa, sino de disfrutar lo que deja a cada momento.
El amor por el escritor debería ser siempre transmitido aunque no desde la imposición, porque como él bien dijo, a nadie puede obligársele a ser feliz. Puede hacerse desde la admiración y el entusiasmo, como de alguna manera lo hizo mi madre conmigo, y así te estará brindando un regalo eterno. No sólo el regalo de una apasionante lectura que finaliza al cerrar el  libro, sino también de todo un universo esperando ser descubierto. Un universo construido con la delicadeza y el arte de la combinación de símbolos, de una manera tal en la que sólo un gran escritor fue capaz de hacerlo.

Quién sabe, tal vez una tarde te encuentres con él, como mi madre, y también puedas decir con orgullo: yo conocí al gran escritor Jorge Luis Borges.


*Gimena Reche nació en Buenos Aires en Abril de 1986. Sus padres le leían desde muy pequeña, y así comenzó su amor por la literatura. De profesión docente, en el 2015 comenzó a cursar la carrera de Bibliotecario de Instituciones Educativas. Desde hace más de tres años administra el Blog literario ALL YOU NEED IS BOOKS en facebook.com/youneedbooks, donde comparte su pasión por los libros.

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