Operación Masacre y la crítica
Cuando pasa cierto tiempo desde la primera edición de una obra, los
lectores nos acostumbramos a percibirla ocupando el casillero que le
corresponde en el plano de la literatura. Operación Masacre inauguró la “no
ficción”. Se les presentó a los críticos entonces, un problema para definir “de
qué se trataba eso”. Y desde ángulos diferentes, la crítica literaria argentina
y latinoamericana abordó su lectura e intentó una clasificación. A sesenta años
de los fusilamientos que dieron origen a la obra de Walsh, Libro de Arena
publica tres fragmentos críticos significativos, que dan cuenta de la
diversidad de enfoques que ha tenido este debate.
“Cuando llegan al libro, al
autor no se limita a juntar sus notas periodísticas. Las reelabora para que la
campaña de denuncia devenga la materia del libro como uno de sus temas, de modo
que en ellos se describe el proceso de la investigación policial cumplida por
un periodista detective, al mismo tiempo que se dan a conocer los sucesos y los
personajes-actores, manejando los recursos del género. (…) Viniendo de las
formas de la novela policial anglosajona, Walsh desemboca, sin embargo, en un
género que pertenece muy ahincadamente al imaginario de las clases populares (al
punto de haberle concedido Antonio Gramsci, en sus reflexiones sobre la
novelística popular un lugar privilegiado dentro de los temas que interpretan
las secretas demandas de una subcultura) y en la tradición nacional, de la misma
subcultura popular. Se trata de los “dramas policiales”, como tituló a una
parte de su abundante producción folletinesca, el primer novelista popular que
tuvo América Latina, el argentino Eduardo Gutiérrez (1851-1889) quien en los
archivos de la policía y de la justicia, espigó historias reales de “gauchos
malos”, reconstruyendo tanto sus vidas como las persecuciones de que fueron
objeto por autoridades y jueces.” (Angel
Rama- Rodolfo Walsh: La narrativa en
el conflicto de las culturas)
“Criticar en serio, resulta
entonces, una manera de patear el tablero; además que, a su vez, implica `sacar
los pies del plato´. Dicho con mejores modales: Rodolfo Walsh se convierte en
un heterodoxo en el preciso instante en que sus cuestionamientos dejan de ser
coyunturales para trocarse en `todo ese código que es miserable´; y si sus
reproches y censuras pegan un salto, es porque dibujan una mutación que los
convierte en acusaciones. El reporter-propongo-se instaura paulatinamente como
fiscal.
Ese tránsito, en su núcleo, se
inaugura con los Diez cuentos policiales de 1953, culmina con Operación masacre del
’57, hasta cerrarse de manera dramática mediante su Carta Abierta a la Junta
Militar, de 1977. Realmente el juego se le van convirtiendo en masacre. Porque
ese deslizamiento propone, ante todo, el tránsito desde el predominio de la
ficción hacia la crónica, donde no solo el centro de gravedad del sistema
literario pasa del predominio de la tercera persona del singular a la primera,
sino que de forma entretejida lo presuntamente neutral adscripto a `lo
científico´, se va disolviendo más y más.
La literatura policial se va
invirtiendo así en sus perspectivas, procedimientos, efectos y significados…” (David Viñas- Rodolfo Walsh, el ajedrez y la
guerra)
En este sentido no hace más
que tomar una tradición que se remonta al Facundo, es decir a los orígenes de
la prosa argentina. Walsh es muy consciente de la oposición entre ficción y
política, clave en la historia de nuestra literatura. Su obra está escindida
por ese contraste, y lo notable es que a diferencia de tantos otros, comprendió
siempre que debía trabajar esa tensión y exasperarla. Liberar su ficción de las
contaminaciones circunstanciales y usar su destreza de narrador para construir
textos de crítica política y de denuncia.” (Ricardo
Piglia. Rodolfo Walsh y el lugar de
la verdad)
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